14. ¿CONDUCE LA CONTINENCIA SEXUAL A UNA MAYOR ESPIRITUALIDAD?
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CUANDO LOS HOMBRES
desechen la errónea creencia en las ventajas de la continencia sexual, muchas
menos desgracias habrá también. La continencia impuesta es un abuso que puede
ser causa de amargas consecuencias.
Las leyes establecidas en toda la creación muestran
claramente el camino a seguir, adondequiera que se mire. Toda opresión es
antinatural, y todo lo antinatural es una rebelión contra las leyes naturales,
es decir, contra las leyes divinas, lo cual, tanto en esto como en todo, no
puede dar buenos resultados.
El caso que nos ocupa no constituye una excepción. Es
preciso solamente que el ser humano no se deje dominar por la excitación
sexual; no debe hacerse esclavo de su instinto; pues, entonces, éste se convierte
en una pasión, por lo que lo natural y sano se transforma en mórbido vicio.
El hombre debe estar por
encima de todo eso, es decir, no debe imponer una continencia forzada, sino
que, con pura moral interior, ha de controlar sus instintos, a fin de evitar
todo mal, para él y para otros.
A los hombres que pretenden alcanzar un nivel espiritual
más alto mediante la continencia, puede sucederles muy fácilmente que consigan
precisamente lo contrario. Según su constitución, habrán de mantener una lucha
más o menos tenaz contra los instintos naturales. Esa lucha acapara una gran
parte de sus fuerzas espirituales, las retiene para sí, impidiendo de ese modo
que sean empleadas para otros fines. Se obstaculiza así la libre expansión de
las fuerzas espirituales. De cuando en cuando, esos hombres sufren opresores
accesos de melancolía, los cuales les impiden sentir un gozoso impulso
interior.
El cuerpo es un bien confiado al hombre por el Creador, y
el hombre tiene el deber de proporcionarle los cuidados requeridos. Así como el
ser humano no puede abstenerse impunemente de satisfacer las necesidades
corporales tales como comer, beber, dormir, evacuación intestinal y vesicular;
así como la falta de aire puro y el poco ejercicio físico se traducen en
seguida en desagradable sensación,
del mismo modo no podrá ser reprimida artificialmente la sana actividad sexual,
de que el cuerpo maduro tiene necesidad, sin perjudicarse a sí mismo de alguna
forma.
La satisfacción de las naturales apetencias corporales
redunda en favor de la vida interior del hombre, es decir, favorece el
desarrollo espiritual, y nunca servirá de obstáculo para ello, pues, de ser
así, el Creador no las habría hecho inherentes al cuerpo.
Pero en esto, lo mismo que en todas las cosas, todo exceso
es nocivo. Es preciso evitar con sumo cuidado, que esas apetencias sean mera
consecuencia de una fantasía artificialmente excitada por la lectura o por
otras cosas, o bien que sean debidas a una debilidad corporal o a una sobreexcitación
nerviosa. Ha de tratarse de la verdadera necesidad de un cuerpo sano, la cual
nunca se hace sentir muy a menudo en los hombres.
Eso sólo acontecerá cuando, previamente, se haya establecido una
perfecta armonía espiritual entre ambos sexos, la cual también implica, de vez
en cuando, una unión corporal.
Todas las demás causas son, para ambas partes, denigrantes,
impuras e inmorales, incluso en el
matrimonio. Dondequiera que esa armonía espiritual no esté presente, el
mantenimiento de los lazos conyugales constituye una absoluta inmoralidad.
El hecho de que el orden social aún no haya encontrado una
solución adecuada a tal respecto, es una falta que no cambia en nada las leyes
naturales, las cuales nunca se regirán por reglamentos humanos, ni por sus conceptos
erróneos. Por el contrario, a los hombres no les quedará otro remedio que
adaptar finalmente sus instituciones estatales y sociales a las leyes
naturales, a las leyes divinas, si es que quieren verdaderamente la paz
interior y la salud.
La continencia sexual no tiene, tampoco, nada que ver con
castidad. Todo lo más, podría ser clasificada como “disciplina”, en el sentido
de dominio de uno mismo, educación o autodisciplina.
Se entiende por verdadera castidad la pureza de los pensamientos, pero pureza en todas las cosas, hasta en los pensamientos profesionales. Castidad
es una cualidad de orden puramente espiritual, no es de carácter físico.
También en la satisfacción del instinto sexual puede ser salvaguardada completamente
la castidad mediante la mutua pureza de pensamientos.
Además, la unión corporal no tiene solamente un fin
procreador, sino que con ella tiene lugar un proceso no menos importante y
necesario: un mayor despliegue de fuerzas ocasionado por la íntima fusión y por
el mutuo intercambio de fluidos.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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