31. EL MAESTRO UNIVERSAL
SE LE LLAMA
Maestro Universal no porque deba instruir al mundo, o acaso fundar una religión
capaz de unir o dominar al mundo, en términos más específicos, a la Tierra, o
mejor aún, a la humanidad terrenal; se le llama Maestro Universal porque nos explica el “mundo”, porque nos trae las
enseñanzas concernientes al universo. Es decir, ¡aquello que el hombre necesita
saber verdaderamente! Él enseña a reconocer
el “universo” y su actividad autónoma, a fin de que el hombre terrenal pueda
regirse por ello y, de esa forma, le sea posible ascender conscientemente
gracias al conocimiento de las verdaderas Leyes del universo.
Se trata, pues, de una enseñanza universal, de una
enseñanza acerca del mundo, de la Creación.
¡Tras este auténtico
Maestro Universal se yergue también, esplendorosa, como en aquel tiempo en el
caso de Cristo, la gran Cruz del Redentor, visible para los clarividentes puros! Se puede decir
también: “¡Él lleva la Cruz!” Pero
sin que ello tenga nada que ver con sufrimientos y martirios.
Constituirá uno de los signos que, “iluminado vivamente”,
no podrá ser objeto de simulación de ningún charlatán ni de mago alguno, por
hábil que sea, y que pondrá de manifiesto la absoluta autenticidad de Su
Misión.
Este acontecimiento supraterrenal no es que carezca de
sentido alguno, que sea arbitrario, es decir, contrario a la naturaleza. Se
comprende en cuanto se conoce el verdadero sentido de lo que es en realidad “la
Cruz del Redentor”. Esta Cruz no es idéntica a la cruz de la pasión de Cristo,
mediante la cual la humanidad tampoco pudo ser redimida, como repito varias
veces y describo detalladamente en mi conferencia “La crucifixión del Hijo de
Dios y la última Cena”. ¡Se trata aquí de algo completamente diferente,
sencillo en apariencia, pero de una prodigiosa grandeza!
La Cruz ya era conocida antes del tiempo de Cristo en la
Tierra. ¡Es el signo de la Verdad divina! Y no sólo el signo, sino también su
forma viva. ¡Y puesto que Cristo era Mensajero de la Verdad divina, de la
Verdad auténtica, y que procedía de la Verdad, estaba en estrecha e inmediata
unión con Ella, llevando en sí una parte de la misma, ceñida vivamente a Él y
en Él! ¡La Verdad se manifiesta en la
Cruz viva, es decir, luminosa e irradiante
por sí misma! Puede decirse que Ella y la Cruz son una misma cosa. Dondequiera
que se encuentre esa Cruz radiante, allí reside también la Verdad, pues aquella
no puede quedar separada de ésta, sino que ambas forman una unidad, ya que esta Cruz representa la forma visible
de la Verdad.
Así pues, la Cruz con sus rayos o la Cruz radiante es la Verdad en su forma original. ¡Y
dado que el hombre sólo puede elevarse mediante la Verdad y no de cualquier
otra forma, el espíritu humano podrá alcanzar su verdadera redención únicamente reconociendo y tomando conciencia de la Verdad
divina!
¡Como, por otro lado, sólo en la Verdad se halla la
redención, se concluye que la Cruz, o lo que es lo mismo, la Verdad, es la Cruz
redentora o la Cruz del Redentor!
¡La Cruz del Redentor! ¡Pero para la humanidad, el Redentor es la Verdad! Sólo mediante
el conocimiento de la Verdad y, como consecuencia, siguiendo el camino que
reside en la Verdad o que está indicado por Ella, puede el espíritu humano
quedar libre de la alienación y confusión actuales, para ser elevado hacia la
Luz, liberado y redimido de su situación presente. Y puesto que el Hijo de Dios
que fue enviado, y el Hijo del Hombre que ahora ha de venir, son los únicos Mensajeros de la límpida Verdad, inherente a ellos,
tendrán que llevar consigo, por Su propia naturaleza, inseparablemente la Cruz,
es decir, tienen que ser Portadores de la Cruz radiante, Portadores de la
Verdad, Portadores de la redención, que para los hombres reside en la Verdad.
Ellos proporcionan mediante la Verdad la redención de los que la admiten, de
los que siguen por el camino indicado. – ¿Qué valor tiene frente a esto la
astuta palabrería humana? Se desvanecerá en la hora de la angustia.
¡Por eso dijo el
Hijo de Dios a los hombres, que tenían que tomar la Cruz sobre sí mismos y
seguirle, es decir, acatar la Verdad y vivir
de acuerdo con Ella! Adaptarse a las Leyes de la Creación, aprender a
comprenderlas exactamente y a no utilizarlas más que para el bien mediante sus
efectos autoactivos.
Pero, ¡qué es lo que ha hecho, una vez más, el limitado
ingenio de los hombres de una cosa tan sencilla y tan natural! ¡Una doctrina de
dolor, que no era querida ni por Dios, ni por el Hijo de Dios! Así quedó
trazado un camino falso, que no tiene
nada en común con el indicado, sino que se aparta de la Voluntad de Dios, que
sólo quiere conducir a la alegría, mas no al sufrimiento.
Sin duda, es un terrible símbolo para la humanidad, haber
clavado al Hijo de Dios precisamente en lo que constituye la forma terrenal de
la imagen de la Verdad, y de haberle torturado a muerte. ¡Martirizado en el
símbolo de la Verdad que él portaba! ¡Pero la cruz del suplicio, que se expone
en las iglesias, no es la Cruz
redentora!
“El que está en la Fuerza y en la Verdad”, se ha dicho
acerca del Hijo de Dios. La Fuerza es la Voluntad de Dios, el Espíritu Santo. Su
forma visible es la Paloma. La forma visible de la Verdad es la Cruz que
irradia por sí misma. Ambos signos se apreciaban vivamente en la persona del
Hijo de Dios, ya que Él estaba en ellos, y esto constituía en Él una
manifestación evidente y natural.
¡Lo
mismo se manifestará en el Hijo del Hombre! La Paloma, encima de Él, la
Cruz del Redentor detrás de Él. ¡Pues también Él esta ligado inseparablemente a
ellas como Mensajero que es de la Verdad, “el cual está en la Fuerza y en la
Verdad”! ¡Tales son los signos infalibles
de Su auténtica Misión encaminada al cumplimiento de las profecías! ¡Signos
imposibles de ser imitados, indestructibles, que sirven de advertencia y, a
pesar de su temible seriedad, también de promesa!
¡Ante
ellos tiene que apartarse inevitablemente toda oscuridad! ¡Levantad vuestra
mirada! ¡En cuanto se anuncien los inexorables precursores de su venida,
barriendo su camino de cuantos obstáculos fueron amontonados por la vanidad
humana, caerá la venda de los ojos de
muchos, que poseen la gracia de poder reconocerle de esta manera! Entonces tendrán
que dar testimonio en voz alta, obligados por la Fuerza de la Luz.
Ni uno de los falsos profetas y guías tan numerosos en el
día de hoy, podrá subsistir ante Su
presencia. Pues mediante esos dos signos, que nadie puede llevar, a excepción
del Hijo de Dios y del Hijo del Hombre, Dios mismo da testimonio de Su
Servidor; frente a esto, toda argucia humana tiene que enmudecer. –
¡Estad alerta, pues la hora está más cerca de lo que todos vosotros lo pensáis!
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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