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martes, 17 de enero de 2023

63. CÓMO HA DE SER ACOGIDO EL MENSAJE

 

Epílogo

 CÓMO HA DE SER ACOGIDO EL MENSAJE

EL HOMBRE TERRENAL comete una gran falta cuando se pone a buscar el saber espiritual: quisiera avanzar a saltos, en lugar de ir paso a paso con calma y segura certeza. Apenas recibe un impulso que puede guiarle a la búsqueda de valores espirituales, ya pregunta por cosas elevadísimas que sobrepasan con mucho la facultad comprensiva de un espíritu humano.

 

De ese modo, se incapacita a sí mismo, desde un principio, para recibir algo. Confuso, desanimado, pronto abandona la búsqueda. No pocas veces invade su alma el rencor, y se ríe, se burla y ridiculiza a otros buscadores, frente a los cuales siempre adopta una actitud hostil. Pero esa hostilidad tiene sus verdaderas raíces en el agobiador sentimiento de reconocer que él mismo no ha sido capaz de encontrar valores de orden espiritual. La consciencia de su impotencia hace de él un enemigo en el que también anida la envidia y el resentimiento.

El que se mofa no denota superioridad, sino indignación. En la mofa y en el sarcasmo va implícita una confesión manifiesta de la propia insuficiencia, de la propia debilidad, de la incapacidad ante una cosa para cuyo entendimiento el sarcástico no posee la suficiente facultad comprensiva. O bien es envidia lo que se manifiesta desde lo íntimo de su ser. Envidia de que otro haya podido comprender lo que para él es incomprensible.

Otra peculiaridad del espíritu humano es la de prescindir de burlas y sarcasmos cuando se imagina ser más sabio que los demás. Si está verdaderamente convencido de su saber, no se siente impulsado al odio, ni a la hostilidad.

Por otro lado, el temor también puede incitar al espíritu humano a llenarse de odio. Sobre todo, el temor de verse rebajado de categoría ante la opinión pública, el temor de que se sepa que esos conocimientos de que tanto alardeaba hasta entonces han sufrido un descalabro por una causa que él mismo es incapaz de seguir, o que no puede seguir sin reconocer como defectuoso, sino como falso, ese seudo-saber actual.

Esas son, en efecto, las peores razones que pueden impulsar al espíritu humano al ataque, a la burla y a la mofa, incluso a las más repugnantes formas de lucha, que no vacilan en lanzar mentiras y calumnias, ni rehusan recurrir a la fuerza si el éxito no puede ser alcanzado de otro modo.

Eso es así tanto en lo más pequeño como en lo más grande. Cuanto mayor sea la influencia que un ser humano ejerce sobre sus semejantes mediante su pretendido saber; cuanto mayor sea el número de los que tienen noticia de él, tanto más enérgicamente se negará a admitir nuevos conocimientos procedentes de parte ajena, y tanto más desesperadamente tratará de combatirlos.

Muchos de esos hombres terrenales acogerían gustosamente un nuevo saber — aun cuando estuviera en franca oposición con su engreído, falso y pretencioso saber — si nadie tuviera conocimiento de sus antiguas opiniones.

Pero si el prójimo conoce esas opiniones suyas, entonces la vanidad no le deja adherirse a un nuevo saber que echa por tierra el suyo. ¡Eso sería demostrar que el camino seguido hasta el presente era falso! Por eso, se niega a admitirlo, pese a que, en muchos casos, eso suponga ir contra su más íntima convicción, lo que suele ser causa de horas de angustia.

Cobardemente, trata de encontrar altisonantes palabras con las que encubrir su vanidad, y el intelecto le ayuda a ello con su consumada astucia. Le incita a declarar con dignidad, que se siente responsable frente a quienes le han seguido por su camino hasta entonces. Por “amor” al prójimo, rechaza el nuevo saber, para no sembrar la inquietud en la paz que las almas de sus fieles han encontrado en esa forma de pensar mantenida hasta el presente.

¡Malditos hipócritas los que tal hablan! Pues esa paz de que tanto se vanaglorian no es sino letargo, un letargo que mantiene encadenado al espíritu humano, le impide moverse según la divina ley del movimiento y se opone al desarrollo del mismo con vistas al crecimiento de sus alas para poder remontar el vuelo hacia las alturas luminosas, esas alturas que han de quedar forzosamente lejos de él mientras esté sumido en esa somnolienta quietud.

Pero esas alimañas contrarias a las leyes de Dios son seguidas muy gustosamente por numerosos seres humanos: ¡Es tan seductora, para los perezosos espíritus humanos, esa complacencia que ellos enseñan…! Ese es el ancho camino, lleno de facilidades, que conduce a la condenación, a las regiones de la descomposición. No sin razón se refirió tantas veces el Hijo de Dios, Jesús, al duro, pedregoso y estrecho camino hacia las alturas, y previno contra el ancho sendero de la comodidad. Muy bien conocía El la corrompida pereza de esos espíritus humanos y las seducciones de los secuaces de Lucifer, que se aprovechan de las flaquezas.

Se ha de agitar el ser humano si quiere llegar a las alturas luminosas. El Paraíso le espera, pero no desciende hasta él si él no se esfuerza en alcanzarlo. Ahora bien, esforzarse no significa pensar, rogar o mendigar, tal como venís haciendo hasta el presente, sino que esforzarse significa actuar, moverse para llegar allí.

Pero los hombres sólo hacen que mendigar, y se imaginan, además, que serán transportados a lo alto por las mismas manos que ellos, ebrios de odio, traspasaron de clavos en aquel entonces. Mas tan sólo os será mostrado el camino y nada más. ¡El recorrerlo es asunto exclusivamente vuestro, oh espíritus perezosos! Y ya es hora de que os esforcéis en ello.

¡Cuántas veces lo dejó dicho Cristo! Y sin embargo, vosotros creéis que se os pueden perdonar los pecados sin más, directamente, tan sólo con pedirlo. Vivís según vuestros deseos y apetencias, y, encima, pedís que es os conceda la ayuda divina. Y no sólo eso, sino que esperáis que esa ayuda os sea suministrada de la forma que vosotros queréis. Es decir: os atrevéis, incluso, a poner condiciones.

Pereza y presunción adondequiera que miréis. Nada más que eso. Ahora bien, cuando, en los comienzos del despertar espiritual, ya empezáis a dar saltos y a hacer preguntas relativas a las cosas más elevadas, eso también es pereza de espíritu. Obrando así, no buscáis otra cosa sino percataros, desde el principio, de si merece la pena recorrer ese camino que exigirá de vosotros cuantiosas molestias. No sabéis cuán ridículo resulta el ser humano que expone tales preguntas ante quien puede daros una respuesta. Pues esas preguntas sólo pueden ser aclaradas por uno que venga de lo alto conscientemente, por uno que sea parte integrante de esas “cosas sublimes”.

Y el que viene de lo alto también sabe que ni uno solo de los espíritus humanos puede hacerse la menor idea de esas cosas, y mucho menos posible le resultará asimilarlas con conocimiento.

¡Yo os he traído el Mensaje que los hombres terrenales necesitan si quieren elevarse espiritualmente! ¡Estudiadlo, pues, debidamente! Pero, en el mejor de los casos, os parecerá hermoso… y en seguida empezaréis a hacer preguntas sobre cosas que nunca podréis comprender y, por tanto, tampoco pueden seros de utilidad.

