lunes, 5 de diciembre de 2022

25. EL HOMBRE TERRENAL ANTE SU DIOS

 

25. EL HOMBRE TERRENAL ANTE SU DIOS

¡Considerad, oh hombres, cómo os habéis mostrado hasta ahora frente a vuestro Dios! ¡Habéis intentado engañarle con vuestras hipocresías, lo mismo que habéis pretendido engañaros a vosotros mismos mediante una falsa devoción, que no estaba más que a flor de labios y de la cual nunca participó el espíritu! ¡Vosotros instaurasteis reglas y prácticas en vuestros templos e iglesias, sin preguntaros si tal forma de obrar era grata a Dios! ¡Era suficiente que os agradaran a vosotros, para dar por cumplido el servicio a Dios!

¿No veis cuán presuntuoso era todo eso? Vosotros quisisteis determinar el carácter de todas las cosas. Jamás preguntasteis por la Voluntad de Dios. Lo que vosotros definíais como grande, debía ser admitido por Él en la misma medida. ¡En todos los dominios quisisteis imponer a Dios vuestras concepciones como ciertas, sea cual fuere de lo que trataran!

Lo que vosotros considerabais como justo, debía ser recompensado por Dios, y lo que vosotros admitíais como injusto, Dios debía castigarlo.

Nunca habéis querido investigar seriamente lo que Dios considera como justo, y lo que ante Sus ojos es injusto. ¡No os habéis preocupado en absoluto de las Leyes divinas, ni de la Voluntad sagrada e inflexible de Dios, que existe desde toda la eternidad, que nunca se ha modificado y jamás se modificará!

Ahora os estrelláis contra Ella, y con vosotros toda la aberración de vuestra obra humana, la cual creó leyes al servicio de vuestros deseos terrenales. Pero ante los ojos de Dios, no sois más que siervos intrigantes y negligentes, que, por egoísmo, por orgullo y por una pretensión ridícula de creer saberlo todo, jamás habéis respetado Su Voluntad.

Fuisteis y seguís siendo siervos que se precian de ser amos; en vuestra altivez y pereza espiritual habéis pretendido combatir y rebajar todo aquello que, sobrepasando vuestro entendimiento, no encontrara concordancia con vuestro afán de alcanzar los mediocres fines terrenales que vosotros quisisteis hacer pasar por sublimes.

¡Miserables, los que habéis obrado tan sacrílegamente! ¡Todo tenía que estar sólo a vuestro servicio, incluso las Leyes! Únicamente aquello que os servía, de una forma u otra, únicamente lo que os permitía la realización de vuestra codicia terrenal, eso lo reconocisteis como justo y no quisisteis saber más que de tales cosas.

¡Pero, eso sí, ahora se exige de vosotros que sirváis por vuestra parte a vuestro Señor, con fidelidad y empeño, a Él, a quién debéis la existencia! ¡Quedáis estupefactos, ya que pensabais ciertamente, que Él era el que tenía que serviros con Su Poder, Su Esplendor y Su gran Amor!

¡Cómo podía ser de otra forma, dada la gran opinión que teníais de vosotros mismos! Creísteis que bastaba para servir a Dios reconocerle e implorar con vuestros pensamientos, para obtener por Su ayuda la realización de todos los deseos que lleváis dentro. Es decir, expresado más claramente: ¡Creísteis que Él os serviría con la Omnipotencia que le es propia, proporcionándoos una vida agradable! ¡No os vino otra cosa a la mente!

¡En el mejor de los casos, el culto que habéis rendido a Dios no ha consistido más que en pedir!

Reflexionad seriamente sobre ello, aunque no sea más que por una vez; nunca fue de otra forma.

¿No os asalta a la vez vergüenza y enojo contra vosotros mismos, al examinaros en este sentido?

¡La mayoría de los hombres piensa que esta existencia terrenal no tiene otro fin que la adquisición de bienes materiales, en el mejor de los casos, la fundación de una familia, el tener hijos! ¡Y si alguno no piensa así, por lo menos obra en este sentido! Pero con tales principios, qué valor puede tener esa reproducción, como vosotros la llamáis, y que en realidad no es tal, sino que es solamente la posibilidad de encarnación de otros espíritus humanos, a fin de que sigan perfeccionándose y subsanando faltas anteriores. Con vuestro comportamiento aumentáis el peso de vuestras faltas, pues obstaculizáis así la ascensión de todos esos espíritus, que, siendo vuestros hijos, los educáis dentro de esos mismos fines vanos.

De qué sirve erigir un reino terrenal, si no está encaminado a la Gloria de Dios, si la actividad que allí reina no concuerda con la Voluntad de Dios, esa Voluntad que vosotros no conocéis todavía y que nunca habéis querido conocer, porque vosotros ponéis la vuestra por encima de todas las cosas. ¡No pretendéis otra cosa que vuestra propia satisfacción y encima esperáis que Dios bendiga vuestras fechorías! ¡Para servir a Dios y cumplir vuestros deberes para con Él, no tenéis nunca ganas!

¡Será aniquilada esta conducta egocéntrica de la humanidad terrenal que, en su ceguera, osa mezclar con todos sus errores el nombre sublime de Dios, manchando así lo más sagrado!

Seréis obligados a descender del trono que habéis erigido con vuestras argucias intelectuales, para que, por lo menos, alguno de entre vosotros pueda adquirir la facultad de recibir, con pura humildad, la verdadera sabiduría procedente de las Cumbres divinas, la única que puede hacer seres humanos de vosotros; ¡porque libremente nunca llegaríais a ese grado de madurez!

Lanzáis vuestra ponzoña contra todo lo que no os conviene, y enseguida arrojáis piedras para acabar con todo lo que os es molesto, con todo lo que perturba vuestra propia glorificación.

