viernes, 30 de diciembre de 2022

33. EL CICLO DE LAS IRRADIACIONES

 

33. EL CICLO DE LAS IRRADIACIONES

AÚN TENGO QUE explicar muchas cosas concernientes a las grandes y a las menos grandes sustancialidades, sin hablar, por el momento, de los pequeños auxiliares de esas grandes; pues de los más pequeños y de los pequeños del todo hay tantos como vosotros no podéis imaginar.

A veces, me siento desalentado cuando trato de imaginar cómo debo explicaros todo esto con las palabras que el lenguaje pone a mi disposición, sin que perdáis la gran visión general y, más que nada, para que, a pesar de todo, comprendáis perfectamente las relaciones.

Precisamente, la gran sencillez que reside en esa diversidad, inconmensurable para vosotros, es lo que lo hace tan difícil, porque el hombre terrenal no puede abarcar claramente con la vista más que un número muy determinado de cosas y, por eso, nunca puede estar en condiciones de comprender simultáneamente el Todo como una unidad, que es lo que da lugar a la sencillez.

Cada separación en diferentes partes tiene que haceros más difícil la necesaria visión de conjunto, puesto que cada parte de ese conjunto es, a su vez, tan extensa de por sí y se relaciona tan estrechamente con las otras mediante efectos recíprocos, que, en realidad, no se puede hablar en absoluto de una parte verdaderamente aislada; pues en la creación no hay partes aisladas, ya que es, en sí, un Todo homogéneo.

Y el hombre no puede abarcar el conjunto de una ojeada; nunca podrá hacerlo, porque falta en él esa facultad, dado que él también es una mera parte de la creación, una parte, incluso, muy pequeña que no puede ir más allá de sus propios límites, ni, naturalmente, sobrepasar los de su facultad de comprensión.

Por eso, me veo obligado a mantenerme dentro de vuestros límites, pudiendo daros solamente ligeras visiones de todo o sobre todo lo que habrá de seguir siendo inaccesible para vosotros por fuerza. Ahí resultan vanos todos los esfuerzos.

Pero cuando, mediante el saber, os hayáis hecho, por fin, a la idea de que no sois capaces de todo en la creación, entonces, habréis adquirido la humildad y os sentiréis dichosos por la ampliación que habrá obtenido vuestro actual saber mediante mi Mensaje.

Entonces, os preocuparéis del presente y de vuestro ambiente más próximo con mayor insistencia que hasta ahora, porque habréis aprendido a conocer y a utilizar todo más justamente, gracias a las perspectivas que yo haya podido daros sobre lo que os es inaccesible, perspectivas que, no obstante, permiten reconocer exactamente la íntima relación con vosotros y con todo lo que existe a vuestro alrededor.

Y eso es lo que necesitáis para comprender y valorar el presente de modo que sea provechoso para vosotros, provechoso para vuestra ascensión.

Esas perspectivas pueden llevaros hacia arriba, hasta los límites más altos de lo que jamás podréis alcanzar. Precisamente por eso, quiero haceros entrever lo que os es inaccesible, a fin de que, entonces, podáis utilizar provechosamente todo lo que se os ha dado aquí, mucho de lo cual no habíais conocido todavía.

Es de un gran valor, para vosotros, ese conocimiento de las relaciones existentes entre vuestro ser y todo lo demás que se encuentra más allá de esos límites que permanecerán siempre rigurosamente cerrados para vuestra capacidad comprensiva, por razón del origen de vuestro espíritu.

Eso es, también, lo que quiero daros con el Mensaje: el conocimiento de las relaciones. El buscador serio y de voluntad verdaderamente sincera obtendrá muchos beneficios con eso. Ya aprenderéis a apreciar el valor de todo; pues, hasta ahora, lo que los hombres han llamado saber es apenas la centésima parte de lo que podrían saber realmente. Cierto que, en comparación con la creación, los límites del saber humano son reducidos. Y sin embargo, en comparación con el actual saber, son de una extensión apenas concebible para vosotros, una extensión que raya en lo maravilloso.

Y únicamente las perspectivas que yo os abro sobre lo que será siempre inaccesible para vosotros, os ayudarán a alcanzar esos límites superiores, cuando os describa las relaciones con vosotros y con vuestros ambientes. Con el tiempo, ese saber os dará las posibilidades de conocer con toda exactitud las leyes establecidas en la parte comprendida en vuestros límites, lo que resultaría imposible sin esa ayuda de reproducir las relaciones con lo inaccesible para vosotros.

