17. UNA NUEVA LEY
OS HE DICHO: “Os
es dado, si lo deseáis, recorrer las creaciones adquiriendo la consciencia de
vosotros mismos; pero no debéis hacerlo infligiendo algún mal a otro para
satisfacer el propio deseo.”
No hay nada en la creación de lo que no podáis disfrutar en
el sentido que ella misma os da, es decir, para el fin con que ha sido
desarrollado. Pero vosotros desconocéis la finalidad de muchas cosas e incurrís
en faltas de exageración que necesariamente han de ocasionar daños en lugar de
beneficios. Con mucha frecuencia, el deseo de probar, la voluntad de conocer y
el afán de gozar se intensifican hasta convertirse en una pasión que acaba por encadenaros y esclaviza inmediatamente al
libre albedrío, con lo que, por culpa vuestra, os hacéis vasallos en lugar de amos.
Nunca os dejéis avasallar por el goce, sino tomad sólo lo
que sea necesario en la vida terrenal para el mantenimiento y evolución de los
bienes a vosotros confiados. Por el exceso, impedís todo desarrollo, tanto si
se trata del cuerpo coma del alma. Por el exceso lo impedís exactamente igual
que por la omisión o insuficiencia, perturbando el inmenso devenir querido por
Dios. Todo lo que, con la mejor voluntad, tratéis de oponer a esas faltas en
calidad de compensación o de reparación, no pasará de ser un remiendo cuyos
recosidos causan un deplorable efecto y nunca pueden presentar el mismo aspecto
que una obra homogénea e intacta.
En la realización de la promesa: “Todas las cosas serán
hechas nuevas”, no se encierra el sentido de una transformación, sino de una neo-formación después del derrumbamiento de todo lo que el espíritu humano haya
deformado y emponzoñado. Y comoquiera que ya no existe nada que el hombre, en
su presunción, no haya tocado y emponzoñado, todo tendrá que venirse abajo para, después, ser hecho nuevo, pero no según la voluntad humana como hasta
ahora, sino conforme a la Voluntad divina, que aún no ha sido comprendida por
las almas humanas, corrompidas a causa de su egoísta volición.
La humanidad ha tocado
todo lo que la Voluntad de Dios creó, pero sin llegar a reconocerlo, como debiera ser la misión de todo
espíritu humano. Ha tocado todo
presuntuosamente creyéndose ser maestra, no haciendo otra cosa que menospreciar
y manchar toda pureza.
¡Pero qué conoce el hombre del concepto de Pureza! ¡Qué ha
hecho, ya, de la inconmensurable majestad de la verdadera Pureza, con su forma
de ser criminal y mezquina! Ha empañado ese concepto, lo ha adulterado,
arrastrándolo al fango de sus bajas y sucias apetencias, allí donde ya no puede
escuchar la voz del sentimiento de su espíritu y sólo sigue los dictados de su
limitada sensación, creada por el intelecto como efecto retroactivo de su
propio pensar. Sin embargo, en el futuro, la sensación habrá de volver a ser
pura.
La sensación es para el sentimiento lo que el intelecto
debe ser para el espíritu: un instrumento
para la actividad en la existencia física. Pero actualmente, la sensación
ha sido rebajada y reducida a la categoría de instrumento del intelecto, con lo
que ha sido deshonrada. Así como el espíritu, portador del sentimiento como
expresión de su actividad, quedó oprimido, encadenado por el pecado original de
la supremacía del intelecto, del mismo modo la sensación, más física y
engendrada por el intelecto, también tenía que triunfar simultáneamente sobre
la pureza del sentimiento espiritual, oprimiéndolo y privándolo de toda
posibilidad de una acción saludable en la creación.
Una falta trajo consigo automáticamente la otra como
consecuencia natural. Por eso sucede que los hombres de hoy, sin saberlo, no
encuentran ahí más que plomo en vez de oro y asignan a aquél el valor de éste,
puesto que ya no conocen en absoluto lo que es sentir puramente.
Pero así como el espíritu debe estar unido al intelecto en
la debida proporción: el espíritu, dominando y dirigiendo; el intelecto, en
calidad de instrumento, preparando el camino y creando posibilidades para la
imposición de la voluntad espiritual en la materialidad, del mismo modo, ahora,
el sentimiento actuará simultáneamente dirigiendo y vivificando, mientras que
la sensación, obedeciendo los dictados del sentimiento, impondrá en la
materialidad física la acción. Entonces, la sensación también adquirirá muy
pronto y rápidamente formas más nobles, y el abominable decaimiento moral de
los conceptos, que sólo pudo instaurarse por la dominación de la sensación en los
tiempos actuales, desaparecerá en seguida en un vuelo hacia las alturas.
Una vez que la actividad de la sensación sea dirigida por
el sentimiento, no habrá en todos los pensamientos y obras más que belleza,
equilibrio, ennoblecimiento. Jamás exigencia, sino siempre una generosidad
consagrada: esto debe ser tenido en cuenta en todo; también en el amor y en el
matrimonio.
