27. LOS SÍMBOLOS EN EL DESTINO DEL HOMBRE
SI LOS HOMBRES
no estuvieran tan absorbidos por las necesidades y las numerosas futilidades de
la vida diaria; si quisieran, por el contrario, prestar un poco de atención a
los grandes y pequeños acontecimientos de su alrededor; si procedieran a
observarlos algo más detenidamente, pronto llegarían a poseer un nuevo concepto
de las cosas. Quedarían asombrados de sí mismos, y les parecería increíble
haber sido inconscientes, hasta entonces, de unos hechos tan evidentes.
Y habría razones de sobra para compadecerse de sí mismos y
para mover la cabeza en señal de desaprobación. Unas pocas observaciones
bastarían para descubrir ante sus ojos todo un mundo de eventos vivientes y
estrictamente ordenados, un mundo que les permitiría reconocer en seguida la
férrea mano de un dirigente superior: el mundo de los símbolos.
Sus raíces están profundamente hundidas en el terreno de la
materialidad etérea de la creación. Sólo sus extremidades se prolongan hasta
entrar en el mundo terrenal visible, como un océano bajo la apariencia de una
calma absoluta, cuyos continuos movimientos no son visibles, y sólo pueden ser
observados en las playas, en sus últimas ramificaciones.
El hombre no puede imaginarse que, con un mínimo esfuerzo,
con un poco de atención, pueda observar claramente la actividad, tan temida por
él, de ese karma de trascendental
importancia para él. Le resulta imposible familiarizarse más con él, lo que
conduciría a ir desechando, poco a poco, el temor que suele apoderarse de los
hombres que reflexionan, llegando, con el tiempo, a desaparecer por completo,
por lo que el karma perdería todo lo que tiene de terrible.
Para muchos, puede servir de camino ascensional aprender a
conocer y seguir, partiendo de los acontecimientos materiales visibles, las
profundas olas de la vida en el mundo de la materialidad etérea, con lo que, al
cabo de cierto tiempo, nacería el convencimiento de la existencia real de
efectos recíprocos de consecuencias rigurosas.
Pero una vez que el hombre haya llegado a ese conocimiento,
se irá adaptando lentamente, paso a paso, hasta que, por último, se dé cuenta
de la lógica estricta y perfección de la Fuerza motriz que emana de la
consciente Voluntad divina impuesta en toda la creación, es decir, en el mundo
etéreo y en el mundo físico. A partir de ese
instante, contará con ella, se someterá a ella voluntariamente. Eso
equivaldrá a una inmersión en la Fuerza, cuyos efectos no podrán menos que ser
siempre provechosos para él. Esa fuerza, al ser empleada debidamente
adaptándose perfectamente a ella, le será de utilidad.
De esta manera, el efecto recíproco caerá sobre él sólo
para proporcionarle felicidad. Sonriente, verá cumplidas todas las palabras
bíblicas, que, pese a su cándida simplicidad, simplicidad que tantas veces
sirvió de piedra de escándalo, amenazaban ser muy difíciles de cumplir, ya que,
según la opinión mantenida hasta entonces, exigían una sumisión de esclavos.
Esa obediencia exigida, tan desagradablemente sentida, irá adquiriendo un
aspecto muy distinto ante sus ojos, llegando a ser considerada como la más alta
distinción que puede ser hecha a una criatura, como un verdadero don divino que
lleva en sí la posibilidad de desarrollar una inmensa fuerza espiritual y
permite colaborar en la maravillosa creación de manera consciente y personal.
Las expresiones: “El que se humilla será enaltecido”; el
hombre debe “postrarse humildemente ante su Dios” para poder entrar en Su
reino, debe “obedecer”, “servir”, y tantos otros consejos bíblicos, todas estas
expresiones, enunciadas con una sencillez aplastante, tan cándidas y, no
obstante, tan precisas, han retraído un tanto al hombre desde un principio,
porque le hieren en su orgullo, ese orgullo que está latente en la consciencia
de sus conocimientos intelectuales. Ya no quiere ser conducido ciegamente, sino
que desea conocerlo todo por sí mismo y colaborar conscientemente en todas las
cosas, a fin de adquirir, por propia
convicción, el ímpetu interior necesario para la realización de toda gran
obra. ¡Y eso no es ninguna sinrazón!
