16. ¡VELA Y ORA!
CUÁNTAS VECES se habrá repetido esta máxima del Hijo de Dios, como consejo bienintencionado y advertencia, sin que el que la pronuncia y tampoco el que recibe el consejo se tomen la molestia de reflexionar sobre el verdadero significado de esas palabras.
Todo hombre sabe lo que quiere decir “orar”, o, mejor dicho,
cree saberlo, cuando, en realidad, no lo sabe. También pretende conocer
exactamente el significado de “velar”, y, sin embargo, está muy lejos de ello.
“Velad y orad” es una reproducción simbólica de la
exhortación a mantener despierta la capacidad sensitiva, es decir, la actividad
del espíritu. El término espíritu ha de tomarse aquí en el verdadero sentido, y no debe ser considerado como la actividad
cerebral, pues el sentimiento es la
única forma de expresión del espíritu humano. En ninguna otra cosa despliega su actividad el espíritu del hombre,
es decir, su germen originario, el cual, durante su periplo a través de la
poscreación, se ha convertido en el “Yo” propiamente dicho.
“Vela y ora” no significa, pues, otra cosa que un consejo
para ayudar a sensibilizar y reforzar la capacidad sensitiva del hombre
terrenal, una sugerencia para que mantenga vivo su espíritu, que es el único
valor eterno del hombre, y que será también el único que podrá retornar al
Paraíso de donde partió. Tiene que regresar allí necesariamente, ya sea en la plenitud de su madurez y consciente de
sí mismo, o en estado de inconsciencia; es decir, como un Yo vivo, tal como la
Luz desea, como un ser útil a la creación, o como una individualidad desgarrada
y muerta que no ha sido de utilidad para la creación.
La exhortación del Hijo de Dios “vela y ora” es, por tanto,
una de las más graves que ha legado a la humanidad. Pero también es una
advertencia amenazadora de que, si no se desea que sobrevenga la condenación
como consecuencia del efecto autoactivo de las leyes divinas en la creación, es
menester ser útiles a ésta.
¡Mirad a la mujer! Ella posee, como el don más precioso de
la feminidad, una delicadeza de sentimientos como ninguna otra criatura puede
alcanzar. Por eso, sólo se debería
hablar de la noble feminidad de esta
creación, ya que ella es portadora de las cualidades más eficientes para
conseguir la realización de todo lo bueno.
Pero en eso estriba también la gran responsabilidad de la
mujer. He aquí la razón de que
Lucifer, con todas las huestes de que dispone, considere a la mujer como su
principal objetivo, a fin de poder someter bajo su poder a toda la creación.
Desgraciadamente, Lucifer halló en la mujer de la
poscreación un terreno muy propicio. Con los ojos bien abiertos, ella corrió a
su encuentro, emponzoñando con su proceder toda la creación posterior, y
convirtiendo los puros conceptos en deformadas imágenes, lo que había de
provocar inevitablemente confusión entre los espíritus humanos.
La pura flor de la noble feminidad, colofón de la
poscreación, se denigró a sí misma bajo la influencia del Tentador, y se
convirtió en seguida en venenosa planta de vivos colores, cuyo perfume
embriagador atrae a todos hacia el lugar en que ella se yergue, hacia ese pantano que devora a todo el que se
acerca, con su sofocante blandura.
¡Ay de la mujer! Por no haber empleado debidamente los
elevadísimos valores que le fueron confiados, será la primera sobre la que
caerá la espada de la Justicia divina, a no ser que se decida, por la movilidad
del sentimiento que le es propio, a ponerse al frente de la indispensable
evolución de la humanidad, sacándola de las ruinas de una vida falsamente
edificada sobre deformados conceptos, nacidos de las sugestiones de Lucifer.
En vez de afanarse ejemplarmente en conservar la joya de la
blanca flor de su noble pureza, la mujer se entregó a la coquetería y a la
vanidad, teniendo como campo de acción una vida social de impúdicas costumbres.
La mujer se percató en seguida de que con ello había
perdido la verdadera joya de la feminidad, y aceptó de las Tinieblas la
compensación que le ofrecía, usando de sus encantos físicos indecentemente, y
convirtiéndose en una fanática seguidora de las modas más desvergonzadas, con
lo que fue hundiéndose cada vez más profundamente, arrastrando consigo a los
hombres al excitar sus instintos, lo cual tenía que impedir el desarrollo de su
espíritu.
Pero de ese modo, cultivaron dentro de si el germen que, a
consecuencia del efecto recíproco y cuando tenga lugar el necesario Juicio
Universal, precipitará en la perdición a todos cuantos hayan pecado de esa
suerte, convirtiéndose en frutos podridos de la creación, incapaces de resistir
las tempestades purificadoras que se aproximan produciendo ensordecedores
rugidos.
Que nadie se ensucie las manos con los adoradores de esos
ídolos de la vanidad y la seducción cuando quieran asirse a ellas para salir de
su miseria y encontrar la salvación. Dejadlos que se hundan, rechazadlos: no
hay en ellos valor alguno que pueda se empleado en la edificación del nuevo
mundo prometido.
No ven lo ridículo y absurdo de su comportamiento. Sus
risas y burlas, dirigidas a las pocas mujeres que aún siguen intentando
conservar su pureza y su verdadera feminidad y no dejan morir en ellas el delicado sentimiento de pudor, ese sentimiento que es lo más hermoso en
la mujer y en las jóvenes, esas burlas, como digo, pronto se convertirán en
gritos de dolor y quedarán sofocadas.
La mujer de la poscreación se encuentra puesta como sobre
el filo de un cuchillo, debido a los dones superiores que ella recibió. Tendrá
que dar minuciosa cuenta del uso que les haya dado. No habrá posibilidad de
disculpa alguna. Ya no hay tiempo para desandar el camino y enmendarse. Mucho
antes tenían que haber pensado en ello y haber sabido que su opinión no podía oponerse a la férrea Voluntad de Dios, en la
cual sólo tiene cabida la Pureza clara
como el cristal.
Pero la mujer del futuro, la que haya conseguido salvarse
con sus valores en medio de esta época degenerada, de esta Sodoma y Gomorra
moderna, y las mujeres de generaciones venideras llevarán consigo, por fin, esa
flor de la feminidad, a la que todos se acercarán con el santo respeto de la más pura veneración. Será la mujer que vivirá conforme a la
Voluntad divina, esto es, siendo en la creación la radiante corona que puede y debe ser, invadiendo todo con las vibraciones captadas de las
alturas luminosas y trasmitidas sin enturbiamiento ninguno, dada la facultad
propia de la sutilidad del sentimiento femenino.
Las palabras del Hijo de
Dios: “Velad y orad” quedarán personificadas en cada una de esas mujeres futuras, como deberían haberse
personificado ya en la mujer de hoy, pues
en las vibraciones de la capacidad sensitiva femenina reside, cuando aspiran a
la Luz y a la Pureza, el permanente estado de vela y las más hermosa de las
oraciones gratas a Dios.
Una vibración tal hace vivir un gozo pleno de
agradecimiento. Y eso es la oración, tal como debe ser. Pero ese
vibrar implica también un continuo estar a la espectativa, es decir, un constante
velar, pues todo defecto que intente
acercarse y toda mala voluntad serán registrados y percibidos en seguida, por
esas vibraciones supersensibles, mucho antes de que lleguen a convertirse en
pensamientos, por lo que siempre le
será factible a la mujer protegerse a su debido tiempo, si es que ella no decide otra cosa.
A pesar de la delicadeza de esas vibraciones, está latente
en ella una fuerza capaz de transformar todo
lo existente en la creación. Nada puede oponerse a ella, pues lleva en sí
la Luz, y, por tanto, vida.
Ya lo sabía Lucifer perfectamente. Por eso dirigió todos
sus ataques y tentaciones en contra de la feminidad. Sabía que, si conseguía
conquistar a la mujer, todo lo demás
caería fácilmente en su poder. Y desgraciadamente… consiguió lo que se
proponía, como puede comprobar hoy, con toda claridad, el que quiera ver.
He aquí por qué la llamada de la Luz va dirigida
nuevamente, en primer lugar, a la mujer. Ella debería percatarse, por fin, de lo bajo que ha caído. Debería
reconocerlo si… si su vanidad se lo permitiera. Pero esa añagaza de Lucifer mantiene tan hechizada a la feminidad, que
ya no puede ni percibir la Luz; más aún: ya
no la quiere, pues la mujer moderna es incapaz de deshacerse de su necia
frivolidad, a pesar de que siente en ella, de una forma un tanto vaga, lo que
ha perdido con ello. En realidad, lo sabe
muy ciertamente, pero procura ahogar las advertencias del sentimiento,
claramente conscientes en ella, arrojándose ciegamente, como fustigada con
furia, en brazos de nuevas ridiculeces, masculinizando
su profesión y todo su ser, en lugar de volver a su verdadera feminidad,
que es el don más precioso de toda la creación, y cumplir así la misión que le
ha sido encomendada por la Luz.
Ella es la que
roba al hombre todo lo sublime, impidiendo así el florecimiento de la noble
virilidad.
Allí donde el hombre no pueda contemplar a la mujer en toda su
feminidad, ninguna nación ni pueblo alguno podrá alcanzar su pleno desarrollo.
Solamente una feminidad auténtica y pura puede incitar al
hombre a grandes empresas. De otra manera es imposible. Esa ha de ser la profesión de la mujer en la creación, de acuerdo
con la Voluntad divina. Contribuirá así a la evolución de los pueblos, de la
humanidad, hasta de toda la poscreación, pues solamente en ella está latente
esa fuerza suprema que se manifiesta en su dulzura. Un poder irresistible y
persuasivo, bendito por la Fuerza divina, surgirá siempre que la mujer haga uso
de la voluntad más pura. Nada puede compararse con ella, pues todo lo que es
objeto de su influencia, todo lo que procede de ella, pone de manifiesto la
belleza en su forma más depurada.
Su acción debe extenderse, por tanto, a toda la creación,
reanimándola, sosteniéndola, impulsándola y vivificándola, como un hálito del
Paraíso añorado.
Esa perla entre todos los dones de vuestro Creador fue lo primero que Lucifer, usando de todas
sus astucias y perfidias, ha procurado conseguir, consciente de que con ello
queda destruida la base que os sostiene y vuestro anhelo de Luz. Pues en la
mujer se halla el precioso secreto de poder suscitar en la creación la pureza y
la nobleza de todos los pensamientos, el entusiasmo por las empresas más
grandes y las actividades más nobles… a condición de que ella sea tal como el
Creador se propuso cuando la colmó de todos esos dones.
¡Y vosotras os dejasteis seducir con toda facilidad!
Sucumbisteis a las tentaciones sin lucha ninguna. Y hoy, la mujer, esclava
voluntaria de Lucifer, emplea los magníficos dones de Dios para un fin
contrario a aquel para el que fueron concedidos, sometiendo así a toda la
poscreación al poder de las Tinieblas.
Insensatas caricaturas son lo único que ha quedado de lo
que Dios quería que surgiera en la creación, para gozo y felicidad de todas las
criaturas. Cierto que todo ha evolucionado, pero, bajo la influencia de
Lucifer, todo ha sido deformado, desfigurado y falseado.
La mujer de la poscreación se prestó, además, como
intermediaria. Sobre el claro terreno de la Pureza se ha formado un cenagal
pestilente. El radiante entusiasmo se ha trocado en embriaguez sensual. Ahora pretendéis luchar, pero no os
atenéis a las condiciones impuestas por la Luz, a fin de permanecer en la
ilusión que os proporciona vuestra fatuidad, en esa complacencia frívola que
sentís de vosotras mismas y que os embriaga.
Hoy día, muy pocas son las mujeres capaces de sufrir con
éxito el examen de una mirada pura. La mayoría de ellas se revelan como
leprosas. Su belleza, es decir, su verdadera feminidad, está carcomida y nunca
más podrá ser restaurada. Repugnancia de si mismas sentirán muchas de ellas,
susceptibles aún de salvarse, si, después de muchos años, echan una mirada
retrospectiva y reflexionan sobre todo lo que, hasta ahora, han considerado como
bueno y hermoso.
Será como un despertar y una convalecencia de las
pesadillas febriles más terribles.
Pero si la mujer fue capaz de arrastrar a la poscreación
entera al abismo, también posee poder para volver a encumbrarla y para hacerla
evolucionar, pues el hombre también seguirá su ejemplo.
Pronto, después de la depuración, llegará el tiempo en que pueda gritarse con alborozo: “He
ahí a la mujer, la verdadera mujer,
tal como debe ser, en toda su grandeza, en su pureza más noble, en la plenitud
de su poder”. En ella quedarán patentizadas, con toda naturalidad y de la forma
más bella, las palabras de Cristo: “Velad y orad”.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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