013 - Imágenes y el texto del 20 de octubre de 2008:
Veo una montaña, veo círculos de luz bajar
hacia ella, esto es como espirales, luego veo a otros círculos subir de ella.
La montaña levantada esta como dentro de una espiral de círculos de oro que
bajan y que suben que se entrecruzan y se entrelazan.
Y luego veo una luz azul, de un azul de
hielo, envuelve la montaña como un manto.
Luego veo una espada encima de la montaña,
la punta toca la cumbre de la montaña, y allá yo veo una luz de color verde
resplandeciente, y en este verde aparecen unos enrojecidos. Y la luz verde
estalla y se propaga como numerosos hilos anclándose en esta montaña. Luego veo
un águila puesto sobre sus patas, como si tuviera la cima de esta montaña en
sus garras.
Luego veo la Cruz radiante, una luz deslumbrante se
desempeña de ella que rradia en todas direcciones.
Y luego veo la Paloma cernearse en esta luz
incandescente. Flujos de luz oro, azul, verde, rojo, todos estos flujos brotan
de esta luz incandescente.
La montaña está rodeada y atravesada
por un inmenso tejido, que nada puede alcanzarla, es como aislada, como
protegida en un capullo.
Y oigo: “La Santa Luz brilla sobre la tierra.”
Luego veo un círculo de Ángeles rodear la
montaña, círculo de protección. Las espadas son levantadas, nada pueden venir a
perturbar lo que se prepara, lo que se engrana.
Luego veo la tormenta, y la montaña es
como una isla de luz en medio de esta tormenta, en medio de las tinieblas. Es como una
joya en medio de la inmensa tormenta que se desata de
todos los lados. Es aquí inasequible y de ella irradia la luz que brota se
derrama en todas direcciones. Todo es como sumergido por esta luz y nada, nadie
puede escapar. Es como un maremoto.
Veo el viento, el agua, el fuego, la
tierra, todo se trastorna, todo está en acción, todo está en movimiento.
Luego veo un castillo levantarse por
encima de la montaña, un ser gigantesco domina el castillo, parece al mismo
tiempo ser este castillo, y se eleva su voz, ella truena, poder se desempaña de
ella. Es como un huracán que rompe de su boca, y todo su ser.
Sobre él cernea una majestuosa Águila, sus
ojos son como oro fundido. Y luego veo círculos de seres inmensos, y otros más
pequeños al servicio de los más grandes. Los escudos levantados y oigo como
tambores que resuenan, todo parece hervir, y luego veo aves negras y oigo
gritos de victoria que brotan de sus gargantas.
Diríamos una armada de
elementos y ondas poderosas radian de esta armada, como si enviaban resonancias
de advertencia antes del diluvio. Diríamos como olas, unos ecos que se repiten incansablemente, ecos que se
adelantan y que han empezado ya a trabajar sobre la tierra y en ella, ecos que,
ya que desde la venida del Señor, se intensifican y esto hasta las
repercusiones finales que van sacudir la tierra y toda la parte cósmica de Éfeso,
repercutiéndose en las otras partes cósmicas.
Y escucho una voz
poderosa, una voz de profunda seriedad, como un huracán que apunta y sigue siendo todavía de una densidad atenuada, que dice:
“Oiga, espíritu humano,
escucha la llamada de los elementos.
Oiga la llamada de
Merkur.
Oiga la llamada que se
repercuta de plano en plano, de una esfera en esfera.
Oiga el tronido
retumbante que palpita en el corazón de la tierra.
Oiga como este tronido
como rugidos.
Oiga las advertencias del
viento, antes que él barra todo lo que no vibra en la Voluntad.
Oiga el viento que como
innumerables alas que palpitan de más en más fuerte.
Oiga el fuego que fluye por las venas de
la tierra y que la carga de energía en los pulmones de los volcanes a punto de estallar y purificar de todo lo que no vibra en las Leyes del
Eterno.
Oiga el canto del agua que se intensifican
de octavas en octavas. Los sonidos se amplifican sobrellevando las ondas,
haciendo rebosar los arroyos, ríos, brazos de mar.
