15. FORMAS MENTALES
SENTAOS EN UN CAFÉ o en una cervecería
cualquiera y observad las mesas ocupadas que están a vuestro alrededor. Escuchad
las conversaciones. Prestad oído a lo que los hombres tienen que decirse.
Reuníos en familia, observad el círculo de vuestras personas más allegadas,
observadlas en las horas de descanso, cuando el trabajo ya no apremia.
Con consternación, descubriréis el vacío que se oculta tras
las palabras que pronuncian los hombres cuando no pueden hablar de sus
ocupaciones diarias. Experimentaréis, hasta llegar a hastiaros, la futilidad de
sus pensamientos, la angustiosa estrechez de su círculo de aspiraciones, su
terrible superficialidad; todo se pondrá de manifiesto en cuanto os ocupéis
seriamente en observar con minuciosidad.
Las pocas excepciones que se os presentarán, es decir, los
pocos hombres que, durante las horas de
descanso de la vida cotidiana, están penetrados de un ardiente deseo de
perfección espiritual, os parecerán seres extraños, solitarios en medio de la
feria de la Vida.
Precisamente en esas horas de descanso podéis descubrir,
con la mayor facilidad, la verdadera naturaleza de la vida interior del hombre,
una vez que queda despojado de la apariencia exterior de su saber en el terreno
de su especialidad, al dejar a un lado su habitual actividad profesional. Lo
que queda después, eso es el hombre
real. Observadle y escuchad lo que dice, sin tomar parte en la conversación.
Pronto tendréis que interrumpir vuestras observaciones, pues os resultarán
insoportables.
Una profunda tristeza se apoderará de vosotros cuando os
déis cuenta de que muchos hombres se diferencian muy poco de las bestias.
Cierto que no están tan embrutecidos como éstas, ya que poseen un intelecto
superior, pero sus rasgos más fundamentales son los mismos. Como si llevaran
anteojeras, van por la Vida mirando unilateralmente y no viendo ante sí más que
lo netamente terrenal. Se ocupan en comer, en beber, en amontonar valores
terrenales en mayor o menor cantidad; aspiran a los placeres corporales, y
consideran que toda reflexión relativa a cosas que ellos no pueden ver es
perder el tiempo, el cual, según su opinión, está mucho mejor aprovechado
dedicándolo al “solaz”.
No pueden comprender, y no lo comprenderán nunca, que la
vida terrenal, con todos sus placeres y alegrías, no adquiera su verdadero
sentido más que cuando se esté familiarizado de alguna manera con el mundo de
la materialidad etérea inherente a esa vida y cuando se tenga consciencia de
los efectos recíprocos relacionados con él, por lo que ya no se tendrá la
impresión de estar a merced del azar. Ellos lo desecharán lejos de sí, en la
falsa creencia de que, si existe verdaderamente un mundo etéreo, sólo les
proporcionará inconvenientes y temores a poco que se ocupen de él.
Ajenos a ellos es el pensamiento de que sólo las elevadas
aspiraciones son capaces de dar a toda la existencia terrenal su verdadero
valor y que, gracias a ellas, todas las alegrías y todos los placeres
terrenales están penetrados del más maravilloso calor vital. Esas aspiraciones
no se oponen, pues, a tales alegrías y placeres, sino que hacen partícipes de
ellas a todo el que busca sinceramente y ansía lo más puro y elevado, dando
lugar al más hermoso efecto recíproco bajo la forma de una ardiente afirmación
de la Vida, la cual suele transformarse en un delirante entusiasmo por todo lo
que existe y todo lo que se ofrece.
¡Insensatos los que desaprovechan tales oportunidades!
¡Cobardes! Nunca podrán experimentar el maravilloso gozo que siente el que
camina valerosamente hacia adelante.
Regocijaos, pues, de que todo viva a vuestro alrededor, y de que esa vida se extienda hasta las
más alejadas esferas aparentemente inconmensurables. Nada está muerto, nada
está vacío, aunque todo parezca indicarlo. Todo es actividad, todo es
movimiento, en virtud de la ley del efecto recíproco; y en el centro estáis
vosotros, hombres, a fin de dar a los hilos, de los cuales sois punto de
partida y meta final, una forma y una dirección nuevas. Como soberanos
poderosos, cada uno de vosotros edificará por sí mismo su propio imperio y él
os elevará o caerá sobre vosotros.
¡Despertad! Con plena consciencia de esa grandiosa
actividad, usad ese poder que se os ha dado, a fin de que no engendréis, por
estupidez, testarudez o también por pereza, monstruos informes, los cuales
sofocan todo lo saludable y bueno, haciendo vacilar y caer a su propio autor.
Ya el inmediato ambiente etéreo que rodea al hombre puede
contribuir, con mucho, a elevarle o a hundirle. Ese ambiente es el mundo
singular de las formas mentales, cuya viva actividad no es más que una pequeña
parte de la gigantesca maquinaria de la creación entera. Pero sus hilos
atraviesan el mundo físico; uno de sus extremos está en el elevado mundo
etéreo, el otro se encuentra en las profundidades del reino de las Tinieblas.
Cual gigantesca red de venas o cordones nerviosos, todo está tejido y enlazado
entre sí, irrompible e inseparable. ¡Tenedlo en cuenta!
Los más favorecidos podrán percibir, aquí y allá, una
fracción de ello, pero la mayor parte sólo puede ser presentida. Así es como la
humanidad ha llegado a adquirir ciertos conocimientos sobre el particular. Ella
intentó ampliarlos más, a fin de conseguir una perfecta visión del conjunto,
pero no faltaron lagunas y errores. Muchos investigadores del dominio de la
materialidad etérea no han seguido un método progresivo en sus investigaciones,
han pasado muchas cosas por alto, por lo que, necesariamente, tenían que
hacerse una desvirtuada idea del conjunto. Otros, en cambio, rellenaron las
lagunas con fantásticos productos de su imaginación, los cuales ocasionaron
desfiguraciones y deformaciones que habían de quebrantar por necesidad la fe en
el Todo. Consecuencia de ello fueron los sarcasmos justificados, que, apoyados
por la falta de lógica de los pretendidos investigadores espirituales, tenían
que salir triunfantes.
Puesto que ha de hablarse de ello, es preciso, en primer
lugar, tender un hilo a través de todos los eventos que se desarrollan en la
obra de la creación. El observador podrá asirse a ese hilo y trepar por él
hacia arriba. Muchos de los procesos incomprensibles para él tienen su punto de
partida en el mismo medio ambiente inmediato. Una mirada en el mundo de las
formas mentales debería permitirle comprender muchas cosas que antes parecían
inexplicables.
También el aparato judicial, en el juicio de numerosos
casos, designaría como culpables, en el sentido propio de la palabra, a otros
muy distintos de los que había acusado anteriormente, y a ellos los haría
responsables en primer lugar. La clave de todo esto se encuentra en las
relaciones del individuo con el mundo de las formas mentales, que es el más
próximo a la humanidad terrestre.
De todas maneras, es beneficioso, para muchos, llevar
puesta la venda que no les deja percibir más que aquello que sus ojos
corporales pueden abarcar. La naturaleza de las actuales formas mentales los
espantaría.
Un terror paralizante pesaría sobre muchos de los que hoy
van viviendo sin escrúpulos, de la forma más ingenua o más inconsciente. Pues todo pensamiento concebido, como todo lo
del mundo etéreo, adquiere en seguida una forma, que personifica y representa
el verdadero sentido del pensamiento.
La viva fuerza creadora que inunda a los hombres, recoge
los elementos etéreos mediante la voluntad concentrada de un pensamiento
formulado, y los aglutina dándoles consistencia, de donde surge una forma que
es la expresión de la voluntad de ese pensamiento. Se trata, pues, de algo real
y vivo, que, de acuerdo con la ley de la atracción de las afinidades, atrae a
las especies análogas situadas en el mundo de las formas mentales, o es atraído
por ellas, según la intensidad de su propia fuerza.
