25. EL HOMBRE TERRENAL ANTE SU DIOS
¡Considerad, oh hombres, cómo os habéis mostrado hasta
ahora frente a vuestro Dios! ¡Habéis intentado engañarle con vuestras
hipocresías, lo mismo que habéis pretendido engañaros a vosotros mismos
mediante una falsa devoción, que no estaba más que a flor de labios y de la
cual nunca participó el espíritu! ¡Vosotros
instaurasteis reglas y prácticas en vuestros templos e iglesias, sin
preguntaros si tal forma de obrar era grata a Dios! ¡Era suficiente que os agradaran a vosotros, para dar por cumplido el servicio a Dios!
¿No veis cuán presuntuoso era todo eso? Vosotros quisisteis determinar el
carácter de todas las cosas. Jamás preguntasteis por la Voluntad de Dios. Lo que vosotros definíais como grande, debía ser admitido por Él en la
misma medida. ¡En todos los dominios quisisteis imponer a Dios vuestras concepciones como ciertas, sea
cual fuere de lo que trataran!
Lo que vosotros
considerabais como justo, debía ser recompensado por Dios, y lo que vosotros admitíais como injusto, Dios
debía castigarlo.
Nunca habéis querido investigar seriamente lo que Dios considera como justo, y lo que ante
Sus ojos es injusto. ¡No os habéis preocupado en absoluto de las Leyes divinas,
ni de la Voluntad sagrada e inflexible de Dios, que existe desde toda la
eternidad, que nunca se ha modificado y jamás se modificará!
Ahora os estrelláis contra Ella, y con vosotros toda la
aberración de vuestra obra humana, la cual creó leyes al servicio de vuestros deseos terrenales. Pero ante
los ojos de Dios, no sois más que siervos intrigantes y negligentes, que, por
egoísmo, por orgullo y por una pretensión ridícula de creer saberlo todo, jamás
habéis respetado Su Voluntad.
Fuisteis y seguís siendo siervos que se precian de ser
amos; en vuestra altivez y pereza espiritual habéis pretendido combatir y
rebajar todo aquello que, sobrepasando vuestro entendimiento, no encontrara
concordancia con vuestro afán de alcanzar los mediocres fines terrenales que
vosotros quisisteis hacer pasar por sublimes.
¡Miserables, los que habéis obrado tan sacrílegamente!
¡Todo tenía que estar sólo a vuestro
servicio, incluso las Leyes! Únicamente
aquello que os servía, de una forma u otra, únicamente lo que os permitía la
realización de vuestra codicia terrenal, eso
lo reconocisteis como justo y no quisisteis saber más que de tales cosas.
¡Pero, eso sí, ahora se exige de vosotros que sirváis por
vuestra parte a vuestro Señor, con fidelidad y empeño, a Él, a quién debéis la
existencia! ¡Quedáis estupefactos, ya que pensabais ciertamente, que Él era el
que tenía que serviros con Su Poder, Su Esplendor y Su gran Amor!
¡Cómo podía ser de otra
forma, dada la gran opinión que teníais de vosotros mismos! Creísteis que
bastaba para servir a Dios reconocerle e implorar con vuestros pensamientos,
para obtener por Su ayuda la realización de todos los deseos que lleváis
dentro. Es decir, expresado más claramente: ¡Creísteis que Él os serviría con la Omnipotencia que le
es propia, proporcionándoos una vida agradable! ¡No os vino otra cosa a la
mente!
¡En el mejor de los casos, el culto que habéis rendido a
Dios no ha consistido más que en pedir!
Reflexionad seriamente sobre ello, aunque no sea más que
por una vez; nunca fue de otra forma.
¿No os asalta a la vez vergüenza y enojo contra vosotros
mismos, al examinaros en este sentido?
