martes, 6 de diciembre de 2022

29. UNAS PALABRAS NECESARIAS

 

29. UNAS PALABRAS NECESARIAS

¡PONTE EN GUARDIA, espíritu humano, pues tu hora ha llegado!

No has empleado más que para el mal el tiempo anhelado con ardor que te ha sido concedido para tu desarrollo!

¡Refúgiate en tu tan desmedida vanidad intelectual que te arrojó a los brazos de las tinieblas, las cuales hoy, triunfantes, te aprisionan con sus garras!

¡Alza la mirada! ¡He aquí que te encuentras en el Juicio de Dios!

Despertad y temblad los que, en vuestra estrechez espiritual y dado el corto alcance de vuestra mirada, adoráis al becerro de oro de los pasajeros valores de esta Tierra, cuyo falso esplendor os atrae como a las polillas. A causa de vosotros rompió Moisés en aquel tiempo las tablas de la Ley de vuestro Dios, que debían facilitaros la ascensión hacia la Luz.

¡Ese gesto fue el símbolo vivo con el que quiso dar a entender que la humanidad no era merecedora de llegar a conocer la Voluntad de Dios, esa Voluntad que los hombres rechazaron con su frivolidad y su presunción terrenal, para danzar alrededor de un ídolo forjado por ellos mismos y entregarse a sus propios deseos!

¡Pero ya se acerca el fin, con el último efecto retroactivo, con sus consecuencias y su sanción! ¡Pues sois ahora vosotros los que os estrellaréis contra esa Voluntad que hace tiempo desechasteis con tanta ligereza!

¡No os servirán de nada ni lamentos ni súplicas, pues os fueron dados milenios para que pudierais reflexionar! ¡Pero, para eso, nunca habéis tenido tiempo! No quisisteis hacerlo y pretendéis, además, en vuestra incorregible vanidad, os creéis extremadamente sabios. No queréis comprender que precisamente en eso reside la mayor de las necedades. Al fin, habéis terminado convirtiéndoos en indeseables gusanos de este mundo, incapaces de hacer otra cosa que no sea denigrar con obstinación todo lo que es Luz, pues, en vuestro afán de escudriñar en las tinieblas, habéis perdido toda posibilidad de dirigir en vuestra búsqueda la mirada libremente hacia lo alto, para descubrir la Luz o para soportarla.

¡Es por ello que ya desde ahora estáis marcados por vuestra propia culpa!

¡Deslumbrados, retrocederéis tambaleantes en cuanto la Luz vuelva a resplandecer, hundiéndoos irremisiblemente en el abismo ya abierto tras vosotros para tragar a los réprobos!

Allí seréis apresados con ligaduras imposibles de soltar, a fin de que los que continúan aspirando a la Luz en feliz conocimiento, puedan encontrar el camino en feliz consciencia, un camino libre de vuestra arrogancia y de vuestro afán de aceptar oropel en vez de oro puro. ¡Hundios en ese abismo de terror y de muerte que vosotros mismos abristeis con vuestra obstinada ambición! ¡De ahora en adelante, ya no podréis enturbiar la Verdad divina!

¡Cómo se empeñan esos insignificantes seres humanos en poner en primer plano su ridículo pseudo-saber, y cómo confunden con ello a tantas almas que habrían podido ser salvadas si no hubieran sido presa de esos charlatanes del campo espiritual, que, cual salteadores de caminos, merodean por el primer trecho del recto sendero fingiendo seguir la misma dirección! Pero, ¿qué es en realidad lo que ofrecen? Con grandes gestos y desgastadas palabras, osados y arrogantes, hacen uso de tradiciones cuyo sentido nunca han comprendido.

¡Trillan paja huera, como expresa muy acertadamente un dicho popular! Huera, por no haber sabido recoger el buen grano, ya que para eso les faltaba la comprensión necesaria. Esa estrechez de entendimiento se encuentra en todas partes; con necia terquedad se valen de las ideas de los demás ya que ellos, por sí mismos, no tienen nada que agregar.

