“Con mi palabra, os conduzco nuevamente a Dios, del que, poco a poco os habéis alejado, a causa de todos los que ponen ese pretendido saber humano por encima de la sabiduría divina.”
4. MORALIDAD
UNA SOMBRÍA NUBE
de tormenta parece cernerse sobre la humanidad. La atmósfera está cargada.
Perezosa trabaja la capacidad intuitiva de cada individuo, bajo una presión
sofocante. Sólo los nervios que actúan en el campo de los sentimientos y de los
instintos corporales se hallan en grado sumo de tensión, excitados
artificialmente por el error de una falsa educación, de una falsa actitud y del
autoengaño.
El hombre actual ya no es un ser normal a este respecto,
sino que es portador de un mórbido apetito sexual elevado al décuplo, al cual
él trata de erigir, en centenares de formas y variantes, un culto que ha de
conducir fatalmente a la corrupción de la humanidad entera.
Contagiando y propagándose como un vapor pestilente, llega
a afectar todo esto con el tiempo incluso a quienes aún tratan de aferrarse a
un ideal que vagamente presienten oculto en su semiconsciencia. Anhelantes
extienden los brazos hacia su ideal, mas no tardan en dejarlos caer, una y otra
vez, suspirando desesperanzados, descorazonados al mirar a su alrededor.
En abúlico desmayo ven horrorizados con qué formidable
rapidez va turbándose la visión clara de lo moral e inmoral, cómo va
perdiéndose la facultad de juicio y cómo van cambiando en este campo los
conceptos, hasta tal punto, que aquello que poco antes hubiera causado
repugnancia y desprecio se acepta pronto como lo más natural, sin sorprenderse
siquiera.
Pero no tardará en colmarse la medida. ¡El despertar que
habrá de venir, será terrible!
A veces ya ocurre, en nuestros días, que sobre esas masas
flageladas por sus sentidos pasa algo así como un súbito y temeroso
encogimiento, enteramente mecánico, inconsciente. La inseguridad hace presa por
un instante en más de un corazón; mas no llega a despertar, a intuir claramente
lo indigno de su conducta. La consecuencia es un redoblado afán dirigido a
sacudir o incluso reprimir todas esas “flaquezas” o “últimos restos” de una
mentalidad anticuada.
¡Es preciso progresar a cualquier precio! Pero progresar se
puede en dos direcciones: hacia arriba o hacia abajo, según se elija. Ahora
bien, en la situación en que se encuentran las cosas, el avance es hacia abajo
y a velocidad vertiginosa. El choque de los que así se precipitan los hará
pedazos irremediablemente cuando llegue la hora en que hayan de topar con una
fuerte resistencia.
En esta atmósfera cargada, el nubarrón va concentrándose,
cada vez más oscuro y amenazador. De un momento a otro cabe esperar el
resplandor del primer rayo que atraviese y esclarezca las tinieblas. Su llama
iluminará con inexorable rigor lo más recóndito, llevando en sí la liberación
para aquellos que anhelen Luz y claridad, mas también la perdición para quienes
no tengan sed de Luz.
Cuanto más largo sea el tiempo de que disponga la nube para
condensar su gravitante negrura, tanto más deslumbrante y aterrador será el
rayo que genere. La atmósfera blanda y adormecedora que disimuladamente oculta
a la lascivia en medio de su pesadez e inercia se disipará; pues por ley
natural, al primer rayo le seguirá una corriente de aire fresco y vigoroso que
traerá consigo nueva vida. En la fría claridad de la Luz, todos los engendros
de la imaginación depravada quedarán despojados súbitamente de sus hipócritas
falacias ante las miradas horrorizadas de la humanidad.
El despertar sacudirá las almas, como el estrépito de un
trueno formidable, de suerte que las aguas vivas de la Verdad pura puedan
precipitarse y discurrir por el terreno ya preparado. Despuntará el día de la
liberación. Liberación del yugo de una inmoralidad de millares de años de
existencia que hoy se halla en su máximo florecimiento.
¡Mirad en vuestro derredor! ¡Fijaos en las lecturas, los
bailes, el modo de vestir! La época actual, con afán jamás superado, intenta
quitar todas las barreras entre los dos sexos para enturbiar con ello
sistemáticamente la pureza de la intuición, pervertirla en tal enturbiamiento,
revestirla con máscaras engañosas y, si la ocasión se tercia, acabar
exterminándola.
Los escrúpulos son ahogados por los hombres con discursos
grandilocuentes que, en rigor, no son sino efusiones de una trepidante
sensualidad interior para fomentar de nuevo la concupiscencia en las más
variadas formas, con pericia o torpemente, de manera solapada o sin embozos.
