viernes, 16 de diciembre de 2022

11. ¿ES ACONSEJABLE PRACTICAR EL OCULTISMO?

 

11. ¿ES ACONSEJABLE PRACTICAR EL OCULTISMO?


A ESTA PREGUNTA ha de responderse con un rotundo “no”. Las prácticas ocultas, entre las cuales se cuentan los ejercicios destinados a adquirir la clarividencia, la supersensibilidad auditiva, etc., son un obstáculo para el libre desarrollo interior y para el verdadero encumbramiento espiritual. Mediante tales prácticas sólo pueden ser formados los que antaño eran designados con el nombre de magos, siempre y cuando la instrucción haya dado, en cierto modo, un resultado satisfactorio.

El ocultismo es un tanteo unilateral, de abajo hacia arriba, sin poder sobrepasar nunca los límites de la denominada órbita terrestre. Todos los eventos que pudieran derivarse de él serán siempre de calidad muy inferior y de la más baja condición. No serán capaces de elevar interiormente al hombre, pero sí de inducirle a error.

Por su mediación, el hombre sólo podrá conseguir traspasar el umbral de la zona etérea inmediata, la cual está poblada de seres a menudo más ignorantes que los propios hombres terrenales. Lo único que hará será abrir las puertas a peligros desconocidos, de los cuales está protegido precisamente, no abriéndolas.

Quien haya alcanzado la clarividencia o la supersensibilidad auditiva que esas prácticas proporcionan verá y oirá, en ese medio inferior, cosas que aparentan ser puras y elevadas, pero que están muy lejos de serlo. A ello contribuye también la imaginación, sobreexcitada por los ejercicios, la cual crea un medio ficticio que, efectivamente, es visto y oído por el neófito, siendo así inducido a engaño.

El hombre que, a consecuencia de una ejercitación artificial, pise sobre un terreno tan poco firme no podrá, a pesar de su mejor voluntad, ni distinguir ni trazar una clara línea divisoria entre lo verdadero y lo falso, como tampoco será capaz de apreciar la realidad en medio de la inconmensurable variedad de fuerzas creativas residentes en el mundo de lo etéreo. A ello hay que agregar, por último, las bajas influencias, absolutamente perniciosas para él, a las cuales él mismo abrió las puertas voluntariamente y con grandes esfuerzos, siendo incapaz de oponerles una fuerza contraria y más intensa. Pronto se convertirá en una nave sin timón sobre un mar desconocido, constituyendo un peligro para todo lo que se cruce con él.

Sucede exactamente igual que cuando un hombre no sabe nadar. Montado en una barca, puede navegar perfectamente y con toda seguridad sobre el elemento que no le es familiar. En la vida terrenal suele acontecer algo parecido. Pero si durante la travesía arranca una plancha de la embarcación protectora, dejará abierta una brecha, el agua entrará por ella, le privará de tan seguro refugio y le arrastrará al fondo. Ese hombre, incapaz de nadar, habrá sido víctima del elemento desconocido para él.

Tal es el proceso de las prácticas ocultas. Entregándose a ellas, el hombre arranca una plancha del navío que le protege, pero no aprende a nadar.

Existen también, por otro lado, los llamados campeones, esos nadadores que poseen aptitudes innatas para la natación y que las han desarrollado mediante un entrenamiento personal, a fin de sacar de ellas el mayor partido y adquirir un dominio cada vez más grande. En tales casos, pues, es compaginable un entrenamiento artificial con una aptitud más o menos pronunciada. Pero hasta el nadador mejor preparado está sometido a límites muy estrechos. Si osa alejarse demasiado, sus fuerzas se agotarán, y, a fin de cuentas, estará tan perdido como el que no sabe nadar, si… si tanto el uno como el otro no reciben ayuda.