Más si, un día, asimiláis debidamente todo el Mensaje y dais vida en vosotros a cada una de sus palabras, viviéndolas hasta en sus matices más insignificantes, para, después, transformarlas en actos como la cosa más natural de vuestra existencia en la Tierra, entonces serán tan vuestras como lo son ese cuerpo y esa sangre que tan necesarios os son en la Tierra para llevar a cabo vuestra peregrinación por el plano terrenal.

Si obráis así, dejaréis de exponer preguntas; pues, entonces, seréis seres sapientes, tanto como es capaz de serlo un espíritu. Y, al mismo tiempo, cesarán los deseos insensatos, ya que el saber os hará verdaderamente humildes y os desprenderéis de las flaquezas de vuestra vanidad humana, del orgullo, de la presunción de un saber que no es tal, y de tantas otras faltas de que se ha apropiado el espíritu humano.

Así pues, el que expone esas y semejantes preguntas, sigue durmiendo en la pereza de su espíritu, y tan sólo se imagina hacer resaltar, así, la agitación de su espíritu y su poderosa inclinación a buscar. Es lo mismo que si un niño quisiera participar en una carrera pedestre sin haber aprendido siquiera a andar.

Tampoco os es dado sacar del Mensaje las cosas aisladas que mejor os convienen y os interesan. Porque el interés no basta para el estudio espiritual; sólo basta para el intelecto, pero no para el espíritu, que exige mucho más.

¡Tenéis que tomar todo o nada!

Cierto que del interés también puede derivarse una búsqueda auténtica; pero no es fácil y se da en muy raros casos. El celo mismo también es absolutamente perjudicial, pues incita a dar saltos que paralizan las fuerzas. Id avanzando tranquilamente, palabra por palabra, frase por frase, sin leer ni aprender lo que yo os he dado, sino tratando de asimilar todo en forma de imágenes tal como se presenta en la vida real. Penetrad hasta lo más profundo de mis palabras. Entonces, sólo entonces, podréis presentir que tenéis entre manos la Palabra de Vida, la Palabra que vive por sí sola y que no ha sido el producto de estudios o pensamientos personales.

Sólo si vosotros mismos os obligáis a vivir dentro de la divina ley del movimiento armonioso, sólo entonces podrá cobrar vida en vosotros la Palabra y os permitirá remontaros hasta las alturas luminosas, que son vuestra verdadera patria. Pero antes, destruid todos los muros que la pereza de vuestro espíritu ha levantado firmemente a vuestro alrededor en el curso de milenios, esos muros que obligan a las alas del espíritu a contraerse y mantienen a éste oprimido, hasta el punto de que os dais por satisfechos con ese dogma rígido y muerto que os parece, incluso, grande y con el cual pretendéis servir, de forma absolutamente vanal, al Dios que es la Vida misma.

A pesar de eso, os he explicado, con mis descripciones, lo que vosotros llamáis últimas cosas, pero que, en realidad, son las primeras. De ese modo, ya no queda ninguna pregunta más que exponer en toda la existencia. Os he dado esas explicaciones a título de recompensa; pues para discernir lo que ellas contienen, es preciso que vosotros os toméis previamente la molestia de acoger en vosotros, de manera viva, una palabra tras otra de todo el Mensaje. Quien se abstenga de ese trabajo, nunca podrá comprenderme, aun cuando crea haberlo conseguido.

Por tanto, evitad todo lo que sea dar saltos y, desde un principio, profundizad en cada una de mis palabras y frase por frase. Nadie es capaz de agotar en la Tierra todo el valor del Mensaje; pues su contenido es útil para todos los universos cósmicos. No escojáis al azar fragmentos o detalles del Mensaje: constituye un Todo indivisible como leyes divinas de esta creación. El espíritu humano no puede eliminar ni deformar nada de él, sin ocasionarse a sí mismo los consiguientes daños. Tampoco podéis agregar nada de fuera, no podéis poner nada ajeno en ninguno de sus pasajes, nada que os sea más agradable, tanto si procede de una doctrina que conocéis, como si procede de vosotros mismos.

Tenéis que conservar inalterado mi Mensaje desde la primera palabra a la última, si queréis que os sea provechoso. Primero tenéis que vivirlo en vosotros, para, después, darle una forma exterior en vuestra vida.

Obrando así, iréis por el recto sendero y se abrirán, ante vuestro espíritu, las alturas luminosas, para permitiros el acceso al más elevado de los reinos: al reino que vosotros llamáis Paraíso, donde existe la gozosa actividad de bienaventurados espíritus humanos. Allí podréis presentir lo que es la espiritualidad originaria, y podréis sentir la Fuerza emanada de la esfera divina, esfera de la que os he dado sendas descripciones. Entonces, ya no querréis hacer ninguna pregunta, porque quedaréis embriagados de una felicidad que no os dejará desear nada. Tampoco os atormentará más el intelecto, pues viviréis todo personalmente.

Abd-ru-shin

* * *




EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

62. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS VII

62. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS VII

LA ÚLTIMA VEZ hablé de la Isla de las Rosas, de la Isla de las Azucenas y de la Isla de los Cisnes.

Esos puntos de apoyo son como tres piedras preciosas engarzadas en un anillo de oro, si comparamos toda la esfera de la cuarta grada con un anillo de oro o una cadena de oro donde están magníficamente engastadas las tres piedras preciosas.

Como es natural, en esa grada existe, también, otra forma de vida, lo mismo que en todos los demás planos; pero, por el momento, empezaré por mencionar los puntos de apoyo más resplandecientes, cuya acción es de efectos tajantes y hasta decisivos para los espíritus humanos.

Otro tanto acontece en el plano siguiente, el quinto de la creación originaria. Si los planos precedentes eran, para todo el resto, fundamentales puntos de partida de todas las fuerzas de irradiación, ese quinto plano es el país o la esfera de las elaboraciones, de la preparación de cuantas ayudas necesita todo cuanto se encuentra por debajo de la creación originaria. En ese quinto plano actúan los elementos dirigentes y poderosos que preparan todos los socorros previstos para el género humano.

Me comprenderéis del mejor modo si os doy el nombre de uno de ellos: Is-ma-el.

Ahí vive, y de ahí parte su actividad. Is-ma-el, que, en otros tiempos, fue el preceptor de Abd-ru-shin en la Tierra, por el cual se encarnó en la Tierra, también anunció a Jesús en la persona de Juan Bautista, y es el que debía de preparar los siete universos cósmicos para la venida de Parsifal.

En esa esfera, es el más eminente. Numerosos auxiliares le rodean, y él es quien recibe los mensajes de la Luz para la importante e inmensa acción que él ha cumplido siempre con toda fidelidad. Él fue, también, quien dio a los hombres la gran revelación de los acontecimientos actuales, conocidos comúnmente bajo el nombre de “Apocalipsis de San Juan”.

Ese quinto plano, rebosante de la inmensa actividad preparatoria de todas las decisivas intervenciones de la Luz en las creaciones, está lleno de ardiente vida.

El plano siguiente — el sexto — también constituye, para los humanos, un punto que destaca especialmente por su luminosidad: el palacio blanco.

No se ha de pensar en el palacio blanco según los conceptos terrenales. Se le ha designado así porque es la residencia de los dos receptáculos puros. Fielmente custodiados, se encuentran en él los dos receptáculos femeninos de espiritualidad originaria destinados a los cumplimientos más sagrados de la Luz en la Tierra.

