34. EL LENGUAJE DEL SEÑOR
|
ES
UN DEBER SAGRADO para el espíritu humano averiguar por qué vive en la
Tierra, y, en general, en la Creación, en la que está como suspendido mediante
miles de hilos.
Ningún
hombre se considera tan insignificante como para imaginar que su vida carezca
de objetivo, a menos que él mismo no
le de sentido. Pero para eso se considera demasiado importante. Y, sin embargo,
muy pocos hombres terrenales consiguen, tras laborioso esfuerzo, liberarse de
su pereza espiritual hasta el punto,
en que les sea posible ocuparse seriamente de investigar cuál es su verdadero
deber en la Tierra.
A tal respecto, los hombres se
ven apoyados con celo por las instituciones interesadas y egoístas, que
pretenden ver en el aumento del número de sus adeptos el mejor medio de
extenderse y de consolidar su influencia, acrecentando así su poder.
Esas instituciones están muy
lejos del verdadero conocimiento de Dios, pues, de lo contrario, no atarían al
espíritu humano con las cadenas de una doctrina rígida, sino que deberían
enseñarle a asumir la responsabilidad que Dios le ha asignado, la cual se basa en la libertad absoluta de decisión del
espíritu. Sólo un espíritu libre en ese aspecto puede llegar a alcanzar el
verdadero conocimiento de Dios, ese conocimiento que madura en él hasta quedar
poseído de la convicción más absoluta, indispensable a quien quiera elevarse
hacia las cimas luminosas. Pues sólo una convicción libre y sincera puede
ayudarle a tal fin. –
¡Pero vosotros, oh hombres, qué
habéis hecho! ¡Cómo habéis osado poner trabas a la más sublime de las Gracias
divinas! ¡De una manera sacrílega, habéis impedido que pudiera desarrollarse, y
que su ayuda abriera a los seres humanos aquel
camino que había de conducirlos, con seguridad, a la paz, a la alegría, a la
felicidad suprema!
Reflexionad: Tanto en la
elección, en la aceptación como en la obediencia reposa una decisión personal pese a que, como consecuencia de la
pereza espiritual, se manifieste quizás en forma de costumbre o hábito general.
Esta decisión personal acarrea, según las leyes de la Creación, responsabilidades
individuales para la persona que así actúa.
Naturalmente, los que incitan al
espíritu humano a una actitud tal, incurren en una inevitable e irrevocable
responsabilidad propia. Ni el menor pensamiento, ni el menor acto puede ser
borrado de la Creación sin provocar repercusiones de su misma naturaleza, pues,
en el telar de la Creación, van tejiéndose, sin error posible, tanto para los
individuos como para las masas humanas, aquellos hilos que esperan las
repercusiones definitivas que sus promotores, es decir, los que los hicieron
nacer, tendrán que acoger finalmente, ya sea en forma de dolor o de alegría,
según el carácter que hayan dejado impreso en dichos hilos en el momento de ser
creados, sólo que ahora con un efecto más amplio e intenso.
Estáis suspendidos de los hilos
tejidos por vuestra propia volición, por vuestros propios actos, y no quedaréis
libres de ellos, hasta que estos no se desprendan de vosotros al surtir sus
efectos finales.
De todos los seres de la
Creación, el espíritu humano es el único que posee un libre albedrío, hecho que hasta ahora él no ha podido ni explicarse
ni comprender, pues no puede encontrar, dentro de los estrechos confines de su
intelectualismo analítico, ningún punto de referencia que pueda aportarle la
prueba evidente.
Su libre albedrío reside únicamente en sus decisiones, que pueden ser tomadas, en efecto, cada hora en número
considerable. Pero él queda sometido de forma ineludible a las consecuencias
que se deriven de cada una de ellas, debido a la acción independiente de las
leyes de la Creación. En eso consiste su responsabilidad, inseparablemente
unida a la garantía de tener libre voluntad de decisión, característica propia
del hombre e inherente a él.
Si no fuera así, ¿dónde residiría
la Justicia Divina, sólidamente anclada en la Creación, y que es el pilar, el
equilibrio y la conservación de todo su funcionamiento?
No obstante, en Sus efectos, esa
Justicia no siempre tiene en cuenta el corto espacio de tiempo que constituye
para el espíritu humano una sola existencia terrenal, sino que ahí reinan otras
condiciones muy diferentes, como bien saben los lectores de mi Mensaje.
Sucede a menudo que por vuestras
decisiones, tan ligeramente tomadas, recae sobre vosotros la desgracia y se la
imponéis a veces a vuestros hijos. Incluso si os mostráis demasiado indolentes
para hacer el esfuerzo de decidir por vosotros mismos según vuestra más
profunda intuición, dejando a un lado todo lo aprendido y preguntándoos si cada
palabra, a la que os habéis adherido pudiese encerrar en sí la Verdad, no
deberíais dejar que recaigan sobre vuestros hijos las consecuencias de vuestra
indolencia, arrastrándolos así a la desgracia.