¡Intentad comprenderme ahora en estas cosas, y reconoced lo que quiero daros! Pero no tendáis la mano hacia lo que sobrepasa la realidad; pues yo sólo quiero daros lo que puede haceros progresar dentro de vuestros límites y os es provechoso: sólo eso. Más, no tendría sentido ninguno para la humanidad.

Por eso, no os atormentéis queriendo incluir en vuestro saber lo que está fuera de vuestro alcance: no lo conseguiréis nunca; y yo no os hablo de ello para conferiros el saber o para que os atormentéis intentando vanamente comprenderlo todo realmente y por completo. Eso no es posible en modo alguno y tampoco os lo doy con esa finalidad, sino que lo recibís de mí con el fin de que conozcáis todas las relaciones que llegan a vosotros desde allí.

Si, más tarde, ponéis el conocimiento de esas relaciones como base inquebrantable y orientación de vuestras futuras investigaciones y búsquedas, entonces, aumentaréis tan considerablemente vuestras posibilidades y llevaréis a cabo tantas cosas en todos los dominios, que lo conseguido hasta ahora quedará eclipsado.

¡Hombres! ¡Vuestras obras maestras aún están por hacer! Podéis llevarlas a cabo verdaderamente dentro de los límites que se os ha impuesto y que nunca serán traspasados. Sin embargo, esos límites son tan extensos en realidad, que deberíais regocijaros por ello y agradecer a Dios por cuantas gracias os ha concedido.

Así pues, debéis manteneros dentro de los límites humanos, tanto en vuestros pensamientos como en vuestras obras, como en todos los deberes para con vuestro Creador. No se os exigirá nada más; pues eso es lo máximo que podéis ofrecerle en homenaje de gratitud; y todo lo que cumpláis así servirá también para gloria Suya.

Pues en las más grandes empresas en que debéis y podéis llegar a ser maestros, reside verdaderamente la ofrenda de agradecimiento porque el Creador os ha concedido la facultad de realizar cosas tan grandes, gracias a Su Voluntad en la creación, Voluntad que lleva en sí las leyes.

Asimismo, Le honráis con las espléndidas obras que lleváis a cabo, porque, la grandeza de las mismas testimonia, al mismo tiempo, la grandeza de Su gracia. Cuanto más podáis actuar en la creación a partir de la misma creación, tanto más claramente demostraréis lo grandes que son las leyes divinas que la rigen, así como la riqueza y las gracias que ahí se encierran para vosotros.

Honraréis a Dios en el sentido más verdadero y más puro, cuando, trabajando gozosamente, utilicéis todo lo que se os ofrece en la creación; pues eso sólo os es posible si conocéis y comprendéis sus leyes y, sobre todo, si obráis realmente según sus dictados. Sólo entonces os dará ella toda la belleza que encierra en sí. Os la dará con alegría y para ayudaros.

Y entonces, cuando obréis conforme a las leyes de la creación, también os habréis transformado y seréis completamente diferentes que ahora. Seréis, entonces, seres humanos gratos a Dios; seres humanos como siempre debieran haber sido; seres humanos según la Voluntad de Dios por vivir Sus leyes.

Entonces, no habrá nada que reprocharos. Os encontraréis radiantes y dichosos en la creación dondequiera que estéis: en la Tierra o en cualquier otro plano, y no haréis otra cosa que alabar a Dios con hechos; pues tales obras son como un canto de alabanza que está vivo y vibra en todas las leyes de la creación.

Es esa una meta tan hermosa, tan maravillosa y, al mismo tiempo, tan fácil de alcanzar, que, precisamente por eso, me esfuerzo en allanaros el camino con mi Mensaje.

¡Seréis hombres! Hombres de acción a los que afluirá todo lo de la creación, porque vibraréis con ella en el júbilo de la más grande felicidad.

Eso será, entonces, ser hombres para gloria de Dios. Ser feliz en el sentido más verdadero es, en verdad, la mayor muestra de agradecimiento que podéis dar a Dios. Pero no me refiero con eso a la felicidad aparente de la indolente placidez que reside en un perezoso reposo. Eso es, para el espíritu, un narcótico mucho más pernicioso que el opio para vuestro cuerpo.