A consecuencia de su evolución progresiva, el hombre debe llevar una existencia más
consciente que antes. Y cuando haya reconocido con alegría que las sencillas
expresiones bíblicas, tan extrañas para la época actual, aconsejan exactamente
todo lo que él mismo ha admitido ya, voluntariamente y con plena consciencia, a
partir de sus conocimientos de las universales leyes naturales, entonces, caerá
la venda de sus ojos. Estupefacto, tendrá ante sí el hecho evidente de que ha
venido desechando esas antiguas enseñanzas por la simple razón de haberlas
interpretado erróneamente, por no haber intentado nunca profundizar en ellas
con la atención que se requería, a fin de tratar de adaptarlas a la mentalidad
de la época actual.
Por tanto, decir: “Postrarse humildemente ante la Voluntad
de Dios”, o “sacar provecho de las inmensas leyes naturales, después de
reconocer debidamente su naturaleza y sus efectos”, es una y la misma cosa.
El hombre sólo puede sacar provecho de las fuerzas
portadoras de la Voluntad de Dios, si las estudia en todos sus detalles, es
decir, si llega a comprenderlas y se rige por ellas. Ese “contar con ellas” o
“regirse por ellas” no es, en realidad, más que someterse a ellas, es decir,
doblegarse ante ellas, no ir en contra de
ellas, sino de acuerdo con ellas. Únicamente
si el hombre adapta su voluntad a las características particulares de las
fuerzas, es decir, si sigue su dirección, podrá utilizar al máximo el poder de
las mismas.
Eso no es ser dominado por las fuerzas, sino acatar
humildemente la divina Voluntad. Que el hombre lo atribuya a su inteligencia, o
lo considere como conquistas de la ciencia, no cambia en nada al hecho de que
todo eso que se denomina “descubrimiento” no es más que llegar a conocer nuevos
efectos de las leyes naturales establecidas, es decir, “reconocer” la Voluntad
de Dios, y “someterse” a ella al valorar o emplear dichos descubrimientos. Es
innegable que eso supone acatar
humildemente la Voluntad de Dios, obedecerla.
Pero pasemos ahora a tratar de los símbolos. Todo evento de
la creación, es decir, todo acontecimiento que tiene lugar en la materialidad,
tiene que llegar a un desenlace adecuado en
el transcurso de su ciclo evolutivo o, dicho de otra manera, tiene que
cerrarse el círculo. Por eso es que, según las leyes de la creación, todo tiene
que volver ineludiblemente a su punto de partida, donde tendrá lugar su última
fase, es decir, su disolución, su disgregación o desaparición como elemento
activo. Eso sucede en la creación como conjunto y en todo evento como elemento
aislado. De ahí nace el inevitable efecto reciproco, el cual, a su vez, es la
manifestación simbólica del destino.
Puesto que todas las acciones tienen que terminar allí
donde surgieron, se concluirá que toda acción habrá de encontrar su fin en la
misma materialidad en que nació. Así, pues, todo comienzo materialmente etéreo
implicará un final etéreo también; y el final habrá de ser materialmente físico
si también lo ha sido el comienzo. Los elementos etéreos no pueden ser visibles
para los hombres. El desenlace físico de un acontecimiento cualquiera puede, en
cambio, ser percibido por ellos, pero a muchos les falta la clave del secreto,
el comienzo propiamente dicho, que, en la mayoría de los casos, se halla en una
existencia física anterior.
Si bien, en este caso también, la mayor parte de los
eventos relacionados con el efecto recíproco se desarrollan en el mundo de la
materialidad etérea, el karma no podría desplegar nunca toda su actividad si
sus efectos no se dejaran sentir y ver al final, de alguna manera, en el mundo
materialmente físico. Solamente cuando tenga lugar un proceso visible en el que
se manifieste la actividad del efecto recíproco, podrá cerrarse el círculo
evolutivo, con lo que habrá llegado el desenlace final, bueno o malo, feliz o
desgraciado, sirviendo de bendición o como remisión del karma propiamente
dicho, todo según la naturaleza de los actos cometidos en un principio lejano.
