martes, 6 de diciembre de 2022

28. EL REINO DE LOS MIL AÑOS

 

28. EL REINO DE LOS MIL AÑOS

COMO ALGO LEGENDARIO, indefinido y abstracto flota en el pensamiento de muchos que conocen la profecía, pues nadie puede hacerse una idea correcta al respecto.

 

¡El Reino de los Mil Años! Los que pretenden saber han intentado, una y otra vez, dar una explicación sobre la forma en que se hará realidad ese gran período de paz y alegría que aquél debe englobar. ¡Pero nunca se ha logrado acercarse a la Verdad! Todos siguieron un camino falso, al atribuir a los hombres terrenales un papel demasiado importante, como sucede siempre que los seres humanos se ponen a pensar. Además, admitieron como válidos conceptos ya existentes y edificaron sobre ellos; por esta razón tales edificaciones, sean de la naturaleza que sean, tienen que ser consideradas, desde un principio, como erróneas.

¡Y entonces, el hombre olvidó lo fundamental! ¡No tuvo en cuenta la condición, también contenida en la promesa, de que antes de sobrevenir el Reino de Paz de los Mil Años es preciso que todo se renueve mediante el Juicio! Tal es el fundamento indispensable del Nuevo Reino. ¡No puede ser erigido sobre el terreno hasta ahora existente! ¡Antes tiene que renovarse todo lo viejo!

¡Pero esto no significa que lo viejo deba fortalecerse conservando su forma actual, sino que la expresión “nuevo” implica un cambio, una transformación de lo viejo!

Por no haberlo tenido en cuenta en sus cavilaciones, el hombre nunca pudo salir adelante con su imaginación.

Lo primero, y lo que más urgentemente tiene que transformarse a fondo en el Juicio, es el hombre mismo, pues sólo él ha provocado el desorden en la Poscreación. Por su causa, y como consecuencia de su extraviada volición, se abatió la desgracia sobre el mundo.

La salud, la pureza y la belleza originales, que son siempre el resultado de un vibrar en conformidad con las Leyes primordiales de la Creación, han sido deformadas y alteradas poco a poco por la volición errónea de la humanidad. En vez de un sano desarrollo en pos de la perfección, no podían resultar más que productos deformados y feos durante el incontenible proceso evolutivo.

Imaginad un alfarero sentado junto a su torno; ante él, la arcilla, que, debido a su maleabilidad, se deja moldear en las formas más diversas. El torno no se mueve por la acción directa del alfarero, sino mediante una correa de transmisión, a la que la fuerza motriz de una máquina no deja momento de reposo.

Bajo la presión de los dedos, la arcilla adquiere forma, en un constante girar de la piedra sobre la que ha sido puesta. Según cuál sea esa presión, así será la forma obtenida, pudiendo ser bella, sin gracia, o fea.

De la misma manera obra el espíritu humano en este mundo, en la Poscreación. Como espíritu que es, ejerce mediante su voluntad el mando, es decir, la presión, sobre ciertos elementos de la sustancialidad que tienen como misión dar forma a la materialidad etérea y a la densa. Para un espíritu, la sustancialidad representa el dedo que ejerce la presión según su voluntad. La materialidad etérea y la materialidad densa son la arcilla, mientras que el movimiento independiente del espíritu humano, simboliza la autoactividad de las Leyes primordiales de la Creación, que, cual corrientes cósmicas, empujan de forma incontenible hacia su desarrollo a todo lo que el hombre forma con su volición.

Así, pues, la volición del espíritu humano es responsable de mucho de lo que se desarrolla en la Poscreación, ya que, como espíritu que es, ejerce la presión que ha de determinar el género de la forma. ¡No puede querer nada, sin producir simultáneamente una forma! ¡No importa cual! Por lo tanto, nunca puede sustraerse de la responsabilidad que le incumbe en todo lo que crea y forma. Su querer, sus pensamientos y sus actos, todo adquiere forma en el mecanismo de este mundo. Es culpa del hombre y asunto suyo si lo ignoraba o no quiso saberlo. Su ignorancia no modifica para nada el resultado.

Por su extraviado querer, por su testarudez y arrogancia, no sólo impidió todo verdadero florecimiento, sino que, además, corrompió a la Poscreación. ¡En vez de ser provechoso, su actuar fue nefasto!

Las exhortaciones de los profetas y del mismo Hijo de Dios no bastaron para cambiar su forma de ser, a fin de que se decidiera por el buen camino. Él no quiso, y fue cultivando más y más su pretensión de dominio universal, en la cual estaba ya latente el germen de su ineludible hundimiento; este germen fue creciendo a la par con su orgullo, preparando las catástrofes que han de sobrevenir ahora, según la Ley eterna de la Creación, esa Ley que el hombre no ha reconocido por habérselo impedido su presuntuoso delirio de grandeza.

