39. LA DIFERENCIA ENTRE EL
ORIGEN DEL HOMBRE Y EL DEL ANIMAL
PARA PODER DETERMINAR claramente en qué consiste la diferencia entre el origen del hombre y el del animal, es preciso proceder a un análisis más detenido de la creación.
Las denominaciones usuales tales
como “alma grupo” del animal, en contraposición con el “Yo” individual del
hombre, no bastan para ello, aun cuando sean correctas en su concepción. Pero
con eso sólo se definen a grandes rasgos los caracteres generales de los
elementos más próximos al plano terrenal, mientras que la diferencia propiamente dicha no se pone de manifiesto.
A tal fin, es necesario conocer
el desarrollo de la creación tal como se expone en la conferencia “La evolución
de la creación”.
Para facilitar la visión de conjunto, designemos, en
sentido descendente, los diferentes planos fundamentales:
El hombre es de origen espiritual situado en la sustancialidad espiritual inconsciente. El animal, en cambio, es de origen sustancial procedente de la sustancialidad inconsciente. Entre ambos planos, existe una enorme diferencia. El núcleo vivificador del hombre es el espíritu, mientras que el del animal es el ente sustancial.
En este caso, el espíritu es
superior al ente sustancial; por consiguiente, el origen intrínseco del hombre
tiene que ser también superior al del animal, siendo el cuerpo físico lo único
que tienen en coman en el origen. No obstante, el espíritu del hombre ha ido
perfeccionando su cuerpo, de procedencia original netamente animal, hasta un
grado imposible de alcanzar por el ente sustancial animal.
La teoría de la evolución
natural, según la cual el cuerpo físico empezó siendo un cuerpo animal
sumamente rudimentario y ha llegado a transformarse en el cuerpo humano,
resulta, pues, cierta, y muestra la absoluta continuidad de la labor progresiva
de la Voluntad creadora en la naturaleza, continuidad que se manifiesta en
todos los aspectos como signo de la Perfección.
Sin embargo, esta teoría incurre
en una sola falta, si bien es una falta grave: no ha sabido ver más allá del
plano de la materialidad física.
Es correcto cuando se afirma que
el cuerpo humano, es decir, la envoltura física del hombre, desciende del
animal anterior a él. Pero esos cuerpos no constituyen ni el hombre ni el
animal, sino que son solamente partes necesarias de la materialidad física.
Pretender deducir de esto que la vida íntima del ser humano procede también del
animal, sería incurrir en un error imperdonable, fuente de otros errores y
causa de fatales disensiones.
A esas disensiones se debe el
que, en muchos hombres, se despierte un saludable sentimiento en contra de tan falsa suposición. Por
un lado, se sienten atraídos por la lógica de la hipótesis referida al cuerpo,
pero, por otro lado, les repulsa la grosera desfachatez de pretender, sin más
ni más, que también exista una íntima relación entre los orígenes intrínsecos.
Hasta hoy, la ciencia no ha
podido afirmar otra cosa que, según la teoría de la evolución natural, el
hombre tiene que descender del animal, ante todo de un animal parecido al mono,
por ser el que, en su forma, más se aproxima al cuerpo humano. No cabía esperar
otra afirmación, ya que la ciencia no se ha ocupado, hasta el presente, más que
de lo material, incluso de lo físico exclusivamente, que, además de constituir
una parte muy pequeña de la creación, no es conocido por la ciencia más que en
sus exterioridades más bastas. Sus conocimientos son, por tanto,
insignificantes, poco menos que nada.
Cierto que, hoy día, la ciencia
puede ya emplear diferentes elementos valiosos, pero aún desconoce la verdadera
naturaleza de los mismos, por lo que se ve obligada a designarlos con vocablos
extraños, sustitutivos de sus conocimientos. Esos vocablos no son más que una
simple clasificación provisional de un algo existente y susceptible de ser
utilizado, cuya verdadera naturaleza no es conocida, y mucho menos su origen.
Pero lo sustancial y lo
espiritual — sobre todo lo espiritual — están por encima de todo lo material. Considerados en sentido ascendente
— desde la Tierra hacia arriba — constituyen la continuación del proceso que
conduce al origen de todo lo existente, mientras que en sentido descendente, lo
cual es más natural, constituyen los elementos que preceden a la materialidad
en la evolución.
Téngase presente que tanto lo
espiritual como lo sustancial necesitan, como condición natural y lógica
derivada del mismo proceso evolutivo, la envoltura de un cuerpo terrenal para
poder entrar en la materialidad física en calidad de factor edificante y como
núcleo vivificador, cumpliéndose así las leyes de la evolución. Toda
controversia cesará en el instante en que se opte definitivamente por
profundizar más en las investigaciones, ocupándose de lo que se encuentra más
allá de la materialidad, o en cuanto se pueda seguir, de arriba a abajo, todo
el proceso natural de la evolución.
Hora es, ya, de dar un paso hacia
adelante en ese sentido. Pero ha de procederse con sumo cuidado, de modo que
los conocimientos espirituales, portadores de una lógica manifiesta, no
degeneren insensiblemente en lucubraciones de la fantasía. Hay que tener en
cuenta que sólo es posible acercarse a lo sustancial y a lo espiritual con
espíritu claro y abierto, y no con
balanzas, bisturíes y lentes como en la materialidad.
Tanto menos posible será el acercamiento si se está poseído
de un espíritu restringido y lleno de
prejuicios, cosa que suele intentarse muy frecuentemente. A ello se oponen
automáticamente las leyes de la creación de manera intransigente. La pequeña
criatura humana no podrá modificar en nada la inflexible perfección de la
Voluntad de su Creador pese a todas sus grandes pretensiones.
Así, pues, la verdadera
diferencia entre el hombre y el animal estriba exclusivamente en su íntimo ser.
Una vez que se haya despojado de su cuerpo físico, el animal no podrá regresar
a otro sitio más que a la sustancialidad, mientras que el hombre regresará a la
espiritualidad, mucho más elevada que aquélla.
Verdad es que el hombre puede, en cierto modo, rebajar su
condición a la del animal, pero, a pesar de todo, siempre seguirá siendo
hombre, y nunca podrá eximirse de la responsabilidad, cuyo germen está
arraigado en su origen espiritual. El animal, sin embargo, dado su origen
netamente sustancial, jamás podrá elevarse a la categoría de ser humano. En lo
que al cuerpo se refiere, la diferencia estriba solamente en la forma y en la
mayor perfección de la evolución del hombre, evolución que ha sido debida a la
actividad del espíritu después de
haberse introducido en el cuerpo
* Conferencia II–3: “La creación del hombre” * * *
Esta conferencia fue extractada de:
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
Los "animales" son mas avanzados que el ser humano...es un echo...
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