Son los dos receptáculos de naturaleza espiritual originaria destinados a las madres terrenales de Jesús y de Abd-ru-shin.

Sin embargo, ambos receptáculos espirituales originarios necesitaron, a su vez, una envoltura espiritual, sin la cual no habrían podido cumplir su misión en la Tierra. Esa parte espiritual fue la madre terrenal en un momento dado.

Así pues, cada una de esas envolturas espirituales constituyó un ser humano de por sí, esto es, una mujer terrenal consciente de sí misma, a la que habría de unirse, llegado el caso, la mujer de espiritualidad originaria elegida para el nacimiento terrenal de la Luz divina.

Tal encarnación de la Luz en la Tierra exige los mayores y más minuciosos preparativos desde lo alto, y puede ser que, después de siglos de continuos esfuerzos a tal efecto, un insignificante espíritu humano terrenal haga necesario introducir modificaciones en el último momento, a causa de sus flaquezas.

Cuando hablo de un receptáculo o envoltura de espiritualidad originaria, y de otro receptáculo de naturaleza espiritual, me refiero, pues, en cada caso, a un ser femenino distinto de por sí. Los dos receptáculos de naturaleza espiritual originaria son dos mujeres elegidas a tal efecto en la creación originaria. Conscientes de su misión y bajo la dirección de un guía eminente designado especialmente para ello, pudieron desarrollarse convenientemente en la espiritualidad originaria y permanecer siempre en el palacio blanco, bajo la custodia más fiel.

Los receptáculos o envolturas espirituales son esas mujeres terrenales que pudieron ser elegidas y, también, preparadas, a fin de unirse íntimamente con esas envolturas o mujeres de la creación originaria para llevar a cabo el cumplimiento más sagrado.

Voy a resumir brevemente, otra vez, esto que tan difícil os resulta, de manera que se presente ante vosotros con toda claridad:

En el palacio blanco del sexto plano de la espiritualidad originaria, hay dos mujeres elegidas, las cuales llevan hasta abajo a todos los nacidos de la Luz que descienden a las materialidades para dar cumplimiento a promesas divinas. Esas mujeres de planos superiores se unen a una mujer terrenal, puesto que esa transición es imprescindible para poder realizarse una encarnación en la Tierra de los nacidos de la Luz, dado que no puede haber laguna ninguna en la actividad de las divinas leyes originarias de la creación.

Ambas mujeres llevan nombres inscritos en la Ley: María, que vibra en el Amor, y Teresa, que vibra en la Voluntad. Según eso, María ha sido elegida para el Amor de Dios, y Teresa para la Voluntad de Dios, conforme a la ley del número y a la respectiva naturaleza.

Con vistas al nacimiento terrenal, cada una de ellas fue unida estrechamente a una mujer de la Tierra, a su espíritu.

Naturalmente, esa mujer de la Tierra tenía que ser semejante en su forma de vibrar. Para el nacimiento del Amor, era necesario un espíritu humano terrenal que vibrara en el Amor. Para el nacimiento de la Voluntad, en cambio, se precisaba un espíritu humano terrenal que vibrara en la Voluntad.

Las mujeres terrenales que habían de dar nacimiento en la materialidad física a los nacidos de la Luz, están unidas con hilos a los receptáculos espirituales originarios. Pero están unidas a ellos solamente, no a los propios enviados de la Luz.

Tenéis que tenerlo bien en cuenta para poder comprender debidamente todo el proceso.

Así pues, el espíritu de las madres terrenales está en relación indirecta con los enviados de la Luz mediante los receptáculos espirituales originarios, a los cuales permanecen atados durante cierto tiempo, de manera directa, por hilos cuidadosamente tejidos. Los receptáculos de naturaleza espiritual originaria llevan a los enviados de la Luz hasta las madres terrenales situadas en planos inferiores, y se unen a éstas en el preciso momento de la encarnación, manteniendo esa unión hasta cuarenta días después del nacimiento terrenal.

Durante ese tiempo, el receptáculo espiritual originario también mantiene la relación del espíritu de las madres terrenales con la Luz, pero esa relación se rompe cuando el receptáculo espiritual originario se desliga nuevamente y retorna.

Entonces, el espíritu humano femenino de la Tierra vuelve a quedar abandonado a sí mismo, puesto que ya no existe relación directa con el núcleo luminoso de su hijo.

Todo es sencillo y natural por demás, y sin embargo resulta difícil reducirlo a los estrechos límites de las palabras terrenales, a fin de hacerlo comprensible en la materialidad física.

El último plano de la creación originaria — el séptimo — es donde se halla la Isla de los Elegidos.

Sobre ese particular, no tengo mucho que decir en esta conferencia.

Basta con que os dé un nombre: ¡Patmos!

De esa isla de los bienaventurados se ha hablado mucho ya, y todavía se hablará mucho más; pues es, al mismo tiempo, la Isla de las Promesas o la Montaña de las Anunciaciones sagradas.

Así como la Mansión del Grial se yergue en el extremo límite de la esfera divina y tiene, al mismo tiempo, una reproducción en la creación originaria formando la cúspide de la misma, así también Patmos se halla en el extremo límite de la espiritualidad originaria y tiene una reproducción en el punto más alto de la espiritualidad, que es el plano inmediato inferior. Así pues, en la espiritualidad puede verse reflejado exactamente todo lo que acontece en esa isla de Patmos situada en la espiritualidad originaria. Así, pese a la separación existente entre los dos reinos, las experiencias son vividas siempre en común, y eso en lo que establece la unión.

En Patmos, el punto culminante de la espiritualidad humana, también existe un espíritu creado que lleva el nombre de Is-ma-el, el cual vibra y actúa en las irradiaciones del Is-ma-el de la espiritualidad originaria.

Acaso podamos volver a tratar esto más detalladamente en otra ocasión; pues hacerlo hoy supondría rebasar demasiado el fin perseguido en esta conferencia. Por eso, voy a poner término a mis explicaciones sobre el inmenso reino de la creación originaria limitándome solamente a lo que se extiende en línea recta hacia abajo.

Al séptimo y último plano de la creación originaria le sigue una envoltura protectora que forma como una capa de separación entre la esfera de la espiritualidad originaria y la parte espiritual de la creación — inmediatamente inferior a aquella — que, por su extensión, no es menos inmensa que la espiritualidad originaria según los conceptos humanos.

Esa envoltura protectora también constituye un plano de por sí, un plano de gran extensión. Pero no se crea que está deshabitado, sino que está animado por numerosas entidades, si bien no es ninguna morada para espíritus conscientes de sí mismos.

Constituye la limitación infranqueable, impenetrable, de la espiritualidad originaria o creación originaria; y sin embargo, también es un plano de transición.

Pero para franquear ese límite se requiere una escolta de las entidades que pueblan ese plano, las cuales, por razón de su actividad, también constituyen una envoltura protectora para los que atraviesan ese plano, lo mismo que éste es una envoltura protectora para toda la creación originaria.

Por otro lado, esas entidades sólo pueden servir de escolta a través del plano protector si se cumplen unas condiciones muy especiales que vibran inmutablemente en las leyes de la creación.

Por tanto, sólo cumpliendo unas condiciones especiales, es posible atravesar el plano protector. Como es natural, el cumplimiento de esas condiciones, que reside parcialmente en la especie y, en parte también, en la constitución de esa especie, es decir, en los respectivos estados de madurez, tiene como consecuencia necesaria el franqueamiento de esa zona. Esto es: ese franqueamiento se impone espontáneamente.

