“Con mi palabra, os conduzco nuevamente a Dios, del que, poco a poco os habéis alejado, a causa de todos los que ponen ese pretendido saber humano por encima de la sabiduría divina.”
11. CASTIDAD
LOS SERES HUMANOS han restringido increíblemente el concepto de la castidad hasta tal punto que ya no queda absolutamente nada de su verdadero significado. Encaminado incluso por sendas erróneas, su deformación ha traído, como natural consecuencia, una opresión inútil sobre muchas personas y aun, muy frecuentemente, indecible sufrimiento.
Preguntad donde queráis qué es
castidad y en todas partes obtendréis como respuesta el concepto de la
virginidad corporal aclarado de uno u otro modo; en todo caso, en tal concepto
culmina la idea que de ella tiene la humanidad.
Esto manifiesta, ya de por sí,
plenamente la estrecha mentalidad de los seres humanos que se subyugan al
intelecto, siendo éste el que ha fijado los limites de todo lo terreno, ya que
sus facultades nacidas de lo terrenal no le permiten alcanzar un nivel
superior.
Cuán más fácil no sería,
entonces, para el hombre, pasar por casto y crearse una reputación como tal
pavoneándose en su vana fatuidad. Pero con semejante actitud no conseguirá dar
un solo paso ascendente por el camino que conduce a los Jardines luminosos, al
Paraíso, que es la meta bienaventurada del espíritu humano.
De nada le sirve al hombre
conservar virgen su cuerpo físico si mancilla su espíritu, pues así no logrará
jamás franquear los umbrales que de forma escalonada conducen hacia las
alturas.
La castidad es muy distinta de lo
que los hombres se imaginan, más global, mayor, y no implica oposición a la
naturaleza; pues esto sería contravenir las leyes que vibran en la Creación de
Dios, lo cual no puede quedar sin repercusiones perjudiciales.
La castidad es el concepto terrenal de la Pureza, que es divina. Estará todo espíritu humano la aspiración de concretar en la materialidad densa el presentido reflejo de algo que, en lo divino, es evidente. La Pureza es divina. La castidad es su imitación por el espíritu humano, esto es, una imagen espiritual que puede y debe hacerse visible en la actividad terrenal.
A todo espíritu humano ya maduro debería bastarle esto como ley
fundamental para ejercer la castidad. Mas aquí en la Tierra, impulsado por no
pocos deseos egoístas y con el único fin de satisfacerlos, el hombre se inclina
a engañarse a sí mismo imaginándose poseer ciertas cosas que en realidad no
existen absolutamente en su interior.
¡El egoísmo toma el mando y
paraliza su volición verdaderamente pura!
El hombre jamás se lo confesará a sí mismo, al contrario, seguirá dejándose
engañar tranquilamente. Y al no saber como justificarse, califica de inevitable
sumisión al destino lo que con frecuencia es, a todas luces, un afán de
satisfacer los más reprensibles deseos egoístas.
He aquí por qué necesita otras
indicaciones que, como línea de conducta y base de apoyo, le permitan reconocer
y experimentar vivamente lo que es en realidad la castidad tal y como reside en
la Voluntad divina, que no quiere que en la Tierra nada se separe de la
naturaleza.
¡En lo Divino, la Pureza se halla
íntimamente ligada al Amor! Por eso aquí, en la Tierra, el hombre no debe
intentar separar estos dos conceptos, si es que han de traerle bendiciones.
Mas resulta que también el amor
en la Tierra no es otra cosa que una maléfica caricatura de lo que es en realidad. Por eso no puede unirse,
sin una modificación previa, al verdadero concepto de la Pureza.
A todos los que aspiran a
adquirir castidad dirijo la siguiente sugerencia, que proporciona la base de
apoyo que el hombre necesita en la Tierra para vivir conforme a la ley de la Creación y, por lo tanto, para ser grato a
Dios:
“Aquél que en todos sus actos
tenga siempre en cuenta no causar daño y no emprender nada que más tarde pueda
afligir al prójimo que confía en él, obrará siempre de tal suerte que su
espíritu permanecerá libre de toda carga, mereciendo entonces realmente el
calificativo de casto”.
Estas simples palabras, bien
comprendidas, pueden guiar al hombre a través de toda la Creación
salvaguardándolo y conduciéndolo hacia las alturas de los Jardines luminosos,
que son su verdadera patria. Estas palabras son la llave para actuar de manera
justa en la Tierra; pues en ellas reside la verdadera castidad.
Jesús, el Hijo de Dios, ha
expresado exactamente lo mismo con otras palabras:
“¡Ama a tu prójimo como a ti
mismo!”.
Mas guardaos muy bien de caer en
los antiguos errores humanos, acomodando a vuestro gusto el sentido de las
palabras y deformándolas parcialmente para que sirvan a vuestros intereses
egoístas, os tranquilicen cuando obréis falsamente y os ayuden a adormecer a
vuestros semejantes en su indolencia o incluso a engañarlos.
Interpretad estas palabras como realmente deben ser
interpretadas y no del modo que os parezca más cómodo y más conveniente para
vuestros fines personales. Entonces se transformarán en espada afiladísima
puesta en vuestra mano, con la cual podréis vencer las tinieblas, si tal es
vuestra voluntad. Dejad que estas palabras cobren vida en vosotros de manera
justa a fin de abarcar la vida en la Tierra como vencedores colmados de júbilo
y agradecimiento.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE
LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* *
*
Traducido de la
edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta
obra está disponible en 15 idiomas:
español,
inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco,
polaco, húngaro, árabe y estonio
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