¡La mayoría de los hombres piensa que esta existencia
terrenal no tiene otro fin que la adquisición de bienes materiales, en el mejor
de los casos, la fundación de una familia, el tener hijos! ¡Y si alguno no piensa así, por lo menos obra en este sentido! Pero con tales
principios, qué valor puede tener esa reproducción, como vosotros la llamáis, y
que en realidad no es tal, sino que es solamente la posibilidad de encarnación
de otros espíritus humanos, a fin de que sigan perfeccionándose y subsanando
faltas anteriores. Con vuestro comportamiento aumentáis el peso de vuestras
faltas, pues obstaculizáis así la ascensión de todos esos espíritus, que,
siendo vuestros hijos, los educáis dentro de esos mismos fines vanos.
De qué sirve erigir un reino terrenal, si no está
encaminado a la Gloria de Dios, si la actividad que allí reina no concuerda con
la Voluntad de Dios, esa Voluntad que vosotros no conocéis todavía y que nunca
habéis querido conocer, porque vosotros ponéis la vuestra por encima de todas las cosas. ¡No pretendéis otra cosa que
vuestra propia satisfacción y encima
esperáis que Dios bendiga vuestras fechorías! ¡Para servir a Dios y cumplir
vuestros deberes para con Él, no tenéis nunca ganas!
¡Será aniquilada esta conducta egocéntrica de la humanidad
terrenal que, en su ceguera, osa mezclar con todos sus errores el nombre
sublime de Dios, manchando así lo más sagrado!
Seréis obligados a descender del trono que habéis erigido
con vuestras argucias intelectuales, para que, por lo menos, alguno de entre
vosotros pueda adquirir la facultad de recibir, con pura humildad, la verdadera
sabiduría procedente de las Cumbres divinas, la única que puede hacer seres
humanos de vosotros; ¡porque libremente nunca llegaríais a ese grado de
madurez!
Lanzáis vuestra ponzoña contra todo lo que no os conviene,
y enseguida arrojáis piedras para acabar con todo lo que os es molesto, con
todo lo que perturba vuestra propia glorificación.
¡Preferís aclamar jubilosamente a los secuaces de Lucifer,
que fomentan vuestra presunción y halagan vuestras vanidades, para separaros
aún más y con mayor seguridad de la Luz, y para manteneros así en vuestra
pereza espiritual, que conduce inevitablemente al sueño mortal de vuestro
verdadero ser!
Pero yo os digo que ahora vais a ser despertados de esa
embriaguez, de ese vértigo tan pesado que ya os tiene apresados férreamente.
¡Tenéis que despertar en contra de
vuestra voluntad, para que así, por lo menos, podáis reconocer en el último
momento, en la desesperación más atroz, lo que habéis despreciado voluntariamente
con vuestra tibieza criminal, para después ser arrojados al cenagal que tan
codiciosamente ansiáis!
¡La Tierra y todo el universo serán purificados ahora! No
debe quedar ningún residuo de ponzoña, para que las criaturas puedan servir a
Su Señor en paz y con alegría, al Dios Todopoderoso que, en Su Amor, les
concedió en otro tiempo disfrutar conscientemente de todas las bendiciones de
la Creación.
¡Todo el que intente ocasionar allí de nuevo la confusión,
dejando de observar las Leyes de la Creación e incluso oponiéndose a ellas,
será eliminado inexorablemente, porque con su modo de obrar no os proporcionará
más que envidia, odio, dolor, enfermedad y muerte!
¡Todas esas tribulaciones permanecerán lejos de vosotros
con sólo que intentéis reconocer realmente la Palabra del Altísimo y obréis según ella! ¡Pero, para eso, es
preciso, en primer lugar, que sea comprendida en su verdadero sentido! ¡Hasta ahora la habéis interpretado de la
manera que era más agradable a vosotros!
¡Pero no como fue dada por Dios para ayudaros y salvaros de la más grande
miseria!
