"Con mi palabra, os conduzco nuevamente a Dios, del que, poco a poco, os habéis alejado a causa de todos los que ponen ese pretendido saber humano por encima de la sabiduría divina.”
12. EL PRIMER PASO
DEJAD QUE MI PALABRA
cobre vida en vosotros; pues esto es
lo único que puede daros aquel
provecho que necesitáis para que vuestro espíritu se eleve a las alturas
luminosas de los eternos jardines de Dios.
¡De nada sirve conocer
la Palabra! Aun cuando sepáis de memoria mi Mensaje completo, frase por frase,
para instruiros e instruir a vuestro prójimo… de nada os servirá mientras no obréis de acuerdo a él, si no pensáis según el verdadero sentido de mi
Palabra y organizáis en consecuencia toda vuestra vida como algo natural que
lleváis en cuerpo y sangre y que no se puede separar de vosotros. Solamente así
podréis sacar de mi Mensaje los valores eternos que contiene para vosotros.
“Por sus obras
los conoceréis”. Estas palabras de Cristo conciernen primeramente a todos los lectores de mi Mensaje. Por sus obras
quiere decir por su modo de obrar, de
pensar, por sus actos de la vida cotidiana en su existencia terrenal. Vuestras
palabras también forman parte de vuestro modo de obrar, y no solo vuestros
actos, pues el hablar es un acto cuyos efectos habéis subestimado hasta ahora.
Hasta los pensamientos mismos son
parte integrante de vuestros actos.
Los hombres están acostumbrados a decir que “el pensamiento
es libre”. Con esto piensan que en la Tierra nadie les puede pedir cuentas de
sus pensamientos, por hallarse éstos en un plano inaccesible para las manos del
hombre.
Por eso juegan, a
menudo, frívolamente con sus pensamientos, o mejor dicho, juegan en
pensamientos. Desgraciadamente trátase con frecuencia de un juego sumamente
peligroso en la vana ilusión de que podrán salir indemnes.
Sin embargo, en esto se equivocan; pues también los
pensamientos forman parte de la materialidad
densa y en ella han de ser redimidos indefectiblemente antes de poder
emprender su ascenso una vez que el espíritu se haya separado del cuerpo
terrenal.
Por lo tanto, esforzáos, incluso con vuestros pensamientos,
en vibrar siempre en armonía con el sentido de mi Mensaje, de suerte que sólo
deseéis lo que es noble, y no
descendáis a bajas regiones imaginándoos que nadie podrá verlo ni oírlo.
¡Los pensamientos, las palabras y los actos exteriores
pertenecen todos al reino de la materia densa de esta Creación!
Los pensamientos operan en la materialidad densa sutil, las palabras en la materialidad
densa media, y las acciones
exteriores se constituyen en la materialidad más grave, es decir, en la más
densa. Las tres clases de actividades vuestras pertenecen al dominio de la materialidad densa.
Mas resulta que las formas de estas tres clases de
actividades están íntimamente ligadas entre sí, y sus efectos se encadenan
mutuamente. Lo que esto significa para vosotros, el modo incisivo y muchas
veces determinante en que puede influir en las peregrinaciones de vuestra
existencia, no podéis concebirlo en un primer momento.
Esto quiere decir, simplemente, que un pensamiento que
continúa operando autoactivamente según su naturaleza, puede reforzar a un
género afín en la materialidad densa media
constituyendo allí formas más vigorosas que, a su vez, y como consecuencia del
vigor alcanzado, siguen operando hasta manifestarse visible y activamente en la
materialidad más densa, sin que a
vosotros os parezca haber intervenido directamente.
Tener noticia de esto es terrible cuando se conoce la
ligereza y frivolidad del modo de pensar de los seres humanos.
De esto resulta que, sin saberlo, intervenís en numerosos actos realizados por uno cualquiera de
vuestros semejantes, por el mero hecho de haber recibido éste, en la forma que
acabo de explicar, un refuerzo que le hizo capaz de ejecutar en la materialidad
más densa algo que hasta entonces había reposado latente en él siendo tan sólo
objeto de juego en sus pensamientos.