Las espantosas catástrofes venideras tienen su origen únicamente en la distorsión de las Leyes primordiales de Dios, provocada por la volición errónea de esos espíritus humanos de la Poscreación. Pues tal querer ha provocado la confusión en todas las corrientes de fuerza, de actividad automática. Mas la alteración de su curso no puede quedar sin castigo, pues una vez enredadas y anudadas, deberán desatarse violentamente a su debido tiempo. Ese desenlace, esa puesta en claro, se manifiesta por los eventos que nosotros llamamos catástrofes, tanto las que ocurren en los Estados, en el seno de las familias, en el individuo y en pueblos enteros, como las que tienen lugar por el desencadenamiento de las fuerzas naturales.

Así, todo lo erróneo se desploma sobre sí mismo y se juzga por efecto de la fuerza existente en las corrientes que la humanidad desvió en su presunción, encaminándolas en una dirección distinta a la deseada por Dios; pues esas corrientes sólo pueden surtir efectos bienhechores si siguen los cursos previstos por las Leyes primordiales, es decir, los que el Creador les ha destinado. Jamás de otra forma. He aquí por qué ha sido posible prever el final con muchos miles de años de anticipación, pues, dado lo erróneo de la actitud voluntariamente tomada por el hombre, no podía suceder de otra manera, ya que los efectos postreros de toda acción permanecen siempre íntimamente ligados a las Leyes primordiales.

Al demostrar los espíritus humanos su absoluta incapacidad para reconocer su misión en la Creación, al ser un hecho probado que rehusan cumplir esa misión, rechazando o interpretando falsamente todas las advertencias de los elegidos, de los profetas e incluso del mismo Hijo de Dios, cuya crucifixión hizo patente la hostilidad de aquellos, Dios interviene ahora de viva fuerza.

¡Tal es la razón de ser del Reino de los Mil Años!

La Poscreación sólo puede ser ayudada por la fuerza, lo mismo que la humanidad, la cual ha demostrado que nunca estuvo dispuesta a ir voluntariamente por el recto sendero que es preciso seguir en la Creación si se quiere ser grato a Dios y surtir efectos beneficiosos, actuando como aquella criatura que realmente es, en virtud de su naturaleza espiritual.

¡Por esta razón, en el Juicio Final, la humanidad será privada ahora de sus derechos, quedando desheredada por algún tiempo del derecho que tenía hasta este día la voluntad humana, de dominar sobre esta Poscreación, dirigiéndola y formándola! Desheredada durante mil años, a fin de que la paz pueda instaurarse definitivamente y que surja un impulso intenso hacia la Luz, conforme a las Leyes primordiales de la Creación, a las que el hombre se ha opuesto siempre con hostilidad.

¡La posibilidad y la garantía del Reinado de la Paz que tanto tiempo ha sido deseado, implica, pues, la derogación de todos los derechos que la humanidad ha poseído hasta ahora en la Poscreación! ¡Así se presenta el hombre ante su Dios! ¡Ahora tendrá que rendir cuentas de ello! Ese es el sentido y la necesidad del Reino Milenario de Dios aquí en la Tierra. ¡Qué triste verdad! No podría haber nada más humillante para la humanidad. Pero… es el único recurso.

El Reino de los Mil Años será, pues, una escuela para la humanidad en la que tendrá que aprender cómo debe comportarse, pensar y obrar en la Poscreación, para cumplir así correctamente los deberes que le corresponden y alcanzar de ese modo la felicidad.

¡A tal fin, la influencia dominante de la voluntad humana quedará derogada de hoy en adelante durante mil años, después de ser destruido en el Juicio Final todo lo falso que ella sembró y todo lo que dirigió erróneamente!

¡Durante esos mil años reinará sólo la Voluntad de Dios, a la que tendrá que someterse todo espíritu humano en cuanto haya conseguido pasar el Juicio Final!

¡Pero si sobreviene otra vez un fallo como el de ahora, la humanidad tendrá que contar con ser aniquilada por completo!

¡Así es el Reino de los Mil Años y ésta es su finalidad! En su vanidad y en el engreimiento de su propia importancia, la humanidad se lo había imaginado de otra forma muy distinta. ¡Pero será obligada a aprender y experimentar lo que éste es en realidad!

¡También en eso no reside más que la Gracia de Dios, dispuesta a socorrer a los que poseen una volición verdaderamente pura!

* * *


Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio


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