Esta última y visible manifestación tiene que darse necesariamente en el mismo
punto en que se encuentra su origen: en el hombre, que dio principio a todo
mediante un acto cualquiera realizado en aquel entonces. No podrá ser evitado
en ningún caso.
Pero, si sucede que el hombre en cuestión ha sufrido una
transformación; si acontece que, entretanto, su íntimo ser se ha vivificado, se
ha hecho mejor de lo que era al principio de tales acciones, el efecto
retroactivo, dado su diferente naturaleza, no podrá afirmarse en él. No
encontrará terreno apropiado a su especie en ese alma que aspira a su
encumbramiento, la cual, según la ley de la pesadez espiritual,* se habrá
vuelto más luminosa y, por tanto, más ligera.
Como consecuencia natural, el medio luminoso que rodea al
hombre en cuestión se impondrá a esas repercusiones sombrías que se aproximan a
él, por lo que quedarán debilitadas considerablemente. Pero, a pesar de todo,
la ley de los ciclos y la del efecto recíproco han de cumplirse en toda la intensidad
de su fuerza autoactiva. Una derogación de una cualquiera de las leyes
naturales es imposible.
Por tal razón, en correspondencia con esas leyes
irrevocables, también esas debilitadas repercusiones del efecto recíproco
tienen que manifestarse de forma visible en
el mundo físico, a fin de agotar verdaderamente todas sus energías, es decir,
para extinguirse. Principio y fin tienen que volver a encontrarse en el origen.
Pero, a causa de que el medio ambiente en el que se desenvuelve el hombre a que
nos referimos se ha hecho luminoso, el tenebroso karma no podrá ocasionarle
daño alguno, sino que ese efecto reciproco, tan considerablemente atenuado,
actuará sobre los alrededores inmediatos
de tal forma que el afectado por él sea puesto en la situación de realizar
cualquier acto voluntario cuya naturaleza coincida exactamente con el contenido de dicho efecto recíproco.
A diferencia de los efectos que habrían producido en él las
tenebrosas corrientes retroactivas si hubieran conservado invariablemente toda
su intensidad inicial, ese acto voluntario no le ocasionará dolor ni daño
alguno. Al contrario: podrá ser que hasta sienta placer.
* Conferencia II–2: “El destino”*
Tal es la extinción puramente
simbólica de más de un pesado karma,
pero siempre en correspondencia completa con las leyes de la creación, actuando
automáticamente según la transformación experimentada en el estado del alma.
Por eso es que la mayoría de los hombres no llegan a ser conscientes de ello.
El karma, por tanto, se ha extinguido, y la inflexible Justicia ha quedado
satisfecha hasta en las últimas y más tenues afluencias. En estos procesos
naturales conformes a las leyes de la creación están contenidas gracias tan
prodigiosas, como sólo pueden provenir de la suprema Sabiduría del Creador
impuesta en Su perfecta obra.
Numerosas son esas extinciones puramente simbólicas de
efectos recíprocos, que, de otra manera, habrían resultado muy pesados.
Pongamos un ejemplo: un hombre de carácter severo y
dominador se ha cargado de un pesado karma al emplear sus facultades para
oprimir a sus semejantes. Ese karma cobra vida, según las cualidades que le son
propias, y efectúa su ciclo, habiendo de volver a recaer sobre él mucho más
intensificado en su naturaleza original. A medida que va acercándose ese
momento, dicho karma se va convirtiendo, según la ley de la fuerza de atracción
de las especies afines etéreas, en un torrente inmensamente amplificado de despóticas
ambiciones de poder, el cual se impondrá sobre todo el ambiente etéreo de la
persona que nos ocupa, llegando a manifestarse activamente y de forma
categórica en el medio ambiente físico, íntimamente relacionado con él, y
creando así una serie de circunstancias que obligarán al promotor inicial a
sufrir una tiranía mucho más despótica que la que él impuso a sus semejantes.