En el mismo instante en que surge un pensamiento, es sentido más o menos intensamente, y su
forma etérea llevará también en sí una vitalidad
correspondiente. El mundo de las formas mentales está superpoblado. Por la
acción de la mutua atracción, se ha constituido una serie de centrales, de las
que refluyen sobre los hombres, por efecto de la concentración de fuerzas,
corrientes de influencias múltiples.
Esas influencias refluyen en primer lugar sobre los que
tienden a un mismo género de afinidad, es decir, sobre aquellos que llevan en
sí una cierta semejanza. Estos serán reforzados en su correspondiente voluntad,
y serán incitados a engendrar nuevas y más similares formas, las cuales
entrarán en el mundo de las formas mentales surtiendo sus efectos sobre las
afinidades.
Pero también los hombres que no son portadores de esas
cualidades pueden ser importunados. Poco a poco irán siendo atraídos hacia
ellas si esas centrales llegan a poseer una energía inimaginable a consecuencia
de un constante y renovado flujo. Sólo estarán protegidos de ellas los que
posean especies diferentes de intensidad mucho mayor, por lo que una unión con
los elementos no semejantes se hace imposible.
Pero, desgraciadamente, el odio, la envidia, los celos, la
lujuria, la avaricia y demás vicios, son los que más centrales tienen, y las
más potentes, dentro del mundo de las formas mentales, debido al ingente número
de sus partidarios. En cambio, la Pureza y el Amor tienen muy pocos. Esta es la
razón de que el mal tome una amplitud creciente con una velocidad vertiginosa.
A esto hay que agregar el hecho de que esas centrales de energía, situadas en
el mundo de las formas mentales, mantienen, a su vez, contacto con las análogas
esferas de las Tinieblas. Allí adquieren una mayor potencia, por lo que cada
vez poseen una mayor efectividad, de manera que, como consecuencia inmediata,
serán capaces de causar verdaderos estragos entre la humanidad.
Bendita sea, pues, la hora en que los pensamientos del puro
Amor vuelvan a ocupar un espacio mucho más extenso entre los hombres; así se
desarrollarán potentes centrales análogas en el mundo de las formas mentales,
las cuales recibirán un mayor acopio de fuerzas procedentes de las esferas
luminosas, por lo que no sólo proporcionarán energía a los que aspiran al bien,
sino que también actuarán sobre los corazones entenebrecidos para purificarlos
poco a poco.
Pero ha de observarse otra actividad en el mundo etéreo:
orientadas por la voluntad de su promotor, las formas mentales pueden
proyectarse. hacia determinadas personas y adherirse a ellas.
Si tales formas mentales son de pura y noble naturaleza,
contribuirán a enaltecer a la persona para la que estaban destinadas,
reforzarán el medio puro que la rodea protectoramente y podrán elevarla más y
confortarla para la ascensión, si esa persona posee sentimientos interiores de
naturaleza similar.
Pero los pensamientos impuros emponzoñarán inevitablemente
a la persona en cuestión, de la misma manera que un cuerpo físico se ensucia
con el estiércol y el lodo. Si la persona así mancillada no está anclada
interiormente en las centrales de corrientes luminosas, podrá suceder que su
sentimiento llegue a enturbiarse también por efecto de esas proyecciones de
pensamientos inmundos. Ello será posible porque las formas mentales indecentes,
adheridas a la persona a que nos referimos, pueden atraer especies afines, por
lo que, una vez reforzadas, irán emponzoñando más y más los pensamientos de
aquélla.
Naturalmente que la responsabilidad principal recae sobre
el que engendró tales indecentes pensamientos y los envió hacia la persona en
cuestión mediante su deseo o su concupiscencia; pues las formas mentales
permanecen siempre atadas a su promotor, y repercutirán en él conforme a la
naturaleza de las mismas.
Por eso es necesario exhortar una y otra vez a todos los
que buscan seriamente: “¡Cuidad la pureza de vuestros pensamientos!”. Poned en
ello todo vuestro empeño. No podéis suponer lo que creáis así. Un inmenso poder
está latente ahí. Cual vigorosos combatientes, podéis obrar como paladines de
la Luz y contribuir a la liberación de vuestro prójimo, sacándole de los
tentáculos de las deletéreas regiones de las formas mentales.