Más alcanzaréis esa verdadera felicidad si albergáis en vosotros la fuerte voluntad requerida para ello. Debéis ser la roca para todos los que quieran salvarse de la gran marea de los bajos deseos y pasiones que se vierten actualmente sobre la humanidad terrenal, como frutos de la errónea voluntad que han venido imponiendo hasta ahora. Cierto que han tenido muchas veces el nombre de Dios a flor de labios, pero nunca han pensado seriamente en acatar Su Voluntad si ésta no ha coincidido al mismo tiempo con la suya.

Intentad acoger en vosotros mi voluntad en el exacto sentido con que yo os la doy, y procurad utilizarla como corresponde para vuestro provecho. Entonces, habréis comprendido la esencia que constituye la base profunda de la intención de mi Mensaje. Y entonces, sólo entonces, os será dado sacar de él verdaderos beneficios.

Intentemos, ahora, dar un paso más hacia el conocimiento de la actividad de la creación.

Probablemente, os encontraréis ante un nuevo enigma; pues no creo que alguno de vosotros pueda admitir la posibilidad de que haya algún error o contradicción en mis explicaciones. Por eso, pensaréis que aún faltan por aclarar muchas cosas que vosotros no podéis incorporar inequívocamente en la lógica estructura de vuestros pensamientos, estructura que necesitáis verdaderamente para poder comprender.

He hablado de los grandes guías de la espiritualidad originaria que personifican las virtudes. También os he hablado de los numerosos mediadores sustanciales que personifican esas mismas virtudes. Ambos géneros fueron designados por mí como especies que influyen en los seres humanos según su respectiva naturaleza.

Sobre este particular os falta todavía la relación exacta que pueda daros una idea clara y completa sin modificar lo escuchado hasta el presente.

En sí considerado, todo eso se puede decir en pocas palabras. Sin embargo, es preferible que yo intente ilustrarlo más concretamente, tal como es realmente en sus formas.

Vosotros sabéis que las irradiaciones se disocian y se separan en subespecies de naturaleza perfectamente definida. En cada plano más bajo, se libera — es decir, se separa por enfriamiento — una nueva subespecie que no podía liberarse a causa de la gran presión aún reinante en esos límites precisos, y que sólo a partir de ese progresivo enfriamiento y de la correspondiente reducción de presión o de grado de calor pudo desligarse y hacerse independiente.

Cada una de las separaciones o desligamientos provoca también, al mismo tiempo, una nueva formación de la especie liberada en una configuración sustancial correspondiente. Es ese un proceso que se verifica espontáneamente de acuerdo con la ley de la creación. Así surge, con sus diferentes ramificaciones laterales, toda una cadena de sustancialidades que ayudan y construyen; sustancialidades de las que ya os he hablado.

Y todas están relacionadas entre sí, de suerte que puede decirse: se dan la mano.

Toda esa cadena de sustancialidades está supeditada únicamente a la Voluntad divina. Son personificaciones, puntos de unión de las propias irradiaciones, que ellas transmiten. En sus especies perfectamente determinadas, las sustancialidades son, en la creación, las continuas dispensadoras, cuya actividad consiste en recorrer la creación entera irradiando hacia abajo.

Bien entendido: las entidades sustanciales son las dispensadoras de las fuerzas radiantes de la irradiación divina, que, obedeciendo a la presión o manteniéndose en la presión venida de arriba, irradian continuamente hacia abajo.

La contracorriente está constituida por los seres espirituales encarnados, los cuales reciben las irradiaciones y las irradian hacia arriba una vez elaboradas.

¡En eso consiste el ciclo de las irradiaciones a través de la creación! En el primer momento, os veréis un tanto desconcertados y pensaréis que ahí hay una contradicción, porque también hemos dicho que las criaturas originarias de la espiritualidad originaria irradian hacia abajo sobre todos los espíritus humanos, por lo que, ahora, creeréis que existen dos clases de irradiaciones que descienden juntas en la creación: la irradiación sustancial y la espiritual.

En sí considerado, eso no es falso; pues esas dos clases de irradiaciones van, en efecto, una junto a la otra; pero hay en su acción una diferencia que provoca el ciclo.

