lunes, 5 de diciembre de 2022

21. LA PALABRA HUMANA

 

21. LA PALABRA HUMANA

¡A vosotros, hombres, concedió el Creador como gracia insigne la facultad de formar palabras, para que pudierais llegar a la madurez en el plano de la materialidad densa! En ningún momento habéis sido conscientes del verdadero valor de este don tan notable, ya que no os habéis molestado en ello y lo habéis empleado con ligereza. Ahora tenéis que sufrir amargamente por vuestra errada forma de obrar.

Sufrís por ello, y no obstante seguís sin reconocer las causas que traen como consecuencia tales sufrimientos.

No se puede jugar con los dones del Todopoderoso sin salir perjudicado: así lo exige la Ley que actúa en la Creación, ley que no se deja nunca alterar.

Y si pensáis que esta posibilidad de hablar, es decir, esa facultad que tenéis de formar palabras y de valeros de ellas para imponer vuestra voluntad en la materia densa, es un don de importancia extraordinaria otorgado por vuestro Creador, sabéis también que de él se derivan ciertas obligaciones y una enorme responsabilidad; ¡pues con el lenguaje, y a través de él, tenéis que obrar en la Creación!

Las palabras que formáis, las frases, determinan vuestro destino exterior sobre esta Tierra. Son como semillas que caen en el jardín que vosotros cultiváis a vuestro alrededor; pues toda palabra humana pertenece a lo más vivo de todo lo que vosotros podéis realizar en la Creación para vosotros mismos.

He aquí lo que, a título de advertencia, someto a vuestra reflexión: en cada palabra humana reside un poder activo, puesto que todos los vocablos están firmemente anclados en las Leyes primordiales de la Creación.

¡Toda palabra formada por el hombre ha surgido bajo la presión de Leyes superiores, según el uso que se haga de ella tiene que provocar su efecto, manifestándose de una manera determinada!

El hombre posee plena libertad para emplear las palabras según su libre albedrío, pero no puede ejercer influencia alguna sobre el efecto final que, conforme a la Ley Sagrada, está dirigido de una forma severa y justa por un poder aún desconocido al hombre.

¡He aquí por qué, al llegar el momento final de rendir cuentas, cae la desgracia sobre todo hombre que ha abusado de los misteriosos efectos de la palabra!

¡Pero dónde está el hombre que nunca ha pecado en ello! Todo el género humano ha incurrido gravemente en esta falta desde hace miles de años. ¡Cuánta desgracia se ha esparcido ya sobre la Tierra por el uso indebido del don de poder hablar!

Todos los hombres han sembrado veneno mediante su palabrería perniciosa y frívola. La semilla creció debidamente, llegó a su completa floración, y da hoy los frutos que vosotros tenéis que recoger, tanto si queréis como si no; ¡pues lo que ahora recae sobre vosotros no es más que la consecuencia de vuestras acciones!

Nadie que conozca las Leyes de la Creación se extrañará de que ese veneno tenga que dar los frutos más repugnantes, pues tales Leyes no se rigen por la opinión de los hombres, sino que desde un principio han seguido su curso ininterrumpidamente y sin desviación alguna para proseguir así por toda la eternidad.

¡Hombres! ¡Mirad a vuestro alrededor con claridad y sin prejuicios: ¡Tenéis que reconocer sin dificultad las Leyes divinas autoactivas procedentes de la Santísima Voluntad, ya que ante vosotros se hallan los frutos de vuestras semillas! ¡A dondequiera que dirijáis vuestra mirada descubriréis que hoy día la grandilocuencia del lenguaje predomina, dirigiéndolo todo! La siembra tenía que alcanzar enseguida su floración, a fin de que al madurar quedara al descubierto su verdadera esencia, para sucumbir después como algo inservible.

Tenía que madurar bajo la aumentada presión procedente de la Luz, y tiene que espigarse como en un invernadero, para hundirse al fin, falta de apoyo y desprovista de toda utilidad; en su caída enterrará también a todos aquellos que se acogieron a su protección depositando en ella una confianza irreflexiva o con la esperanza de poder conseguir sus ambiciones.

¡Ha empezado ya el tiempo de la cosecha! Todas las consecuencias que se derivan del mal empleo del lenguaje recaerán en adelante sobre el individuo y sobre las masas humanas que propiciaron tal palabrerío.

La madurez de la cosecha trae consigo, como consecuencia natural y, a su vez, como prueba de la severa lógica existente en todos los acontecimientos que tienen lugar dentro de las Leyes divinas, que los mayores charlatanes sean también hoy, al final, los que más gozan de influencia y de poder. Es éste el apogeo y el fruto del constante mal empleo de la palabra, cuyos misteriosos efectos ya no pueden ser reconocidos por la insensata humanidad, ya que, desde hace mucho tiempo, mantiene cerradas sus puertas a aquel saber.

No prestó oídos a la voz de Jesús, el Hijo de Dios, cuando Él advirtió en ese entonces diciendo:

“¡Que vuestro lenguaje sea sí o no, pues todo lo que pasa de esto, de mal procede!”

Estas palabras contienen más de lo que pensabais: ¡porque llevan en sí el progreso o la decadencia de la humanidad!

Dada vuestra propensión a hablar mucho y en vano, habéis elegido la decadencia, la cual ya es una realidad. Antes de que se produzca el desmoronamiento general en el Juicio, esta decadencia os muestra, por último, con toda claridad, los frutos a que por fuerza habéis dado lugar con vuestra forma errada de emplear la palabra. Se os facilita así la posibilidad de obtener el conocimiento que os puede salvar. La potencia del efecto recíproco eleva actualmente a los maestros de vuestros propios pecados hasta una altura tal, que corréis el riesgo de ser aplastados por ellos, de tal forma que, al tomar conciencia de todo esto, o lográis liberaros, o perecéis a costa de ellos.

¡Esto es Justicia y ayuda al mismo tiempo, como sólo la Voluntad de Dios, en Su Perfección, puede ofrecéroslo!

¡Mirad, pues, a vuestro alrededor! Tenéis que daros cuenta de ello a poco que os esforcéis. Y a los que dudan todavía, les será arrancado por la fuerza, mediante sufrimientos aún mayores que los actuales, el velo que ellos mismos pusieron ante sus ojos para tratar de no ver los frutos de su propio querer. ¡Así será purificada esta Tierra del peso de vuestra gran culpa!

En ello ha colaborado la humanidad entera, no sólo unos cuantos individuos. Son todos los actos errados que florecieron en siglos pasados y que hoy, en el tiempo del Juicio, tenían que madurar mostrando sus últimos frutos, para desaparecer con dicha madurez.

El parloteo frívolo, desprovisto de todo sentido y de toda reflexión, ese hablar siempre falso que vibra en contra de las Leyes primordiales de la Creación, tenía que acentuarse hasta llegar a convertirse en la enfermedad general actual, y ahora, sufriendo terribles accesos de fiebre, tendrá que dejar caer sus frutos como en una tempestad… Caerán en el seno de la humanidad.

No es, pues, digno de compasión el pueblo que tiene que sufrir y padecer por tales causas, ya que son todos frutos de su propia voluntad, que tienen que ser saboreados, aunque estén podridos y tengan un sabor amargo, y aunque sean causa de perdición para muchos; porque si se siembra veneno, sólo puede recogerse veneno. Ya lo dije en otra ocasión: ¡Si sembráis cardos, no puede crecer trigo!

Es por eso por lo que nunca se derivará nada constructivo de las difamaciones, de las burlas y de los daños ocasionados al prójimo. Porque todo género y toda forma de ser no puede engendrar más que algo similar, y sólo pueden atraer lo que les es afín. ¡No debéis olvidar nunca esta Ley de la Creación! ¡Se cumple autoactivamente, y ninguna voluntad humana puede jamás oponerse a ella de ninguna manera! ¡Jamás! ¿Lo oís bien? Grabároslo en vuestro interior, a fin de que vigiléis siempre vuestros pensamientos, vuestras palabras y vuestras obras, ya que de ello nace todo, incluso vuestro destino. ¡No esperéis, pues, nunca otra clase de fruto que el que corresponda a la naturaleza de la semilla!

Esto no es, a fin de cuentas, tan difícil, y, no obstante, es en eso precisamente en lo que pecáis una y otra vez. El insulto no puede producir más que insultos, el odio sólo odio, y el crimen sólo crimen. Pero la nobleza, la paz, la luz y la alegría no pueden nacer nunca de otra cosa que de una noble forma de pensar.

La liberación y la redención no se encuentran en las vociferaciones de los individuos o de las masas humanas. Un pueblo que se deja guiar por charlatanes tiene que hacerse necesariamente y en justicia una mala reputación, caerá en la miseria y en la muerte, en la desolación y en la aflicción; será arrojado con violencia al fango.

Y si bien hasta ahora ha sucedido frecuentemente que el fruto y la cosecha no se han mostrado en el transcurso de una misma vida terrenal, sino sólo en vidas posteriores, de ahora en adelante será muy diferente; pues el cumplimiento de la Voluntad Divina exige el desenlace inmediato de todos los eventos en la Tierra, y por tanto, también el de todos los destinos de los individuos y de los pueblos. ¡Será, pues, un arreglo de cuentas definitivo!

¡Cuidad, por tanto, vuestras palabras! Haced uso de vuestro lenguaje con todo esmero, pues la palabra humana también es acción; si bien es una acción que sólo puede crear formas en el plano de la materialidad densa fina, las cuales actúan penetrando en todo lo terrenal.

No esperéis que las promesas sean cumplidas al pie de la letra y se tornen actos, si el que las hizo no lleva en su alma las intenciones más puras. Pues las palabras dan forma a aquello que vibra simultáneamente con ellas desde lo más íntimo del que habla. La misma palabra puede, por tanto, causar diferentes efectos, y ¡ay, si en algún caso no vibra realmente en pureza absoluta!

Descorro el velo que cubría hasta ahora vuestra ignorancia, a fin de que en adelante podáis vivir conscientemente tan fatales consecuencias y podáis así sacar provecho de ello para el futuro.

Pero os doy todavía algo más para que os sirva de ayuda:

¡Medid vuestras palabras! ¡Que vuestro lenguaje sea sencillo y veraz! Éste lleva consigo, según la Sagrada Voluntad de Dios, una facultad de formar, que puede ser constructiva o destructiva, según la naturaleza de las palabras y del que habla.

¡No desperdiciéis estos dones tan eminentes, otorgados por la Gracia de Dios! Antes bien, intentad reconocerlos verdaderamente en todo su valor. Hasta ahora, el poder de la palabra ha sido para vosotros una maldición, a causa de aquellos que, cual secuaces de Lucifer, han abusado de tal poder, como consecuencia nefasta de la deformación del intelecto y de su desarrollo unilateral.

Por eso, ¡guardaos de los que hablan mucho, pues llevan consigo la descomposición! ¡Vosotros, por el contrario, tenéis que ser constructores en la Creación, y no charlatanes!

¡Cuidad vuestras palabras! ¡No habléis por hablar! ¡Hablad solamente cuando, como y donde sea necesario! En la palabra humana debe existir un reflejo del Verbo Divino, el cual es Vida y seguirá siéndolo eternamente.

¡Sabéis que la Creación entera vibra en la Palabra del Señor! ¿No os da eso que pensar? En Ella vibra la Creación entera, lo mismo que vosotros, como parte que sois de la Creación; pues ésta nació de la Palabra y subsiste por Ella.

Ha sido anunciado claramente a los hombres:

“¡Al principio era el Verbo! ¡Y el Verbo estaba en Dios! ¡Y Dios era el Verbo!”

En esto radica para vosotros toda la sabiduría, si tan sólo os esforzarais por alcanzarla. Pero vosotros lo leéis superficialmente y no prestáis la menor atención. Os es dicho claramente: ¡El Verbo procede de Dios! Éste era y es una parte de Él.

Un débil reflejo del poder de la Palabra divina, que es Vida, que contiene todo en sí, que abarca todo lo que está fuera de Dios; un reflejo débil de esa Palabra se encuentra igualmente en la palabra humana.

La palabra humana sólo puede ejercer su acción en el plano de la materialidad densa fina. ¡Y esto es suficiente para que se formen retroactivamente los destinos del ser humano y de los pueblos aquí en la Tierra!

¡Pensad en ello! ¡El que habla mucho se encuentra en el terreno del intelecto deformado y unilateralmente hipertrofiado! Lo uno viene siempre acompañado de lo otro. ¡En eso lo reconoceréis! ¡Son palabras pertenecientes a un plano terrenal muy bajo, las cuales no pueden nunca ser constructivas! No obstante, según la Ley divina, la palabra debe actuar de forma constructiva. Dondequiera que no obedezca a esta ley, no podrá tener más que efectos contrarios.

Por tanto, ¡medid siempre vuestras palabras! ¡Sed fieles a vuestra palabra! El verdadero camino os será mostrado cuando se establezca el Reino de Dios aquí en la Tierra.

Primeramente tenéis que aprender a reconocer el poder de las palabras, ese poder que hasta ahora habéis despreciado con tanta ligereza e indiferencia.

¡Pensad solamente en la palabra más sagrada que os ha sido dada, en la palabra: DIOS!

Habláis muy a menudo de Dios, tan a menudo, que ya no se nota esa veneración que permite reconocer la rectitud de lo que sentís intuitivamente al pronunciar esa palabra: la veneración que no os deja pronunciar este Nombre sagrado más que en voz baja y con gran recogimiento y entrega, para protegerlo afanosamente de toda profanación.

¡Qué es lo que vosotros, hombres, habéis hecho del más sagrado de los conceptos que puede ser expresado por la palabra! En lugar de preparar vuestro espíritu con humildad y alegría para pronunciar el más sublime de los nombres, a fin de abriros con gratitud a la indecible Fuerza de irradiación de la Luz que dimana de la insustancial majestad del verdadero Ser, el cual os concede a vosotros y a toda criatura la facultad de respirar, en lugar de eso habéis osado rebajar ese nombre sagrado al bajo nivel de vuestro mezquino pensar, habéis osado emplearlo a la ligera, como si se tratara de una expresión vulgar, la cual se convirtió para vuestros oídos en un sonido vacío incapaz de encontrar acceso a vuestro espíritu.

Es, pues, evidente que este nombre, el más sublime de todos, surta efectos diferentes sobre los que lo pronuncian con verdadera veneración y reconocimiento.

Por eso, cuidad todas vuestras palabras; porque en ellas se encierra para vosotros la alegría o el dolor. Construyen o destruyen, proporcionan claridad o inducen a confusión, según la forma en que sean pronunciadas y utilizadas.

Más tarde os facilitaré también conocimiento acerca de esto, de modo que podréis dar gracias con cada palabra que el Creador os conceda pronunciar todavía. Entonces seréis felices, incluso en el plano terrenal, y la paz reinará sobre esta Tierra tan perturbada hasta los días de hoy.

* * *


Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio



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