Un movimiento perfectamente coordinado existe por doquier, cual si se tratase de un engranaje increíblemente ajustado y artísticamente compuesto, mantenido en funcionamiento por la viva actividad de las leyes.

Todo lo que se mueve debidamente dentro de ese mecanismo es pulido y purificado, sostenido y elevado, pero siempre hacia alturas de un puro saber, mientras que lo que se desvía del recto sendero y se sale del engranaje por insensatez o, incluso de manera criminal, es empujado y herido hasta que, o bien vuelve a ponerse en el buen camino y vibra al ritmo del conjunto sin rozamientos, o bien es triturado y pulverizado entre esas ruedas que nunca se detienen. Adaptaos, pues, oh hombres, al inalterable mecanismo de esta creación esa obra maestra inconcebible para vosotros por su inmensidad. Entonces, moviéndoos al regular ritmo de sus vibraciones, seréis felices para toda la eternidad.

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

61. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS VI

 

61. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS VI

UNA VEZ MÁS, evoco hoy, ante los ojos de vuestro espíritu, el cuadro de la creación originaria tal como os lo he dado hasta aquí. Después de Parsifal, hallamos las cuatro primeras criaturas originarias, que ocupan la más alta de las siete gradas de la espiritualidad originaria: Odshi-mat-no-ke, Leilak, el León y Mercurio.

En la grada siguiente se encuentran las tres criaturas originarias femeninas ya mencionadas: Johanna, Cella y Josepha. Y un poco más lejos, en la tercera grada o plano: Vasitha, la vigilante guardiana de la salida de la parte superior de la creación originaria.

De ese modo, os he dado a conocer, en sus caracteres fundamentales, las tres gradas o planos superiores de la creación originaria. Antes de seguir desplegando y ensanchando el cuadro, voy a indicar las bases de las otras cuatro gradas siguientes; pues la espiritualidad originaria, que yo he denominado creación originaria, consta de siete gradas o divisiones fundamentales, lo mismo que, más adelante, también aparecen siete gradas o partes cósmicas en las materialidades.

Siempre descubriréis una división en siete partes dondequiera que entre en acción la Voluntad de Dios, la cual también lleva en su propio nombre el siete: Emanuel.

Entremos, pues, en el cuarto plano del reino de la espiritualidad originaria.

Una luz maravillosa e infinitamente bienhechora inunda esa magnífica esfera que se extiende hasta lejanías centelleantes, como un inmenso mar de cristalina pureza.

De ese fluctuante movimiento se alza, cual una isla, un esplendoroso paraje lleno de la rosas más exquisitas. Un júbilo lleno de agradecimiento atraviesa las terrazas, que, formando radiantes colinas de indecible belleza, contienen una riqueza de colores tan perfecta que incite a la adoración entusiasta a la mirada más exigente. Irradiando bendiciones, los colores vibran con suntuosidad llena de gracia, formando encantadores jardines, fuente de toda esperanza y de toda vida. En ellos juguetean innumerables niños sonrosados, y por ellos camina, llena de gozo y de dicha, la feminidad adulta.

Pero no se crea que esos seres son los espíritus que se encarnarán más tarde en las creaciones. Son, por el contrario, puntos de partida de irradiaciones que, conforme a la naturaleza específica de la Isla de las Rosas, influyen en la feminidad humana de la creación sirviendo de ayuda para su evolución durante las peregrinaciones a través de las materialidades. Los niños influyen sobre los niños en correspondencia con la talla, el género e incluso el color, mientras que los adultos influyen sobre los adultos que, por el estado de madurez de su espíritu, se les asemejan en la forma.

Por consiguiente, en la Isla de las Rosas, las tallas corporales son réplicas de los diferentes grados de madurez en un momento dado, y también lo son de esos espíritus humanos que, partiendo como gérmenes, tienen la posibilidad de ir evolucionando poco a poco hasta alcanzar una consciencia perfecta en el curso de sus peregrinaciones por las materialidades.

De ahí que, en la Isla de las Rosas, también estén presentes cuantos elementos espirituales originarios se repetirán, más tarde, en la espiritualidad y en las materialidades, como reproducciones o imitaciones.

En realidad, todo lo que se encuentra en los universos cósmicos es una repetición — conforme a la ley — de todo lo que ya existe en la espiritualidad originaria: no podía ser de otro modo, dada la sencillez y claridad de las leyes divinas, inconcebibles para los hombres. Por lo tanto, en la espiritualidad se reproduce exactamente todo lo que ya se ha cumplido en la espiritualidad originaria.

También en la espiritualidad originaria se verificó que todo lo que no podía adquirir inmediatamente una consciencia personal en la parte superior de la creación originaria, ni podía mantenerse allí bajo la inmensa presión que ejerce el núcleo insustancial en esas proximidades, tuvo que pasar ante Vasitha para ir hacia otro plano más alejado donde, en un progresivo enfriamiento, pudiera mantenerse y evolucionar con vistas a adquirir la consciencia de sí mismo. Entre esos elementos se encuentran, también, gérmenes de la espiritualidad originaria que ya evolucionaron hacia la consciencia en ese cuarto grado de enfriamiento, como es el caso de la Isla de las Rosas.

Cuando yo hablo de grados o esferas de la creación, me refiero a grados de enfriamiento; pues no de otro modo pueden surgir las distintas esferas, que, en lugar de grados de enfriamiento, también pueden ser llamadas grados de alejamiento; de ahí que, según los conceptos terrenales, sean, en realidad, grados o gradaciones.

Esa es, pues, la razón de que, en la Isla de las Rosas, encontremos, por primera vez, al ir descendiendo, niños y evolución en la espiritualidad originaria. Es importante que sepáis esto, ya que constituye una etapa importante en el gran capítulo de la creación.

Así pues, en las gradas más altas de la espiritualidad originaria, se hallan, en primer lugar, los seres que pudieron adquirir inmediatamente la consciencia de sí mismos. Esos tales son los más fuertes y, por tanto, los más poderosos: las columnas. A continuación, en planos más alejados, se encuentran los seres que aún pueden evolucionar en la espiritualidad originaria. Por eso encontramos allí, por primera vez, niños espirituales originarios.

En la siguiente gran división de la creación, en la espiritualidad, que es algo más débil que la espiritualidad originaria, ya que sólo puede llegar a ser consciente de sí misma a una mayor distancia del núcleo insustancial de Parsifal, se repite el proceso exactamente igual que en la creación originaria.

Primeramente, se vuelven conscientes inmediatamente los más fuertes de los seres espirituales, mientras que los demás son obligados a retirarse a una distancia más grande donde poder madurar para alcanzar la consciencia personal en un lento proceso evolutivo.

Asimismo, a partir de ese plano de gérmenes espirituales en cuestión, es cuando, por primera vez, aparecen niños de naturaleza espiritual, los cuales son susceptibles de lograr una mayor madurez espiritual o pueden seguir siendo niños; pues los gérmenes espirituales que no lleguen a la plenitud de madurez, es decir, que no despierten espiritualmente, no serán destruidos, ni desechados, mientras se conserven puros.

He ahí un punto del que no había hablado hasta ahora. Se conservan espiritualmente como niños y, en calidad de tales, irradian sobre niños hasta que, por último, al ir madurando poco a poco, llegan a ser adultos. Lo puro no puede quedar expuesto jamás a la descomposición.