Hablan del preludio de una humanidad libre e independiente,
de un desarrollo de la fortaleza interior, de cultura física, de la belleza del
nudismo, del ennoblecimiento del deporte, de una educación que infunda vida a
la divisa: “Para el puro todo es puro”, en una palabra: ¡La sublimación del
género humano, despojándole de todo “falso pudor” para así poder crear al
hombre noble y libre sobre el que se asiente el futuro! ¡Pobre del que se
atreva a decir algo en contra! ¡Entre un griterío ensordecedor será lapidado al
instante con inculpaciones similares a la afirmación de que sólo los impuros
pensamientos pueden hacerle “ver algo de malo en ello”!
¡Furioso torbellino de aguas corrompidas, emanadoras de
vapores aletargantes, venenosos, que semejantes al estupor causado por la
morfina, van produciendo enajenadoras alucinaciones a las cuales se dejan
arrastrar de continuo miles y miles de seres humanos hasta perecer extenuados!
El hermano se erige en educador de la hermana, los hijos en
instructores de sus padres. Es como una gran marea que va sumergiendo a todos
los hombres, y allí donde aún se encuentran algunos pocos sensatos llenos de
repugnancia, solitarios como rocas en el mar, adviértese una furiosa resaca. A
éstos se aferran muchos que corren peligro de agotar sus fuerzas en el
estruendoso oleaje. Gusta verlos, a estos pequeños grupos, aislados como oasis
en el desierto, ofreciendo reposo y solaz al viajero que logró abrirse paso, en
ardua lucha, a través del horrendo simún.
Lo que hoy se predica en favor del progreso, bajo el manto
de tantos atractivos, no es más que un disimulado fomento de una gran
desvergüenza, un emponzoñamiento de todo noble sentir intuitivo del hombre: la
epidemia más terrible que jamás haya azotado a la humanidad. Y, cosa extraña:
parece que muchos sólo estaban aguardando a que alguien les proporcionase un
pretexto plausible para envilecer. ¡Un sinnúmero de ellos hasta lo reciben con
los brazos abiertos!
Mas aquel que conozca las Leyes espirituales que rigen el
Universo se apartará con repugnancia de los propósitos actuales. Tomemos como
ejemplo una de las diversiones “más inocentes”: los baños mixtos.
“¡Para el puro, todo es puro!” Suena esto tan agradable al
oído, que, al abrigo de tan eufónicas palabras, bien puede uno permitirse no
pocas cosas. Analicemos, sin embargo, por un instante, los más simples procesos
que se desarrollan en el plano de la materialidad etérea en uno de tales baños.
Supongamos que se encuentren allí treinta personas de ambos sexos y que
ventinueve de ellas sean realmente puras sin restricción alguna, suposición
esta, desde un principio exagerada, ya que lo contrario sería más exacto y, con
todo, aún sería un caso raro. No obstante, supongámoslo.
Esa persona, la trigésima, estimulada por lo que vé,
concibe pensamientos impuros, aunque su comportamiento exterior tal vez sea
absolutamente correcto. Estos pensamientos toman cuerpo inmediatamente en la
materialidad etérea, convirtiéndose en formas vivas que, dirigiéndose hacia el
objeto de su contemplación, acaban quedando prendidas en él. El resultado
siempre será un mancillamiento, sin importar para nada que no se hayan
producido palabras o actos.
La persona mancillada arrastrará consigo esta ponzoña
capaz, a su vez, de atraer análogas formas de pensamiento errantes en su medio.
De este modo irá creándose un ambiente cada vez más denso en torno suyo que
podrá acabar turbándola y envenenándola, al igual que una planta parasitaria a
menudo hace perecer al árbol más robusto.
Tales son los fenómenos que se producen en la materialidad
etérea en esos baños mixtos, en esos juegos de sociedad, en esos bailes y en
tantas y tantas otras cosas llamadas “inocentes”.
Hay que considerar, además, que esos baños y diversiones
son frecuentados precisamente por quienes buscan de hecho algo con que excitar
de manera especial sus pensamientos y sus sentidos mediante el espectáculo que
allí se les ofrece. Fácilmente se comprenderá cuánta inmundicia se criará en
semejante ambiente, sin que exteriormente sea posible advertir lo más mínimo en
la materialidad densa.
No menos comprensible es que esta nube de formas de pensamientos
sensuales, en constante y creciente condensación, vaya provocando poco a poco
fatales efectos en numerosas personas que, de por sí, no buscan este género de
cosas. En ellas van surgiendo pensamientos similares, débiles al principio,
luego con fuerza y vivacidad crecientes, alimentados sin cesar por no pocas
variedades de esos llamados “progresos” de su medio ambiente. Así termina
deslizándose una persona tras otra en la espesa y fangosa corriente donde la
noción de la pureza verdadera y de la moralidad va haciéndose cada vez más
confusa, hasta hundirlo todo en el abismo de la oscuridad absoluta.
