34. EL SANTO GRIAL
NUMEROSAS son
las interpretaciones de los poemas concernientes al Santo Grial. Los sabios y
los investigadores más serios se han ocupado de este misterio. Muchas de esas
interpretaciones tienen un alto valor moral, pero todas ellas incurren en una
gran falta: no son más que estructuras que se alzan desde el plano terrestre
hacia las alturas, mientras que lo fundamental, el rayo luminoso que va de
arriba hacia abajo, el único que puede aportar vida y claridad, falta.
Todo lo que tiende a ir de abajo a arriba tiene que quedar
detenido ante los límites de la materialidad, suponiendo que llegue a alcanzar
las cumbres más altas. En la mayoría de los casos, sin embargo, en las
condiciones más favorables, no podrá recorrerse apenas la mitad del camino. ¡Y
cuán largo es, aún, el camino a recorrer para llegar al verdadero conocimiento
del Santo Grial!
Ese sentimiento de que es algo inaccesible ha acabado por
apoderarse de los investigadores. El resultado es que tienden a considerar al
Grial como una mera denominación simbólica de un concepto, atribuyéndole así
esa elevación que ellos sienten, muy justamente, como algo que tiene que ser
puntualizado necesariamente. Pero, de esta manera, van, en realidad, hacia
atrás, no hacia adelante; hacia abajo en vez de hacia arriba. Se apartan del
buen camino que ya los mismos poemas dejan entrever en parte.
Sólo estos dejan vislumbrar la Verdad; pero sólo
vislumbrar; pues, por la colaboración del intelecto, las sublimes inspiraciones
y las imágenes visionarias de los poetas adquirieron, al ser transmitidas, un
carácter demasiado terrenal. Al comunicar a los demás lo que habían visto
espiritualmente, lo ilustraron con imágenes propias del ambiente terrenal de la
época, a fin de hacer más comprensible a los hombres el significado de sus
poemas, cosa que, a pesar de todo, no pudieron conseguir, ya que ellos mismos
no pudieron llegar al fondo de la Verdad.
Así fue como, desde un principio, quedó establecida una
base poco sólida para futuras investigaciones y búsquedas. Un estrecho límite
fue impuesto a todo éxito. Que, finalmente, no se pueda pensar en el Grial más
que como un símbolo y que la redención por él haya sido relegada a lo más
profundo del ser de cada uno de los hombres, no es, pues, nada sorprendente.
Las interpretaciones actuales no están desprovistas de
grandes valores éticos, pero no pueden pretender ser una clara explicación de
los poemas, y mucho menos un acercamiento a la Verdad del Santo Grial.
Tampoco ha de entenderse por Santo Grial el cáliz que
utilizó el Hijo de Dios al finalizar Su misión sobre la Tierra, durante la última
cena con sus discípulos. Ese cáliz, en el que fue recogida Su sangre al pie de
la cruz, es un sagrado recuerdo de la gran obra redentora del Hijo de Dios,
pero no es el Santo Grial que tuvo el privilegio de ser cantado en la leyenda
de los poetas. Estos poemas han sido falsamente interpretados por la humanidad.
Deberían constituir promesas procedentes de las más altas
cumbres, promesas que los hombres pueden esperar que se cumplan. Si hubieran
sido interpretados en este sentido, es seguro que se habría encontrado, hace
mucho tiempo, otro camino a seguir para llegar más adelante en las
investigaciones. Pero, al no ser así, todas las interpretaciones tenían que
llegar necesariamente a un punto muerto, pues nunca puede ser hallada una
solución completa y sin lagunas, ya que, a consecuencia de los erróneos
conceptos actuales, el punto de partida de toda investigación ha sido puesto,
desde el principio, sobre una base falsa.
Jamás un espíritu humano, aunque haya alcanzado su mayor
perfección, aunque haya pasado a la inmortalidad, podrá contemplar el Santo
Grial cara a cara. De aquí que tampoco puedan llegar nunca a la materialidad
terrenal mensajes precisos procedentes de esas regiones, a no ser por mediación
de un mensajero enviado desde allí. Por
tanto, el Santo Grial seguirá siendo eternamente un misterio para el espíritu
humano.
El hombre no debe ocuparse más que de aquello que es capaz
de abarcar espiritualmente, procurando, ante todo, cumplirlo y hacerlo llegar
hasta su más noble florecimiento. Pero, por desgracia, en sus aspiraciones,
siempre busca preferentemente lo que se encuentra fuera de su alcance, sin
tratar de desarrollar lo que está dentro de sus posibilidades; y esa
negligencia en que incurre no le permite obtener ni siquiera aquello que puede
conseguir, mientras que lo deseado nunca podrá alcanzarlo en modo alguno. Con
ello, él mismo destruye lo más hermoso y lo más sublime de su propio ser, y lo
único que consigue es un fracaso rotundo en la realización del fin de su
existencia. — Parsifal es una gran promesa. Los defectos y errores que los
poetas de la leyenda han agregado mediante sus pensamientos demasiado
terrenales, desfiguran la verdadera esencia del personaje. Parsifal personifica
al Hijo del Hombre, cuya venida ha sido anunciada por el mismo Hijo de Dios.