Si se quitase al hombre la venda que, hoy día, cubre sus
ojos, y pudiera contemplar el medio ambiente inmediato y etéreo, descubriría,
en primer lugar, un espantoso caos que le llenaría de temor. Pero ese temor
duraría solamente hasta el instante en que se percatara de la fuerza que lleva
dentro de sí, valiéndose de la cual, como si fuera afilada espada, puede dejar
libre el camino sin esfuerzo ninguno, sólo por la acción de su voluntad.
Las formas mentales se presentarían ante él bajo cientos de
miles de aspectos distintos, bajo todas las apariencias imaginables e
inimaginables según los puntos de vista terrenales. Pero cada una de ellas
lleva su sello personal profundamente impreso, reproduciendo vivamente, con
toda exactitud, la verdadera voluntad impuesta al concebir el pensamiento, sin
retoques ni engañosos artificios.
No obstante, a pesar de la diversidad de especies, se
descubriría en seguida su naturaleza peculiar, es decir, pese a la gran
variedad de aspectos se puede saber a qué grupo pertenecen. Así como un hombre
se distingue de un animal por el rostro, y las diferentes razas humanas pueden
ser identificadas por los rasgos fisonómicos, del mismo modo las formas
mentales poseen características peculiares que indican claramente si pertenecen
al grupo del odio, de la envidia, de la lujuria o de cualquiera otra categoría
fundamental.
Cada una de esas categorías fundamentales posee su sello
particular que es impreso en cada forma mental, dejando así patentizadas las
características que personifica, sea cual fuere el aspecto exterior que se le
haya dado al pensamiento concebido. Mediante este conocimiento, la aparente
confusión extrema ya no es tal.
Se observa el orden inmutable de las leyes fundamentales
que invaden toda la creación, esas leyes que, una vez conocidas y después de
adaptarse a ellas, garantizan una protección inestimable y proporcionan grandes
bendiciones.
Pero el que se oponga a ellas, sufrirá, como es natural,
sus ataques, y, si no llega a ser revolcado y despedazado, por lo menos será
objeto de una gran desbastación[UdW1] que le irá trasformando, en medio de
grandes dolores y amargas experiencias, hasta que se adapte al flujo de esas
leyes y deje de obstaculizarlas. Sólo entonces podrá ser trasportado por la
corriente hacia la altura.
Las formas mentales no emiten sus efectos solamente sobre
la humanidad, sino que su campo de acción es mucho más amplio, pues a ese mismo
mundo etéreo, a ese mismo ambiente inmediato, pertenece también la mayor parte
de los seres elementales. En cuanto uno se haya hecho a la idea de que todo
vive y adquiere forma, ya sea visible o invisible terrenalmente, no será
difícil concebir que también las fuerzas elementales posean forma.
Los gnomos, los elfos, las ondinas, las sílfides etc., los
genios del aire, de la tierra, del fuego, y del agua, pertenecen también al
grupo de esas fuerzas elementales tantas veces experimentadas por muchos, sobre
todo antiguamente. Esos entes están influenciados por las formas mentales, de
donde también puede derivarse mucho bien o mucho mal. Y así continúa todo. Lo
uno engrana con lo otro como las piezas de un mecanismo tan maravilloso que es
la más perfecta obra de arte.
Y en medio de todo ese engranaje se halla el hombre,
pertrechado de los medios para determinar el género de la trama que ha de
surgir, a raíz de los efectos surtidos en la creación, y para dar a ese mecanismo direcciones distintas.
Sed conscientes de esa inconmensurable responsabilidad;
pues todo se desarrolla en el propio círculo de vuestros dominios terrestres.
Nada se sale de ese marco, conforme a las sabias disposiciones del Creador.
Todo recae sobre vosotros mismos. Con vuestros deseos, pensamientos y voluntad,
podéis emponzoñar este mundo terrenal y el del más allá, o bien elevarlos y
purificarlos dirigiéndolos hacia la Luz. Por tanto, dad al destino una
dirección ascendente mediante la pureza de vuestros pensamientos.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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