Otra cosa quiero mencionar a tal respecto. La espiritualidad originaria en esta creación no es que sea la parte más fuerte de una especie absolutamente idéntica, y la espiritualidad una parte más débil de la misma, sino que lo espiritual es de naturaleza completamente diferente de lo espiritual originario.

Cada una de ambas especies posee una parte más fuerte y otra más débil. Cierto que la espiritualidad es un precipitado de la espiritualidad originaria, pero sólo por el hecho de ser de otra naturaleza, que, a su vez, es la única razón de que haya podido desligarse de ella para adquirir forma a una mayor distancia del insustancial núcleo luminoso de Parsifal.

Si fueran especies idénticas, el elemento espiritual originario no se desprendería de la especie afín, sino que, por el contrario, la retendría firmemente en virtud de la ley de atracción de las afinidades, aun cuando, por ello, no hubiera podido tomar forma como elemento consciente.

A medida que voy ampliando mis explicaciones, me veo obligado a extender la estructura de la creación. Eso hará que se modifiquen algunas de las ideas que os habíais forjado hasta ahora. Pero no es más que fraccionarlas en imágenes cada vez más numerosas, sin que la idea fundamental propiamente dicha sea desvirtuada de algún modo.

Es algo parecido a lo que sucede cuando se describe un largo viaje. Al empezar describiendo solamente las experiencias más importantes por orden correlativo, la idea que se suscita es, aparentemente, completamente distinta de la que surge cuando se van agregando, poco a poco, detalles aislados propios de experiencias intermedias, a pesar de que el viaje en sí sigue siendo el mismo.

Pero, por de pronto, volvamos otra vez a la Isla de las Rosas.

En la cúspide de la isla se yergue un templo magnífico que irradia destellos rosáceos. El que lo contempla, siente que su corazón se invade de paz, y su pecho amenaza estallar de felicidad.

Y en esa paz, en esa melodiosa resonancia de colores, se mezcla, además, el alegre canto de confiados pájaros que, con cada movimiento, lanzan fulgurantes resplandores como si estuvieran cubiertos de brillantes, lo que contribuye a un mayor esplendor del ambiente.

La expresión humana: “dicha”, es demasiado débil para poder reducir — aunque sólo sea aproximadamente — ese ambiente de embriagadora luz que ahí reina, a una forma comprensible para el espíritu humano de la Tierra. Y por encima de todo eso se extiende una nobleza sagrada.

Cual copones de rubíes, rojas rosas de abiertos pétalos florecen alrededor del templo.

¡La Isla de las Rosas! El punto de anclaje del Amor de Dios para la creación. En esa isla, se deja sentir la agitada actividad, eminentemente constructiva, del Amor que da salud, une y compensa — ese Amor que irradia desde allí a todo el universo. Esa isla está bajo la protección de Isabel, la Reina Originaria, lo mismo que todo lo femenino de la creación entera.

A menudo, María se acerca a esa isla, protegida por la Reina Originaria Isabel, y visita el templo a fin de dispensar directamente nuevas fuerzas a los que sirven en esa isla, los cuales, después de transformar esas fuerzas conforme a su naturaleza, las trasmiten al exterior para ayuda de todas las criaturas.

De cuando en cuando, la mirada de los que sirven en la Isla de las Rosas se extiende más lejos aún, y contemplan a Parsifal en la Sagrada Mansión. Participan directamente de su fuerza como sagrado cumplimiento de bienaventuradas promesas.

Sobre el mismo plano, una segunda isla surge de esa luminosa fluctuación: la Isla de las Azucenas.

Así como en la Isla de las Rosas predomina el fulgurante esplendor de las rosas, las azucenas son, aquí, las únicas que irradian preponderantemente hasta lejanías inmensas, con indecible pureza. También ahí se suceden las terrazas en sentido ascendente hasta llegar a la cima coronada por un templo.

En ese templo existe un brillo encantador semejante al delicado centelleo de las perlas, al mismo tiempo que reina una luz rosácea y se extiende sobre la isla, con rigurosa austeridad, una especie de beneficioso frescor marino.

A quien le fuera dado contemplar ese templo, la visión que se ofrecería a sus ojos le obligaría a sumirse en una adoración llena de humildad; pues el templo expande su luz hacia abajo con intransigente rigor, en tanto que el luminoso frescor de la soberbia serenidad de su pureza desciende y penetra los espíritus, vivificándolos, confortándolos y arrebatándolos hacia lo alto en liberadora adoración a la Magnificencia divina.

También ahí, todo ha surgido con belleza inconcebible para los humanos. También ahí, vibra una maravillosa melodía que se eleva hacia el Creador como una viva acción de gracias que resuena eternamente en Su honor.

Isabel, la Reina Originaria, es, asimismo, la soberana de ese lugar, y bajo su protección, Irmingard — la Azucena Pura — se acerca a la isla en épocas determinadas, a fin de renovar la Fuerza de la Pureza en los que prestan allí sus servicios, los cuales la transforman y la transmiten al exterior para confortamiento y ennoblecimiento de todas las criaturas.

Los habitantes de la Isla de las Azucenas, lo mismo que los de la Isla de las Rosas, pertenecen únicamente al género femenino. Todas las tallas están representadas ahí igualmente.

Ahí, lo mismo que en la Isla de las Rosas, reina únicamente el principio constructivo en la Voluntad divina; pero en la Isla de las Azucenas, sin embargo, ese principio es de otra naturaleza: es exigente, rigurosamente exigente y severo en tocante a la Pureza y a la Justicia.

Lo mismo que en la Isla de las Rosas, los servidores de la Isla de las Azucenas también contemplan a Parsifal de cuando en cuando y participan de su fuerza.

Y una tercera isla se eleva en la esfera luminosa de la cuarta grada de la espiritualidad originaria: la Isla de los Cisnes. Está situada algo más abajo, entre las dos islas anteriormente mencionadas.

Esa isla contiene frutos deliciosos en los que se deleitan las vírgenes cisnes que allí moran. En ese lugar se concentran las irradiaciones procedentes de la Isla de las Rosas y de la Isla de las Azucenas, y son transmitidas a las creaciones inalteradamente, prestando así ejemplares servicios.

Por eso, la Isla de los Cisnes también podría ser designada como la isla o el centro del servir ejemplar, del abnegado servir. Ahí, se impone y se ennoblece la acción de servir por el Amor más puro. Los habitantes de la Isla de los Cisnes no son espíritus, sino entidades de acción que establecen la ligazón entre las irradiaciones de la Isla de las Rosas y las de la Isla de las Azucenas.

En conformidad con su gentil naturaleza, esas entidades vibran dichosas en las inmediatas irradiaciones de la Isla de las Rosas y de la Isla de las Azucenas; y por esa su peculiar manera de servir ejemplarmente en el Amor más puro, establecen una íntima unión entre las irradiaciones del Amor y las de la Pureza, que si bien son transmitidas conjuntamente, no por eso son alteradas.

La responsable guardiana de la Isla de los Cisnes es Schwanhild. Schwanhild es responsable ante Isabel, la Reina Originaria, que también es protectora y soberana de la Isla de Los Cisnes. Esa responsabilidad confiere a Schwanhild una mayor fuerza y da a su ser un mayor realce.

