miércoles, 28 de diciembre de 2022

25. LAS PEQUEÑAS SUSTANCIALIDADES

 

25. LAS PEQUEÑAS
SUSTANCIALIDADES

PROSIGO MIS EXPLICACIONES sobre la sustancialidad y su actividad en la creación. Pero antes de proceder a exponer vivamente, ante vosotros, el inmenso cuadro de todos los eventos, considero necesario dar una pequeña visión del medio ambiente próximo al hombre terrenal.

Así pues, tomemos primeramente las sustancialidades que se ocupan de la materialidad física. Estas se subdividen en múltiples grupos especiales determinados por la naturaleza de su actividad. Así tenemos, por ejemplo, grupos que actúan independientes por completo de los espíritus humanos y que, conducidos únicamente desde arriba, se dedican al continuo desarrollo de nuevos cuerpos cósmicos. Favorecen el mantenimiento y el curso de los mismos, así como también su descomposición cuando la sobremaduración lo hace necesario, a fin de que puedan resurgir bajo distintas formas, conforme a las leyes originarias de la creación, y así sucesivamente. Pero no son esos los grupos que vamos a considerar hoy.

Es de las pequeñas de quienes vamos a ocuparnos. Ya habéis oído hablar frecuentemente de elfos, ondinas, gnomos y salamandras, que se dedican a la materialidad física de la Tierra, visible para vosotros, y se ocupan también, dentro del mismo dominio, de los restantes cuerpos cósmicos físicos. Son las sustancialidades más densas de todas y, por eso, también las más fáciles de percibir por vosotros.

Sabéis de ellas; pero no conocéis, todavía, su verdadera ocupación. Creéis saber, al menos, a qué se dedican; pero os falta todo conocimiento del modo en que se lleva a cabo esa actividad y de cómo se cumple en todo instante atendiendo a las leyes de la creación. Además, todo, absolutamente todo lo que vosotros llamáis saber no es conocimiento real e incontestable, sino simplemente un inseguro tanteo. Y qué griterío se levanta cuando, alguna vez que otra, se descubre algo; cuando esos tanteos, insignificantes para la creación y realizados sin método alguno, dan con un corpúsculo cuya presencia suele constituir una sorpresa.

Pero tampoco voy a revelaros esto hoy, sino que empezaré por hablar de lo que guarda estrecha relación con vosotros personalmente, con vuestros pensamientos y obras, de manera que, poco a poco, desarrolléis la facultad de observar atentamente, por lo menos tratándose de tales cosas.

Esos grupos de que os hablo hoy, pertenecen, también a las pequeñas sustancialidades. Pero no debéis olvidar que la más insignificante de ellas es extraordinariamente importante, y que, en su actividad, es más meticulosa y segura que cualquier espíritu humano.

El trabajo encomendado es llevado a cabo con una exactitud que vosotros no podéis ni imaginar siquiera, porque hasta la más insignificante — aparentemente — de esas sustancialidades es uno con el Todo y, por tanto, también actúa a su través la fuerza del Todo, tras la que se oculta una voluntad que da impulso, refuerza, protege y guía: ¡La Voluntad de Dios!

Tal es, en principio, la acción de toda la sustancialidad. Tal podría y debería de ser también, desde hace, ya, mucho tiempo, la vuestra, espíritus de la creación llegados a la consciencia personal en el curso de la evolución.

Esa estricta coherencia tiene como consecuencia automática que, si una de esas sustancialidades fallara alguna vez de cualquier modo, sería expulsada inmediatamente por el impetuoso empuje del Todo, quedando, pues, separada de él. Entonces, habría de perecer ineludiblemente, ya que no afluiría a ella fuerza ninguna.

Por ese procedimiento, todo lo débil es eliminado rápidamente antes de que tenga alguna posibilidad de convertirse en un elemento nocivo.

De esos seres pequeños en apariencia pero tan grandes en su actividad, que vosotros no conocéis, todavía, en absoluto y de cuya existencia no sabíais nada hasta ahora, es de los que voy a hablar hoy.

Sin embargo, en mi Mensaje, ya habéis oído hablar de su actividad, si bien no la habréis relacionado con la sustancialidad, porque yo mismo no hice alusión a ello, dado que, entonces, hubiera sido demasiado pronto.

Lo que, en aquel entonces, expuse objetivamente en pocas frases, os lo expongo hoy en la realidad de su acción.

Ya dije más atrás, que las pequeñas sustancialidades son influenciadas por los espíritus humanos y que, como consecuencia, pueden obrar bien o, incluso, mal.

Pero esa influencia no se ejerce en el sentido que vosotros imagináis. No significa que podéis ser dueños y señores de esos seres sustanciales, que podéis dirigirlos.

En realidad, se podría designarlo así, hasta cierto punto, sin decir nada falso; pues esa forma de expresión es correcta para vuestros conceptos y según vuestro idioma, ya que lo véis todo bajo vuestro punto de vista y juzgáis en consecuencia. Por eso, me he visto obligado muy a menudo a hablaros de ese mismo modo en mi Mensaje, a fin de que me comprendierais. Por otra parte, pude hacerlo tratándose de esta cuestión porque, en este caso, no suponía diferencia ninguna para vuestro buen comportamiento.

Bajo el punto de vista intelectual, deciros que, con vuestra voluntad, influís intensamente sobre cuantas sustancialidades os rodean, y que éstas, a su vez, se rigen por vuestros pensamientos y obras, puesto que sois seres espirituales, era mucho más asequible para vosotros, en aquel entonces, porque se correspondía mejor con la orientación dada a vuestro intelecto.

En sí considerado, todo eso sigue siendo literalmente cierto, si bien la base es otra; pues la dirección propiamente dicha de todas las criaturas sometidas a la ley de esta creación; es decir, de todas las criaturas que viven conforme a la Voluntad de Dios, procede exclusivamente de arriba. ¡Y entre esas criaturas se cuentan todas las sustancialidades!

Nunca — ni siquiera temporalmente — están sometidas a voluntad ajena; tampoco allí donde así os lo parece.

Cierto que esas pequeñas sustancialidades a que me he referido se rigen, en su actividad, por vuestra voluntad y vuestra forma de obrar, ¡oh espíritus humanos! Pero, a pesar de todo, su acción depende solamente de la Voluntad divina.

Aparentemente, esto resulta un enigma; pero su solución no es tan difícil: basta con que os muestre, ahora, el lado opuesto del punto de vista desde el que vosotros consideráis todo.

Bajo vuestro punto de vista, influís sobre las pequeñas sustancialidades. Bajo el punto de vista de la Luz, sin embargo, las sustancialidades sólo cumplen la Voluntad de Dios, la ley. Y como toda fuerza de acción — absolutamente toda — sólo puede emanar de la Luz, resulta que este punto de vista opuesto al vuestro es el justo.

No obstante, con vistas a una mejor comprensión, consideremos primeramente esa actividad bajo vuestro punto de vista. Con vuestros pensamientos y obras, influís sobre las pequeñas sustancialidades en virtud de la ley de que, en la materialidad, el espíritu ejerce una presión con cada volición — también sobre los pequeños seres de la sustancialidad. Entonces, esas pequeñas sustancialidades dan forma, en la materialidad física sutil, a todo lo que les trasmite esa presión. Digamos que, según vuestro punto de vista, realizan todo lo que vosotros queréis.

En primer lugar, lo que vosotros queréis espiritualmente. Ahora bien: la volición espiritual es sentimiento. Las pequeñas sustancialidades le dan forma, en la materialidad física sutil, en correspondencia exacta con la volición procedente del espíritu. Toman inmediatamente el hilo brotado de vuestra volición y de vuestras acciones, y, al final del hilo, dan forma a la configuración que corresponde exactamente a ese hilo de la voluntad.

Tal es la actividad de las pequeñas sustancialidades, que aún no conocéis en su verdadera acción.

De ese modo, crean o, mejor dicho, forman el plano de la materialidad física sutil, ese plano que os espera cuando paséis al más allá, al mundo etéreo. Es, para vuestra alma, el umbral en que, según vuestra manera de expresaros, habrá de “purificarse” después de la muerte terrenal, antes de poder entrar en la materialidad etérea.

La estancia del alma allí será más o menos duradera, según su estado intrínseco y según que se incline más intensamente o más débilmente a lo físico mediante sus pasiones y flaquezas.

Hasta el presente, ese plano de la materialidad física sutil ya ha sido percibido por muchos hombres. Así pues, aún pertenece a la materialidad física, y es formado por las sustancialidades, que preparan, por doquier, el camino del espíritu humano.

Es muy importante que sepáis que las sustancialidades preparan el camino al espíritu humano y, por tanto, también al alma humana y al hombre terrenal — camino que habrá de recorrer tanto si quiere como si no.

Esas sustancialidades son influenciadas y, aparentemente, dirigidas por el hombre. Pero sólo aparentemente; pues, en este caso, el verdadero guía no es el hombre, sino la Voluntad divina, la férrea ley de la creación, que puso en ese lugar a ese grupo de sustancialidades y dirige su actividad según la vibración de la ley.

Por efecto de una actividad similar de las sustancialidades, nacen, también, todas las formas mentales. Pero aquí entra en funciones otro grupo y otra especie de sustancialidades, las cuales, junto con las primeras, desarrollan igualmente un plano especial en la materialidad física sutil.

Así surgen, también, paisajes, aldeas y ciudades. Así surge lo bello y lo antiestético; pero, siempre, agrupándose entre sí las distintas especies: lo bello con lo bello, lo antiestético con lo antiestético, en correspondencia con la afinidad.

Esos son los lugares, los planos en que habréis de moveros después de vuestra muerte terrenal, antes de poder entrar en la materialidad etérea. Allí, lo más denso, lo terrenal que aún se ciña a vuestra alma, será desechado, abandonado. Ni un solo corpúsculo de ello podréis llevar con vosotros a la materialidad etérea: os detendría hasta su desprendimiento; es decir, hasta el momento en que os liberaseis de ello por la experiencia vivida.

Así habrá de seguir peregrinando el alma después de la muerte terrenal, salvando lentamente un escalón tras otro; esto es, un plano tras otro, en continuo reconocimiento de lo que haga suyo mediante la propia experiencia vivida.

Penoso será el camino si las sustancialidades se ven obligadas a construir, para vosotros, lugares oscuros o tenebrosos conforme a vuestra voluntad aquí en la Tierra. Vosotros mismos dais lugar a ello en todo momento.

Ya sabéis, pues, en qué consiste la actividad de las pequeñas sustancialidades y cómo actúan influenciadas por vosotros. Así lo exige la ley del efecto recíproco. Las pequeñas sustancialidades tejen, por tanto, vuestro destino. Son los tejedores más diminutos que trabajan para vosotros, porque nunca tejen sino tal como vosotros queréis mediante vuestro íntimo sentimiento, así como también mediante vuestros pensamientos y obras.

Y sin embargo, a pesar de todo, no por eso están a vuestro servicio. Sólo tres especies sustanciales se ocupan de eso: la primera teje todos los hilos de vuestros sentimientos; la segunda, los hilos de vuestros pensamientos; y la tercera, los hilos de vuestras obras.

No es, pues, un tejido único, sino tres, que, no obstante, están enlazados entre sí y se enlazan también con muchas otras tramas diferentes. Todo un ejército está dedicado a esa labor. Por otro lado, esos hilos tienen colores correspondientes a las distintas naturalezas. Pero no conviene, todavía, ir más lejos en mis explicaciones; pues llegaríamos a cosas aún incomprensibles para vosotros, por lo que no obtendríais una idea clara sobre el particular.

Prosigamos, pues, por ahora, considerando al individuo. De él parten, además de otras cosas, tres tramas de distinta especie, ya que sus sentimientos no siempre son idénticos a los pensamientos, y éstos, a su vez, no siempre están en exacta correspondencia con los actos. Además, los hilos de los sentimientos son de naturaleza completamente distinta; pues penetran en la materialidad etérea e incluso en la espiritualidad anclándose allí, mientras que los hilos de los pensamientos permanecen solamente en la materialidad física sutil, y allí han de ser vividos.

Los hilos de las acciones, sin embargo, son aún más densos y pesados, por lo que quedan implantados en el lugar más próximo a la existencia terrenal; es decir: después de la muerte terrenal, tienen que ser atravesados y extinguidos en primer término; pues, antes de eso, el alma no tiene posibilidad ninguna de seguir adelante.

No podéis imaginar cuán largo resulta, ya, el camino, para muchas almas, sólo para llegar a la materialidad etérea. No digamos nada si se trata de alcanzar la espiritualidad.

En su superficialidad, el ser humano llama a todo eso escuetamente: el más allá, y se queda tan satisfecho. En su pereza, lo mezcla todo sin hacer distinciones.

Muchas almas, aún continúan atadas a la Tierra por mucho tiempo, ya que penden de hilos compactos profundamente arraigados en esa pesada materialidad física. Un alma así sólo puede desligarse de ellos mediante la liberación que proporciona la experiencia vivida; esto es, cuando, en el curso de su obligado peregrinar, reconozca que esas cosas no tienen el valor o la importancia que ellas les asignaron; cuando reconozca que fue erróneo y vano haberles dedicado tanto tiempo durante su estancia en la Tierra. Eso suele requerir mucho tiempo y, a veces, resulta muy amargo.

Entretanto, muchas almas son atraídas nuevamente por la pesada materialidad física y se reencarnan una y otra vez en la Tierra sin haber conseguido llegar a la materialidad etérea. Esas almas están obligadas a permanecer en la materialidad física sutil por no haber podido desligarse de ella tan rápidamente. Y, en este caso, no cabe usar de la astucia para deslizarse a hurtadillas.

Muchas cosas posibles, para el hombre, en la Tierra, resultan imposibles después de su paso al más allá. Entonces, queda sometido estrictamente a la ley de la creación y vive todo directamente, sin que se interponga una pesada envoltura física de efectos retardantes. Por razón de su compacta pesadez e impermeabilidad, la envoltura terrenal puede retardar, pero nunca evitar. Por consiguiente, la expiación de una cosa puede ser demorada, pero jamás se excluirá nada.

Todo cuanto el hombre haya pensado y sentido en la Tierra, incluso las estrictas y justas consecuencias de sus obras, espera a ser expiado.

Cuando el hombre experimenta un sentimiento, los hilos correspondientes — semejantes a pequeñas semillas brotadas en la Tierra — son acogidos y cuidados por las pequeñas sustancialidades. Al igual que en la pesada materialidad física, las malas hierbas son cuidadas con el mismo esmero que los brotes nobles, que, al abrirse, son enclavados por primera vez en los límites de la materialidad física sutil, para poder seguir adelante después, llevados de la mano de otras sustancialidades de distinta especie, que los guiarán a través de la materialidad etérea. En los límites de ésta se repite el anclaje, efectuándose el paso a la sustancialidad y, de ahí, a la espiritualidad, en la que obtendrá el anclaje definitivo por medio de otras sustancialidades distintas.

Tal es el camino de la buena voluntad, el camino que conduce a lo alto. Del mismo modo, el camino de la mala voluntad conducirá hacia abajo.

En cada anclaje efectuado en los distintos límites, esos hilos pierden una cierta capa específica, que ellos abandonan para poder seguir avanzando en el plano siguiente. También esto está de acuerdo con la ley y se corresponde exactamente con las respectivas especies de los planos. ¡Y todas esas evoluciones están supeditadas a la actividad de las sustancialidades!

Como el sentimiento nacido de la buena voluntad tiene su origen en la movilidad del espíritu, los correspondientes hilos también serán llevados hasta la espiritualidad. Desde allí, atraen al alma o, por lo menos, la sostienen si aún ha de vivir o expiar alguna cosa en la materialidad física sutil, de suerte que, si muchos de esos hilos están anclados en la espiritualidad, no podrá hundirse ni caer tan rápidamente como un alma que sólo lleve consigo hilos destinados a la materialidad física sutil, por haber sido perezosa espiritualmente en la Tierra y haberse ligado exclusivamente a la materialidad física, cuyos placeres consideró como lo único digno de ser buscado.

El alma, arrastrada por los hilos de su voluntad, no ve estos hilos mejor que el hombre en la Tierra, ya que siempre son de naturaleza algo más fina que la envoltura más externa en la que esa alma se mueve en un momento determinado. Pero tan pronto como esa envoltura alcanza, mediante el conocimiento adquirido por la experiencia vivida, la misma finura que los más densos de los hilos existentes, y puede percibirlos, dada su afinidad con la envoltura exterior, esos hilos se desprenden, desaparecen, por lo que una verdadera percepción de los mismos, por parte del alma atada a ellos, nunca puede darse.

Así es como, según el punto de vista terrenal, esas pequeñas sustancialidades están al servicio del espíritu humano, ya que su actividad se rige por la naturaleza de la volición consciente o inconsciente de los hombres. Y sin embargo, no obran, en realidad, sino conforme a la Voluntad divina, cuya ley cumplen.

La influencia que el espíritu humano ejerce sobre esa actividad es, pues, aparente solamente. Las diferencias existentes se manifiestan a partir del lado por el que sea mirado. Al hablar, en las conferencias sobre el efecto recíproco, de los hilos que, partiendo de vosotros, son repelidos y atraídos, seguro que os forjasteis la idea de una maraña de hilos. Pero no era de suponer que esos hilos se movieran por sí solos cual si fueran gusanos, sino que tienen que ser sostenidos y dirigidos por manos; y esas manos pertenecen a las pequeñas sustancialidades que ahí actúan, de las cuales no podíais saber nada hasta el momento presente.

Más, ahora, la imagen se presenta ante vosotros en toda su viveza. Imaginad que estáis rodeados continuamente de esas sustancialidades; imaginad que os observan, que se hacen cargo inmediatamente de cada hilo y lo dirigen hacia donde corresponde. Pero no es eso sólo, sino que, además, lo implantan y cuidan hasta que la semilla brota, incluso hasta que florece y da frutos, exactamente igual a como las semillas de las plantas son cultivadas por las sustancialidades, en la pesada materialidad física, hasta que vosotros podéis cosechar los frutos.

Es la misma ley fundamental, la misma actividad, únicamente que es llevada a cabo por sustancialidades de distinta especie que, como diríamos terrenalmente, son especialistas en ese terreno. Y así se extiende por toda la creación el mismo movimiento, la misma actividad, proporcionando la semilla, la floración y fructuación de todo, sea de la especie que sea, bajo la vigilancia y solicitud de las sustancialidades. Para cada especie hay una actividad sustancial, y sin actividad sustancial no habría, a su vez, ninguna especie.

Así fue como, a partir de la actividad de las sustancialidades — bajo el impulso de la vil voluntad humana — y del anclaje de los correspondientes hilos, surgió también lo que llamamos infierno. Los hilos de la mala voluntad se anclaron allí, crecieron, florecieron y dieron, por último, los frutos correspondientes — esos frutos que han de recoger los hombres que echaron la simiente.

Por eso reina en esos bajos fondos una voluptuosidad devoradora, con sus correspondientes semillas: los instintos sanguinarios, las disputas violentas y demás monstruosidades de las pasiones humanas. Pero todo se realiza por efecto de la misma ley, en cumplimiento de la cual las pequeñas sustancialidades forman, también, la fabulosa belleza de los reinos luminosos.

Así haré surgir de la creación una imagen tras otra, hasta que obtengáis una gran visión homogénea del conjunto; visión que no os permitirá vacilar nunca más en vuestros caminos ni dejará que os perdáis, porque, entonces, poseeréis el necesario conocimiento. Tendría que estar completamente pervertido hasta la raíz y merecería ser condenado quien, entonces, no quisiera dirigir su camino hacia las alturas luminosas.

* * *



EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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