Enviado por Dios, habrá de pasar por las más penosas
tribulaciones terrenales con una venda puesta ante los ojos del espíritu.
Exteriormente, será un hombre entre los hombres. Después de un cierto tiempo,
liberado de esa venda, tendrá que reconocer Su origen y, con ello, se
reconocerá a Sí mismo, presentándose claramente ante Sus ojos la naturaleza de
Su misión, la cual traerá consigo, junto con un juicio riguroso, la redención
de los hombres que hayan buscado seriamente.
Pero no puede admitirse que un hombre cualquiera pueda
cumplir esa misión, y mucho menos aún debe reconocerse en ello las posibles
experiencias vividas por numerosos hombres o, incluso, por toda la humanidad.
Sólo podrá tratarse de un ser muy particular, de un enviado especial.
En la inmutable legislación de la Voluntad divina, todo lo
que ha terminado su ciclo evolutivo y ha alcanzado su máxima perfección, no
puede menos que regresar al punto de partida de su ente originario, pero nunca
podrá sobrepasar ese punto. Otro tanto sucede con el espíritu humano. Como
germen espiritual, su origen se sitúa en el plano espiritual-sustancial, al
cual habrá de regresar en calidad de espíritu consciente y bajo la forma
sustancial, una vez que haya completado su periplo a través de la materialidad,
cuando haya alcanzado la plenitud de su desarrollo y se haya convertido en un
elemento esencialmente puro.
Ningún elemento sustancial-espiritual podrá rebasar los
límites de la divinidad, por muy elevado, puro y radiante que sea. Este límite
y la imposibilidad de sobrepasarlo tiene su razón de ser en la misma naturaleza
de las cosas, en la diferencia entre las especies, tal como sucede igualmente
en las esferas o planos de la creación material.
En las cumbres más elevadas, como Ser Supremo, se halla
Dios mismo en Su divina Insustancialidad. Inmediatamente después, un poco más
abajo, se encuentra la sustancialidad divina. Ambas son eternas. A
continuación, hallamos, bajando progresivamente, la obra de la creación
propiamente dicha con sus planos o esferas cada vez más densos, hasta llegar,
por fin, a la materialidad física visible al hombre.
La materia etérea que forma parte de la creación material
es lo que llaman los hombres “el más allá”. Es decir, lo que se encuentra más
allá de su capacidad de percepción visual física. Pero ambas materias forman
parte de la obra de la creación, no son eternas en su forma, sino que están
sometidas a transformaciones, que contribuyen a su renovación y reanimación.
En el punto culminante, allí donde comienza la esfera
eterna de la sustancialidad espiritual, se yergue la Mansión del Grial, visible
y accesible para el espíritu, puesto que posee la misma naturaleza
sustancial-espiritual. Esa mansión encierra un recinto situado en la periferia
de la esfera divina, más eterizado, por tanto, que todo lo
sustancial-espiritual. En ese recinto mora el
Santo Grial, garantía de la eterna bondad de Dios, símbolo de Su más puro
Amor, punto de partida de la Fuerza divina.
Es como una patena conteniendo una especie de sangre bermeja
que hierve y se agita sin llegar a desbordarse. Inundado por las irradiaciones
de la más luminosa de las luces, solamente los más puros entre todos los seres
de la sustancialidad espiritual poseen el don de poder contemplar esa Luz. Esos son los guardianes del Santo Grial.
Si está escrito en los poemas que lo hombres más puros están llamados a ser los
guardianes del Grial, sólo ha sido porque el inspirado poeta ha dado a ese
punto un carácter demasiado terrenal, pues no era capaz de expresarse de otra
forma.
Ningún espíritu humano puede traspasar el umbral de ese
recinto sagrado. Aun después de haber logrado la perfección de su
sustancialidad espiritual al regresar de su peregrinación por la materialidad,
no será lo suficiente etéreo como para poder traspasar ese umbral, es decir,
ese límite. A pesar de su máximo desarrollo, seguirá siendo aún demasiado
denso.
Una mayor eterización equivaldría, para él, a una
desintegración o combustión total de su ser, pues su naturaleza, por razón de
su origen, no puede llegar a ser más radiante, más luminosa, más eterizada. No
podría soportarlo.
Los guardianes del Grial son seres eternos, arquetipos
espirituales que nunca han sido hombres; son la crema de todo lo sustancial espiritual.
Pero precisan de la Fuerza insustancial-divina, dependen de ella, tal como todo
depende de la Insustancialidad divina, origen de toda fuerza, Dios Padre.
De tiempo en tiempo, en el día de la Sagrada Paloma, ésta
aparece sobre el cáliz en señal renovada de la inmutabilidad del Amor divino
del Padre. Es la hora de la unificación, que aporta nueva fuerza. Los
guardianes del Grial la acogen con humilde devoción, y pueden proceder a
transmitir más lejos esa fuerza maravillosa que han recibido.
