“Con mi palabra, os conduzco nuevamente a Dios, del que, poco a poco os habéis alejado, a causa de todos los que ponen ese pretendido saber humano por encima de la sabiduría divina.”
9. PARALIZACIÓN
TODO EN LA CREACIÓN es movimiento. El movimiento, provocado por la presión de la Luz según ley natural, genera calor, y hace posible que las formas se constituyan. Así pues, sin Luz no podría haber movimiento, y por esta razón cabe imaginarse también que el movimiento tiene que ser mucho más rápido e intenso en la proximidad de la Luz que en las regiones alejadas de ella.
En
efecto, el movimiento se va haciendo más lento y pesado a medida que se aleja
de la Luz, pudiendo llegar incluso hasta provocar la paralización de todas las
formas que se habían constituido con anterioridad, cuando el movimiento era más
vivo.
Bajo el
concepto de “Luz” no debe entenderse aquí, naturalmente, la luz de un astro
cualquiera, sino la Luz primordial,
que es la Vida misma, es decir, Dios.
Después de
haber dado esta imagen general del proceso que se desarrolla en la Creación,
quiero fijar hoy la atención en la Tierra, que ahora está describiendo su
órbita a una distancia de la Luz
primordial mucho mayor de lo que era hace millones de años, debido a que
cada vez ha sido sometida más y más a la pesadez de las tinieblas por los
hombres que, en su fatuidad ridícula, se alejaron de Dios arrastrados por el
desmesurado desarrollo unilateral de su intelecto. Éste no podía ni podrá jamás
estar orientado más que hacia abajo
hacia lo material, pues con ese fin
fue dado, si bien bajo la condición de captar con la mayor nitidez todas las
radiaciones e impresiones de arriba, emanadas de las Alturas luminosas.
Al
cerebro anterior le corresponden todas las funciones del intelecto respecto a
las actividades exteriores en la materialidad más densa, es decir, en la
materia física; al cerebelo, en cambio, la recepción de las impresiones que
provienen de arriba – más ligeras y más luminosas que la materialidad densa –,
y la transmisión de las mismas para su elaboración.
Este
obrar conjunto y armónico de cerebro anterior y cerebelo dado para provecho del
hombre, fue perturbado al abandonarse éste a actividades exclusivamente
terrenales, es decir, del orden de la materialidad densa, hasta que con el
tiempo quedó completamente suspendido, expresamente estrangulado, porque a
consecuencia de su actividad tan intensa, el cerebro anterior se desarrolló
desmesuradamente en relación con el cerebelo, el cual, al ser relegado a segundo
término, fue perdiendo más y más su capacidad receptiva hasta acabar
atrofiándose. De este modo surgió a través de las procreaciones físicas, en el
curso de millares de años, el mal hereditario;
pues, al nacer ya los niños con un cerebro anterior mucho mejor desarrollado
con relación al cerebelo, surgió el peligro de que despierte en ellos el pecado original, que consiste en la
inclinación de pensar de antemano con miras a lo terrenal, es decir, alejados
de Dios.
Todo esto
resultará fácilmente comprensible para todo aquél que lo intente con seriedad;
por otra parte en mi Mensaje ya lo he expuesto detalladamente y de muy diversas
maneras.
Todo el mal sobre la Tierra surgió por
el hecho de que el ser humano, debido a su origen espiritual, estaba en
capacidad de ejercer presión a través de su volición sobre todo lo demás
existente en la Tierra, cuando precisamente por razón de este origen espiritual
hubiera podido y debido desarrollar una función
promotora ascendente; pues no otra era y es su verdadera misión en la
Poscreación donde, por ley natural, todo lo espiritual es el elemento
dirigente. Lo espiritual puede guiar hacia arriba, esto sería lo natural, mas
de igual modo puede hacerlo hacia abajo si el poder volitivo de este elemento
espiritual tiende preferentemente hacia lo terrenal, que es lo que ocurre en
los seres humanos de la Tierra.
En el
conocimiento que doy en mi Mensaje acerca de la Creación y la inherente
explicación de todas las leyes que obran autoactivamente en ella, – leyes que
pueden ser denominadas también leyes naturales –, se muestra, sin lagunas, la
actividad completa de la Creación, que
permite al hombre reconocer claramente todos los procesos y, por ende,
el sentido de la vida humana en conjunto, y explicar con irrevocable lógica su
origen y su finalidad, dando así respuesta a toda pregunta, siempre y cuando el
hombre la busque con seriedad.
Aquí
habrán de detenerse hasta los adversarios peor intencionados, pues su
perspicacia no bastará para penetrar en la perfecta unidad de lo expuesto, con
afán de destruirlo, y privar así al hombre también de esta ayuda. – –
Ya he
dicho que el movimiento en la Creación necesariamente ha de volverse más lento
a medida que un objeto cualquiera se aleje de la Luz primordial, punto de partida de la presión que por consecuencia
produce el movimiento.
Tal ocurre actualmente con la
Tierra. Su órbita
ha ido alejándose cada vez más por culpa del hombre, los movimientos se vuelven
cada vez más lentos, más indolentes, y no son pocas las cosas que, por lo
mismo, han llegado ya a un estadio próximo a los comienzos de una paralización.
También
la paralización tiene numerosas fases; no es tan fácil reconocerla en sus
inicios. Incluso durante su progresión sigue escapando de ser reconocida, a
menos que un rayo de Luz incite a la observación más sutil.
La
dificultad radica en el hecho de que todo lo que vive dentro del entorno de
movimientos cada vez más lentos, resulta siendo absorbido y llevado
paulatinamente hacia la creciente densificación que conduce a la paralización.
Mas no se crea que esto es válido sólo para el cuerpo del hombre, sino para
todo, incluido su pensar. Este fenómeno se produce hasta en lo más pequeño. De
modo igualmente imperceptible van alterándose y desplazándose todos los
conceptos, hasta los que conciernen al verdadero sentido del lenguaje.
El hombre
no puede advertir nada de esto en su prójimo, puesto que él también está siendo
arrastrado por el mismo balanceo lánguido, salvo que haga por sí mismo un
esfuerzo de firme voluntad para elevarse de nuevo espiritualmente y acercarse
un poco más a la Luz, único medio de que su espíritu se vuelva poco a poco más
móvil y, por ende, más liviano, más luminoso, actuando de esa manera sobre el
discernimiento terrenal.
Pero,
entonces, lleno de espanto, verá – o al menos percibirá intuitivamente – con
horror estremecedor, hasta qué grado de paralización han llegado ya las
deformaciones de los conceptos en la Tierra. Hace falta la visión amplia de lo
esencial, porque todo está comprimido en estrechos y opacos límites ya
imposibles de atravesar y que, al cabo de cierto tiempo, acabarán asfixiando
inevitablemente todo cuanto abarcan.
Con
frecuencia he llamado la atención sobre conceptos deformados; mas ahora resulta
que éstos van deslizándose lentamente por el camino descendente hacia la
paralización, en un continuo alejarse de la Luz.
No es
necesario citar ejemplos concretos: no se prestaría la más mínima atención a
tales explicaciones o se las tildaría de fastidiosa sofistería, pues la rigidez
o la apatía existente es ya demasiada como para querer reflexionar más a fondo
sobre el particular.
Ya he
hablado muchas veces también acerca del poder de la palabra, del misterio de
que, incluso en el ámbito terrenal, la palabra
humana puede actuar durante cierto tiempo de manera constructiva o
destructiva sobre el devenir de la Creación, puesto que, por el sonido, el tono
y la composición de una palabra, son puestas en movimiento fuerzas creadoras
que no actúan según el sentido del que habla, sino según el sentido de la palabra en su significado.
En
efecto, el significado de la palabra fue dado en un principio por las fuerzas
que la palabra puso en movimiento y, por lo mismo concuerdan exactamente con el
sentido verdadero, o viceversa, y no
con la voluntad del que habla. El sentido y la palabra nacieron del movimiento
correspondiente de las fuerzas; ¡es por ello que constituyen un todo inseparable!
El pensar del hombre, a su vez, pone en
acción otras corrientes de fuerza que
corresponden al sentido del pensamiento. Por eso el hombre debería esforzarse
por elegir las palabras apropiadas para expresar sus pensamientos, es decir,
sentir al mismo tiempo intuitivamente de un modo más preciso y más claro.
Supongamos
que se interroga a un hombre sobre algo que ha oído o que tal vez ha visto en
parte. Apenas interrogado afirmará, sin el menor reparo, que sabe de qué se trata.