¡De ésos hay a millares, y miles son también los que pretenden poseer exclusivamente la verdadera fe! Cuando alguna cosa sobrepasa los límites de su comprensión personal, entonces, llenos de humildad y con una íntima satisfacción se ponen en guardia contra el orgullo. ¡Estos son los peores de todos! Estos, precisamente, están ya condenados, pues por la rigidez de su fe, nunca podrán ser socorridos. Pero cuando se percaten de su error, ni el espanto, ni las súplicas, ni las plegarias les servirán de algo. Ellos lo quisieron así, y dejaron pasar su tiempo. ¡No hay que condolerse de ellos! Todo instante es demasiado precioso como para desperdiciarlo como esa gente que pretendió siempre saberlo todo mejor que nadie. ¡Nunca podrán despertar de su obstinación, sino que perecerán ciegamente a causa de ello! ¡Con sus melosas y desechables palabras y profesiones de fe, con su pretendido conocimiento de Cristo!

Otro tanto sucederá a la multitud de los que cumplen sus deberes religiosos con la regularidad y obligación propias de otras tareas, considerando dichos deberes como necesarios, útiles y oportunos, en parte también por hábito o porque “así es costumbre”. Quizás también por ingenua precaución, porque “uno nunca sabe en definitiva si le servirá de algo”. ¡Se desvanecerán como un soplo lanzado al viento!

Más dignos de compasión son los investigadores, que, con intenciones serias y verdaderas, no consiguen aún salir de la maleza en la que remueven infatigablemente, esperando encontrar allí un camino que se remonte hasta el origen de la Creación. ¡Todo eso es inútil y no tiene excusa! Por otro lado, de esos investigadores hay pocos, muy pocos. La mayor parte de los que se atribuyen ese nombre, se pierden en bagatelas insignificantes.

Pero la mayor parte del resto de los hombres no tienen tiempo de “escucharse a sí mismos”. Parecen estar muy afectados, sobrecargados de trabajo, a fin de satisfacer sus deseos terrenales, sus necesidades cotidianas y, por último, también cosas que las sobrepasan por su importancia. No se dan cuenta de que los deseos van en aumento a medida que se van cumpliendo, sin llegar a la meta final. ¡Por esta causa, el hombre insaciable no encuentra nunca ni reposo, ni tiempo para despertar interiormente! Sin ninguna meta elevada para la eternidad, se deja acosar durante su existencia terrenal, cual esclavo de sus deseos materiales.

Esta actividad tan agobiadora acaba por obligarle a tener que cuidar su cuerpo mediante el reposo, el cambio de ambiente y las distracciones. Siendo así, es natural que no le quede ni un momento libre para dedicarse a lo que está más allá de lo terrenal, a lo espiritual. Si alguna vez se despierta en él el sentir intuitivo de lo que vendrá “después de la muerte”, en el mejor de los casos quedará pensativo durante unos instantes, sin llegar por eso a conmoverse o a despertar, sino que enseguida lo echará bruscamente a un lado, lamentándose de no poder ocuparse de tales cosas, aunque realmente lo quiera. ¡Para ello no le queda ni la más mínima cantidad de tiempo!

Más de uno quisiera ver que los otros le faciliten las posibilidades para ello. ¡No pocas veces eso lleva a lanzar acusaciones contra el destino y a murmurar contra Dios! Para ésos, toda palabra es inútil, ya que nunca quieren reconocer que sólo dependía de ellos el que las cosas sucedieran de otra manera.

Para ellos, sólo cuentan las necesidades terrenales que se hacen cada vez más grandes a medida que se van satisfaciendo. Nunca han deseado sinceramente otra cosa. Una y otra vez crearon obstáculos de todo tipo. Irreflexivamente, lo pusieron en quinto, sexto lugar, para recurrir a él en caso de extrema necesidad o de muerte. ¡Hasta ahora ha permanecido, para todos, una cosa secundaria y poco urgente!

Y si alguna vez se presentó claramente la ocasión propicia de ocuparse seriamente de tales cosas, enseguida surgieron nuevos deseos particulares, que no eran otra cosa que pretextos, tales como: “Voy a hacer primero esto y lo otro, y luego me dedicaré gustosamente a eso”. ¡Tal como Cristo lo dijo en aquel tiempo!

