martes, 6 de diciembre de 2022

34. EL LENGUAJE DEL SEÑOR

 

34. EL LENGUAJE DEL SEÑOR


ES UN DEBER SAGRADO para el espíritu humano averiguar por qué vive en la Tierra, y, en general, en la Creación, en la que está como suspendido mediante miles de hilos.

Ningún hombre se considera tan insignificante como para imaginar que su vida carezca de objetivo, a menos que él mismo no le de sentido. Pero para eso se considera demasiado importante. Y, sin embargo, muy pocos hombres terrenales consiguen, tras laborioso esfuerzo, liberarse de su pereza espiritual hasta el punto, en que les sea posible ocuparse seriamente de investigar cuál es su verdadero deber en la Tierra.

 Del mismo modo, es sólo debido a esa pereza espiritual que aceptan dócilmente las doctrinas rígidas concebidas por otros, y ella es también la causa de que se tranquilicen pensando que es algo muy grande profesar la misma fe que sus padres, sin someter los principios básicos contenidos en ella a un examen personal, preciso y riguroso.

A tal respecto, los hombres se ven apoyados con celo por las instituciones interesadas y egoístas, que pretenden ver en el aumento del número de sus adeptos el mejor medio de extenderse y de consolidar su influencia, acrecentando así su poder.

Esas instituciones están muy lejos del verdadero conocimiento de Dios, pues, de lo contrario, no atarían al espíritu humano con las cadenas de una doctrina rígida, sino que deberían enseñarle a asumir la responsabilidad que Dios le ha asignado, la cual se basa en la libertad absoluta de decisión del espíritu. Sólo un espíritu libre en ese aspecto puede llegar a alcanzar el verdadero conocimiento de Dios, ese conocimiento que madura en él hasta quedar poseído de la convicción más absoluta, indispensable a quien quiera elevarse hacia las cimas luminosas. Pues sólo una convicción libre y sincera puede ayudarle a tal fin. –

¡Pero vosotros, oh hombres, qué habéis hecho! ¡Cómo habéis osado poner trabas a la más sublime de las Gracias divinas! ¡De una manera sacrílega, habéis impedido que pudiera desarrollarse, y que su ayuda abriera a los seres humanos aquel camino que había de conducirlos, con seguridad, a la paz, a la alegría, a la felicidad suprema!

Reflexionad: Tanto en la elección, en la aceptación como en la obediencia reposa una decisión personal pese a que, como consecuencia de la pereza espiritual, se manifieste quizás en forma de costumbre o hábito general. Esta decisión personal acarrea, según las leyes de la Creación, responsabilidades individuales para la persona que así actúa.

Naturalmente, los que incitan al espíritu humano a una actitud tal, incurren en una inevitable e irrevocable responsabilidad propia. Ni el menor pensamiento, ni el menor acto puede ser borrado de la Creación sin provocar repercusiones de su misma naturaleza, pues, en el telar de la Creación, van tejiéndose, sin error posible, tanto para los individuos como para las masas humanas, aquellos hilos que esperan las repercusiones definitivas que sus promotores, es decir, los que los hicieron nacer, tendrán que acoger finalmente, ya sea en forma de dolor o de alegría, según el carácter que hayan dejado impreso en dichos hilos en el momento de ser creados, sólo que ahora con un efecto más amplio e intenso.

Estáis suspendidos de los hilos tejidos por vuestra propia volición, por vuestros propios actos, y no quedaréis libres de ellos, hasta que estos no se desprendan de vosotros al surtir sus efectos finales.

De todos los seres de la Creación, el espíritu humano es el único que posee un libre albedrío, hecho que hasta ahora él no ha podido ni explicarse ni comprender, pues no puede encontrar, dentro de los estrechos confines de su intelectualismo analítico, ningún punto de referencia que pueda aportarle la prueba evidente.

Su libre albedrío reside únicamente en sus decisiones, que pueden ser tomadas, en efecto, cada hora en número considerable. Pero él queda sometido de forma ineludible a las consecuencias que se deriven de cada una de ellas, debido a la acción independiente de las leyes de la Creación. En eso consiste su responsabilidad, inseparablemente unida a la garantía de tener libre voluntad de decisión, característica propia del hombre e inherente a él.

Si no fuera así, ¿dónde residiría la Justicia Divina, sólidamente anclada en la Creación, y que es el pilar, el equilibrio y la conservación de todo su funcionamiento?

No obstante, en Sus efectos, esa Justicia no siempre tiene en cuenta el corto espacio de tiempo que constituye para el espíritu humano una sola existencia terrenal, sino que ahí reinan otras condiciones muy diferentes, como bien saben los lectores de mi Mensaje.

Sucede a menudo que por vuestras decisiones, tan ligeramente tomadas, recae sobre vosotros la desgracia y se la imponéis a veces a vuestros hijos. Incluso si os mostráis demasiado indolentes para hacer el esfuerzo de decidir por vosotros mismos según vuestra más profunda intuición, dejando a un lado todo lo aprendido y preguntándoos si cada palabra, a la que os habéis adherido pudiese encerrar en sí la Verdad, no deberíais dejar que recaigan sobre vuestros hijos las consecuencias de vuestra indolencia, arrastrándolos así a la desgracia.