Al igual que las vírgenes-cisnes, lleva una ondeante vestidura que, semejante al brillante plumaje de los cisnes, se ciñe a su cuerpo, ese cuerpo que, por lo perfecto de sus proporciones, supera a todo lo que los artistas de la Tierra puedan imaginar.

La característica primordial de las vírgenes-cisnes es que todas tienen ojos azules, y llevan en la cabeza una estrella que despide resplandores azules. Se distinguen, sobre todo, por lo maravilloso y conmovedor de su canto, y vibran en la armonía de los sonidos, esa armonía que desciende a raudales hasta todas las partes de la creación.

La adoración de las vírgenes-cisnes tiene su expresión en los cautivadores cánticos que entonan en el templo de los cisnes, acompañados delicadamente por maravillosos acordes de arpa. A eso se debe que la armonía de los sonidos sea una parte constitutiva del elemento vital de cada virgen de la Isla de los Cisnes. Esas vírgenes viven y vibran gozosamente en las ondas de puros sonidos, y las absorben como un elixir de vida que les proporciona esa alegre actividad que les es propia.

De ese canto tan cautivador y particular propio de las vírgenes-cisnes, ya habían llegado noticias hasta aquí abajo, hasta la materialidad. Por eso es que, aún hoy, se habla aquí y allá de un canto del cisne que, por su especial carácter, debe ser algo conmovedor. Como siempre, en este caso también se ha conservado únicamente una parte de esos anuncios hechos en otros tiempos, y el intelecto los ha deformado y materializado.

Ahora comprenderéis muchos de vosotros, por qué es imprescindible que, al tener lugar los cumplimientos más sagrados en la Tierra, cuando entran en acción la Rosa y la Azucena, una virgen-cisne descienda de la Isla de los Cisnes y entre en un cuerpo terrenal preparado a tal efecto, de suerte que, haciendo de elemento de unión, no pueda haber ninguna laguna en el movimiento vibratorio.

Así de inmensa es la Gracia de Dios, que permite la realización de una maravilla tras otra, con el fin de que sea perfecta la ayuda proporcionada a la humanidad en el reino de los mil años.

¡Inclinaos humildemente ante Su inmensa bondad!

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

60. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS V

 

60. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS V

YA HE EXPLICADO el primer círculo de criaturas originarias que se encuentra alrededor de Parsifal. Mejor dicho: no lo he explicado todavía, sino que solamente he hablado de él.

 Antes de seguir adelante, tengo que describir algunas cosas con más detalle, porque, sino, os faltará algo referente al círculo de las grandes vibraciones y no podréis darle vida en vosotros. Todo tiene que estar libre de lagunas, aun cuando sólo se os pueda dar en forma de imágenes. Por esa razón, tampoco podemos seguir adelante si no es muy lentamente.

De ahí que hayamos de seguir ocupándonos de las primeras criaturas originarias ya mencionadas en mi última conferencia. Ellas son las columnas más resistentes para las creaciones, y en las creaciones.

Y otra vez tengo que remontarme hasta la proximidad inmediata de Dios, si es que se puede hablar de proximidad en modo alguno. Pues no existe nada de lo cual pueda afirmarse que esté en la proximidad de Dios, si se mide esa proximidad según los conceptos terrenales.

Hasta la distancia más grande que puede existir según los conceptos humanos, no es suficiente, todavía, para dar una idea aproximada de la distancia que se quiere designar como proximidad inmediata de Dios. Es infinitamente más grande; pues lo que se puede denominar propiamente la proximidad de Dios, es un agitado mar de llamas donde no existe, aún, posibilidad de formación.

Por consiguiente, empleo aquí la denominación “proximidad” solamente como expresión, no como concepto. En esa proximidad, en esas gradas del Trono que constituyen esferas enteras se encuentran los cuatro animales con su género de vibraciones muy particular.

Isabel, la Reina Originaria, no está emplazada en ninguna de esas gradaciones; pues es un ser completamente aparte por el cual existe la Azucena Pura.

Los Arcángeles son, a su vez, de una especie de irradiaciones inmediatas de Dios distinta de la de los cuatro animales. Las especies se diferencian entre sí por la formación. También se puede decir: la formación es la separación; porque constituye un evento vivo y espontáneo.

Pero, hoy, solamente vamos a hablar de los cuatro animales. Esos animales llevan en sí las condiciones preliminares para la formación de la creación. Llevan, pues, recopiladas en lo íntimo de su ser todas las irradiaciones de que las creaciones tienen necesidad para tomar forma, para configurarse.

Según eso, los elementos fundamentales de la creación ya están implícitos en esos animales que, en número de cuatro, forman un cuadrado en las gradas del Trono de Dios y absorben, acogen en sí todas las irradiaciones creadoras divinas. Dicho en otros términos: no sólo forman un cuadrado, sino que son el cuadrado de la creación o la cuadratura del futuro círculo de la creación.

No voy a detenerme demasiado en este punto, sino que sólo tocaré fugazmente lo esencial para nosotros hoy día, a fin de explicar la relación existente entre el cuadrado de los animales y la creación.

El cuadrado de los animales o, mejor dicho, “entidades” encierra en sí, por tanto, todo lo que las creaciones necesitan, y es, a tal efecto, la primera central de las irradiaciones de la Trinidad divina, situada por encima de él.

La Reina Originaria transmite irradiaciones completamente diferentes, lo mismo que son distintas las transmitidas por los Arcángeles.

Por consiguiente, sólo ese cuadrado de las cuatro entidades está en relación directa, desde arriba, con el futuro círculo de la creación; sólo él está ligado a éste. Todo lo demás que tiene su patria en la esfera de la irradiación divina y es, por tanto, eterno, se inclina hacia todo lo creado, con el único fin de ayudar, ennoblecer y hacer progresar en la vibración del Amor divino, que para ellos, es la cosa más natural. Sin embargo, no están firmemente ligados a la creación: sólo el cuadrado de los cuatro animales lo está.

En esa sutil diferenciación residen muchas cosas. Grabadla, pues, en vosotros especialmente. Mucho de lo que, hasta ahora, os resultaba incomprensible, quedará perfectamente aclarado por ello.

De las cuatro entidades sapientes, aladas y situadas junto al Trono de Dios: el Carnero, el Toro, el León y el Águila, el Carnero es la entidad que tiene un rostro humano; pues el Carnero lleva en sí el género espiritual de la creación, a partir del cual se forman y evolucionan los seres humanos en la creación.

Eso también se relaciona con la expresión: “Cordero de Dios” y con la herida que éste tiene. Pues esa herida se manifiesta naturalmente en él, como testimonio del fracaso y de la decadencia de los espíritus humanos de la creación, ya que han procedido de él, no directamente, pero sí indirectamente. El flujo de espiritualidad humana no refluye armoniosamente de la creación, sino que queda retenido en las materialidades por llevar adheridas demasiadas culpas.

De este modo, extiendo un palmo más el dominio del saber para vosotros. Pero no se modifica nada de lo que habéis podido aprender hasta el presente. Todo eso sigue en vigor y vibra en absoluta armonía con lo nuevo, aun cuando, en el primer momento, pueda parecer de otro modo.

Y ahora, voy a pasar a los detalles. Parsifal franqueó los límites de la irradiación inmediata de la Trinidad divina; es decir, rebasó los límites de la esfera divina.