Vosotros, cortos de vista y de entendimiento, soléis tomar
por puros a hombres que, en realidad, según las leyes de la creación, cuentan
entre los más réprobos. Hay muchas acciones que vosotros, en vuestra estrechez
de miras, juzgáis impuras sin más, cuando lo cierto es que irradian pureza;
mientras que mucho de lo que consideráis como puro es impuro.
Más de una acción que vosotros pretendéis mancillar con
sarcasmos y desprecios, es elevada por la pureza del sentimiento a una altura
insospechada para vosotros. Por consiguiente, liberad primeramente vuestro sentimiento, a fin de poder juzgar
debidamente y discernir exactamente entre lo bueno y lo malo; pues, si no, os
equivocaréis inevitablemente.
No penséis, tampoco, que habéis “superado” en vosotros esto
o aquello, mientras no hayáis estado en
peligro y no se os haya presentado la ocasión de ceder a las flaquezas en
la certeza de que nadie se enterará de ello. Tampoco la huida a la soledad
aporta beneficio real a nadie; eso no es más que una prueba de que ese ser
humano se siente demasiado débil para la lucha o que está cansado, pudiendo ser
también que desconfíe de sí mismo y tema sucumbir a la tentación si la ocasión
si presenta.
Ser fuerte es otra
cosa, se manifiesta de otra
manera. El fuerte sigue su camino a través de todos los peligros, decidido e
impertérrito. No puede ser abatido, él mismo no se desvía, sino que conoce y ve
su elevado fin, cuya consecución es, para él, mucho más valiosa que todo lo que
se le quiera ofrecer.
¡Es preciso que el hombre se vuelva nuevo en todo, nuevo y fuerte en
sí mismo!
Para esa nueva empresa, os doy un consejo:
“No causéis ningún daño más a vuestro prójimo para
satisfacer el propio deseo”.
Aún no habéis comprendido todo lo que se contiene en esas
palabras. Es el mejor báculo para la peregrinación del hombre a través de las
esferas de la creación hasta el Paraíso.
A eso añado un segundo consejo:
“Cuidad correctamente
los bienes confiados a vosotros en la Tierra, entre los que también se cuenta
el cuerpo terrenal. No permitáis nunca que el goce se convierta en una pasión,
y así, quedaréis libres de cadenas que os retengan”.
Para todo hombre de sinceras aspiraciones, debería ser
condición en la Tierra que el tratamiento de “tú” constituyera algo
estrictamente sagrado de uso muy restringido. Sólo debe ser empleado u ofrecido
en casos excepcionales. En el mundo
etéreo, en el llamado “más allá”, eso es diferente. Allí, los límites de la
madurez de los espíritus están trazados
rigurosamente y no pueden ser traspasados sin más. Allí viven juntas las
verdaderas afinidades, conforme a la ley de la creación, y únicamente la afinidad da derecho al “tú”.
Pero, en la materialidad física, es preciso, primeramente,
que esos límites sean trazados. Aquí, el cuerpo terrenal físico hace posible
una estrecha reunión de los espíritus de todos
los grados de madurez, cosa que no se repite en ninguno de los restantes
planos.
Trazad, pues, para el futuro, un límite, aun cuando todavía
no podáis comprender del todo su necesidad y gran importancia.
Ya me he referido a eso en mi Mensaje al hablar del “beso
de la amistad”. A ese dominio pertenece también la emponzoñadora costumbre de tratarse de “tú”, rompiendo y rebasando,
con ello, una de las barreras más necesarias en la materialidad física, una
barrera que os garantiza un sostenimiento que no sois capaces de apreciar en
todo su valor.
Por tanto, para todo el que aspira a la Luz, ha de
constituir un mandamiento hacer
escaso uso de la costumbre de ofrecer a su prójimo el familiar “tú”. Lo mejor
sería que prescindiese de ello por completo.
Rehusadlo si se os fuese ofrecido, salvo en caso de tratarse
de una unión para la vida terrenal, es decir, en caso de matrimonio. Al cabo de los años, os daréis cuenta
del valor que reside en ese mandamiento. Me sobrecojo de espanto cada vez que
oigo hablar de ello, pues conozco los perniciosos efectos que causa esa
costumbre. Pero nadie tiene la menor idea de eso.
Con ese “tú” — sobre todo el “tú” a la usanza de los países
de lengua alemana, cada alma establece una ligazón susceptible de mantenerse
hasta más allá de la tumba.
Por ese “tú” se tienden inmediatamente, entre uno y otro,
determinados hilos que no son inofensivos en modo alguno y pueden retener a los
espíritus, incluso a aquellos que estuvieran capacitados para la ascensión.
Pues muy raras veces sucederá que una unión semejante se verifique entre dos
espíritus que lleven en sí el mismo grado de madurez en todas las cosas, es
decir, que se encuentren espiritualmente al mismo nivel.
Y cuando dos espíritus distintos se unen, nunca pasa que el
más bajo se eleve, sino que el más elevado es arrastrado hacia abajo, conforme a la ley; pues, en la creación,
sólo el más elevado puede descender a planos inferiores, mientras que un
espíritu nunca puede dar un solo paso más arriba del lugar en que se encuentra.