Pero si, entretanto, ese hombre hubiera reconocido su error
y, gracias a sus sinceros esfuerzos por ascender, hubiera conseguido rodearse
de un medio ambiente luminoso y más ligero, cambiaría también, naturalmente, la
naturaleza de los últimos efectos. La densa oscuridad de esa corriente
regresiva sería penetrada más o menos, según la intensidad luminosa del nuevo
ambiente, por la Luz que emana de éste y, consecuentemente, iría perdiendo su
pernicioso carácter. Si esa persona, en un principio tan ávida de poder,
hubiera ascendido muy alto, si hubiera mejorado extraordinariamente, podría
suceder que los efectos finales quedaran poco menos que eliminados, y bastaría
que hiciese un acto pasajero que tuviera el aspecto de una expiación.
Si se tratara, supongámoslo así, de una mujer, ese acto
podría consistir en tomar el cepillo de las manos de su criada para enseñarle,
amablemente, cómo debe limpiar el suelo. Bastaría que restregara un poco con el
cepillo para que quedara cumplido el gesto simbólico de servir. Esta breve
acción constituiría la última manifestación que tenía que acontecer visiblemente, y, a pesar de su
simplicidad, sería suficiente para poner término a un pesado karma.
Igualmente, el simple hecho de cambiar los muebles de sitio
en un solo cuarto de la casa, podría servir también como símbolo de que ha sido
borrada y suprimida una falta, cuya expiación o efecto retroactivo hubiera
requerido trastornos mucho más grandes, más dolorosos y más categóricos. Estas
cosas suceden, de una manera o de otra, a consecuencia de la mitigada
influencia de una repercusión, o por circunstancias fortuitas, que suelen ser
ocasionadas por la dirección espiritual, valiéndose de ellas para provocar una
extinción.
En todos los casos, es condición natural y lógica que haya
tenido lugar, ya, un impulso extraordinariamente grande capaz de producir una
transformación del estado anímico, circunstancias estas que no pueden ser
tenidas en cuenta, naturalmente, por parte de los astrólogos, por lo que suelen
causar con sus horóscopos inútiles preocupaciones y, en muchos casos, un pánico
tan terrible que basta por sí mismo para provocar o crear nuevas consecuencias
desagradables, hecho que parece confirmar los resultados de los cálculos
astrológicos, que, de no haber estado presente ese pánico, se habrían revelado
como falsos. En semejantes ocasiones, es el mismo interesado el que, con su
pánico, abre una brecha en el círculo luminoso que le rodea.
El que extiende voluntariamente su propia mano a través de
la envoltura protectora, no puede ser ayudado en modo alguno. Su propia
voluntad se opone desde dentro a toda protección
de fuera, mientras que, si no quiere, nada del exterior podrá llegar hasta él a
través de la Luz.
A eso se debe que el más pequeño favor hecho a un
semejante, un sincero compadecerse del prójimo, una única palabra amable,
puedan dar lugar a una simbólica extinción de un karma, pero siempre que esos
íntimos sentimientos tengan como base una firme voluntad de hacer el bien.
Es evidente que eso tenga que preceder a todo; pues, de lo
contrario, no podrá hablarse de una extinción simbólica, ya que las
retroacciones se manifestarán en toda su eficacia, independientemente de su
naturaleza.
Pero, en cuanto en el hombre surja verdaderamente la firme
voluntad de evolución, observará muy pronto cómo, poco a poco, su medio
ambiente cobra más vida cada vez, como si se pusieran en su camino toda suerte
de obstáculos, pero acabando por resolverse todo de la forma más satisfactoria.
Es algo que saltará a la vista. Por último, ante sus asombrados ojos,
sobrevendrá un período de mayor calma, un periodo en que todos los
acontecimientos contribuirán también visiblemente a su progreso terrenal: la
época de expiaciones habrá pasado.
Con gozosa gratitud, podrá complacerse en el pensamiento de
que ha sido eximido de muchas culpas que habría tenido que expiar duramente. Y
entonces, ¡que se mantenga vigilante! para que todos los hilos del destino,
nuevamente tendidos mediante su voluntad y sus deseos, sean absolutamente
buenos, y sólo lo bueno pueda llegar a él a su través.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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