Con ello, emitió la irradiación de su núcleo insustancialmente divino hacia el exterior y continuó irradiando fuera de la esfera divina, en el vacío desprovisto de Luz, iluminando, calentando, infundiendo movimiento a todo y manteniendo ese movimiento, como fuente de vida y cual una pequeña parte de Emanuel.

A una distancia apropiada, se formaron inmediatamente las primeras cuatro columnas de las creaciones, que, por la naturaleza de las ligazones que establecieron, contienen todo lo necesario para la creación. No se formaron como las entidades del Trono de Dios, sino que tienen forma humana, si bien de una grandeza y una belleza que, para los conceptos humanos, resultan inverosímiles.

Puestas ante Parsifal en calidad de caballeros del Grial; es decir, como poderosos guardianes y fieles custodias del tesoro confiado a Parsifal por Dios, ese santo receptáculo de su parte insustancial, hacen surtir, al mismo tiempo, los efectos de las cuatro entidades situadas en las gradas del Trono. ¡La cuadratura del círculo de la creación!

Sus géneros tienen los siguientes efectos para las creaciones:

1.               Od-shi-mat-no-ke: Es la forma ideal de la espiritualidad humana, inaccesible a otros por ser perfecta. Por eso aparece bajo el aspecto de real soberano. No lleva en sí más que el género del Carnero, y representa, por tanto, la especie de actividad de éste en la creación originaria. Se podría decir que el Carnero está anclado en él.

2.               Leilak: Es la forma ideal de la virilidad, de la fuerza viril. Lleva en sí una combinación de los géneros del Carnero — de ahí la forma espiritual humana y la forma de toro.

3.               El León: Es la forma ideal del heroísmo. Lleva en sí la combinación del Carnero y del León.

4.               Mercurio: El soberano de todas las impetuosidades de los elementos. Lleva en sí la combinación del Carnero y del Águila.

Cada una de esas cuatro criaturas originarias posee un género particular y debe, además, estar relacionada con el Carnero, dado que todas ellas son espirituales y conscientes, características que están arraigadas en el Carnero.

Así como las cuatro entidades situadas en las gradas del Trono son las columnas y los poderosos guardianes en la esfera divina — fuera de la propia Divinidad insustancial, como es natural — así también, las cuatro criaturas originarias del primer círculo formado alrededor de Parsifal en la espiritualidad originaria o creación originaria, son columnas y poderosos guardianes, y su actividad en común constituye una ligazón perfecta que irradia todo lo necesario para la creación.

La vivificación de esos rayos procede del núcleo luminoso de Parsifal, gracias a cuya irradiación pudieron formarse en calidad de primeras y necesarias columnas fundamentales, al mismo tiempo que son los guardianes más poderosos del santuario.

No es fácil explicaros tanta grandeza y tanto movimiento, ni tampoco lo es fijar todo eso en forma de imágenes para vosotros, cuando resulta que la realidad no es estable, sino que se mantiene en continuo y fluctuante movimiento, recibiendo irradiaciones, transmitiéndolas, volviendo a atraerlas hacia sí para emitirlas nuevamente hacia Parsifal. Todo eso sin interrupción, simultáneamente. Eso solo ya os resulta imposible de concebir.

Por tanto, en esas cuatro primeras criaturas originarias están reunidas todas las fuerzas de la creación emanadas de Parsifal, las cuales están concentradas e intensificadas por las irradiaciones de la misma especie procedentes de los cuatro Animales, y se mantienen en movimiento pujante o propulsor por efecto de la viva Luz de Parsifal, siendo dirigidas por la voluntad de las criaturas originarias, voluntad conforme a su especie.

De ese modo, tal vez os sea factible imaginar un proceso que, expresado en términos terrenales, se acerque lo más posible a la Verdad.

Retened, primero, todo eso firmemente e inculcadlo en vosotros tal como yo lo he expresado con palabras terrenales.

No empecéis otra vez a dar saltos con vuestros pensamientos, ni os preguntéis dónde puede estar el elemento femenino que, según lo dicho en mis conferencias anteriores, debe de estar siempre medio grado más alto. No os pongáis a cavilar tratando de averiguar dónde se encuentran María e Irmingard, que, en todo caso, nunca pueden estar en un plano inferior al de las criaturas originarias. Tampoco aquí existe laguna alguna, sino que todo concuerda perfectamente.

Las cuatro criaturas originarias mencionadas constituyen, en primer lugar, los pilares principales de la estructura de la creación, y a partir de ellas va sucediéndose, en movimiento descendente o a distancias mayores cada vez, todo lo que ya he expuesto en mis explicaciones sobre la creación; pues esas cuatro entidades llevan recopiladas en sí todas las fuerzas de la creación, mientras que los demás no son sino ayudas.

En esta ocasión, también os doy únicamente, para empezar, la dirección que desciende en línea recta hacia los espíritus humanos evolucionados, y dejo sin tocar y sin mencionar todas las ramificaciones, como, por ejemplo, Lohengrin, dado que no es el punto de partida de una irradiación decisiva para la creación por su actividad formadora. Más tarde volveré a ocuparme de ese asunto. Por el momento, os doy los soportes sobre los que se apoya la estructura de la creación.

María no entra en consideración en nada de esto, ni tampoco Irmingard. Cierto que descienden a las creaciones desde lo alto y están ancladas en ellas, pero no están ligadas a ellas firmemente. También ahí reside una diferencia muy grande.

Pese a esos anclajes, no están ligadas a las creaciones, sino que son completamente independientes de ellas y de sus corrientes. Verdad es que las corrientes de la creación pueden acercarse a ellas mediante tales anclajes, haciéndose, así, claramente reconocibles, pero no pueden penetrar en ellas, puesto que, para ello, falta la necesaria ligazón.

María e Irmingard obran sin que pueda haber la menor repercusión en ellas. Su actividad es ayudar, ennoblecer, reconfortar, purificar, sanar o repulsar, pero no establecen ligazón ninguna con la creación por medio de sus irradiaciones. ¡Tenedlo bien presente!

María vino, en efecto, como una parte del Amor de Dios: Jesús, y como una parte de Emanuel, para formar la Santa Alianza. Con la feminidad como tal no tiene nada que ver, sino que se halla frente a la humanidad entera como Amor de Dios.

La feminidad de la creación sólo tiene que ver, como tal feminidad, con Irmingard. Y ésta descendió a la Mansión del Grial en la creación originaria desde la esfera divina, y allí se introdujo en un receptáculo de espiritualidad originaria que ya estaba preparado para ella.

Aparte de que, por un acto de la Voluntad de Dios, se sumió en ella una chispa de la insustancialidad, a fin de que Emanuel pudiera actuar en toda la creación como una unidad tripartita. Esa unidad tripartita de Emanuel en la creación es: Parsifal-María-Irmingard, esto es: Justicia, Amor y Pureza.

Así pues, en un último y sagrado cumplimiento, Emanuel actúa en la creación, simultáneamente en Parsifal, María e Irmingard.

Eso constituye un nuevo acto de Amor que Dios realizó para ayuda y mayor protección de la humanidad que subsistirá después del Juicio, para que la creación no pueda volver a sufrir daños por las flaquezas de los espíritus humanos.

No os sumáis, pues, en la confusión de inútiles pensamientos. Solamente hablo, ahora, de la creación originaria procedente de Parsifal. Ni María ni Irmingard forman parte de ella, pero obran allí según su naturaleza.