Ya sabéis que he hablado de las irradiaciones de las criaturas espirituales originarias. Pero el efecto de esas irradiaciones es distinto que en el caso de las criaturas originarias sustanciales. La irradiación de las sustancialidades es dispensadora, transmisora, mediadora, como ya he especificado. Pero también he indicado en mi Mensaje, que las criaturas originarias de la espiritualidad originaria, es decir, las criaturas espirituales originarias, actúan, en sus diferentes especies, sobre los seres humanos como imanes gigantescos, o sea, atrayendo, aspirando.

No había podido completar el cuadro hasta hoy, porque era preciso que precedieran las otras conferencias para preparar debidamente el terreno mediante las explicaciones dadas allí. En realidad, hoy no hacemos más que ampliar lo dicho hasta el momento, de lo cual, probablemente, no os habréis hecho una idea convincente del todo al hablar de las irradiaciones; pues os las habéis imaginado actuando exclusivamente hacia abajo.

Ahora bien, los efectos son diferentes en ambas clases de irradiaciones. Verdad es que las irradiaciones propias de las criaturas espirituales originarias también son descendentes, como es natural; pero su acción es ascendente por efecto de la fuerza de atracción, que las sustancialidades no poseen, sino que actúan solamente como dispensadoras, como donantes.

Lo espiritual se impone por la facultad de atracción. Y solamente en esa acción atractiva está arraigado, en realidad, el llamado libre albedrío de la resolución, como podéis comprender si reflexionáis debidamente. Pero no es eso solo, sino que también reside ahí distribución absolutamente justa de recompensas y castigos, que llegan hasta el interesado como consecuencias de la resolución tomada.

Reflexionad tranquilamente sobre esto e imaginad los procesos en todos sus detalles. Veréis ante vosotros, de repente, la asombrosa sencillez de la legislación de la creación, la absoluta claridad que en ella existe. Descubriréis, también, la sujeción que, pese a la libertad de resolución concedida al elemento espiritual, liga a éste a las consecuencias de sus resoluciones; sujeción que se cumple en la misma ley.

Así pues, una sola facultad de lo espiritual surte efectos diversos tan justos, tan lógicos, que quedaréis asombrados ante ellos en cuanto los conozcáis como es debido.

Es un hecho comprensible del todo, que esa facultad de atracción magnética, propia de lo espiritual, no atraiga nunca, por razón de la ley de atracción de las afinidades, más que aquello que el hombre haya querido por su facultad de resolución. Y lo hace con toda exactitud, con todos los matices y tonalidades más tenues, tanto de lo bueno como de lo malo. ¡Reflexionad profundamente sobre esto! No es difícil. Todo ser humano debe de poder desplegar tanta imaginación.

A esa facultad de atracción propia de lo espiritual se anexiona, como contrapeso, la facultad de resolución, innecesaria para la sustancialidad, la cual sólo hace que dispensar según su respectiva especie. Naturalmente, lo espiritual también atrae solamente lo que corresponde a su respectiva voluntad, porque cada volición se apodera inmediatamente de todo el espíritu, le ilumina o encandece, y es entonces cuando entra en acción la facultad de atracción, que surge según corresponde a cada caso.

El espíritu no puede deshacerse de esa facultad de atracción; pues es propia suya o, dicho más claramente, es de su propiedad, es una parte de su naturaleza. No puede librarse de ella. Y como otra parte de la especie espiritual, se agrega, con carácter determinante, la facultad de resolución, el deseo o volición propiamente dichos, de lo cual tampoco puede deshacerse el espíritu, porque debe ejercer una acción auxiliadora; pues, si no, lo espiritual atraería sencillamente, en absoluta confusión, todo lo existente, pudiendo cargarse pesadamente.

Pero semejantes faltas están excluidas de la creación por efecto de la justa ley de atracción de las especies afines, que es, en su acción, como un gran e insobornable guardián del orden. Relacionad, pues, todo esto; dejad que surja vivamente ante vuestros ojos en forma de imágenes: habréis ganado, entonces, mucho para vuestro saber. Pero es preciso que os toméis la molestia y que os ocupéis de ello a fondo durante horas y, si es necesario, días, hasta que lo hayáis comprendido debidamente. Entonces, se os habrá puesto nuevamente en la mano una llave que abrirá muchas o casi todas las puertas del conocimiento de la creación.

Por consiguiente, no lo descuidéis. Es importante hacerlo, puesto que también vuestra esencia más íntima, vuestro propio ser, vuestro origen, son espirituales y, por tanto, estáis sometidos a esas facultades de vuestro espíritu. Ese proceso lo hemos designado, hasta ahora, como una ley.