¡Preferís aclamar jubilosamente a los secuaces de Lucifer, que fomentan vuestra presunción y halagan vuestras vanidades, para separaros aún más y con mayor seguridad de la Luz, y para manteneros así en vuestra pereza espiritual, que conduce inevitablemente al sueño mortal de vuestro verdadero ser!

Pero yo os digo que ahora vais a ser despertados de esa embriaguez, de ese vértigo tan pesado que ya os tiene apresados férreamente. ¡Tenéis que despertar en contra de vuestra voluntad, para que así, por lo menos, podáis reconocer en el último momento, en la desesperación más atroz, lo que habéis despreciado voluntariamente con vuestra tibieza criminal, para después ser arrojados al cenagal que tan codiciosamente ansiáis!

¡La Tierra y todo el universo serán purificados ahora! No debe quedar ningún residuo de ponzoña, para que las criaturas puedan servir a Su Señor en paz y con alegría, al Dios Todopoderoso que, en Su Amor, les concedió en otro tiempo disfrutar conscientemente de todas las bendiciones de la Creación.

¡Todo el que intente ocasionar allí de nuevo la confusión, dejando de observar las Leyes de la Creación e incluso oponiéndose a ellas, será eliminado inexorablemente, porque con su modo de obrar no os proporcionará más que envidia, odio, dolor, enfermedad y muerte!

¡Todas esas tribulaciones permanecerán lejos de vosotros con sólo que intentéis reconocer realmente la Palabra del Altísimo y obréis según ella! ¡Pero, para eso, es preciso, en primer lugar, que sea comprendida en su verdadero sentido! ¡Hasta ahora la habéis interpretado de la manera que era más agradable a vosotros! ¡Pero no como fue dada por Dios para ayudaros y salvaros de la más grande miseria!

¡Sin embargo, hasta ahora no habéis vacilado en hacer esclava de vuestro orgullo a la misma Palabra Sagrada, de forma que, alterando su verdadero sentido, sea ella la que os sirva, en vez de servirle vosotros para vuestra propia salvación, según el sentido con que se os fue dada!

¡Qué es lo que habéis hecho de la Palabra de Dios con vuestras interpretaciones y con su transcripción! ¡El hecho de que ello sea motivo de discusiones, el hecho de que vosotros, hombres terrenales, os reunáis y deliberéis de una y otra forma, habla por sí mismo de las razones tan poco convincentes y de la falta de claridad que posee eso que vosotros os atrevéis a presentar como la pura y sublime Palabra de Dios! La Palabra del Señor es intangible, sencilla, clara y está profundamente grabada en la Creación.

¡Allí donde Ella no es ni oscurecida ni deformada, resulta superflua toda interpretación, innecesaria toda deliberación! Es comprensible para toda criatura.

¡Pero, para vosotros, dada vuestra ridícula vanidad, la grandeza de algo tan sencillo era todavía demasiado poco! En los oscuros talleres de vuestro cerebro habéis ido modificando con penoso trabajo la Palabra de Dios, hasta que conseguisteis deformarla y modelarla tal como a vosotros os agradaba, de manera que correspondiese a vuestros mezquinos deseos terrenales, a vuestras flaquezas y a la elevada opinión que tenéis de vosotros mismos y de vuestra importancia.

Creasteis así una burda imagen que debiese serviros y debiese satisfacer vuestra vanidad.

¡Pues no es otra cosa que una vanidad de las más bajas, esa humildad de que alardeáis cuando habláis de vuestros grandes pecados por los cuales todo un Dios se ofrendó para que sean redimidos! ¡Para vosotros, un Dios! ¡Cuán valiosos os consideráis! ¡Y con eso no tenéis más que condescender de vez en cuando a tanta insistencia e ir a solicitar la absolución!

¡Siguiendo el curso de estos pensamientos, hasta el hombre más vanidoso tiene que sentirse algo incómodo en su hipócrita humildad!

Es éste nada más un ejemplo entre muchos. ¡Habéis deformado todo lo que debía aclarar vuestras relaciones de criatura consciente de sí misma con el gran Creador!

Pero nada de ello ha quedado puro y noble, debido a la vanidad de la humanidad de esta Tierra. Por tal motivo se desvió también por propia cuenta la actitud correcta frente a Dios, volviéndose falsa.

¡Con postura arrogante, en espera de una gran recompensa o mendigando de la forma más despreciable, es así como os habéis presentado siempre ante vuestro Dios, suponiendo que os hayáis tomado alguna vez la molestia y el tiempo de pensar verdaderamente en Él, obligados por algún sufrimiento que tenía que sobrevenir por el efecto recíproco de vuestros actos!

¡Pero ahora tenéis que despertar y aceptar la Verdad tal como es realmente, y no como vosotros la imagináis! Así sucumbe lo que es falso; las lagunas de vuestra hipócrita pretensión de querer saberlo todo mejor se ponen de manifiesto. ¡Nada puede seguir oculto en la oscuridad; pues, por la Voluntad de Dios, se hará la Luz, para que las tinieblas perezcan y desaparezcan!

¡La Luz se hará también en la Tierra y en todos los dominios de la materialidad! ¡Irradiando abrasadora en todo, desintegrando y consumiendo todo mal y todo malquerer! ¡Lo falso tendrá que manifestarse, dondequiera que se oculte, tendrá que desplomarse sobre sí mismo ante el rayo de la Luz divina, que ahora ilumina la Creación entera! ¡Se hundirá todo lo que no esté de acuerdo y rehuse vivir según las Leyes maravillosas de Dios, se hundirá profundamente en el círculo del aniquilamiento, de donde nunca más podrá volver a surgir!

* * *


Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio


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