Después de las cuatro columnas de la creación originaria se encuentra un segundo círculo algo más alejado. Digamos, considerándolo en sentido terrenal, que está medio grado más bajo que el primero. Ese segundo círculo o plano está repleto de la actividad de las tres criaturas originarias femeninas: Johanna, Cella, Josepha.

Pero no vayáis a imaginaros que esas criaturas originarias están puestas sencillamente en círculo, sino que las distintas especies de su actividad se ejercen en grandes jardines o planos que surgen a su alrededor y por mediación de ellas, junto con numerosas entidades auxiliares y moradores de la creación originaria, todos los cuales actúan alrededor de cada una de esas eminentes criaturas originarias femeninas y masculinas, vibrando al ritmo de sus respectivas especies.

Así es que numerosos caballeros forman el séquito de las primeras criaturas originarias, y que numerosos colaboradores femeninos se adhieren a las criaturas originarias femeninas.

Pero no debemos detenernos ahí por el momento, ya que, sino, el cuadro que quiero daros adquiriría proporciones inasequibles e inapreciables para vosotros.

Hoy, sólo quiero indicar someramente, de qué manera vibra la actividad de las tres criaturas originarias femeninas mediante su irradiación, que atraviesa toda la creación.

Cada una de ellas ejerce una actividad especial; y sin embargo, las actividades de las tres engranan entre sí de tal modo, que casi pueden parecer una sola. Apenas puede distinguirse una divisoria en ellas. Esas actividades, de las que ellas son personificaciones ideales, tienen un carácter puramente femenino.

Hablemos primero de Johanna: Con palabras precisas no se puede expresar su actividad, porque eso reduciría inmediatamente la condición del concepto. Por eso, sólo diré brevemente que esa actividad concierne al hogar. Consiste en crear un ambiente íntimo, atractivo, armonioso. Ahora bien, se trata del hogar en un sentido amplio, no solamente bajo el aspecto de un pequeño hogar humano-terrenal.

En realidad, éste también está incluido en esa actividad, pues los efectos de la misma se manifiestan en lo grande como en lo pequeño, incluso en lo más pequeño. Pero se trata aquí de la cosa en sí, no de una pequeña forma de la misma.

A título de ejemplo, cito ese sentimiento de profundo apego al suelo natal, capaz de inflamar a pueblos enteros del entusiasmo más verídico, cuando un enemigo trata de herirlo codiciosamente.

A tal respecto, podría citar miles de ejemplos, y sin embargo, a pesar de todo, nunca seríais capaces de reconocer la verdadera grandeza que reside en la actividad de Johanna, esa grandeza que ella también trata de imprimir en cada espíritu humano como un legado sagrado susceptible de elevarle muy alto y conferirle un sólido apoyo.

Y ese legado ha sido dado, en primer lugar, a la feminidad, de ahí que, a menudo, descanse en ella el destino de todo un pueblo.

La actividad de Cella no es de naturaleza menos delicada. Con gran esmero, implanta en lo espiritual el silencioso respeto ante la futura maternidad, con toda la intangibilidad y sublimidad que ahí residen. De la manera más majestuosa y con el temor más reverente que se ponen de relieve en esas proximidades, lo implanta en todos los que aún son puros de espíritu.

Josepha, por su parte, pone la base del debido respeto a las envolturas o cuerpos, considerados como un bien confiado por la gracia de Dios y merecedores, por tanto, de un trato adecuado. Como es natural, no se trata solamente de cuerpos terrenales, sino de todas las envolturas que existen en la creación, las cuales, al fin y al cabo, siempre han sido dadas con el fin primordial de proteger la evolución del núcleo espiritual y del núcleo sustancial, razón por la cual han de ser consideradas también en toda pureza.

También las envolturas enfermas contribuyen a la evolución del núcleo, que, cubierto de una envoltura más sana, tal vez no habría despertado tan rápidamente.

La actividad de Josepha tiene el mismo valor que la de las otras y es lo mismo de importante para los caminos de todas las peregrinaciones por la creación. Son condiciones fundamentales para una maduración normal de todas las criaturas de las creaciones, tal como quiere Dios. Lo atraviesan todo como con hilos finísimos y se manifiestan en sus efectos de las formas más variadas, puesto que están latentes en el espíritu y se mantienen en movimiento, inarticuladas, informes. Todo esto empuja y apremia, pero sólo el sentimiento puede comprenderlo debidamente, sólo él puede hacerlo una realidad beneficiosa.

Si la facultad sensitiva está oprimida por la dominación del intelecto, se abre un abismo entre vosotros y todo lo que se agita en la creación originaria al servicio de la Voluntad de Dios, con lo cual también se produce forzosamente una perturbación de la necesaria vibración de la creación.

Las actividades radiantes de las tres criaturas originarias: Johanna, Cella y Josepha, constituyen una acción conjunta, inmensa, fundamental, compenetradas unas con otras y, sin embargo, separadas entre sí.

Y ahora, avancemos medio grado más, lo cual, evidentemente, supone, en realidad, distancias que apenas podréis concebir. Allí, encontramos una nueva criatura originaria: Vasitha.

Es la vigilante guardiana puesta a la salida de la parte más sublime y más pura de la creación originaria, en cuya cúspide se alza la maravillosa Mansión del Santo Grial, radiante de magnificencia y de paz.

Con Vasitha y su ambiente se cierra la parte superior de la creación originaria. Está a la puerta e indica el camino hacia el exterior a todo elemento espiritual obligado a seguir su marcha para su propia evolución. Muestra el camino hacia el puente que, cual gigantesco arco iris, se tiende por encima de profundos abismos y lleva hasta esas regiones donde se requiere un mayor enfriamiento y una mayor distancia de la Luz para poder llegar a ser consciente de la propia existencia, a fin de tomar forma allí y adquirir el máximo florecimiento.

Majestuosa, se alza allí Vasitha indicando el camino con su lanza, mientras que, con penetrante mirada, examina todo y se percata de lo que no es capaz de seguir estando en la primera parte de la creación originaria, obligándolo, entonces, a pasar ante ella. Su palabra indicadora da fuerzas a todos y sirve de fiel escolta.

Así abandonan esas regiones los que pueden tomar forma en calidad de espíritus creados. Salen en compañía de los que aún reposan en el último precipitado y todavía tienen que recorrer el camino de una lenta evolución, a fin de poder llegar a ser conscientes de su existencia. Se retiran hacia lejanías inconmensurables, poseídos de un ferviente anhelo de Luz divina.

Para terminar, haced un pequeño resumen de lo que acabo de decir:

El camino de las irradiaciones de Dios destinadas a la creación y, por tanto, a todos los seres humanos también, pasa por el cuadrado constituido por los cuatro animales situados en las gradas del Trono de Dios, animales que, hasta ahora, sólo conocíais de nombre. Las cuatro primeras criaturas originarias de la creación llevan en sí las irradiaciones de esos animales. Forman, pues, para el ciclo de la creación, el cuadrado en la espiritualidad originaria. El ciclo de la creación es accionado y mantenido en continuo movimiento por la Fuerza de la Luz, que, emanada del núcleo insustancial de Parsifal, actúa vivamente.

Dejad que este cuadro fundamental se fije sólidamente en vosotros, de forma que, más adelante, pueda yo ir extendiéndolo agregando una imagen tras otra, a fin de ampliar vuestro saber sin que vuestra mirada se turbe. Lo conseguiréis si queréis.

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

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