Lo que hay que hacer, en primer lugar, es eliminar las
provocaciones y ocasiones que originan esos abusos tan fecundos. No son otra
cosa que focos de corrupción donde la plaga pestilente de los seres depravados
puede propagar sus pensamientos que, en prolífero desarrollo y devastadora
dispersión sobre la humanidad entera, van creando sin cesar nuevos focos
virulentos hasta convertirse en un inmenso campo de repugnantes alimañas, de
las que se desprende un vapor venenoso que asfixia también lo bueno que aun
existe.
¡Libraos de este delirio que, como un narcótico, parece haceros más
resistentes cuando en realidad sus efectos son sólo adormecedores y
perniciosos!
Es natural, y doloroso a su vez, que sea precisamente el
sexo femenino quien en primer lugar esté de nuevo rebasando todas las medidas y
que en sus atuendos haya descendido, sin el menor escrúpulo, hasta el nivel de
la prostitución.
Esto prueba, no obstante, la exactitud de las explicaciones
relativas a los fenómenos que se producen en la materialidad etérea. Justamente
la mujer, dotada por la naturaleza de una facultad mucho mayor para sentir
intuitivamente, absorbe más pronto y más profundamente, sin tener conciencia de
ello, ese veneno del emponzoñado mundo etéreo de las formas de pensamiento. El
estar más expuesta a tales peligros es la razón de que sea ella la primera en
dejarse arrastrar y en sobrepasar todo límite con una rapidez incomprensible y
sorprendente.
No sin razón se dice: “¡Cuando una mujer se pervierte, es
peor que un hombre!” Esto cabe aplicarlo igualmente a todos los dominios: en la
crueldad, en el odio, en el amor. ¡El comportamiento de la mujer siempre será
el producto del mundo de la materialidad etérea que la circunde! Claro que
también hay excepciones. Mas no por eso puede quedar excluida de su
responsabilidad, pues ella posee la facultad de observar las impresiones que la
acosan y de orientar sus actos y sus deseos según su albedrío si es que …
verdaderamente quiere hacerlo. Que la mayoría de ellas, por desgracia, no obre
de este modo, es una falta del sexo femenino, falta que proviene de una
absoluta ignorancia en estas cosas.
Lo grave para la época actual es, sin embargo, que la mujer,
en realidad, tiene en sus manos el futuro del pueblo. Y digo que lo tiene,
porque la influencia de su estado anímico sobre la descendencia es mucho más
decisiva que la del hombre. ¡Qué decadencia sobrevendrá en un futuro! ¡Nada
podrá evitarla! Con armas, con dinero o con nuevos descubrimientos será
imposible detenerla. Ni tampoco con la bondad o siguiendo una política
magistralmente orientada. Para eso se precisan otros medios más tajantes.
Sin embargo, esta inmensa culpa no es exclusiva de la
mujer. Ella siempre será el reflejo fiel de aquel mundo de las formas de
pensamiento que pesa sobre su pueblo. No debe olvidarse este hecho. ¡Respetad y honrad a la mujer en cuanto mujer,
y ella se moldeará conforme a vuestra actitud, será lo que vosotros veáis en ella! De esta manera elevaréis a
vuestro pueblo entero.
Ahora bien, entre las mujeres mismas tiene que producirse
previamente, una gran transformación. Tal y como son actualmente, su curación
sólo es posible operando radicalmente, recurriendo a una intervención violenta
e implacable que, con cortante escalpelo, seccione toda lacra para arrojarla al
fuego. De lo contrario, acabará destruyendo todos los miembros sanos.
Imposible de detener, la época actual se aproxima más y más
con creciente rapidez a esa operación necesaria para la humanidad entera, hasta
que ella misma acabe provocándola. Será dolorosa, terrible, pero al fin vendrá
la curación. Entonces habrá llegado el momento de hablar de moralidad. Hoy día
las palabras se ahogarían en el fragor de la tempestad.
Mas pasada la hora en que esta Babel de perdición haya de
desmoronarse en su propia corrupción, ¡observad a la mujer! Su forma de ser y
de obrar os mostrará siempre como sois,
pues, siendo más sensible su facultad intuitiva, cobran vida en ella las
intenciones de las formas de pensamiento.
Esta circunstancia nos da la certeza de que revistiendo de
pureza su pensamiento y su sensibilidad intuitiva, la feminidad será la primera
en elevarse presurosa hacia el ideal de una auténtica nobleza humana. ¡Será
entonces cuando la moralidad habrá hecho su entrada triunfal con todo el
esplendor de su pureza!
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* *
*
Traducido de la
edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta
obra está disponible en 15 idiomas:
español,
inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco,
polaco, húngaro, árabe y estonio
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