viernes, 23 de diciembre de 2022

57. PRÁCTICAS OCULTAS, COMIDA DE CARNE O VEGETALES

 

57. PRÁCTICAS OCULTAS, COMIDA DE CARNE O VEGETALES

LAS TENDENCIAS de las prácticas ocultas y de la llamada reforma de la vida están orientadas hacia un elevado fin, cuya consecución marcará una nueva época en la evolución de la humanidad. Día llegará, también, en que esos valiosos fines serán alcanzados. Pero los esfuerzos actuales en ese sentido sólo forman parte del proceso de esa nueva época.

Sin embargo, mientras los líderes de las tendencias ocultas trazan, con la mejor intención, un camino completamente erróneo dentro de ese terreno que ellos mismos desconocen — camino que no conduce sino a dejar libre acceso a las Tinieblas y a exponer a la humanidad a mayores peligros procedentes del más allá —, los llamados reformadores de la vida tratan de alcanzar ese fin, en sí muy loable, tendiendo hacia cosas que están muy por encima del mismo en relación con los tiempos actuales.

Las actividades de ambas partes han de ser concebidas de diferente manera. Por de pronto, los ejercicios espirituales deben ser de naturaleza más elevada que los realizados hasta el momento. Es menester seguir un camino completamente distinto para poder llegar a la cumbre, pues el camino actual no conduce más que a los bajos matorrales del más allá, donde la mayor parte de los seguidores quedarán totalmente envueltos por las Tinieblas y se hundirán en ellas.

El verdadero camino tiene que llevar hacia arriba desde el principio, no debe desviarse primeramente hacia un medio ambiente inferior o, como máximo, análogo. Ambos caminos no tienen absolutamente ningún parecido, son completamente distintos en su naturaleza. El verdadero camino eleva en seguida interiormente; esto es, empieza a ascender desde el principio sin entrar en contacto con un medio ambiente etéreo análogo ni, mucho menos, con uno inferior, pues eso es innecesario, ya que, normalmente, no debe existir más que una sola tendencia a elevarse desde la Tierra. A tal respecto, se previene seriamente, una vez más, de toda acrobacia espiritual.

Durante su estancia en la Tierra, el espíritu humano precisa de un cuerpo absolutamente sano, vigoroso y normal desde el punto de vista terrenal, a fin de poder cumplir por completo la misión de su existencia. Si ese estado del cuerpo sufre una modificación, se rompe la necesaria e imprescindible armonía entre cuerpo y espíritu. Sólo esa armonía permite un desarrollo sano y vigoroso del espíritu, desarrollo que no tolera deformidades patológicas.

Con toda naturalidad, el cuerpo físico sano, no obstaculizado en su evolución, armonizará siempre con el espíritu a consecuencia de su estado normal, y le ofrecerá una base sólida en la materialidad — en la que el espíritu no se encuentra sin razón — con lo que también le proporcionará la mejor ayuda para cumplir por entero su cometido: la evolución de sí mismo y, al mismo tiempo, el desarrollo de la creación.

Cada cuerpo emite irradiaciones determinadas que el espíritu necesita urgentemente para su actividad en la materialidad, siendo la más importante de ellas la fuerza sexual, que es independiente del instinto sexual. Toda alteración de la armonía entre cuerpo y espíritu provoca una desviación de esa fuerza de irradiación y de penetración en otra dirección, con lo que queda debilitada para el fin propiamente dicho.

Eso supone un obstáculo o paralización en el cumplimiento de la misión del espíritu durante su existencia en la materialidad, de donde se infiere que el espíritu tampoco podrá obtener un normal desarrollo, por lo que, al llegar a un cierto punto de su deseada evolución, habrá de caer desfallecido para volver a recorrer nuevamente una gran parte de su proceso evolutivo, como se desprende de la misma naturaleza de las cosas, pues lo desperdiciado en la materialidad física no puede ser recuperado en la materialidad etérea, ya que allí el espíritu está desprovisto de las correspondientes irradiaciones del cuerpo físico. Por tanto, no le queda otro recurso más que volver atrás para rellenar la laguna.

También en estos eventos reina una gran objetividad, una lógica tan evidente, tan natural y sencilla, que no puede ser de otra manera. Hasta un niño lo comprendería perfectamente y lo admitiría como cosa evidente, si tuviera un claro concepto de las leyes fundamentales. Aún tendré que dar toda una serie de conferencias para explicar a la humanidad la prodigiosa creación, de manera que pueda abarcar con la mirada los acontecimientos pasados y futuros, con sus correspondientes consecuencias completamente naturales y sus leyes incomparables y maravillosas.

La desviación de la fuerza sexual, tan necesaria para el espíritu en la materialidad, puede acontecer de varias maneras, ya sea abusando de las prácticas sexuales o por la simple excitación, así como también mediante las prácticas ocultas o falsos ejercicios espirituales, en los que el espíritu se apodera violentamente de esa fuerza propia del cuerpo maduro, y la desperdicia en esa clase de actividad errónea e inútil. En ambos casos, se trata de un uso malsano que, con el tiempo, habrá de traer consigo un debilitamiento corporal.

Un cuerpo débil tampoco puede emitir radiaciones tan intensas como el espíritu necesita verdaderamente, por lo que el uno hará enfermar al otro cada vez más gravemente. Resulta de ahí un desequilibrio que siempre se efectúa a costa del verdadero fin, y que, por consiguiente, es pernicioso. No voy a mencionar aquí otros desvíos en que el espíritu consume demasiada fuerza sexual con fines absurdos, dejando muy poca para el fin principal, tal como sucede al leer ciertos libros que, en la imaginación, hacen surgir un mundo ideal. Este es un ejemplo entre muchos.

En todo caso, el espíritu llega así al mundo etéreo sin estar maduro, y lleva consigo también un cuerpo etéreo débil. Las consecuencias de tales pecados terrenales son tan decisivas para toda la existencia, que han de ser sufridas por cada hombre con intensidad cien veces mayor. Esa negligencia, ese absurdo proceder, se adhiere a él como un lastre que va haciéndose cada vez más pesado, hasta que, como ya se ha dicho, al llegar a un cierto punto de su ascensión, no pueda seguir adelante y caiga cuesta abajo hasta llegar al lugar donde tuvieron comienzo sus falsas acciones, es decir, hasta el límite en que aún conservaba su armonía.

El fortalecimiento que un espíritu pueda obtener mediante prácticas ocultas, a costa del cuerpo, es aparente solamente. El espíritu no adquiere vigor, sino que, como plantas de un invernadero, apenas si puede resistir las embestidas del viento y, no digamos, las tempestades. En lugar de progresar, ese espíritu ha enfermado. Su estado se asemeja a una fiebre producida artificialmente. El febricitante también puede desplegar una fuerza extraordinaria, para recaer a continuación en un mayor debilitamiento. Pero lo que, en el caso de los enfermos de fiebre, tiene lugar en cuestión de unos segundos o minutos, supone para el espíritu décadas y siglos. Llegará un momento en que todo esto se vengará cruelmente.

Lo armonioso es lo único justo, y la armonía reside solamente en el término medio. Muchas veces se ha loado la belleza y la fuerza de la armonía. ¿Por qué no se quiere admitirlas aquí? ¿Por qué se intenta destruirlas a toda costa?

En su forma actual, todas las prácticas ocultas son falsas, aun cuando el fin propuesto sea elevado y necesario.

Otra cosa muy diferente es lo que se refiere a los promotores y adeptos de las llamadas “reformas vitales”. El camino que aquí se sigue es bueno, pero se pretende hacer ya hoy lo que corresponde hacer al cabo de generaciones; y, por esta razón, esos principios no son, para la mayor parte de los hombres, menos peligrosos en sus efectos finales: falta la necesaria transición. Este es el momento de empezar; pero no se debe dar un salto a pies juntillas sin más ni más, sino que la humanidad debe ir paso a paso. ¡Decenas de años no son suficientes! Tal como se procede actualmente, esa reforma también produce un aparente bienestar corporal, lo que, en realidad, no es otra cosa que un debilitamiento del cuerpo a causa de la rapidez de la transición. ¡Y ese cuerpo así debilitado no podrá fortalecerse nunca más!

