28. LA FE
NO ES TAL FE,
la que practica la gran mayoría de los que se llaman creyentes. La verdadera fe
no cobra vida más que cuando se ha asimilado por entero el contenido de los
mensajes divinos, convirtiéndose así en convicción viva y espontánea.
Los mensajes divinos son trasmitidos por la Palabra de Dios
y por Su creación. Todo da testimonio de El y de Su Voluntad. En cuanto una
persona consigue vivir conscientemente todos los procesos evolutivos y la
existencia entera, sus sentimientos, pensamientos y obras constituyen una única
y gozosa afirmación de Dios.
Entonces, obrará con prudencia, no hablará mucho de ello,
pues habrá llegado a ser una individualidad que, debido a esa serena veneración
a Dios, que también podría ser denominada confianza en Dios, se mantiene firme
y segura en la creación. No se perderá en fantasías, no quedará extasiado, ni
vivirá en la Tierra dedicado exclusivamente a lo espiritual, sino que, con
sentido común y nuevos ánimos, procederá también a completar su obra terrenal y,
asimismo, en caso de necesidad, sabrá blandir diestramente la afilada espada de
su frío intelecto para defenderse de posibles ataques, sin que, naturalmente,
llegue a ser injusto.
No debe, en modo alguno, tolerar tácitamente que se cometan
injusticias contra él. Eso sería consentir el mal y fomentarlo.
Ahora bien, hay muchísimas personas que sólo son creyentes en apariencia. A pesar de admitir
interiormente la existencia de Dios y Su actividad, temen las burlas de los
escépticos. Les resulta penoso y violento, no toman parte en las
conversaciones, eluden el tema cautelosamente mediante expresivos gestos
diplomáticos, y no hacen más que dar asentimiento, por lo embarazoso de su
actitud, a todo lo que dicen los escépticos. Eso no es fe, sino que, en el fondo,
sólo se trata de un consentimiento. Con esa forma de proceder, niegan verdaderamente
a su Dios, al que ruegan en secreto, y del que esperan, por añadidura, todo lo
bueno.
Esa equivocada consideración para con los escépticos no
puede ser disculpada alegando que, para los “creyentes”, la cuestión es
demasiado “sagrada y grave” como para exponerla a eventuales sarcasmos. Tampoco
puede ser considerada como humildad, sino que es simplemente una vulgar
cobardía.
¡Mostrad de una vez la clase de hombres que sois! Sin temor
a ningún hombre, con el orgullo que
corresponde a un hijo de Dios. Sólo así serán obligados los escépticos a
abstenerse definitivamente de sus burlas, fiel manifestación de su
incertidumbre. Pero hoy día, el tímido comportamiento de muchos “creyentes” no
contribuye más que a sustentarlas y fomentarlas.
Esas personas se engañan a sí mismas, pues han atribuido a
la palabra “fe” un significado muy distinto del que el término exige. La fe
tiene que ser viva, debe ser, pues,
algo más que una convicción: tiene que traducirse en actos; y lo hará, en
cuanto lo haya impregnado todo: pensamientos, sentimientos y obras. Tiene que
salir de lo íntimo del ser humano para llegar a ser visible y tangible
espontáneamente, es decir, como la cosa más natural. No debe ser puesta como
escudo ni ser objeto de ostentación, sino que todo lo que se manifieste
perceptiblemente habrá de constituir una espontánea irradiación natural emanada
de lo más íntimo de la esencia espiritual.
Dicho en términos más corrientes, es preciso que la
verdadera fe sea una fuerza radiante surgida del espíritu humano, que impregne
su carne y su sangre y llegue, así, a ser una mera evidencia natural. No es
nada artificial, nada forzado, nada aprendido: es la Vida misma.
Fijaos en muchos de esos creyentes: afirman creer
sinceramente en una existencia ultraterrena y, aparentemente, orientan todos
sus pensamientos en ese sentido. Pero si, en un instante cualquiera, se les
presenta la ocasión de obtener una prueba de ese más allá, partiendo de la
observación de un hecho fuera de lo normal y corriente, entonces, se atemorizan
o sufren una profunda conmoción, lo que prueba precisamente que, en el fondo,
no están convencidos de la existencia de otra vida; pues, de no ser así,
semejante prueba ocasional tenía que resultarles completamente natural, por lo
que no habría razón para atemorizarse o conmoverse especialmente.
Además de éstos, muchos otros procesos muestran claramente
cuán poco convencidos están verdaderamente esos que se llaman creyentes. La fe
no vive dentro de ellos.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario