viernes, 16 de diciembre de 2022

15. FORMAS MENTALES

 

15. FORMAS MENTALES

SENTAOS EN UN CAFÉ o en una cervecería cualquiera y observad las mesas ocupadas que están a vuestro alrededor. Escuchad las conversaciones. Prestad oído a lo que los hombres tienen que decirse. Reuníos en familia, observad el círculo de vuestras personas más allegadas, observadlas en las horas de descanso, cuando el trabajo ya no apremia.


Con consternación, descubriréis el vacío que se oculta tras las palabras que pronuncian los hombres cuando no pueden hablar de sus ocupaciones diarias. Experimentaréis, hasta llegar a hastiaros, la futilidad de sus pensamientos, la angustiosa estrechez de su círculo de aspiraciones, su terrible superficialidad; todo se pondrá de manifiesto en cuanto os ocupéis seriamente en observar con minuciosidad.

Las pocas excepciones que se os presentarán, es decir, los pocos hombres que, durante las horas de descanso de la vida cotidiana, están penetrados de un ardiente deseo de perfección espiritual, os parecerán seres extraños, solitarios en medio de la feria de la Vida.

Precisamente en esas horas de descanso podéis descubrir, con la mayor facilidad, la verdadera naturaleza de la vida interior del hombre, una vez que queda despojado de la apariencia exterior de su saber en el terreno de su especialidad, al dejar a un lado su habitual actividad profesional. Lo que queda después, eso es el hombre real. Observadle y escuchad lo que dice, sin tomar parte en la conversación. Pronto tendréis que interrumpir vuestras observaciones, pues os resultarán insoportables.

Una profunda tristeza se apoderará de vosotros cuando os déis cuenta de que muchos hombres se diferencian muy poco de las bestias. Cierto que no están tan embrutecidos como éstas, ya que poseen un intelecto superior, pero sus rasgos más fundamentales son los mismos. Como si llevaran anteojeras, van por la Vida mirando unilateralmente y no viendo ante sí más que lo netamente terrenal. Se ocupan en comer, en beber, en amontonar valores terrenales en mayor o menor cantidad; aspiran a los placeres corporales, y consideran que toda reflexión relativa a cosas que ellos no pueden ver es perder el tiempo, el cual, según su opinión, está mucho mejor aprovechado dedicándolo al “solaz”.

No pueden comprender, y no lo comprenderán nunca, que la vida terrenal, con todos sus placeres y alegrías, no adquiera su verdadero sentido más que cuando se esté familiarizado de alguna manera con el mundo de la materialidad etérea inherente a esa vida y cuando se tenga consciencia de los efectos recíprocos relacionados con él, por lo que ya no se tendrá la impresión de estar a merced del azar. Ellos lo desecharán lejos de sí, en la falsa creencia de que, si existe verdaderamente un mundo etéreo, sólo les proporcionará inconvenientes y temores a poco que se ocupen de él.

Ajenos a ellos es el pensamiento de que sólo las elevadas aspiraciones son capaces de dar a toda la existencia terrenal su verdadero valor y que, gracias a ellas, todas las alegrías y todos los placeres terrenales están penetrados del más maravilloso calor vital. Esas aspiraciones no se oponen, pues, a tales alegrías y placeres, sino que hacen partícipes de ellas a todo el que busca sinceramente y ansía lo más puro y elevado, dando lugar al más hermoso efecto recíproco bajo la forma de una ardiente afirmación de la Vida, la cual suele transformarse en un delirante entusiasmo por todo lo que existe y todo lo que se ofrece.

¡Insensatos los que desaprovechan tales oportunidades! ¡Cobardes! Nunca podrán experimentar el maravilloso gozo que siente el que camina valerosamente hacia adelante.

Regocijaos, pues, de que todo viva a vuestro alrededor, y de que esa vida se extienda hasta las más alejadas esferas aparentemente inconmensurables. Nada está muerto, nada está vacío, aunque todo parezca indicarlo. Todo es actividad, todo es movimiento, en virtud de la ley del efecto recíproco; y en el centro estáis vosotros, hombres, a fin de dar a los hilos, de los cuales sois punto de partida y meta final, una forma y una dirección nuevas. Como soberanos poderosos, cada uno de vosotros edificará por sí mismo su propio imperio y él os elevará o caerá sobre vosotros.

¡Despertad! Con plena consciencia de esa grandiosa actividad, usad ese poder que se os ha dado, a fin de que no engendréis, por estupidez, testarudez o también por pereza, monstruos informes, los cuales sofocan todo lo saludable y bueno, haciendo vacilar y caer a su propio autor.

Ya el inmediato ambiente etéreo que rodea al hombre puede contribuir, con mucho, a elevarle o a hundirle. Ese ambiente es el mundo singular de las formas mentales, cuya viva actividad no es más que una pequeña parte de la gigantesca maquinaria de la creación entera. Pero sus hilos atraviesan el mundo físico; uno de sus extremos está en el elevado mundo etéreo, el otro se encuentra en las profundidades del reino de las Tinieblas. Cual gigantesca red de venas o cordones nerviosos, todo está tejido y enlazado entre sí, irrompible e inseparable. ¡Tenedlo en cuenta!

Los más favorecidos podrán percibir, aquí y allá, una fracción de ello, pero la mayor parte sólo puede ser presentida. Así es como la humanidad ha llegado a adquirir ciertos conocimientos sobre el particular. Ella intentó ampliarlos más, a fin de conseguir una perfecta visión del conjunto, pero no faltaron lagunas y errores. Muchos investigadores del dominio de la materialidad etérea no han seguido un método progresivo en sus investigaciones, han pasado muchas cosas por alto, por lo que, necesariamente, tenían que hacerse una desvirtuada idea del conjunto. Otros, en cambio, rellenaron las lagunas con fantásticos productos de su imaginación, los cuales ocasionaron desfiguraciones y deformaciones que habían de quebrantar por necesidad la fe en el Todo. Consecuencia de ello fueron los sarcasmos justificados, que, apoyados por la falta de lógica de los pretendidos investigadores espirituales, tenían que salir triunfantes.

Puesto que ha de hablarse de ello, es preciso, en primer lugar, tender un hilo a través de todos los eventos que se desarrollan en la obra de la creación. El observador podrá asirse a ese hilo y trepar por él hacia arriba. Muchos de los procesos incomprensibles para él tienen su punto de partida en el mismo medio ambiente inmediato. Una mirada en el mundo de las formas mentales debería permitirle comprender muchas cosas que antes parecían inexplicables.

También el aparato judicial, en el juicio de numerosos casos, designaría como culpables, en el sentido propio de la palabra, a otros muy distintos de los que había acusado anteriormente, y a ellos los haría responsables en primer lugar. La clave de todo esto se encuentra en las relaciones del individuo con el mundo de las formas mentales, que es el más próximo a la humanidad terrestre.

De todas maneras, es beneficioso, para muchos, llevar puesta la venda que no les deja percibir más que aquello que sus ojos corporales pueden abarcar. La naturaleza de las actuales formas mentales los espantaría.

Un terror paralizante pesaría sobre muchos de los que hoy van viviendo sin escrúpulos, de la forma más ingenua o más inconsciente. Pues todo pensamiento concebido, como todo lo del mundo etéreo, adquiere en seguida una forma, que personifica y representa el verdadero sentido del pensamiento.

La viva fuerza creadora que inunda a los hombres, recoge los elementos etéreos mediante la voluntad concentrada de un pensamiento formulado, y los aglutina dándoles consistencia, de donde surge una forma que es la expresión de la voluntad de ese pensamiento. Se trata, pues, de algo real y vivo, que, de acuerdo con la ley de la atracción de las afinidades, atrae a las especies análogas situadas en el mundo de las formas mentales, o es atraído por ellas, según la intensidad de su propia fuerza.

En el mismo instante en que surge un pensamiento, es sentido más o menos intensamente, y su forma etérea llevará también en sí una vitalidad correspondiente. El mundo de las formas mentales está superpoblado. Por la acción de la mutua atracción, se ha constituido una serie de centrales, de las que refluyen sobre los hombres, por efecto de la concentración de fuerzas, corrientes de influencias múltiples.

Esas influencias refluyen en primer lugar sobre los que tienden a un mismo género de afinidad, es decir, sobre aquellos que llevan en sí una cierta semejanza. Estos serán reforzados en su correspondiente voluntad, y serán incitados a engendrar nuevas y más similares formas, las cuales entrarán en el mundo de las formas mentales surtiendo sus efectos sobre las afinidades.

Pero también los hombres que no son portadores de esas cualidades pueden ser importunados. Poco a poco irán siendo atraídos hacia ellas si esas centrales llegan a poseer una energía inimaginable a consecuencia de un constante y renovado flujo. Sólo estarán protegidos de ellas los que posean especies diferentes de intensidad mucho mayor, por lo que una unión con los elementos no semejantes se hace imposible.

Pero, desgraciadamente, el odio, la envidia, los celos, la lujuria, la avaricia y demás vicios, son los que más centrales tienen, y las más potentes, dentro del mundo de las formas mentales, debido al ingente número de sus partidarios. En cambio, la Pureza y el Amor tienen muy pocos. Esta es la razón de que el mal tome una amplitud creciente con una velocidad vertiginosa. A esto hay que agregar el hecho de que esas centrales de energía, situadas en el mundo de las formas mentales, mantienen, a su vez, contacto con las análogas esferas de las Tinieblas. Allí adquieren una mayor potencia, por lo que cada vez poseen una mayor efectividad, de manera que, como consecuencia inmediata, serán capaces de causar verdaderos estragos entre la humanidad.

Bendita sea, pues, la hora en que los pensamientos del puro Amor vuelvan a ocupar un espacio mucho más extenso entre los hombres; así se desarrollarán potentes centrales análogas en el mundo de las formas mentales, las cuales recibirán un mayor acopio de fuerzas procedentes de las esferas luminosas, por lo que no sólo proporcionarán energía a los que aspiran al bien, sino que también actuarán sobre los corazones entenebrecidos para purificarlos poco a poco.

Pero ha de observarse otra actividad en el mundo etéreo: orientadas por la voluntad de su promotor, las formas mentales pueden proyectarse. hacia determinadas personas y adherirse a ellas.

Si tales formas mentales son de pura y noble naturaleza, contribuirán a enaltecer a la persona para la que estaban destinadas, reforzarán el medio puro que la rodea protectoramente y podrán elevarla más y confortarla para la ascensión, si esa persona posee sentimientos interiores de naturaleza similar.

Pero los pensamientos impuros emponzoñarán inevitablemente a la persona en cuestión, de la misma manera que un cuerpo físico se ensucia con el estiércol y el lodo. Si la persona así mancillada no está anclada interiormente en las centrales de corrientes luminosas, podrá suceder que su sentimiento llegue a enturbiarse también por efecto de esas proyecciones de pensamientos inmundos. Ello será posible porque las formas mentales indecentes, adheridas a la persona a que nos referimos, pueden atraer especies afines, por lo que, una vez reforzadas, irán emponzoñando más y más los pensamientos de aquélla.

Naturalmente que la responsabilidad principal recae sobre el que engendró tales indecentes pensamientos y los envió hacia la persona en cuestión mediante su deseo o su concupiscencia; pues las formas mentales permanecen siempre atadas a su promotor, y repercutirán en él conforme a la naturaleza de las mismas.

Por eso es necesario exhortar una y otra vez a todos los que buscan seriamente: “¡Cuidad la pureza de vuestros pensamientos!”. Poned en ello todo vuestro empeño. No podéis suponer lo que creáis así. Un inmenso poder está latente ahí. Cual vigorosos combatientes, podéis obrar como paladines de la Luz y contribuir a la liberación de vuestro prójimo, sacándole de los tentáculos de las deletéreas regiones de las formas mentales.

Si se quitase al hombre la venda que, hoy día, cubre sus ojos, y pudiera contemplar el medio ambiente inmediato y etéreo, descubriría, en primer lugar, un espantoso caos que le llenaría de temor. Pero ese temor duraría solamente hasta el instante en que se percatara de la fuerza que lleva dentro de sí, valiéndose de la cual, como si fuera afilada espada, puede dejar libre el camino sin esfuerzo ninguno, sólo por la acción de su voluntad.

Las formas mentales se presentarían ante él bajo cientos de miles de aspectos distintos, bajo todas las apariencias imaginables e inimaginables según los puntos de vista terrenales. Pero cada una de ellas lleva su sello personal profundamente impreso, reproduciendo vivamente, con toda exactitud, la verdadera voluntad impuesta al concebir el pensamiento, sin retoques ni engañosos artificios.

No obstante, a pesar de la diversidad de especies, se descubriría en seguida su naturaleza peculiar, es decir, pese a la gran variedad de aspectos se puede saber a qué grupo pertenecen. Así como un hombre se distingue de un animal por el rostro, y las diferentes razas humanas pueden ser identificadas por los rasgos fisonómicos, del mismo modo las formas mentales poseen características peculiares que indican claramente si pertenecen al grupo del odio, de la envidia, de la lujuria o de cualquiera otra categoría fundamental.

Cada una de esas categorías fundamentales posee su sello particular que es impreso en cada forma mental, dejando así patentizadas las características que personifica, sea cual fuere el aspecto exterior que se le haya dado al pensamiento concebido. Mediante este conocimiento, la aparente confusión extrema ya no es tal.

Se observa el orden inmutable de las leyes fundamentales que invaden toda la creación, esas leyes que, una vez conocidas y después de adaptarse a ellas, garantizan una protección inestimable y proporcionan grandes bendiciones.

Pero el que se oponga a ellas, sufrirá, como es natural, sus ataques, y, si no llega a ser revolcado y despedazado, por lo menos será objeto de una gran desbastación[UdW1]  que le irá trasformando, en medio de grandes dolores y amargas experiencias, hasta que se adapte al flujo de esas leyes y deje de obstaculizarlas. Sólo entonces podrá ser trasportado por la corriente hacia la altura.

Las formas mentales no emiten sus efectos solamente sobre la humanidad, sino que su campo de acción es mucho más amplio, pues a ese mismo mundo etéreo, a ese mismo ambiente inmediato, pertenece también la mayor parte de los seres elementales. En cuanto uno se haya hecho a la idea de que todo vive y adquiere forma, ya sea visible o invisible terrenalmente, no será difícil concebir que también las fuerzas elementales posean forma.

Los gnomos, los elfos, las ondinas, las sílfides etc., los genios del aire, de la tierra, del fuego, y del agua, pertenecen también al grupo de esas fuerzas elementales tantas veces experimentadas por muchos, sobre todo antiguamente. Esos entes están influenciados por las formas mentales, de donde también puede derivarse mucho bien o mucho mal. Y así continúa todo. Lo uno engrana con lo otro como las piezas de un mecanismo tan maravilloso que es la más perfecta obra de arte.

Y en medio de todo ese engranaje se halla el hombre, pertrechado de los medios para determinar el género de la trama que ha de surgir, a raíz de los efectos surtidos en la creación, y para dar a ese mecanismo direcciones distintas.

Sed conscientes de esa inconmensurable responsabilidad; pues todo se desarrolla en el propio círculo de vuestros dominios terrestres. Nada se sale de ese marco, conforme a las sabias disposiciones del Creador. Todo recae sobre vosotros mismos. Con vuestros deseos, pensamientos y voluntad, podéis emponzoñar este mundo terrenal y el del más allá, o bien elevarlos y purificarlos dirigiéndolos hacia la Luz. Por tanto, dad al destino una dirección ascendente mediante la pureza de vuestros pensamientos.


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Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio


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