¡Comida de vegetales! Efectivamente, el vegetarismo contribuye al refinamiento del cuerpo humano, a su ennoblecimiento; lo fortalece y lo sanea considerablemente, con lo que también el espíritu se eleva más aún. Pero todo esto no puede ser conseguido inmediatamente, en el curso de la generación actual. En esas tentativas y luchas se echa de menos una dirección sensata.

El cuerpo actual no puede acomodarse sin transición a una alimentación netamente vegetariana, como frecuentemente se pretende. Bien está que sea empleada temporalmente e incluso, en caso de enfermedad, durante años, siendo también necesaria para una completa curación o como ayuda para un fortalecimiento local; pero no debe prolongarse demasiado. Para que el cuerpo pueda conservar todo su vigor, ha de volver poco a poco al régimen alimenticio que es usual, hoy día, entre los hombres. El aparente bienestar es engañoso.

Cierto que también resulta beneficioso, para las personas sanas, seguir un régimen vegetariano durante algún tiempo. Es indudable que se sentirán mucho mejor y que notarán también el libre ímpetu de su espíritu. Pero esos efectos son producidos por el cambio, pues todo cambio reanima tanto física como espiritualmente. No obstante, las personas que mantienen indefinidamente esa alimentación tan exclusiva, no se dan cuenta de que, en realidad, se debilitan cada vez más y son más sensibles a muchas cosas. La calma y el relajamiento no son, en la mayoría de los casos, síntomas de fuerza, sino de una debilidad muy especial. Se manifiesta agradablemente y sin depresiones, porque no tiene su origen en una enfermedad.

Ese relajamiento es parecido al estado en que se encuentra un anciano que, aparte de su debilidad corporal, aún se conserva sano. Al menos, se asemeja a esa clase de debilidad más que a la producida por enfermedad. Al faltar repentinamente aquello a lo que estaba acostumbrado desde hace miles de años, el cuerpo no podrá desplegar toda la fuerza sexual requerida por el espíritu para cumplir por entero su misión en la materialidad.

Muchos vegetarianos declarados lo notan en un ligera moderación del apetito sexual, lo que es motivo de júbilo para ellos por considerarlo un progreso. Pero eso no es señal ninguna de que el espíritu se haya ennoblecido mediante el vegetarismo, sino que es prueba de la reducción de la fuerza sexual, lo que también traerá consigo necesariamente un debilitamiento de su ímpetu espiritual en la materialidad.

Se cuentan aquí errores sobre errores, pues el hombre casi siempre ve únicamente lo más inmediato. Cierto que sería un progreso loable conseguir que, mediante el ennoblecimiento del espíritu, el bajo instinto sexual fuera mucho más moderado de lo que es hoy día. También es verdad que el comer carne excita ese instinto sexual, pero no debemos regimos por la generación actual, en la que el instinto sexual ha sido cultivado con morbosa exclusividad, haciendo de él una cosa completamente antinatural. Pero eso no debe ser achacado a la comida de carne.

La moderación del instinto sexual no depende en absoluto de la reducción de la fuerza sexual. Al contrario, ésta es capaz de secundar y estimular al espíritu humano en su afán de liberarse de la dependencia — tan pronunciada hoy día — de ese basto instinto. La fuerza sexual es, incluso, el mejor medio para ello.

El primer paso a dar, a guisa de transición, es limitarse a comer solamente carnes blancas: aves, ternera, cordero, etc. y hacer, al mismo tiempo, un mayor consumo de vegetales.

A título de advertencia, exhortaría a unos: “¡No abandonéis el cuidado de vuestro cuerpo!” Y a los otros: “¡Pensad en el espíritu!” De este modo, aún será posible descubrir el recto sendero en medio de la confusión de los tiempos actuales.



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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio


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