lunes, 26 de diciembre de 2022

17. UNA NUEVA LEY

 

17. UNA NUEVA LEY

OS HE DICHO: “Os es dado, si lo deseáis, recorrer las creaciones adquiriendo la consciencia de vosotros mismos; pero no debéis hacerlo infligiendo algún mal a otro para satisfacer el propio deseo.”

No hay nada en la creación de lo que no podáis disfrutar en el sentido que ella misma os da, es decir, para el fin con que ha sido desarrollado. Pero vosotros desconocéis la finalidad de muchas cosas e incurrís en faltas de exageración que necesariamente han de ocasionar daños en lugar de beneficios. Con mucha frecuencia, el deseo de probar, la voluntad de conocer y el afán de gozar se intensifican hasta convertirse en una pasión que acaba por encadenaros y esclaviza inmediatamente al libre albedrío, con lo que, por culpa vuestra, os hacéis vasallos en lugar de amos.

Nunca os dejéis avasallar por el goce, sino tomad sólo lo que sea necesario en la vida terrenal para el mantenimiento y evolución de los bienes a vosotros confiados. Por el exceso, impedís todo desarrollo, tanto si se trata del cuerpo coma del alma. Por el exceso lo impedís exactamente igual que por la omisión o insuficiencia, perturbando el inmenso devenir querido por Dios. Todo lo que, con la mejor voluntad, tratéis de oponer a esas faltas en calidad de compensación o de reparación, no pasará de ser un remiendo cuyos recosidos causan un deplorable efecto y nunca pueden presentar el mismo aspecto que una obra homogénea e intacta.

En la realización de la promesa: “Todas las cosas serán hechas nuevas”, no se encierra el sentido de una transformación, sino de una neo-formación después del derrumbamiento de todo lo que el espíritu humano haya deformado y emponzoñado. Y comoquiera que ya no existe nada que el hombre, en su presunción, no haya tocado y emponzoñado, todo tendrá que venirse abajo para, después, ser hecho nuevo, pero no según la voluntad humana como hasta ahora, sino conforme a la Voluntad divina, que aún no ha sido comprendida por las almas humanas, corrompidas a causa de su egoísta volición.

La humanidad ha tocado todo lo que la Voluntad de Dios creó, pero sin llegar a reconocerlo, como debiera ser la misión de todo espíritu humano. Ha tocado todo presuntuosamente creyéndose ser maestra, no haciendo otra cosa que menospreciar y manchar toda pureza.

¡Pero qué conoce el hombre del concepto de Pureza! ¡Qué ha hecho, ya, de la inconmensurable majestad de la verdadera Pureza, con su forma de ser criminal y mezquina! Ha empañado ese concepto, lo ha adulterado, arrastrándolo al fango de sus bajas y sucias apetencias, allí donde ya no puede escuchar la voz del sentimiento de su espíritu y sólo sigue los dictados de su limitada sensación, creada por el intelecto como efecto retroactivo de su propio pensar. Sin embargo, en el futuro, la sensación habrá de volver a ser pura.

La sensación es para el sentimiento lo que el intelecto debe ser para el espíritu: un instrumento para la actividad en la existencia física. Pero actualmente, la sensación ha sido rebajada y reducida a la categoría de instrumento del intelecto, con lo que ha sido deshonrada. Así como el espíritu, portador del sentimiento como expresión de su actividad, quedó oprimido, encadenado por el pecado original de la supremacía del intelecto, del mismo modo la sensación, más física y engendrada por el intelecto, también tenía que triunfar simultáneamente sobre la pureza del sentimiento espiritual, oprimiéndolo y privándolo de toda posibilidad de una acción saludable en la creación.

Una falta trajo consigo automáticamente la otra como consecuencia natural. Por eso sucede que los hombres de hoy, sin saberlo, no encuentran ahí más que plomo en vez de oro y asignan a aquél el valor de éste, puesto que ya no conocen en absoluto lo que es sentir puramente.

Pero así como el espíritu debe estar unido al intelecto en la debida proporción: el espíritu, dominando y dirigiendo; el intelecto, en calidad de instrumento, preparando el camino y creando posibilidades para la imposición de la voluntad espiritual en la materialidad, del mismo modo, ahora, el sentimiento actuará simultáneamente dirigiendo y vivificando, mientras que la sensación, obedeciendo los dictados del sentimiento, impondrá en la materialidad física la acción. Entonces, la sensación también adquirirá muy pronto y rápidamente formas más nobles, y el abominable decaimiento moral de los conceptos, que sólo pudo instaurarse por la dominación de la sensación en los tiempos actuales, desaparecerá en seguida en un vuelo hacia las alturas.

Una vez que la actividad de la sensación sea dirigida por el sentimiento, no habrá en todos los pensamientos y obras más que belleza, equilibrio, ennoblecimiento. Jamás exigencia, sino siempre una generosidad consagrada: esto debe ser tenido en cuenta en todo; también en el amor y en el matrimonio.