Y es así que muchos seres humanos desaprueban con
frecuencia un acto cualquiera de uno de sus contemporáneos, reprobándolo y
condenándolo encolerizados, cuando, en realidad, a ellos mismos les corresponde
una parte de responsabilidad ante las
Leyes eternas de Dios, aunque se trate de una persona que les sea completamente
desconocida y de actos que ellos mismos jamás realizarían en la materialidad
más densa.
Reflexionad por una sola vez, en el profundo contenido de
estos fenómenos y comprenderéis por qué os exhorto en mi Mensaje: “¡Mantened puro el hogar de vuestros
pensamientos, pues así sembraréis paz y seréis felices!”
Cuando hayáis alcanzado vigor suficiente en vuestra propia
purificación veréis en esta Tierra muchos menos crímenes que hasta ahora,
crímenes de los cuales muchos seres humanos son cómplices sin saberlo.
El tiempo y el lugar en que posiblemente os hagáis
cómplices de tales actos no importa en absoluto. Aunque se realicen en el otro
extremo de la Tierra contrario al lugar donde vosotros estéis, en sitios en los
que jamás hayáis puesto el pie y de cuya existencia ni siquiera tengáis
noticia. Siempre reforzaréis con vuestros juegos de pensamiento todo aquello que tenga afinidad,
independientemente de distancias, naciones o países.
De este modo, puede ocurrir que, con el tiempo, los
pensamientos de odio y envidia se precipiten sobre cualquier individuo, sobre
grupos de personas o sobre pueblos enteros – allí donde encuentren formas
afines –, imponiendo la realización de actos muy distintos a los que surgieron
en vosotros cuando jugabais con vuestros pensamientos.
Las repercusiones se manifiestan, entonces, en conformidad
con el modo de sentir del ejecutante
en el momento de la acción. Por consiguiente, vosotros podéis haber participado
en la ejecución de un acto sin haber pensado jamás realmente en su horror. No
obstante, la relación entre ese acto y vosotros existe, y una parte de los
efectos retroactivos pasará a constituir una carga sobre vuestro espíritu que
quedará adherida a él como un lastre cuando abandone el cuerpo.
Mas también inversamente podéis contribuir de modo aun más
vigoroso al establecimiento de la paz y la felicidad de la humanidad. Con
vuestro pensar puro y sano podéis participar en obras desarrolladas por
personas completamente extrañas a vosotros.
Como es natural, refluirán bendiciones sobre vosotros y
vosotros no sabréis por qué.
¡Si al menos por una vez pudieseis ver, en cada pensamiento particular que vosotros concebís, cómo se
cumple constantemente en las Leyes autoactivas de esta Creación la inmutable
Justicia de la Santísima Voluntad de Dios, pondríais de seguro todas vuestras
energías en adquirir la pureza en vuestra forma de pensar!
Sólo así llegaréis a convertiros en aquellos seres a quienes el Creador quiere conducir benévolamente
dentro de Su obra, a fin de que logren un conocimiento tal que les confiera la
eternidad y les permita dentro de la Creación llegar a ser ayudantes dignos de
recibir las gracias sublimes destinadas al género humano con el fin de
transformarlas y transmitirlas con júbilo y agradecimiento a aquellas criaturas que solamente pueden
recibirlas ya adaptadas por el hombre, y que hoy día permanecen privadas
criminalmente de tal gracia a causa de la decadencia del espíritu humano tras
haber surgido éstas en una época, en que la humanidad era mejor y sus
irradiaciones más puras.
Pero con esto no habréis hecho más que asimilar una frase
de mi Mensaje, dándole vida en vosotros.
Para vosotros esta frase es la más difícil, pero también la que hace más fácil todo lo demás.
Su cumplimiento hace surgir ante vosotros un milagro tras otro, visible y
tangible aquí en la Tierra. –
Sin embargo, cuando hayáis triunfado sobre vosotros mismos en este empeño, encontraréis en vuestro
camino un nuevo peligro que tiene su origen en la deformación del pensamiento
humano: encontraréis en todo esto un poder que querréis harto gustosos
comprimir en formas bien definidas para que sirva a tal o cual fin particular
constituido por deseos egoístas.