Así pues, al ser establecida voluntariamente una estrecha
unión entre dos espíritus de distinta madurez, el más elevado de ellos tiene que descender, o bien es retenido
por el otro, aún retrasado en cuanto a la madurez, el cual penderá de él, por
medio de esa ligazón, como un peso. No todos tienen la fuerza de guiar al menos
maduro de modo que ascienda hasta ellos. Esos tales son excepciones con las que
no se debe contar. Asimismo, una liberación total, después de la voluntaria
unión, no resulta fácil.
He ahí un hecho cuya terribilidad el hombre terrenal no ha
tenido nunca en cuenta. Durante la existencia terrenal, pasa inconscientemente
por encima de esos abismos, y, en todos
los casos, sin excepción, se verá impedido en cuanto infrinja la ley.
Muchas veces, será retenido como por invisibles enredaderas, lo mismo que un
nadador cuando bucea en lugares que no conoce.
Se acerca el tiempo en que quedaréis libres del peligro que
tantas víctimas causa en la Tierra cada día, cada hora. ¡Quedaréis libres por
el conocimiento! Pero, entonces, los matrimonios también serán distintos, lo
mismo que los lazos de amistad y demás relaciones, que ya llevan en sí,
claramente, la denominación de “ligazón”. Terminarán, así, todas las
controversias entre amigos, desapareciendo las hostilidades y los
malentendidos, y guardando todo la armonía más perfecta mediante el acatamiento
de esa ley incomprendida hasta ahora.
Sin embargo, hasta ese instante, sólo se os puede ayudar
con el consejo: ¡Sed comedidos en el uso del familiar “tú”! Su observancia os preservará
de cuantiosos males. Puede hacer que vuestra ascensión espiritual se acorte en
miles de años. No olvidadlo nunca, aunque, actualmente, todavía no comprendáis
nada sobre el particular. Os doy con ello la mejor arma para evadiros de las
enredaderas de naturaleza etérea.
En la materialidad física necesitáis más mandamientos de
los que se precisan en los mundos etéreos, en los que los espíritus humanos no
pueden menos que relacionarse con su afinidad, si bien esa afinidad se compone
de muchas gradaciones y presenta, por tanto, formas muy diversas.
Así pues, siguiendo mi consejo, quedaréis libres de un
pesado e inútil lastre que la humanidad no cesa de echar sobre sí una y otra
vez.
No toméis el “más allá” como ejemplo; pues está sometido a
leyes más sencillas. También los moradores de ese más allá tienen que
instruirse primeramente durante la nueva época, que ha sido anunciada como la
de los mil años. No están más capacitados que vosotros mismos, y tampoco
conocen más que lo necesario para el plano en que viven. Por eso, la
comunicación con los espiritistas habrá de quedar interrumpida siempre que no
se derive de ella sino daño a causa de los malentendidos y de esa estúpida
presunción que ya ha dado lugar a numerosas interpretaciones falsas de cosas verdaderamente
valiosas, induciendo a error a las masas o impidiéndolas reconocer la Verdad ahora.
Más no os dejéis engañar, sino escuchad mi consejo, que es para ayuda vuestra. Ya podríais reconocer hoy, fácilmente, su valor, si
miraseis a vuestro alrededor con más atención. No significa esto que debáis
abolir sin motivo cosas ya establecidas. Eso no sería solución ninguna, sino
una mera tentativa de la impropia y malsana transformación. Sin embargo, debéis
comportaros de otra manera, es decir,
nunca más irreflexivamente, despreocupadamente. Debéis levantar un edificio
completamente nuevo. El viejo se derrumbará por sí solo.
Y si os digo además:
“El hombre no debe convivir nunca con quien no pueda
respetar”, tendréis, entonces, lo que necesitáis
para vuestra vida terrenal con el fin de poder quedar libres de todo karma.
Adoptarlo como principio para vuestro camino.
No obstante, para poder ascender, también tiene que existir
en vosotros, además de lo dicho, el vehemente anhelo del puro y luminoso reino
de Dios. Ese anhelo encumbra al
espíritu. Por consiguiente, pensad incesantemente
en Dios y en Su Voluntad. ¡Pero no intentéis haceros una idea de Él! Tendría
que ser falsa, porque el espíritu humano no puede comprender el concepto de
Dios. He aquí por qué se le ha dado comprender la Voluntad de Dios, Voluntad que tiene obligación de buscar con
sinceridad y humildad. Cuando haya
encontrado esa Voluntad, reconocerá a Dios en ella. Ese es el único camino
que conduce a Él.
Pero hasta ahora, el hombre no se ha molestado debidamente
en comprender la Voluntad de Dios, en encontrarla, sino que se ha propuesto
solamente imponer la Voluntad humana, nacida
de él mismo como personificación de sus deseos de hombre y de su instinto de
conservación, todo lo cual no está en concordancia con las automáticas
vibraciones ascendentes de todas las leyes originarias de la creación.
¡Encontrad, pues, el camino que conduce a la verdadera
Voluntad de Dios en la creación! Reconoceréis, entonces, a Dios en ella.
* * *
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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