Lo que, en un caso, es
consecuencia de la pereza espiritual, en otro es el resultado del intelecto
calculador.
La humanidad se encuentra
encadenada por estos dos enemigos de la libertad de resolución del espíritu, a
excepción de unos pocos, que se esfuerzan en concentrar todo su valor para
romper en su interior esas ligaduras y llegar así a ser hombres verdaderos, tal
como debería ser al vivir según las Leyes de Dios.
Las Leyes divinas son en todo
verdaderas amigas; son dones procedentes de la Voluntad Divina, que sirven de
ayuda para abrir el camino de la salvación a todo el que se esfuerce en
acatarlas. ¡Para tal salvación no existe otro camino que el indicado claramente
por las Leyes divinas en la Creación! La Creación entera es el Lengua je de
Dios, lenguaje que tenéis que esforzaros seriamente en descifrar y que no es
tan difícil como lo pensáis.
Vosotros pertenecéis a esta
Creación, sois una parte de ella. Por consecuencia, tenéis que vibrar a su
mismo ritmo, obrar en ella, recibir sus enseñanzas, alcanzar vuestra madurez y,
con el conocimiento adquirido, ascender cada vez más, escalón tras escalón,
arrastrando con vosotros en la irradiación todo aquello que, a lo largo de
vuestro camino, entre en contacto con vosotros para ser ennoblecido.
Espontáneamente se sucederán a
vuestro alrededor maravilla tras maravilla, las cuales, actuando en
reciprocidad sobre vosotros, os irán elevando constantemente.
Aprended a reconocer vuestro
camino en la Creación; así conoceréis también cuál es el fin de vuestra
existencia. ¡Quedaréis repletos de una alegría rebosante de gratitud, y de la
más grande felicidad que pueda ser experimentada por el espíritu humano, una
felicidad que radica únicamente en reconocer a Dios!
Pero esa felicidad nunca podrá
surgir, y mucho menos florecer, de una fe ciega e impuesta; sólo un saber
basado en la convicción, una convicción alcanzada a través del conocimiento,
puede proporcionar al espíritu lo que necesita.
¡Vosotros, hombres de la Tierra,
estáis en esta Creación para encontrar
la felicidad; para encontrarla en el Lenguaje con que Dios os habla vivamente!
Comprender ese Lenguaje, aprenderlo, sentir intuitivamente por medio de él la
Voluntad Divina, esa es la finalidad de vuestro peregrinaje a
través de la Creación. ¡En la Creación misma, de la que vosotros formáis parte,
se encuentra la explicación del sentido
de vuestra existencia y, al mismo tiempo, el conocimiento de vuestra meta! De otro modo no podréis encontrar
nunca ni lo uno ni lo otro.
Esto exige de vosotros que viváis la Creación. Pero para vivirla o experimentarla en vosotros, es preciso,
en primer lugar, conocerla real
mente.
¡Con mi Mensaje os abro el Libro
de la Creación! El Mensaje os indica claramente el Lenguaje de Dios en la
Creación, ese Lenguaje que tenéis que aprender a comprender a fin de que pueda
llegar a ser enteramente vuestro.
Imaginad un niño sobre la Tierra,
que no pudiera comprender a su padre o a su madre, por no haber aprendido nunca
el lenguaje en el que éstos le hablan. ¿Qué puede llegar a ser un niño así?
Como es natural, no sabrá lo que
quieren de él, incurrirá en uno y otro error, le sobrevendrá desgracia sobre
desgracia, acabando quizás por no poder ser útil en la Tierra, incapaz de
sentir cualquier alegría terrenal.
¿No tiene que aprender cada niño
solo y por sí mismo el lenguaje de
sus padres, si es que quiere llegar a ser algo? ¡Nadie puede evitarle ese
trabajo!
Si no lo hace, quedará siempre
desorientado, nunca podrá madurar y obrar en la Tierra; será siempre un
obstáculo, un peso para los demás y tendrá finalmente que ser apartado para que
no provoque mayores daños.
¿Esperáis acaso otra cosa para
vosotros mismos?
Tenéis la obligación evidente e
ineludible de cumplir para con Dios, lo mismo que ese niño: el deber de
aprender a entender Su Lenguaje, si queréis obtener Su ayuda. Pero Dios os
habla por medio de Su Creación. Si queréis progresar en ella, primeramente
tenéis que reconocer este, Su Lenguaje. ¡Si lo descuidáis, seréis apartados de
los que lo conocen y obran según él, pues, de lo contrario, les perjudicaréis y
seréis un obstáculo, tal vez sin quererlo realmente!
¡Así, pues, sois ahora vosotros los que tenéis que hacerlo! No
lo olvidéis, y preocupáos desde ahora en cumplir ese deber; si no quedaréis
abandonados, sin ayuda posible, a todo lo que os amenaza.
¡Mi Mensaje será para vosotros un guía fiel!
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario