domingo, 18 de diciembre de 2022

34. EL SANTO GRIAL

 

34. EL SANTO GRIAL

NUMEROSAS son las interpretaciones de los poemas concernientes al Santo Grial. Los sabios y los investigadores más serios se han ocupado de este misterio. Muchas de esas interpretaciones tienen un alto valor moral, pero todas ellas incurren en una gran falta: no son más que estructuras que se alzan desde el plano terrestre hacia las alturas, mientras que lo fundamental, el rayo luminoso que va de arriba hacia abajo, el único que puede aportar vida y claridad, falta.

Todo lo que tiende a ir de abajo a arriba tiene que quedar detenido ante los límites de la materialidad, suponiendo que llegue a alcanzar las cumbres más altas. En la mayoría de los casos, sin embargo, en las condiciones más favorables, no podrá recorrerse apenas la mitad del camino. ¡Y cuán largo es, aún, el camino a recorrer para llegar al verdadero conocimiento del Santo Grial!

Ese sentimiento de que es algo inaccesible ha acabado por apoderarse de los investigadores. El resultado es que tienden a considerar al Grial como una mera denominación simbólica de un concepto, atribuyéndole así esa elevación que ellos sienten, muy justamente, como algo que tiene que ser puntualizado necesariamente. Pero, de esta manera, van, en realidad, hacia atrás, no hacia adelante; hacia abajo en vez de hacia arriba. Se apartan del buen camino que ya los mismos poemas dejan entrever en parte.

Sólo estos dejan vislumbrar la Verdad; pero sólo vislumbrar; pues, por la colaboración del intelecto, las sublimes inspiraciones y las imágenes visionarias de los poetas adquirieron, al ser transmitidas, un carácter demasiado terrenal. Al comunicar a los demás lo que habían visto espiritualmente, lo ilustraron con imágenes propias del ambiente terrenal de la época, a fin de hacer más comprensible a los hombres el significado de sus poemas, cosa que, a pesar de todo, no pudieron conseguir, ya que ellos mismos no pudieron llegar al fondo de la Verdad.

Así fue como, desde un principio, quedó establecida una base poco sólida para futuras investigaciones y búsquedas. Un estrecho límite fue impuesto a todo éxito. Que, finalmente, no se pueda pensar en el Grial más que como un símbolo y que la redención por él haya sido relegada a lo más profundo del ser de cada uno de los hombres, no es, pues, nada sorprendente.

Las interpretaciones actuales no están desprovistas de grandes valores éticos, pero no pueden pretender ser una clara explicación de los poemas, y mucho menos un acercamiento a la Verdad del Santo Grial.

Tampoco ha de entenderse por Santo Grial el cáliz que utilizó el Hijo de Dios al finalizar Su misión sobre la Tierra, durante la última cena con sus discípulos. Ese cáliz, en el que fue recogida Su sangre al pie de la cruz, es un sagrado recuerdo de la gran obra redentora del Hijo de Dios, pero no es el Santo Grial que tuvo el privilegio de ser cantado en la leyenda de los poetas. Estos poemas han sido falsamente interpretados por la humanidad.

Deberían constituir promesas procedentes de las más altas cumbres, promesas que los hombres pueden esperar que se cumplan. Si hubieran sido interpretados en este sentido, es seguro que se habría encontrado, hace mucho tiempo, otro camino a seguir para llegar más adelante en las investigaciones. Pero, al no ser así, todas las interpretaciones tenían que llegar necesariamente a un punto muerto, pues nunca puede ser hallada una solución completa y sin lagunas, ya que, a consecuencia de los erróneos conceptos actuales, el punto de partida de toda investigación ha sido puesto, desde el principio, sobre una base falsa.

Jamás un espíritu humano, aunque haya alcanzado su mayor perfección, aunque haya pasado a la inmortalidad, podrá contemplar el Santo Grial cara a cara. De aquí que tampoco puedan llegar nunca a la materialidad terrenal mensajes precisos procedentes de esas regiones, a no ser por mediación de un mensajero enviado desde allí. Por tanto, el Santo Grial seguirá siendo eternamente un misterio para el espíritu humano.

El hombre no debe ocuparse más que de aquello que es capaz de abarcar espiritualmente, procurando, ante todo, cumplirlo y hacerlo llegar hasta su más noble florecimiento. Pero, por desgracia, en sus aspiraciones, siempre busca preferentemente lo que se encuentra fuera de su alcance, sin tratar de desarrollar lo que está dentro de sus posibilidades; y esa negligencia en que incurre no le permite obtener ni siquiera aquello que puede conseguir, mientras que lo deseado nunca podrá alcanzarlo en modo alguno. Con ello, él mismo destruye lo más hermoso y lo más sublime de su propio ser, y lo único que consigue es un fracaso rotundo en la realización del fin de su existencia. — Parsifal es una gran promesa. Los defectos y errores que los poetas de la leyenda han agregado mediante sus pensamientos demasiado terrenales, desfiguran la verdadera esencia del personaje. Parsifal personifica al Hijo del Hombre, cuya venida ha sido anunciada por el mismo Hijo de Dios.

Enviado por Dios, habrá de pasar por las más penosas tribulaciones terrenales con una venda puesta ante los ojos del espíritu. Exteriormente, será un hombre entre los hombres. Después de un cierto tiempo, liberado de esa venda, tendrá que reconocer Su origen y, con ello, se reconocerá a Sí mismo, presentándose claramente ante Sus ojos la naturaleza de Su misión, la cual traerá consigo, junto con un juicio riguroso, la redención de los hombres que hayan buscado seriamente.

Pero no puede admitirse que un hombre cualquiera pueda cumplir esa misión, y mucho menos aún debe reconocerse en ello las posibles experiencias vividas por numerosos hombres o, incluso, por toda la humanidad. Sólo podrá tratarse de un ser muy particular, de un enviado especial.

En la inmutable legislación de la Voluntad divina, todo lo que ha terminado su ciclo evolutivo y ha alcanzado su máxima perfección, no puede menos que regresar al punto de partida de su ente originario, pero nunca podrá sobrepasar ese punto. Otro tanto sucede con el espíritu humano. Como germen espiritual, su origen se sitúa en el plano espiritual-sustancial, al cual habrá de regresar en calidad de espíritu consciente y bajo la forma sustancial, una vez que haya completado su periplo a través de la materialidad, cuando haya alcanzado la plenitud de su desarrollo y se haya convertido en un elemento esencialmente puro.

Ningún elemento sustancial-espiritual podrá rebasar los límites de la divinidad, por muy elevado, puro y radiante que sea. Este límite y la imposibilidad de sobrepasarlo tiene su razón de ser en la misma naturaleza de las cosas, en la diferencia entre las especies, tal como sucede igualmente en las esferas o planos de la creación material.

En las cumbres más elevadas, como Ser Supremo, se halla Dios mismo en Su divina Insustancialidad. Inmediatamente después, un poco más abajo, se encuentra la sustancialidad divina. Ambas son eternas. A continuación, hallamos, bajando progresivamente, la obra de la creación propiamente dicha con sus planos o esferas cada vez más densos, hasta llegar, por fin, a la materialidad física visible al hombre.

La materia etérea que forma parte de la creación material es lo que llaman los hombres “el más allá”. Es decir, lo que se encuentra más allá de su capacidad de percepción visual física. Pero ambas materias forman parte de la obra de la creación, no son eternas en su forma, sino que están sometidas a transformaciones, que contribuyen a su renovación y reanimación.

En el punto culminante, allí donde comienza la esfera eterna de la sustancialidad espiritual, se yergue la Mansión del Grial, visible y accesible para el espíritu, puesto que posee la misma naturaleza sustancial-espiritual. Esa mansión encierra un recinto situado en la periferia de la esfera divina, más eterizado, por tanto, que todo lo sustancial-espiritual. En ese recinto mora el Santo Grial, garantía de la eterna bondad de Dios, símbolo de Su más puro Amor, punto de partida de la Fuerza divina.

Es como una patena conteniendo una especie de sangre bermeja que hierve y se agita sin llegar a desbordarse. Inundado por las irradiaciones de la más luminosa de las luces, solamente los más puros entre todos los seres de la sustancialidad espiritual poseen el don de poder contemplar esa Luz. Esos son los guardianes del Santo Grial. Si está escrito en los poemas que lo hombres más puros están llamados a ser los guardianes del Grial, sólo ha sido porque el inspirado poeta ha dado a ese punto un carácter demasiado terrenal, pues no era capaz de expresarse de otra forma.

Ningún espíritu humano puede traspasar el umbral de ese recinto sagrado. Aun después de haber logrado la perfección de su sustancialidad espiritual al regresar de su peregrinación por la materialidad, no será lo suficiente etéreo como para poder traspasar ese umbral, es decir, ese límite. A pesar de su máximo desarrollo, seguirá siendo aún demasiado denso.

Una mayor eterización equivaldría, para él, a una desintegración o combustión total de su ser, pues su naturaleza, por razón de su origen, no puede llegar a ser más radiante, más luminosa, más eterizada. No podría soportarlo.

Los guardianes del Grial son seres eternos, arquetipos espirituales que nunca han sido hombres; son la crema de todo lo sustancial espiritual. Pero precisan de la Fuerza insustancial-divina, dependen de ella, tal como todo depende de la Insustancialidad divina, origen de toda fuerza, Dios Padre.

De tiempo en tiempo, en el día de la Sagrada Paloma, ésta aparece sobre el cáliz en señal renovada de la inmutabilidad del Amor divino del Padre. Es la hora de la unificación, que aporta nueva fuerza. Los guardianes del Grial la acogen con humilde devoción, y pueden proceder a transmitir más lejos esa fuerza maravillosa que han recibido.

¡De eso depende la subsistencia de toda la creación!

En ese instante, el Amor del Creador se vierte radiante en el templo del Santo Grial para dar un nuevo impulso a la Vida, para estimular la actividad creadora, transmitiendo sus pulsaciones hacia abajo, a través de todo el cosmos. Un estremecimiento recorre todas las esferas: es la sagrada emoción que produce el vivo presentimiento de una alegría, de una gran felicidad. Sólo el espíritu de los hombres permanece ajeno a ello, sin sentir lo que le acontece a él precisamente, sin darse cuenta de cuán abúlicamente recibe ese don inconmensurable; su voluntaria angostura intelectual le impide concebir una grandeza tal.

¡Es el instante en que fluye vida en la creación entera!

Es un proceso necesario que se repite continuamente, confirmando la alianza que el Creador mantiene con Su obra. Si ese flujo llegara a interrumpirse, si cesara, todo lo existente iría secándose y envejeciendo lentamente: se desintegraría. Habría llegado el fin de los días, y, como en un principio, sólo subsistiría Dios, ¡pues Él es la Vida misma!

Este hecho se menciona ya en la leyenda. La decrepitud que se apodera de los caballeros del Santo Grial durante el tiempo transcurrido desde que Amfortas deja de revelar el Grial, hasta la hora en que aparece Parsifal como rey del Grial, hace alusión al envejecimiento y aniquilamiento de todo, al no volver el día de la Sagrada Paloma, el día de la “revelación” del Grial.

El hombre debería dejar de considerar al Santo Grial como algo inconcebible; ¡pues existe verdaderamente! Solamente que, por la naturaleza del espíritu humano, le está vedado poder llegar a contemplarlo alguna vez. No obstante, las bendiciones que emanan de él y que pueden ser y serán transmitidas por los guardianes del Grial, pueden ser recibidas y disfrutadas por los espíritus humanos si las acogen abiertamente.

En ese sentido, ciertas interpretaciones no pueden ser precisamente calificadas de falsas, ya que no pretenden incluir, en sus explicaciones, al Santo Grial. Son correctas… y no lo son.

La aparición de la Paloma en ese día de la Sagrada Paloma, anuncia también la venida periódica del Espíritu Santo; pues esa Paloma guarda una estrecha relación con él.

Pero esto es algo que el espíritu humano sólo puede comprender metafóricamente, puesto que, por la naturaleza de las cosas, aunque haya llegado al estado más elevado de su evolución, ese espíritu del hombre no puede llegar con sus pensamientos, sentimientos y conocimientos, más que hasta allí donde se halla su origen, es decir, hasta la esfera de especie idéntica a la más pura constitución de su origen: la esfera de la eterna sustancialidad espiritual. No puede traspasar esos límites ni siquiera con el pensamiento. Tampoco podrá nunca concebirlo en modo alguno. Es esto tan natural, tan lógico y tan elemental que todo hombre puede seguir el razonamiento.

Por esta razón, lo que se encuentra más allá de esos límites es un misterio para la humanidad, y seguirá siéndolo siempre.

Por consiguiente, todo aquel que se imagina llevar a Dios dentro de sí, o que él mismo se cree divino, o que piensa poder llegar a serlo, vive en una engañosa ilusión. Lo que lleva dentro de sí es espiritual, pero no divino. En eso estriba una diferencia infranqueable. El ser humano es una criatura, no una parte del Creador, como muchos tratan de persuadirse a sí mismos. Es y seguirá siendo una obra, nunca llegará a ser maestro.

Asimismo, es inexacto afirmar que el espíritu humano procede del mismo Dios Padre y que a Él habrá de volver. El origen del hombre se halla en la sustancialidad espiritual, no en la Insustancialidad divina, por lo que, una vez alcanzada la Perfección, sólo podrá regresar hasta lo sustancial-espiritual. Propiamente dicho, el espíritu humano procede del reino de Dios, y volverá a ese reino cuando sea perfecto; pero no a Dios mismo.

Más tarde se darán conferencias más amplias sobre cada uno de los planos de la creación, los cuales difieren totalmente entre sí por la naturaleza de su género.

En la cumbre más elevada de cada uno de esos planos de la creación, se encuentra una mansión del Grial, necesario punto de enlace para poder seguir transmitiendo la fuerza.

Esta mansión siempre está constituida por elementos de la misma especie que el plano de la creación sobre el cual se asienta, y es la imagen de la verdadera Mansión del Grial, la más elevada, la que se yergue sobre la cima de la creación, de la cual es punto de partida gracias a las irradiaciones de Parsifal.

Amfortas era sacerdote y rey en la más inferior de esas reproducciones de la Mansión del Grial: la situada sobre la cumbre del plano donde se hallan los espíritus humanos — gérmenes espirituales desarrollados — es decir, en la mansión más próxima a la humanidad terrenal.

* * *


Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

* * *

Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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