Pero, en realidad, se trata de una simple facultad, de una parte constitutiva del espíritu, que se manifiesta espontáneamente, por lo que parece una ley.

Estrictamente considerado, no existe absolutamente ninguna ley propiamente dicha en la creación, sino solamente facultades que se manifiestan espontáneamente en correspondencia con las respectivas naturalezas y que, por eso, sólo por eso, tienen la apariencia de leyes inflexibles.

Aprended, por tanto, a conocer las facultades propias y las de otras partes de la creación: así conoceréis las leyes, que, en realidad, se concentran en una ley única que sólo presenta diversidad en cuanto a sus efectos. Tan pronto como hayáis progresado bastante profundamente en vuestros conocimientos, caerá de repente la venda de los ojos y quedaréis absortos ante tanta sencillez.

Por último, en cuanto se imponga el verdadero saber, ya no habrá ninguna ley para vosotros, sino que, con ese saber, todo se reducirá a una sabia utilización de todas las facultades, con lo que, entonces, seréis libres; pues eso equivale exactamente a cumplir todas las leyes.

Por consiguiente, reflexionad nuevamente, ahora, sobre estas cosas y tratad de comprender la gran pulsación de la creación. Por lo tanto, voy a repetir:

Lo sustancial irradia y dispensa hacia abajo. La espiritualidad originaria irradia igualmente hacia abajo, pero ejerciendo una acción atractiva de carácter magnético.

Y como, por razón de su especie, las criaturas espirituales originarias se encuentran en los límites más altos de la creación y poseen, también, la más intensa fuerza de atracción de lo espiritual, actúan como imanes gigantescos sobre todo lo que posee naturaleza espiritual, lo sostienen, y dejan afluir hacia arriba todo cuanto se corresponde con su propia especie: en este caso, como en todos, solamente lo bueno elaborado en todas las esferas, lo cual, después de haber sido elaborado de nuevo por ellas mismas, es absorbido o atraído por lo divino, que, como es natural, posee una fuerza de atracción más intensa aún.

Bien entendido: sólo es atraído hacia arriba el bien elaborado y, en realidad, solamente las irradiaciones en sí, que también pueden ser llamadas los resultados de la actividad espiritual.

Ahora, falta que tengáis un concepto de la elaboración. La elaboración se efectúa exclusivamente en la voluntad de lo espiritual, la cual le es propia, y, por tanto, no puede menos que querer siempre algo necesariamente, aunque nada más sea que por un impulso interior.

Y este proceso o actividad, que también podemos designar movimiento de la voluntad, atrae, al inflamarse, los elementos afines con la respectiva naturaleza de la voluntad, los cuales se encuentran en las irradiaciones dispensadas por las sustancialidades.

En la fusión entre las irradiaciones de la voluntad espiritual y los elementos afines con esta voluntad dispensados por la sustancialidad, ambos adquieren una incandescencia más intensa, y esa unión, más íntima todavía debido a esa inflamación, da como resultado una nueva irradiación de distinto contenido y de mayor potencia.

En eso consiste la llamada elaboración. Y esas irradiaciones así transformadas por una nueva unión son atraídas por la esfera inmediata superior y son, por tanto, elevadas; van, pues, hacia arriba.

Este proceso se repite continuamente, de plano en plano, yendo hacia arriba si… si esa tendencia a elevarse no es impedida e interrumpida por la mala voluntad o la tibieza de lo espiritual; pues sólo la buena voluntad conduce hacia arriba.

La tibieza es un impedimento porque no mantiene el necesario movimiento. Tiene lugar, entonces, una estagnación en toda la creación. Y eso es en lo que la humanidad terrenal ha pecado tanto. Ha pecado contra la creación entera y, por consiguiente, contra la Voluntad de Dios, contra el Espíritu Santo.

Ha provocado un estancamiento en el ciclo, ese ciclo al que, ahora, se le infundirá nuevamente el movimiento requerido, un movimiento más intenso que derribará todo lo que ha venido oponiéndose a él como un obstáculo.

Las irradiaciones de la espiritualidad no conducen, pues, hacia arriba por sí solas: esto es lo primero que habéis de intentar poner en claro. Esas sencillas irradiaciones particulares ya se han adaptado a la esfera en que se encuentra lo espiritual en sus actuales personificaciones humanas, por lo que también están convenientemente enfriadas y habrían de permanecer continuamente en el mismo plano si la insistente voluntad de lo espiritual no atrajera los donativos o irradiaciones sustanciales elaborándolas al mismo tiempo.

