martes, 20 de diciembre de 2022

39. LA DIFERENCIA ENTRE EL ORIGEN DEL HOMBRE Y EL DEL ANIMAL

 


39. LA DIFERENCIA ENTRE EL

ORIGEN DEL HOMBRE Y EL DEL ANIMAL

PARA PODER DETERMINAR claramente en qué consiste la diferencia entre el origen del hombre y el del animal, es preciso proceder a un análisis más detenido de la creación. 

Las denominaciones usuales tales como “alma grupo” del animal, en contraposición con el “Yo” individual del hombre, no bastan para ello, aun cuando sean correctas en su concepción. Pero con eso sólo se definen a grandes rasgos los caracteres generales de los elementos más próximos al plano terrenal, mientras que la diferencia propiamente dicha no se pone de manifiesto.

A tal fin, es necesario conocer el desarrollo de la creación tal como se expone en la conferencia “La evolución de la creación”.

Para facilitar la visión de conjunto, designemos, en sentido descendente, los diferentes planos fundamentales:




El hombre es de origen espiritual situado en la sustancialidad espiritual inconsciente. El animal, en cambio, es de origen sustancial procedente de la sustancialidad inconsciente. Entre ambos planos, existe una enorme diferencia. El núcleo vivificador del hombre es el espíritu, mientras que el del animal es el ente sustancial.

En este caso, el espíritu es superior al ente sustancial; por consiguiente, el origen intrínseco del hombre tiene que ser también superior al del animal, siendo el cuerpo físico lo único que tienen en coman en el origen. No obstante, el espíritu del hombre ha ido perfeccionando su cuerpo, de procedencia original netamente animal, hasta un grado imposible de alcanzar por el ente sustancial animal.

La teoría de la evolución natural, según la cual el cuerpo físico empezó siendo un cuerpo animal sumamente rudimentario y ha llegado a transformarse en el cuerpo humano, resulta, pues, cierta, y muestra la absoluta continuidad de la labor progresiva de la Voluntad creadora en la naturaleza, continuidad que se manifiesta en todos los aspectos como signo de la Perfección.

Sin embargo, esta teoría incurre en una sola falta, si bien es una falta grave: no ha sabido ver más allá del plano de la materialidad física.

Es correcto cuando se afirma que el cuerpo humano, es decir, la envoltura física del hombre, desciende del animal anterior a él. Pero esos cuerpos no constituyen ni el hombre ni el animal, sino que son solamente partes necesarias de la materialidad física. Pretender deducir de esto que la vida íntima del ser humano procede también del animal, sería incurrir en un error imperdonable, fuente de otros errores y causa de fatales disensiones.

A esas disensiones se debe el que, en muchos hombres, se despierte un saludable sentimiento en contra de tan falsa suposición. Por un lado, se sienten atraídos por la lógica de la hipótesis referida al cuerpo, pero, por otro lado, les repulsa la grosera desfachatez de pretender, sin más ni más, que también exista una íntima relación entre los orígenes intrínsecos.

Hasta hoy, la ciencia no ha podido afirmar otra cosa que, según la teoría de la evolución natural, el hombre tiene que descender del animal, ante todo de un animal parecido al mono, por ser el que, en su forma, más se aproxima al cuerpo humano. No cabía esperar otra afirmación, ya que la ciencia no se ha ocupado, hasta el presente, más que de lo material, incluso de lo físico exclusivamente, que, además de constituir una parte muy pequeña de la creación, no es conocido por la ciencia más que en sus exterioridades más bastas. Sus conocimientos son, por tanto, insignificantes, poco menos que nada.

Cierto que, hoy día, la ciencia puede ya emplear diferentes elementos valiosos, pero aún desconoce la verdadera naturaleza de los mismos, por lo que se ve obligada a designarlos con vocablos extraños, sustitutivos de sus conocimientos. Esos vocablos no son más que una simple clasificación provisional de un algo existente y susceptible de ser utilizado, cuya verdadera naturaleza no es conocida, y mucho menos su origen.

Pero lo sustancial y lo espiritual — sobre todo lo espiritual — están por encima de todo lo material. Considerados en sentido ascendente — desde la Tierra hacia arriba — constituyen la continuación del proceso que conduce al origen de todo lo existente, mientras que en sentido descendente, lo cual es más natural, constituyen los elementos que preceden a la materialidad en la evolución.

Téngase presente que tanto lo espiritual como lo sustancial necesitan, como condición natural y lógica derivada del mismo proceso evolutivo, la envoltura de un cuerpo terrenal para poder entrar en la materialidad física en calidad de factor edificante y como núcleo vivificador, cumpliéndose así las leyes de la evolución. Toda controversia cesará en el instante en que se opte definitivamente por profundizar más en las investigaciones, ocupándose de lo que se encuentra más allá de la materialidad, o en cuanto se pueda seguir, de arriba a abajo, todo el proceso natural de la evolución.

Hora es, ya, de dar un paso hacia adelante en ese sentido. Pero ha de procederse con sumo cuidado, de modo que los conocimientos espirituales, portadores de una lógica manifiesta, no degeneren insensiblemente en lucubraciones de la fantasía. Hay que tener en cuenta que sólo es posible acercarse a lo sustancial y a lo espiritual con espíritu claro y abierto, y no con balanzas, bisturíes y lentes como en la materialidad.

Tanto menos posible será el acercamiento si se está poseído de un espíritu restringido y lleno de prejuicios, cosa que suele intentarse muy frecuentemente. A ello se oponen automáticamente las leyes de la creación de manera intransigente. La pequeña criatura humana no podrá modificar en nada la inflexible perfección de la Voluntad de su Creador pese a todas sus grandes pretensiones.

Así, pues, la verdadera diferencia entre el hombre y el animal estriba exclusivamente en su íntimo ser. Una vez que se haya despojado de su cuerpo físico, el animal no podrá regresar a otro sitio más que a la sustancialidad, mientras que el hombre regresará a la espiritualidad, mucho más elevada que aquélla.

Verdad es que el hombre puede, en cierto modo, rebajar su condición a la del animal, pero, a pesar de todo, siempre seguirá siendo hombre, y nunca podrá eximirse de la responsabilidad, cuyo germen está arraigado en su origen espiritual. El animal, sin embargo, dado su origen netamente sustancial, jamás podrá elevarse a la categoría de ser humano. En lo que al cuerpo se refiere, la diferencia estriba solamente en la forma y en la mayor perfección de la evolución del hombre, evolución que ha sido debida a la actividad del espíritu después de haberse introducido en el cuerpo físico. *

*  Conferencia II–3: “La creación del hombre”                                                                                                                                                                  * * *

Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio



1 comentario:

  1. Los "animales" son mas avanzados que el ser humano...es un echo...

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