Lo que, en un caso, es consecuencia de la pereza espiritual, en otro es el resultado del intelecto calculador.

La humanidad se encuentra encadenada por estos dos enemigos de la libertad de resolución del espíritu, a excepción de unos pocos, que se esfuerzan en concentrar todo su valor para romper en su interior esas ligaduras y llegar así a ser hombres verdaderos, tal como debería ser al vivir según las Leyes de Dios.

Las Leyes divinas son en todo verdaderas amigas; son dones procedentes de la Voluntad Divina, que sirven de ayuda para abrir el camino de la salvación a todo el que se esfuerce en acatarlas. ¡Para tal salvación no existe otro camino que el indicado claramente por las Leyes divinas en la Creación! La Creación entera es el Lengua je de Dios, lenguaje que tenéis que esforzaros seriamente en descifrar y que no es tan difícil como lo pensáis.

Vosotros pertenecéis a esta Creación, sois una parte de ella. Por consecuencia, tenéis que vibrar a su mismo ritmo, obrar en ella, recibir sus enseñanzas, alcanzar vuestra madurez y, con el conocimiento adquirido, ascender cada vez más, escalón tras escalón, arrastrando con vosotros en la irradiación todo aquello que, a lo largo de vuestro camino, entre en contacto con vosotros para ser ennoblecido.

Espontáneamente se sucederán a vuestro alrededor maravilla tras maravilla, las cuales, actuando en reciprocidad sobre vosotros, os irán elevando constantemente.

Aprended a reconocer vuestro camino en la Creación; así conoceréis también cuál es el fin de vuestra existencia. ¡Quedaréis repletos de una alegría rebosante de gratitud, y de la más grande felicidad que pueda ser experimentada por el espíritu humano, una felicidad que radica únicamente en reconocer a Dios!

Pero esa felicidad nunca podrá surgir, y mucho menos florecer, de una fe ciega e impuesta; sólo un saber basado en la convicción, una convicción alcanzada a través del conocimiento, puede proporcionar al espíritu lo que necesita.

¡Vosotros, hombres de la Tierra, estáis en esta Creación para encontrar la felicidad; para encontrarla en el Lenguaje con que Dios os habla vivamente! Comprender ese Lenguaje, aprenderlo, sentir intuitivamente por medio de él la Voluntad Divina, esa es la finalidad de vuestro peregrinaje a través de la Creación. ¡En la Creación misma, de la que vosotros formáis parte, se encuentra la explicación del sentido de vuestra existencia y, al mismo tiempo, el conocimiento de vuestra meta! De otro modo no podréis encontrar nunca ni lo uno ni lo otro.

Esto exige de vosotros que viváis la Creación. Pero para vivirla o experimentarla en vosotros, es preciso, en primer lugar, conocerla real mente.

¡Con mi Mensaje os abro el Libro de la Creación! El Mensaje os indica claramente el Lenguaje de Dios en la Creación, ese Lenguaje que tenéis que aprender a comprender a fin de que pueda llegar a ser enteramente vuestro.

Imaginad un niño sobre la Tierra, que no pudiera comprender a su padre o a su madre, por no haber aprendido nunca el lenguaje en el que éstos le hablan. ¿Qué puede llegar a ser un niño así?

Como es natural, no sabrá lo que quieren de él, incurrirá en uno y otro error, le sobrevendrá desgracia sobre desgracia, acabando quizás por no poder ser útil en la Tierra, incapaz de sentir cualquier alegría terrenal.

¿No tiene que aprender cada niño solo y por sí mismo el lenguaje de sus padres, si es que quiere llegar a ser algo? ¡Nadie puede evitarle ese trabajo!

Si no lo hace, quedará siempre desorientado, nunca podrá madurar y obrar en la Tierra; será siempre un obstáculo, un peso para los demás y tendrá finalmente que ser apartado para que no provoque mayores daños.

¿Esperáis acaso otra cosa para vosotros mismos?

Tenéis la obligación evidente e ineludible de cumplir para con Dios, lo mismo que ese niño: el deber de aprender a entender Su Lenguaje, si queréis obtener Su ayuda. Pero Dios os habla por medio de Su Creación. Si queréis progresar en ella, primeramente tenéis que reconocer este, Su Lenguaje. ¡Si lo descuidáis, seréis apartados de los que lo conocen y obran según él, pues, de lo contrario, les perjudicaréis y seréis un obstáculo, tal vez sin quererlo realmente!

¡Así, pues, sois ahora vosotros los que tenéis que hacerlo! No lo olvidéis, y preocupáos desde ahora en cumplir ese deber; si no quedaréis abandonados, sin ayuda posible, a todo lo que os amenaza.

¡Mi Mensaje será para vosotros un guía fiel!


* * *


Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

La fuerza secreta de la luz en la mujer 1

  La fuerza secreta de la luz en la mujer Primera parte   La mujer, ha recibido de Dios una Fuerza especial que le confiere tal delica...