También esto se cumple espontáneamente. Entra en acción una correspondiente unión de irradiaciones que obtiene un grado de calor más intenso en el movimiento espiritual de la voluntad, ofreciendo así, a la atracción procedente del plano superior, la posibilidad de unión, la cual se efectúa inmediatamente.

Podéis imaginaros aproximadamente el ciclo de las irradiaciones, como la corriente sanguínea del cuerpo humano, que, efectivamente, es una reproducción aproximada del proceso que se desarrolla en la creación.

El movimiento de las irradiaciones en la creación es, pues, simple por demás y, sin embargo, estrictamente condicionado: lo sustancial irradia hacia abajo solamente y no hace más que dispensar, dar. Lo espiritual irradia igualmente hacia abajo por sí mismo, pero su acción es, no obstante, de tendencia ascendente, según las descripciones que acabo de dar.

Por supuesto que esto sólo concierne a las irradiaciones en sí, no a los espíritus que han adquirido personalidad: los espíritus humanos. Estos encuentran su camino hacia arriba o hacia abajo, por o dentro de la ley de la pesadez, que, en realidad, está íntimamente relacionada con la ley de atracción de las afinidades y ambas se manifiestan como si fueran una sola.

Si la aspiración, esto es, la voluntad y los deseos de un espíritu humano van dirigidos hacia arriba, las irradiaciones por él elaboradas, que siempre son atraídas desde arriba, forman el camino, la senda que le lleva a las alturas, esa senda por la que irá ascendiendo en absoluta conformidad con las leyes. Al mismo tiempo, atrae hacia sí, las irradiaciones emanadas de la sustancialidad y situadas en planos cada vez más altos, las cuales le ayudarán a ascender como si fueran cuerdas o hilos; pues, al efectuarse la elaboración de las mismas, su misma forma espiritual obtiene, también, más y más calor que le permite seguir ascendiendo, volviéndose cada vez más luminoso, más ligero, más candente.

A pesar de la estrecha relación entre todos los procesos, existen aún numerosos y especiales procesos secundarios, si bien son consecuencia y dependen unos de otros y están tejidos entre sí.

Pero para no haceros más difícil la comprensión de estas cosas, debo prescindir, por ahora, de tocar este tema de los procesos secundarios. Mas lo que os he dicho hoy es suficiente, ya, para ofreceros un sólido apoyo que os sirva de ayuda para seguir adelante y para vuestras propias investigaciones futuras.

Por consiguiente, lo sustancial no hace más que dispensar continuamente en la Voluntad de Dios; lo espiritual, en cambio, es simplemente el elemento que “exige” y toma por esa facultad de atracción impuesta en la voluntad.

Como ya he dicho, el hombre, por ser espiritual, es solamente el huésped que se sirve de la mesa de esta creación que las sustancialidades mantienen siempre puesta. Pero, desgraciadamente, se sirve exigiendo tenazmente, en lugar de alzar su mirada agradecida a Aquel que le ofrece todo eso. Y en esto tiene que cambiar necesariamente ahora.

Sobre este particular, voy a tocar otro punto tomado de la conferencia “La mujer y el hombre”, que podría suscitar en alguno de vosotros pensamientos un tanto erróneos. En la historia de la creación de los diferentes pueblos, se menciona muchas veces, que el hombre y la mujer nacieron al mismo tiempo. En algunos casos, sin embargo, se dice que el hombre nació primero.

Si bien las sencillas descripciones figuradas dadas sobre este particular no pueden ser tomadas en consideración de ningún modo, ya que fueron dadas conforme al grado de evolución de los distintos pueblos y épocas, mientras que nosotros tratamos aquí del verdadero conocimiento de la creación de acuerdo estrictamente con las leyes, sin embargo, tampoco encontraréis ahí contradicción ninguna; pues, por los procesos conformes a la ley que se os han descrito hasta ahora, ya sabéis que, naturalmente, el elemento puramente masculino tuvo que ser el primero en quedar eliminado de la sustancialidad, el primero que hubo de desligarse de ella, antes de que lo puramente femenino pudiera subsistir.