Según la
opinión de muchas personas superficiales, esta contestación sería correcta, y,
sin embargo, es realmente falsa e
inadmisible; pues “saber” significa poder dar informes precisos de todo lo ocurrido, desde el principio del
asunto hasta el fin, con todos los pormenores, sin lagunas y sobre la base de
la propia experiencia. Sólo entonces
uno puede decir que sabe.
¡“Saber”
es una expresión que, junto con los conceptos a ella inherentes, implica una
gran responsabilidad!
Ya me he
referido en otra ocasión a la enorme diferencia entre el “saber” y el “haber
aprendido”. La erudición dista mucho del saber
verdadero. Éste sólo puede ser absolutamente personal, en tanto que lo
aprendido es la aceptación de una cosa fuera de la propia personalidad.
¡Oír
hablar de una cosa, o haberla visto en parte, dista mucho de ser el saber
mismo! El hombre no debe afirmar: “Yo sé”,
sino decir a lo sumo “he oído decir” o “he visto”. Pero si su deseo es obrar con rectitud, fiel a la Verdad, su deber
será decir: “No sé”.
Bajo
todos los aspectos, este modo de proceder será más correcto que si informa de
algo sin tener él mismo nada que ver en ello y, por consecuencia, sin poseer un
verdadero saber. Por el contrario,
con informes incompletos lo único que se lograría es hacer sospechosas a otras
personas, acusarlas y aún tal vez precipitarlas innecesariamente en la
desgracia sin conocer las circunstancias concomitantes. Ponderad, por tanto,
cuidadosamente con vuestra intuición cada palabra que vayáis a utilizar.
Quien
piensa profundamente, no queriendo darse por satisfecho con conceptos ya
paralizados para disculparse a sí mismo de su parlanchina pedantería y
malevolencia, comprenderá fácilmente la verdad de estas explicaciones y, en un
examen silencioso, aprenderá a ver más allá de todo cuanto diga.
Un gran
número de semejantes conceptos restringidos, con sus nefastas consecuencias, se
ha convertido ya en hábito entre los hombres de la Tierra. Fomentándolos con
avidez se aferran a estos conceptos los esclavos del intelecto, que son los
secuaces más dóciles de las más tenebrosas influencias de Lucifer.
Aprended
a observar atentamente y a utilizar como es debido las corrientes que fluyen en
esta Creación. Ellas portan en sí la Voluntad Divina y, por ende, la Justicia
de Dios en su forma más pura. De este modo volveréis a encontrar la auténtica
condición humana de la que fuisteis despojados.
¡Cuántos
sufrimientos serían evitados con este proceder y cuántos hombres mal
intencionados quedarían privados de la posibilidad de actuar!
Al mismo
mal se debe que la descripción de la vida terrenal de Jesús, Hijo de Dios, no
concuerde en todos los puntos con los hechos reales, de donde surgió con el
tiempo, hasta el día de hoy, en el pensamiento de los hombres una imagen
completamente falsa. De igual manera, las Palabras que Él pronunció fueron
deformadas, como ocurrió con todas
las enseñanzas proclamadas religión, que debían aportar a la humanidad
elevación y perfeccionamiento del espíritu.
En esto
radica también la gran confusión reinante entre los hombres que,
comprendiéndose mutuamente cada vez peor, dan lugar a que nazcan y florezcan el
descontento, la desconfianza, la calumnia, la envidia y el odio.
¡He aquí
los síntomas infalibles de la creciente paralización sobre la Tierra!
¡Elevad
vuestro espíritu, comenzad a pensar y a hablar con miras más amplias y globales! Esto requiere, naturalmente, no
sólo que trabajéis con el intelecto, que forma parte de la materialidad más
densa, sino que volváis a proporcionar a vuestro espíritu las posibilidades de
guiar vuestro intelecto, puesto que es éste el que ha de servir al espíritu
según la determinación de vuestro Creador, quien, en un principio, os permitió
nacer sin deformación aquí en la Tierra.
Muchas
cosas se encuentran ya en el primer estadio de paralización. Todo vuestro
pensar pronto podrá verse afectado, obligado a fluir en canales de férrea
inflexibilidad, que sólo os pueden aportar miserias, sufrimientos y más
sufrimientos, hasta acabar reduciendo vuestra condición humana al nivel de una
máquina hueca, al servicio de las tinieblas, lejos de toda Luz.
Esta conferencia fue
extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL
GRIAL
por
Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está
disponible en 15 idiomas:
español,
inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco,
polaco, húngaro, árabe y estonio
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