10. Hijo de Dios e Hijo del Hombre
Un
gran error corre ya desde milenios: ¡la suposición de que Jesús de Nazaret fue
al mismo tiempo el Hijo de Dios y el tantas veces mencionado Hijo del Hombre es
errada! En Jesús de Nazaret fue encarnada *(Inserida en la existencia terrena) una parte de la divinidad, a fin de
extender el puente sobre el abismo entre la divinidad y la humanidad, que la
propia humanidad abrió a través del cultivo del intelecto adscrito a espacio y
tiempo. De esa forma, Jesús fue Hijo de Dios, como una parte de Él,
que cumplió su misión entre la humanidad, lo que sólo ha podido realizar en
carne y sangre. Aún con la encarnación, seguía siendo el Hijo de Dios.
Pero
si era Hijo de Dios, entonces no podía ser Hijo del Hombre; pues se trata de
dos. ¡Y él fue y todavía es Hijo de Dios! ¿Quién es, por lo tanto, el Hijo del
Hombre? *(Disertación
Nro. 60: El Hijo del Hombre)
Los
discípulos ya habían percibido que Jesús hablaba en tercera persona cuando se
refería al Hijo del Hombre, y cuestionaban respecto a eso. Las tradiciones
fueron escritas en la propia presuposición de que Jesús, el Hijo de Dios, y el
Hijo del Hombre debiesen ser una sola persona. Sobre eso todos orientaron
anticipadamente sus relatos, y así, involuntariamente o inconscientemente,
propagaron errores.
Cuando
Jesús hablaba del Hijo del Hombre, entonces lo hacía con la visión prospectiva
de la venida del mismo. Él mismo lo anunció, puesto que la venida del Hijo del
Hombre se encuentra en intima conexión con la actuación del Hijo de Dios.
Decía: “Cuando, sin embargo, venga el Hijo del Hombre...” etc.
Se
trata de un movimiento circular, como en toda parte en la Creación. La
divinidad ha bajado hacia la humanidad, en la persona de Jesús, a fin de traer
la Verdad y sembrarla. La siembra germinó, los frutos maduraron para la
cosecha, y ahora la humanidad, en el movimiento circular, por intermedio de la
Verdad traída por el Hijo de Dios, debe elevarse, madurada, hacia la divinidad
en la persona del Hijo del Hombre y, a través de éste, nuevamente religarse
íntimamente con Dios.
Eso
no debe ser tomado solamente de modo puramente simbólico, *(Metafórico) como muchos suponen, ya que la
Palabra se cumplirá literalmente a través de una persona, como también pasó con
Jesús. Entre las dos personas, Jesús, el Hijo de Dios, y el Hijo del Hombre se
encuentra el enorme karma de la humanidad. *(El destino de la humanidad)
Jesús
se dirigió a la fiesta de Pascua, en Jerusalén, donde muchos pueblos de la
Tierra estaban representados. Las personas enviaron mensajeros para el
Getsemaní a fin de buscar a Jesús. Fue la época en la que los seres humanos,
tomados de odio y de brutalidad terrena, ordenaron a sus mensajeros que
buscasen al Enviado de Dios. Fijaos pues, en el momento en el que él salió del
jardín, estando ellos parados ante él, con armas y antorchas, con pensamientos
de destrucción.
Cuando
el Hijo de Dios pronunció las palabras: “¡Yo soy!”, entregándose con eso a la
humanidad, tuvo inicio el enorme karma con el que la humanidad se ha
sobrecargado. Desde ese momento hacia adelante pesó sobre la humanidad,
forzándola, de acuerdo con las leyes inexorables del Universo, cada vez más
hacia la Tierra, hasta acercarse el rescate final. ¡Nos encontramos cerca de
eso!
Cerrará
como un circuito oval. ¡El rescate vendrá a través del Hijo del Hombre!
¡Cuando
los seres humanos, debido a los graves acontecimientos, queden desanimados,
desesperados, y exhaustos, pequeños, muy pequeños, entonces habrá llegado la
hora en la que ansiarán por el prometido Enviado de Dios y lo buscarán! Y
cuando sepan dónde se encuentra, enviarán, como antaño, mensajeros. Sin
embargo, éstos no llevarán en su interior, entonces, pensamientos de
destrucción ni de odio, sino que, a través de ellos, la humanidad vendrá esta
vez exhausta, humilde, suplicante y llena de confianza en la dirección de aquél
que fue elegido por el Supremo Dirigente de todos los mundos para liberarlos de
la expulsión, de aquél que les trae ayuda y liberación de las aflicciones,
tanto espirituales como terrenales.
También
esos mensajeros se lo preguntarán. Y así como antaño el Hijo de Dios, en el
Getsemaní, pronunció las palabras: “¡Yo soy!”, con lo que el karma de la
humanidad tuvo inicio, de igual manera el Enviado de Dios contestará esta vez
con las mismas palabras: “¡Yo soy!”, y con eso se disolverá, entonces, el
pesado karma de la humanidad. Las mismas palabras, que hicieron girar la gran
culpa sobre la humanidad llena de odio de aquella época, la retirarán
nuevamente con la misma pregunta de la humanidad, que llega ahora recelosa y,
sin embargo, con confianza y suplicante.
El
movimiento circular de ese karma es inmenso y, sin embargo, conducido de modo
tan firme y exacto, que las profecías se cumplirán en él. Y desde el momento en
el que esas palabras sean pronunciadas para la humanidad, por segunda vez por
un Enviado de Dios, toma la dirección ascendente. ¡Sólo entonces se inicia, de
acuerdo con la voluntad del Supremo, el Reino de la Paz, no antes!
Ved,
de un lado, a los mensajeros de la humanidad, invadidos de odio, acercarse al
Hijo de Dios, amarrándolo y maltratándolo, aparentemente triunfando sobre él. A
eso se sigue, entonces, la constante decadencia, provocada por ellos mismos,
dentro de la inevitable reciprocidad. Con eso, sin embargo, al mismo tiempo,
también el fortalecimiento y la madurez de una siembra lanzada por Jesús. Ahora
se acerca, anunciado por el propio Jesús, el Hijo del Hombre, como Enviado de
Dios que, a servicio del Hijo de Dios, continua y complementa su obra, trayendo
la cosecha y separando, de esa forma, según la justicia divina, la paja del
trigo.
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