De este modo, sería posible, pues, decir que el hombre ha nacido primero; pero, con el mismo derecho, se podría afirmar que ambos nacieron al mismo tiempo. Las dos descripciones simbólicas de antaño deben ser consideradas como exactas en cuanto al gran evento objetivo propiamente dicho; pues es evidente que el elemento espiritual femenino — más fino — o la mujer espiritual no pudo nacer más que cuando el elemento espiritual masculino — más denso — se hubo separado de la sustancialidad. Si no, habría sido imposible.

Así pues, eso está correctamente expresado considerándolo en todos los sentidos y a pesar de la diversidad de las imágenes de las transmisiones antiguas, ya que las descripciones referentes a la formación no conciernen al devenir de la materialidad más densa, sino al comienzo propiamente dicho de la creación, y ese comienzo tuvo lugar en el reino de la espiritualidad originaria, en la cima más alta de la creación, que, desde allí, siguió evolucionando progresivamente a medida que fue descendiendo.

En esas descripciones, como en todo lo que hacen los hombres terrenales y como fue el caso de las descripciones referentes a Parsifal y a la Mansión del Grial, no ha sucedido más que lo siguiente: primeramente, hombres profundamente espirituales recibieron inspiraciones que ellos no fueron capaces de reconocer claramente y que, al efectuar la transmisión, ya deformada de antemano, las redujeron a los límites de sus respectivos ambientes y las adaptaron a los eventos, costumbres y usos terrenales que les eran conocidos, sin olvidar que, también aquí, el intelecto no desperdició la oportunidad de aportar igualmente una parte no pequeña. Que esa actitud en cosas que el intelecto terrenal es absolutamente incapaz de comprender, no podía aportar ni claridad ni progreso, sino que había de ejercer obligadamente una acción deformante, es un hecho que creo no tener necesidad de poner de relieve especialmente.

Y así surgieron todas esas descripciones derivadas exclusivamente de transmisiones más o menos alteradas, a las que vosotros, ya iniciados en estas cosas, no debéis aferraros nunca demasiado fuertemente.

Las antiguas descripciones — que, en sí, ya necesitan mucho una presentación más exacta, más propia de la época actual — tampoco contradicen el hecho de que el elemento femenino forma y sigue siendo siempre el puente hacia el grado inmediato superior de la creación, y que, como parte positiva, es la parte dispensadora, es la más fuerte, como exige y la capacita su especial naturaleza, que aún conserva y lleva en sí una parte de la sustancialidad del plano superior más próximo.

Mas como lo sustancial sólo ejerce una acción dispensadora y no atrae, no pudo impedir la caída voluntaria de la mujer terrenal, a pesar de su superior naturaleza. No puede hacer otra cosa que estar siempre dispuesto a dar en cuanto se exprese el deseo de ello. Esforzaos, pues, en comprender mi Mensaje debidamente y en obrar como corresponde.

No tengo la intención de hacéroslo todo demasiado cómodo, exponiéndolo hasta en sus detalles más pequeños: vosotros mismos debéis esforzaros dando el máximo de lo que esté en vuestras fuerzas.

Yo conozco muy exactamente — mejor aún que vosotros mismos — los límites de todo lo que les es dado pensar, sentir y obrar a los espíritus humanos terrenales, y espero de los lectores y auditores de mi Mensaje y de mis explicaciones que, si quieren seguirme verdaderamente, den el máximo de lo que el hombre de la poscreación es capaz de rendir; pues eso es lo que conviene hacer y lo que es útil conforme a la Voluntad de Dios, que exige movimiento y un vibrar al unísono con el ciclo de las irradiaciones que recorren la creación.

¡Emprended, pues, altos vuelos! ¡Tenéis que hacer todo lo que tenga cabida en los límites de vuestra comprensión. Eso os lo dejo a vuestro cargo por completo; yo sólo os doy una orientación; sólo construyo los cimientos sobre los que vosotros debéis y estáis obligados a seguir edificando.

Se descuidáis el trabajo personal por pereza y os conformáis solamente con acoger en vosotros el sentido del Mensaje, sin utilizarlo juiciosamente para continuar edificando, no obtendréis beneficio ninguno de mis palabras; pues, entonces, el valor real quedará cerrado, para vosotros, como un libro con siete sellos.

Sólo por vuestro propio movimiento se os abrirá, también, el Mensaje y verterá sobre vosotros abundantes bendiciones. ¡Sed, pues, activos en espíritu! ¡Yo os estimulo a ello con mis palabras!

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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