Oiga el canto de Neptuno que llama y que
concentra el agua en las entrañas del mar.
Oiga el agua del cielo que llama el agua
de la tierra, el astro lunar amplifica su resonancia atrayendo a él todos los
caminos de las aguas, las del cielo y las de la tierra, a fin de reunirse
formando una sinfonía gigantesca.
Oiga la tierra, oiga sus quejas acusando
al hombre de la tierra. Quejas como copas de ira listas para
derramarse. Oiga su manto que se estremece, tiembla y que se hunde, enterrando
todo lo que ha actuado en contra de la Luz.
Oiga el poder de los elementos. Todo está
listo para la renovación, todo se activa y el desencadenamiento de los
elementos va amplificarse hasta la purificación completa de toda la parte
cósmica de Éfeso, de la tierra.
Y tú, espíritu humano, o serás elevado, si
debe subsistir para servir a la Luz, o de lo contrario serás barrido como una
fruta inutilizable, de esta maravillosa creación.
Oiga la voz de los elementos, oiga la voz
de la Esencialidad, y únete a ella, que le guiará en la tormenta que comenzó a
desencadenarse y crecerá. Será tu poderosa ayuda que te protegerá y te
levantara fuera de esta crisis.
Si te mantienes en la confianza
inquebrantable hacia la Luz ,y tu Señor y Rey, entonces nada puede llegarte, nada
puede alcanzarte.
Pero ten cuidado porque
esa confianza debe ser verdadera y resplandecer como una luz en el corazón de
tu ser, de la luz de la fidelidad y tu amor por el Eterno.”
(La voz de Odín que
resuena porque Merkur lo ordenó, por su Señor y Rey).
Y luego oigo:
“Escuchen el silencio
avisador, el silencio exhortante, el silencio anunciador.”
Luego veo otras imágenes
trastornadoras:
Los elementos desencadenados, volcanes en
erupción, la subida del mar, la tierra se abre, el mugido de las aguas, el
viento devastador que rompe. Luego veo a los seres rodeado de una protección de
luz, otros aplastados por la fuerza y tirados al suelo, inertes. Veo seres
dejarse guiar por los esenciales y guiar otros seres, veo seres tragados
por las entrañas de la tierra, otros enterrados por el fuego, el agua.
Y entonces veo seres sobre unas barcas, sus rostros confiados, dejándose guiar por la Luz. Otros
son guiados por la Cruz que aparece ante sus ojos, otros ven su guía de luz,
sus ojos estaban abiertos. Y luego veo unos refugios preparados por los
esenciales. Y luego veo las furias apoderarse de ciertos seres, y la locura se
desata, y veo a los seres matándose por miedo, el odio, la furia de todo lo que
les une a las tinieblas. Y luego veo los animales volverse contra los que les
hizo sufrir. Y luego veo una torre desplomarse y oigo: “Babilonia ya no está,
en la oscuridad se ha perdido para siempre.”
Y luego veo el cielo abrirse y la luz
aparece como un nuevo nacimiento, como una Cruz de Luz, sus rayos benefactores
rozan la tierra suavemente. Unos rayos de amor, difundidos sobre la tierra a
fin de curar sus heridas, para reforzarla, nutrirla, abrevarla como una madre
que acaba de dar a luz a su hijo, y le da gota a gota de su
fuerza, a fin de renovar como el amanecer que se levanta en una luz rosada.
Y luego veo la montaña de la Luz, la Cruz
radia en su cima, y veo puentes tejerse de ella hacia el exterior, y los
guardias se encuentran en cada puente para acoger a aquellos que han renacido a
una nueva vida y que vienen a saludar y agradecer a su Señor y Rey en un
agradecimiento y adoración llenos de fidelidad y amor por el Eterno, el Dios
Todopoderoso. Y luego veo la tierra renacer, colores suntuosos la engalana,
todo es vivificante, todo irradia de belleza y de alegría, de fidelidad y de
agradecimiento.
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