¡De eso depende la subsistencia de toda la
creación!
En ese instante, el Amor del Creador se vierte radiante en
el templo del Santo Grial para dar un nuevo impulso a la Vida, para estimular
la actividad creadora, transmitiendo sus pulsaciones hacia abajo, a través de
todo el cosmos. Un estremecimiento recorre todas las esferas: es la sagrada
emoción que produce el vivo presentimiento de una alegría, de una gran
felicidad. Sólo el espíritu de los hombres permanece ajeno a ello, sin sentir
lo que le acontece a él precisamente, sin darse cuenta de cuán abúlicamente
recibe ese don inconmensurable; su voluntaria angostura intelectual le impide
concebir una grandeza tal.
¡Es el instante en que fluye vida en la
creación entera!
Es un proceso necesario que se repite continuamente,
confirmando la alianza que el Creador mantiene con Su obra. Si ese flujo
llegara a interrumpirse, si cesara, todo lo existente iría secándose y
envejeciendo lentamente: se desintegraría. Habría llegado el fin de los días,
y, como en un principio, sólo subsistiría Dios, ¡pues Él es la Vida misma!
Este hecho se menciona ya en la leyenda. La decrepitud que
se apodera de los caballeros del Santo Grial durante el tiempo transcurrido
desde que Amfortas deja de revelar el Grial, hasta la hora en que aparece
Parsifal como rey del Grial, hace alusión al envejecimiento y aniquilamiento de
todo, al no volver el día de la Sagrada Paloma, el día de la “revelación” del
Grial.
El hombre debería dejar de considerar al Santo Grial como
algo inconcebible; ¡pues existe verdaderamente! Solamente que, por la
naturaleza del espíritu humano, le está vedado poder llegar a contemplarlo
alguna vez. No obstante, las bendiciones que emanan de él y que pueden ser y
serán transmitidas por los guardianes del Grial, pueden ser recibidas y
disfrutadas por los espíritus humanos si las acogen abiertamente.
En ese sentido, ciertas interpretaciones no pueden ser
precisamente calificadas de falsas, ya que no pretenden incluir, en sus explicaciones,
al Santo Grial. Son correctas… y no lo son.
La aparición de la Paloma en ese día de la Sagrada Paloma,
anuncia también la venida periódica del Espíritu Santo; pues esa Paloma guarda
una estrecha relación con él.
Pero esto es algo que el espíritu humano sólo puede
comprender metafóricamente, puesto que, por la naturaleza de las cosas, aunque
haya llegado al estado más elevado de su evolución, ese espíritu del hombre no puede llegar con sus pensamientos,
sentimientos y conocimientos, más que hasta allí donde se halla su origen, es
decir, hasta la esfera de especie idéntica
a la más pura constitución de su origen: la esfera de la eterna
sustancialidad espiritual. No puede traspasar esos límites ni siquiera con el
pensamiento. Tampoco podrá nunca concebirlo en modo alguno. Es esto tan
natural, tan lógico y tan elemental que todo hombre puede seguir el
razonamiento.
Por esta razón, lo que se encuentra más allá de esos
límites es un misterio para la humanidad, y seguirá siéndolo siempre.
Por consiguiente, todo aquel que se imagina llevar a Dios
dentro de sí, o que él mismo se cree divino, o que piensa poder llegar a serlo,
vive en una engañosa ilusión. Lo que lleva dentro de sí es espiritual, pero no divino.
En eso estriba una diferencia infranqueable. El ser humano es una criatura, no
una parte del Creador, como muchos tratan de persuadirse a sí mismos. Es y
seguirá siendo una obra, nunca
llegará a ser maestro.
Asimismo, es inexacto afirmar que el espíritu humano
procede del mismo Dios Padre y que a Él habrá de volver. El origen del hombre
se halla en la sustancialidad espiritual,
no en la Insustancialidad divina, por lo que, una vez alcanzada la
Perfección, sólo podrá regresar hasta lo sustancial-espiritual. Propiamente
dicho, el espíritu humano procede del reino
de Dios, y volverá a ese reino cuando
sea perfecto; pero no a Dios mismo.
Más tarde se darán conferencias más amplias sobre cada uno
de los planos de la creación, los cuales difieren totalmente entre sí por la
naturaleza de su género.
En la cumbre más elevada de cada uno de esos planos de la
creación, se encuentra una mansión del Grial, necesario punto de enlace para
poder seguir transmitiendo la fuerza.
Esta mansión siempre está constituida por elementos de la
misma especie que el plano de la creación sobre el cual se asienta, y es la
imagen de la verdadera Mansión del Grial, la más elevada, la que se yergue
sobre la cima de la creación, de la cual es punto de partida gracias a las
irradiaciones de Parsifal.
Amfortas era sacerdote y rey en la más inferior de esas reproducciones de la Mansión del Grial: la
situada sobre la cumbre del plano donde se hallan los espíritus humanos —
gérmenes espirituales desarrollados — es decir, en la mansión más próxima a la humanidad terrenal.
* * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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