Desde ahora quiero advertiros de este peligro; pues de no
superarlo puede devoraros, puede haceros sucumbir después de haber iniciado ya
la marcha por el buen camino.
Guardaos muy bien, no obstante, de querer obstinadamente conquistar por la fuerza esta pureza de
pensamiento; pues lo único que lograréis es comprimirla de antemano dentro de
vías determinadas y conseguiréis que vuestro esfuerzo se convierta en mero
malabarismo, no pasando de ser una obra forzada, artificial, que jamás podrá producir los grandes efectos que debe
producir. Vuestros bríos sólo causarían daño en lugar de beneficio por
faltarles la autenticidad de la libre intuición. Una vez más serían producto de
vuestra volición intelectual, pero
nunca expresión de la labor de vuestro espíritu. De esto os advierto.
Pensad en la Palabra de mi Mensaje que os dice que todo lo
verdaderamente grande sólo puede residir en la sencillez; pues lo realmente grande simplemente es. La sencillez a
la que yo me refiero os resultará seguramente más comprensible si colocáis en
su lugar, a título de transición, el concepto humano y terrenal de la modestia. Este concepto se acerca quizás
más a vuestra facultad de comprensión y así acertáis con lo justo.
Mas con una volición nacida de la reflexión intelectual no
podréis dar a vuestros pensamientos esa pureza a la que me refiero. Es preciso
que surja en vosotros, con sencillez
y sin limitaciones, la volición más pura, emanada de vuestra intuición, sin ser
comprimida en palabras que pueden tan sólo dar lugar a un concepto restringido.
Esto no debe ocurrir. Lo justo y necesario para vosotros es una aspiración
ilimitada hacia el bien, capaz de penetrar y envolver el origen de vuestros
pensamientos antes de que hayan tomado forma.
Esto no es difícil; es incluso mucho más fácil que las
otras tentativas, siempre y cuando os dejéis guiar por la sencillez, ya que en ella no puede tener cabida la presunción que
el intelecto posee de su propio saber y su propio poder. Desalojad vuestra
mente de pensamientos y dejad que surja libremente en vosotros la aspiración de
lo noble y lo bueno; sólo así tendrá vuestro pensamiento aquella base nacida de la volición de vuestro espíritu. El resultado
podréis confiárselo con toda tranquilidad al intelecto para que se encargue de
su ejecución en el plano de la materialidad más densa. No podrá formarse así
nada que sea injusto.
Alejad de vosotros todos los tormentos surgidos de vuestros
pensamientos y confiad en vuestro espíritu;
pues, a menos que vosotros mismos levantéis ante él una muralla, el espíritu
sabrá abrirse camino por la senda justa. Devenir libres de espíritu no
significa otra cosa que dejar dentro de
vosotros el camino libre al espíritu. Éste no puede más que encaminarse hacia las alturas, ya que su propia
especie le induce a ello. Hasta ahora lo habéis tenido confinado, privándole de
la posibilidad de desarrollarse; le habéis atado las alas impidiendo su vuelo.
La base para la edificación de una nueva humanidad, base
que vosotros no debéis ni podréis evadir, la constituye esta sola frase: “¡Mantened puro el hogar de vuestros
pensamientos!”
¡Con esto tiene que comenzar el hombre! Éste es su primer deber, que hará de él lo que debe
llegar a ser: un ejemplo para todos
aquellos que aspiran a alcanzar la Luz y la Verdad, para todos los que,
agradecidos, quieran servir al Creador con la plenitud de su ser. Quienquiera
que realice esto no necesitará más
directrices. Será como debe ser, y,
como tal, recibirá en abundancia todas las ayudas que están a su espera en la
Creación para conducirle, sin interrupción, hacia las alturas.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* *
*
Traducido de la
edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta
obra está disponible en 15 idiomas:
español,
inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco,
polaco, húngaro, árabe y estonio
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