martes, 6 de diciembre de 2022

33. ¡Salvación! ¡Redención!

 

33. ¡Salvación! ¡Redención!

¡Salvación! ¡Redención! ¡Cuántas veces se han hecho los hombres una falsa idea de estas palabras, al pretender ver en ellas una ayuda incondicional procedente de la Luz, excluyendo la Santísima Justicia! Reside en esto una aberración total que se manifiesta hoy en todo lo que concibe la mente humana. Los hombres pretenden hacer de Dios un esclavo siempre dispuesto a ayudarlos, que está ahí sólo para el bienestar de las insignificantes criaturas humanas.

Preguntaos a vosotros mismos a tal respecto, esclareced vuestros pensamientos sin buscar excusa, investigad objetivamente en lo más profundo de la cuestión, y, entonces, no os quedará más remedio que reconocer que todos vuestros pensamientos sólo giraban en torno a la idea de que Dios, respondiendo a vuestras plegarias, os tiene que servir constantemente, ayudándoos en el cumplimiento de vuestros deseos.

Cierto que a esa actitud no le asignáis el nombre que le corresponde por la naturaleza de vuestro comportamiento, sino que, como siempre, disimuláis vuestra errónea voluntad, os cubrís con la capa de una humildad aparente y no pedís que Dios os sirva, sino que os “conceda”. ¡Pero esto no cambia en nada el hecho de que todo vuestro comportamiento, incluso cuando rezáis, está inspirado en el mal, y no puede ser grato a Dios!

Sed sinceros por una vez con vosotros mismos, y temblad al reconocer lo que fue hasta ahora vuestra actitud ante Dios: obstinados, arrogantes, insaciables e hipócritas, a causa de vuestra superficialidad, no pensando en Él más que en la necesidad y en el dolor, para que os librara de las consecuencias de vuestra conducta, sin haberos preguntado nunca si vuestras decisiones estaban de acuerdo con Su Voluntad.

¡Qué sois vosotros, oh hombres, en comparación con la Omnipotencia y la Majestad del Señor, de quien pretendéis que reine según vuestra complacencia! ¡Con qué presunción osáis imponer en la Tierra esas leyes procedentes de vuestra estrecha forma de pensar, que no se ajustan en nada a las Leyes Divinas que Él puso en Su Creación! Muchas veces intentáis hacer prevalecer vuestra falsa voluntad haciendo uso de astucias y de una perversa mentalidad, inexcusables ante los ojos de Dios; ocasionáis daños a vuestro prójimo para poder sacar ventajas para vosotros mismos, tales como dinero, riquezas, o la reputación ante aquellos, para quienes obráis así.

Ahora recaerá todo eso sobre vosotros, como si fuera una montaña que se derrumba; pues ni una sola de vuestras malas acciones puede quedar impune, según la Ley del efecto recíproco, a menos que os liberéis vosotros mismos de ellas, enmendando vuestra voluntad hacia el bien.

¡Los obstáculos que impiden aún la caída del conjunto de castigos que se han acumulado, serán arrancados de cuajo! Inconteniblemente se precipita todo sobre la humanidad terrenal, que pretende permanecer en su pereza de espíritu y en su vanidad, a fin de imponer su voluntad, la cual, hace tiempo que está en desacuerdo con la Voluntad de Dios.

¡Sin embargo, eso será el fin del reino de las tinieblas sobre la Tierra! ¡Se desplomará arrastrando consigo, en su caída, a todos los hombres que se hicieron sus cómplices!

¡Más en medio del estruendo abrumador producido por las catástrofes, resuena la Palabra! ¡Victoriosa recorre la Tierra, para salvación de todos los que se esfuerzan verdaderamente en ello!

¡Esto implica la condición de que todo hombre tiene que esforzarse por sí mismo para reconocer que la Palabra del Señor es la salvación! Si, por escepticismo, deja pasar esta última posibilidad sin poner todo su afán para aprovecharse de ella, nunca más se le volverá a presentar la ocasión, y el momento de alcanzar la redención por medio de la Palabra quedará perdido para él por toda la eternidad.

Sólo hallará salvación y redención en la Palabra que él debe acoger, a fin de que, viviendo conforme a ella, quede libre de las ligaduras que le retienen, a causa del desconocimiento y la deformación de los verdaderos conceptos.

Lo que más os ha envenenado y más peligros os ha traído es la falsa idea que tenéis del Amor de Dios, al cual habéis intentado despojar de toda frescura, de toda fuerza y de toda claridad, para, en vez de eso, cubrirlo con una blandura malsana y con una indulgencia perjudicial, que tenían que hundiros a todos en la pereza espiritual, ocasionando así vuestra perdición.

¡Guardaos de la desastrosa deformación del concepto del Sagrado Amor Divino! ¡Esa deformación os hará caer en una somnolencia agradable al principio, pero que se convierte después en sueño mortal!

No existe Amor verdadero en una indulgencia y bondad que todo lo perdona. Al contrario, este error es como una droga que sume al espíritu en un estado de aletargamiento, lo debilita y acaba por paralizarlo totalmente, provocando así la muerte eterna, al no ser posible ya que despierte en el momento preciso.

Sólo la severa frescura de la Pureza Divina puede perforar vuestra somnolencia y abrir al verdadero Amor el camino que lleva hacia vuestro espíritu. ¡La Pureza es severa! No admite ni pretextos ni excusas. Por eso les parecerá desprovista de toda consideración a muchos hombres que no buscan más que engañarse a sí mismos. Pero, en realidad, sólo hiere allí donde algo no está en orden.

La blandura os ocasiona daños a vosotros mismos y a los que pretendéis complacer. Un día seréis juzgados por un Ser superior en nombre de una Justicia que, en el transcurso del tiempo, se ha convertido para vosotros en una cosa extraña, por vuestra propia culpa, ya que vosotros fuisteis los que os alejasteis de ella.

Es la Justicia Divina inmutable por toda la eternidad, independiente de la opinión de los hombres, indiferente a sus simpatías, su odio, su maldad y su poder. Es todopoderosa, porque proviene de Dios.

¡Si no empleáis todas vuestras fuerzas en libraros de todo lo viejo, nunca podréis llegar a comprender esa Justicia! ¡Tampoco podréis renovaros interiormente! Y sólo el hombre nuevo que permanece fiel a la Palabra de Vida y aspira a la Luz, recibe las ayudas necesarias para poder pasar un Juicio de Dios.

¡El hombre tiene que ayudarse a sí mismo mediante la Palabra que le indica los caminos a seguir! ¡Sólo así podrá encontrar la redención, no podrá participar de ella de otra forma! ¡Tiene que fortalecerse en la lucha que mantiene por su propio bien, de no ser así, perecerá fatalmente!

Despertad y enfrentad la lucha en contra de las tinieblas; entonces la fuerza salvadora os será dada por añadidura. Los débiles, por su parte, perderán la poca fuerza que poseían, ya que no saben valerse de ella como corresponde. Quedarán privados así de lo poco que tenían, según la Ley de la atracción de las afinidades, afluyendo la fuerza hacia los que la utilizan con empeño y de correcta manera. Se cumplen así las palabras de muy antiguas profecías.



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Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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