Vosotros, cortos de vista y de entendimiento, soléis tomar por puros a hombres que, en realidad, según las leyes de la creación, cuentan entre los más réprobos. Hay muchas acciones que vosotros, en vuestra estrechez de miras, juzgáis impuras sin más, cuando lo cierto es que irradian pureza; mientras que mucho de lo que consideráis como puro es impuro.

Más de una acción que vosotros pretendéis mancillar con sarcasmos y desprecios, es elevada por la pureza del sentimiento a una altura insospechada para vosotros. Por consiguiente, liberad primeramente vuestro sentimiento, a fin de poder juzgar debidamente y discernir exactamente entre lo bueno y lo malo; pues, si no, os equivocaréis inevitablemente.

No penséis, tampoco, que habéis “superado” en vosotros esto o aquello, mientras no hayáis estado en peligro y no se os haya presentado la ocasión de ceder a las flaquezas en la certeza de que nadie se enterará de ello. Tampoco la huida a la soledad aporta beneficio real a nadie; eso no es más que una prueba de que ese ser humano se siente demasiado débil para la lucha o que está cansado, pudiendo ser también que desconfíe de sí mismo y tema sucumbir a la tentación si la ocasión si presenta.

Ser fuerte es otra cosa, se manifiesta de otra manera. El fuerte sigue su camino a través de todos los peligros, decidido e impertérrito. No puede ser abatido, él mismo no se desvía, sino que conoce y ve su elevado fin, cuya consecución es, para él, mucho más valiosa que todo lo que se le quiera ofrecer.

¡Es preciso que el hombre se vuelva nuevo en todo, nuevo y fuerte en sí mismo!

Para esa nueva empresa, os doy un consejo:

“No causéis ningún daño más a vuestro prójimo para satisfacer el propio deseo”.

Aún no habéis comprendido todo lo que se contiene en esas palabras. Es el mejor báculo para la peregrinación del hombre a través de las esferas de la creación hasta el Paraíso.

A eso añado un segundo consejo:

“Cuidad correctamente los bienes confiados a vosotros en la Tierra, entre los que también se cuenta el cuerpo terrenal. No permitáis nunca que el goce se convierta en una pasión, y así, quedaréis libres de cadenas que os retengan”.

Para todo hombre de sinceras aspiraciones, debería ser condición en la Tierra que el tratamiento de “tú” constituyera algo estrictamente sagrado de uso muy restringido. Sólo debe ser empleado u ofrecido en casos excepcionales. En el mundo etéreo, en el llamado “más allá”, eso es diferente. Allí, los límites de la madurez de los espíritus están trazados rigurosamente y no pueden ser traspasados sin más. Allí viven juntas las verdaderas afinidades, conforme a la ley de la creación, y únicamente la afinidad da derecho al “tú”.

Pero, en la materialidad física, es preciso, primeramente, que esos límites sean trazados. Aquí, el cuerpo terrenal físico hace posible una estrecha reunión de los espíritus de todos los grados de madurez, cosa que no se repite en ninguno de los restantes planos.

Trazad, pues, para el futuro, un límite, aun cuando todavía no podáis comprender del todo su necesidad y gran importancia.

Ya me he referido a eso en mi Mensaje al hablar del “beso de la amistad”. A ese dominio pertenece también la emponzoñadora costumbre de tratarse de “tú”, rompiendo y rebasando, con ello, una de las barreras más necesarias en la materialidad física, una barrera que os garantiza un sostenimiento que no sois capaces de apreciar en todo su valor.

Por tanto, para todo el que aspira a la Luz, ha de constituir un mandamiento hacer escaso uso de la costumbre de ofrecer a su prójimo el familiar “tú”. Lo mejor sería que prescindiese de ello por completo.

Rehusadlo si se os fuese ofrecido, salvo en caso de tratarse de una unión para la vida terrenal, es decir, en caso de matrimonio. Al cabo de los años, os daréis cuenta del valor que reside en ese mandamiento. Me sobrecojo de espanto cada vez que oigo hablar de ello, pues conozco los perniciosos efectos que causa esa costumbre. Pero nadie tiene la menor idea de eso.

Con ese “tú” — sobre todo el “tú” a la usanza de los países de lengua alemana, cada alma establece una ligazón susceptible de mantenerse hasta más allá de la tumba.

Por ese “tú” se tienden inmediatamente, entre uno y otro, determinados hilos que no son inofensivos en modo alguno y pueden retener a los espíritus, incluso a aquellos que estuvieran capacitados para la ascensión. Pues muy raras veces sucederá que una unión semejante se verifique entre dos espíritus que lleven en sí el mismo grado de madurez en todas las cosas, es decir, que se encuentren espiritualmente al mismo nivel.

Y cuando dos espíritus distintos se unen, nunca pasa que el más bajo se eleve, sino que el más elevado es arrastrado hacia abajo, conforme a la ley; pues, en la creación, sólo el más elevado puede descender a planos inferiores, mientras que un espíritu nunca puede dar un solo paso más arriba del lugar en que se encuentra.

Así pues, al ser establecida voluntariamente una estrecha unión entre dos espíritus de distinta madurez, el más elevado de ellos tiene que descender, o bien es retenido por el otro, aún retrasado en cuanto a la madurez, el cual penderá de él, por medio de esa ligazón, como un peso. No todos tienen la fuerza de guiar al menos maduro de modo que ascienda hasta ellos. Esos tales son excepciones con las que no se debe contar. Asimismo, una liberación total, después de la voluntaria unión, no resulta fácil.

He ahí un hecho cuya terribilidad el hombre terrenal no ha tenido nunca en cuenta. Durante la existencia terrenal, pasa inconscientemente por encima de esos abismos, y, en todos los casos, sin excepción, se verá impedido en cuanto infrinja la ley. Muchas veces, será retenido como por invisibles enredaderas, lo mismo que un nadador cuando bucea en lugares que no conoce.

Se acerca el tiempo en que quedaréis libres del peligro que tantas víctimas causa en la Tierra cada día, cada hora. ¡Quedaréis libres por el conocimiento! Pero, entonces, los matrimonios también serán distintos, lo mismo que los lazos de amistad y demás relaciones, que ya llevan en sí, claramente, la denominación de “ligazón”. Terminarán, así, todas las controversias entre amigos, desapareciendo las hostilidades y los malentendidos, y guardando todo la armonía más perfecta mediante el acatamiento de esa ley incomprendida hasta ahora.

Sin embargo, hasta ese instante, sólo se os puede ayudar con el consejo: ¡Sed comedidos en el uso del familiar “tú”! Su observancia os preservará de cuantiosos males. Puede hacer que vuestra ascensión espiritual se acorte en miles de años. No olvidadlo nunca, aunque, actualmente, todavía no comprendáis nada sobre el particular. Os doy con ello la mejor arma para evadiros de las enredaderas de naturaleza etérea.

En la materialidad física necesitáis más mandamientos de los que se precisan en los mundos etéreos, en los que los espíritus humanos no pueden menos que relacionarse con su afinidad, si bien esa afinidad se compone de muchas gradaciones y presenta, por tanto, formas muy diversas.

Así pues, siguiendo mi consejo, quedaréis libres de un pesado e inútil lastre que la humanidad no cesa de echar sobre sí una y otra vez.

No toméis el “más allá” como ejemplo; pues está sometido a leyes más sencillas. También los moradores de ese más allá tienen que instruirse primeramente durante la nueva época, que ha sido anunciada como la de los mil años. No están más capacitados que vosotros mismos, y tampoco conocen más que lo necesario para el plano en que viven. Por eso, la comunicación con los espiritistas habrá de quedar interrumpida siempre que no se derive de ella sino daño a causa de los malentendidos y de esa estúpida presunción que ya ha dado lugar a numerosas interpretaciones falsas de cosas verdaderamente valiosas, induciendo a error a las masas o impidiéndolas reconocer la Verdad ahora.

Más no os dejéis engañar, sino escuchad mi consejo, que es para ayuda vuestra. Ya podríais reconocer hoy, fácilmente, su valor, si miraseis a vuestro alrededor con más atención. No significa esto que debáis abolir sin motivo cosas ya establecidas. Eso no sería solución ninguna, sino una mera tentativa de la impropia y malsana transformación. Sin embargo, debéis comportaros de otra manera, es decir, nunca más irreflexivamente, despreocupadamente. Debéis levantar un edificio completamente nuevo. El viejo se derrumbará por sí solo.

Y si os digo además:

“El hombre no debe convivir nunca con quien no pueda respetar”, tendréis, entonces, lo que necesitáis para vuestra vida terrenal con el fin de poder quedar libres de todo karma. Adoptarlo como principio para vuestro camino.

No obstante, para poder ascender, también tiene que existir en vosotros, además de lo dicho, el vehemente anhelo del puro y luminoso reino de Dios. Ese anhelo encumbra al espíritu. Por consiguiente, pensad incesantemente en Dios y en Su Voluntad. ¡Pero no intentéis haceros una idea de Él! Tendría que ser falsa, porque el espíritu humano no puede comprender el concepto de Dios. He aquí por qué se le ha dado comprender la Voluntad de Dios, Voluntad que tiene obligación de buscar con sinceridad y humildad. Cuando haya encontrado esa Voluntad, reconocerá a Dios en ella. Ese es el único camino que conduce a Él.

Pero hasta ahora, el hombre no se ha molestado debidamente en comprender la Voluntad de Dios, en encontrarla, sino que se ha propuesto solamente imponer la Voluntad humana, nacida de él mismo como personificación de sus deseos de hombre y de su instinto de conservación, todo lo cual no está en concordancia con las automáticas vibraciones ascendentes de todas las leyes originarias de la creación.

¡Encontrad, pues, el camino que conduce a la verdadera Voluntad de Dios en la creación! Reconoceréis, entonces, a Dios en ella.

* * *



EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio



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