¡Sin embargo, hasta ahora no habéis vacilado en hacer
esclava de vuestro orgullo a la misma Palabra Sagrada, de forma que, alterando
su verdadero sentido, sea ella la que os sirva, en vez de servirle vosotros para vuestra propia salvación, según el sentido con que se os fue dada!
¡Qué es lo que habéis hecho de la Palabra de Dios con
vuestras interpretaciones y con su transcripción! ¡El hecho de que ello sea
motivo de discusiones, el hecho de que vosotros, hombres terrenales, os reunáis
y deliberéis de una y otra forma, habla por sí mismo de las razones tan poco
convincentes y de la falta de claridad que posee eso que vosotros os atrevéis a
presentar como la pura y sublime Palabra de Dios! La Palabra del Señor es
intangible, sencilla, clara y está profundamente grabada en la Creación.
¡Allí donde Ella no es ni oscurecida ni deformada, resulta
superflua toda interpretación, innecesaria toda deliberación! Es comprensible
para toda criatura.
¡Pero, para vosotros, dada vuestra ridícula vanidad, la
grandeza de algo tan sencillo era todavía demasiado poco! En los oscuros
talleres de vuestro cerebro habéis ido modificando con penoso trabajo la
Palabra de Dios, hasta que conseguisteis deformarla y modelarla tal como a vosotros os agradaba, de
manera que correspondiese a vuestros mezquinos deseos terrenales, a vuestras
flaquezas y a la elevada opinión que tenéis de vosotros mismos y de vuestra
importancia.
Creasteis así una burda imagen que debiese serviros y
debiese satisfacer vuestra vanidad.
¡Pues no es otra cosa que una vanidad de las más bajas, esa
humildad de que alardeáis cuando habláis de vuestros grandes pecados por los
cuales todo un Dios se ofrendó para
que sean redimidos! ¡Para vosotros, un
Dios! ¡Cuán valiosos os consideráis! ¡Y con eso no tenéis más que
condescender de vez en cuando a tanta insistencia e ir a solicitar la
absolución!
¡Siguiendo el curso de estos pensamientos, hasta el hombre
más vanidoso tiene que sentirse algo incómodo en su hipócrita humildad!
Es éste nada más un ejemplo entre muchos. ¡Habéis deformado
todo lo que debía aclarar vuestras
relaciones de criatura consciente de sí misma con el gran Creador!
Pero nada de ello ha quedado puro y noble, debido a la
vanidad de la humanidad de esta Tierra. Por tal motivo se desvió también por
propia cuenta la actitud correcta frente a Dios, volviéndose falsa.
¡Con postura arrogante, en espera de una gran recompensa o
mendigando de la forma más despreciable, es así
como os habéis presentado siempre ante vuestro Dios, suponiendo que os hayáis
tomado alguna vez la molestia y el tiempo de pensar verdaderamente en Él,
obligados por algún sufrimiento que tenía que sobrevenir por el efecto
recíproco de vuestros actos!
¡Pero ahora tenéis que despertar y aceptar la Verdad tal
como es realmente, y no como vosotros la imagináis! Así sucumbe lo
que es falso; las lagunas de vuestra hipócrita pretensión de querer saberlo
todo mejor se ponen de manifiesto. ¡Nada puede seguir oculto en la oscuridad;
pues, por la Voluntad de Dios, se hará la Luz, para que las tinieblas perezcan
y desaparezcan!
¡La Luz se hará también en la Tierra y en todos los
dominios de la materialidad! ¡Irradiando abrasadora en todo, desintegrando y
consumiendo todo mal y todo malquerer! ¡Lo falso tendrá que manifestarse,
dondequiera que se oculte, tendrá que desplomarse sobre sí mismo ante el rayo
de la Luz divina, que ahora ilumina la Creación entera! ¡Se hundirá todo lo que
no esté de acuerdo y rehuse vivir según las Leyes maravillosas de Dios, se
hundirá profundamente en el círculo del aniquilamiento, de donde nunca más
podrá volver a surgir!
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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