¡En ninguna parte se encuentra la seriedad indispensable para la más esencial de todas las cosas! Les parece demasiado lejana. ¡Ahora, a causa de ello, todos se verán rechazados, todos! ¡Ni uno siquiera tendrá acceso al Reino de Dios!

Son frutos podridos, inservibles para la ascensión, que continúan esparciendo la corrupción a su alrededor. ¡Pensad ahora vosotros mismos quién puede subsistir entonces! ¡Un cuadro lamentable! Pero, por desgracia, una gran realidad. –

¡Y cuando el Juicio Final haga doblegarse a la humanidad, ésta se postrará enseguida de rodillas sobre el polvo! ¡Pero podéis imaginaros ya hoy, cómo se arrodillarán entonces: de una manera lamentable y al mismo tiempo pretenciosa, pues no harán otra cosa sino que quejarse, exigiendo en sus plegarias, que se les preste ayuda!

¡La pesada carga que ellos se echaron encima, y que al fin amenaza aplastarlos, tiene que serles quitada! ¡En eso consistirán sus súplicas! ¿Lo oís bien? ¡Sus plegarias están dirigidas a librarlos de sus tormentos, y no encierran ni un solo pensamiento encaminado a su propia enmienda interior! ¡Ni un solo deseo sincero de rectificar voluntariamente los falsos conceptos sostenidos hasta ahora, y sus aspiraciones meramente terrenales! ¡Ni el más mínimo esfuerzo por reconocer y valorar con coraje los errores y las faltas cometidas hasta ahora!

¡Y cuando el Hijo del Hombre aparezca entre ellos en el momento de máxima angustia, entonces seguro que tenderán sus manos hacia Él, gimiendo, suplicando, pero únicamente con la esperanza de que Él les ayude según sus deseos, de que los libre de sus suplicios, de que los conduzca a una vida nueva!

¡Pero Él apartará de sí a la mayor parte de esos importunos, como si fueran una plaga venenosa! Pues los que así suplican, tan pronto como hubieran recibido ayuda, volverían a caer en sus anteriores errores, emponzoñando todo lo que los rodea. ¡El Hijo del Hombre acogerá solamente a aquellos que Le rueguen concederles la fuerza para cobrar ánimo finalmente y conseguir una enmienda duradera, a aquellos que se esfuercen con humildad en liberarse de toda su obstinación todavía presente y que acojan con alegría la Palabra de la Verdad procedente de la Luz, reconociendo en Ella la redención! –

¡No será posible comprender el Mensaje del Grial, como tampoco pudo serlo el Mensaje del Hijo de Dios, más que cuando el espíritu humano eche a un lado todo lo concerniente a su engreído saber y empiece desde el principio! ¡Pero, para eso, tienen antes que volverse como niños! Adquirir esa comprensión partiendo de los errores actuales, es imposible. Es preciso que se efectúe una renovación total a partir de la base; una renovación que crece y se fortalece en la sencillez y la humildad.

Si los seres humanos fueran socorridos tal como ellos imploran en la hora del peligro y angustia, quedaría todo olvidado en cuanto pasara el susto. Sin escrúpulo alguno, empezarían otra vez a criticar irreflexivamente, en vez de intentar comprender.

En el futuro, será completamente imposible desperdiciar el tiempo de esta manera, pues la existencia de esta parte del cosmos está llamada a apresurarse a su fin. ¡Para todo espíritu humano significa esto ahora: decidirse en pro o en contra! ¡O se salva, deshaciéndose de las redes que él mismo creó, o perece en ellas!

¡La elección es libre! ¡Pero las consecuencias de la resolución son precisas e irrevocables!

Como liberados de una gran opresión, los que se salven respirarán tranquilamente y se llenarán de gozo, una vez que los golpes de espada de la Luz hayan obligado finalmente a las hediondas y repugnantes tinieblas a ocupar el sitio que les corresponde, junto con todas las criaturas que se adhirieron voluntariamente a ellas.

¡Entonces, la Tierra renacerá virginal y libre de todo pensamiento pestilente, y la paz florecerá para todos los hombres!

* * *



Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio



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