En el mundo de la materialidad etérea, sin embargo, una ayuda tal sólo puede provenir de las alturas luminosas, de la espiritualidad pura. Y esa ayuda, a su vez, sólo podrá llegar hasta el que se encuentra en peligro si éste ha alcanzado, en su evolución síquica, un cierto grado de pureza que pueda servirle de punto de apoyo. Esa pureza no podrá ser conseguida mediante las prácticas ocultas encaminadas a ese fin, sino que sólo puede resultar del enaltecimiento de la verdadera moral interior, elevando constantemente el alma hacia la pureza de la Luz.

Si un hombre sigue este camino, el cual, con el tiempo, le proporcionará un cierto grado de pureza interior que, naturalmente, se reflejará en sus pensamientos, palabras y obras, irá estableciendo contacto con las alturas más puras, y desde allí recibirá, por el efecto recíproco, una fuerza intensificada.

Habrá constituido así, a través de todas las etapas intermedias, un vínculo de unión, el cual le sostiene y al cual él puede asirse. No tardará, entonces, en conseguir, sin esfuerzos personales, todo lo que esos “nadadores” en vano intentan alcanzar. Pero lo obtendrá, gracias a la minuciosidad y prudencia que están presentes en las rigurosas leyes del efecto recíproco, en la medida más exacta, proporcionalmente a la intensidad de la fuerza contraria que él pueda desarrollar. Queda así excluido de antemano todo peligro.

Por último, la barrera separadora, que puede compararse con las planchas de una barca, se irá haciendo más y más delgada, hasta desaparecer por completo. Pero entonces habrá llegado también el instante en que, cual pez en el agua, el hombre se sentirá como en su propia casa dentro del ámbito que se extiende desde el mundo etéreo hasta las cumbres luminosas. Ese, únicamente, es el recto camino.

Toda tentativa prematura realizada con la ayuda de un adiestramiento artificial habrá fracasado. Sólo para el pez en el agua ésta resulta verdaderamente inofensiva, pues es “su elemento”, para el cual está equipado de todo lo necesario, lo cual ni siquiera un nadador experimentado podrá conseguir nunca.

Si un hombre prefiere seguir el camino del ocultismo, lo hará por efecto de una libre resolución tomada previamente, por lo que tendrá que atenerse a las consecuencias correspondientes. No podrá contar, por tanto, con que la ayuda le será proporcionada.

Pero aquel que incita a otros a tales prácticas, exponiéndolos, por ello, a múltiples peligros, habrá de cargar con una gran parte de las consecuencias que cada uno de ellos sufra individualmente. Quedará encadenado a todos con ligaduras etéreas. Después de su muerte terrenal, tendrá que descender, ineludiblemente, hasta donde se encuentre el más profundamente hundido de aquellos que, arrollados por los peligros, le hayan precedido.

No le será posible ascender en tanto no haya ayudado a cada uno de los otros a elevarse, a expiar los errores cometidos y, además, a recuperar lo perdido.

Tal será para él el proceso de la compensación en el efecto recíproco y, al mismo tiempo, el camino de la gracia, que le permite reparar los daños ocasionados y emprender su ascensión.

Pero si ese hombre ha hecho sus manifestaciones no sólo de palabra, sino también por escrito, será castigado aún más duramente, pues sus escritos seguirán causando perniciosos efectos después de su muerte terrenal. Estará obligado a esperar en la vida etérea hasta que llegue el último de los que hayan sido inducidos a error por sus obras, y a ése también tendrá que ayudarle a elevarse. Siglos y siglos podrán transcurrir hasta que eso tenga lugar.

Pero no quiere decirse con eso que el mundo de la materialidad etérea permanezca inaccesible e inexpugnable durante la vida terrenal.

En el momento oportuno, siempre sucederá que quienes logren alcanzar una cierta madurez interior puedan sentirse como en casa allí donde, para los demás, se ocultan peligros. Les será permitido descubrir la Verdad y propagarla. Pero también se darán perfecta cuenta de los peligros que amenazan a los que, mediante sus prácticas ocultas, pretenden entrar, sin ser aptos para ello, en las profundidades de una región desconocida para ellos. Esos tales no se dejarán inducir nunca a practicar el ocultismo.


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Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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