martes, 20 de diciembre de 2022

47. ¡ÉSTE ES MI CUERPO! ¡ÉSTA ES MI SANGRE!

 

47. ¡ÉSTE ES MI CUERPO! ¡ÉSTA ES MI SANGRE!

DIJO EL HIJO DE DIOS a sus discípulos: “El que recibe mi palabra a mí me recibe, y en verdad que come mi carne y bebe mi sangre”.

Tal es el sentido de las palabras que el Hijo de Dios pronunció al instituir la Eucaristía a, simbolizándolas en la cena como conmemoración de Su paso por la Tierra. ¿Cómo es posible que, a tal respecto, se suscitaran violentas discusiones entre eruditos e iglesias, siendo así que el sentido aparece claro y sencillo si el hombre parte de la base de que el Hijo de Dios era la Palabra divina hecha carne?

¡Cómo podía expresarlo más claramente que con las sencillas palabras: “El que recibe mi palabra come mi cuerpo y bebe mi sangre”! Agregando además: “La Palabra es verdaderamente mi cuerpo y mi sangre”. Es natural que así hablara, pues Él era efectivamente la Palabra viva hecha carne y sangre. En todas las versiones ulteriores quedó omitido lo fundamental: la alusión a la Palabra encarnada en la Tierra. Por no ser comprendida, fue considerada como algo secundario, y, de ese modo, toda la misión de Cristo fue mal interpretada y deformada.

En aquel tiempo, los discípulos del Hijo de Dios tampoco estaban en condiciones, a pesar de su fe, de comprender exactamente las palabras de su Maestro, tal como tantas otras cosas que Él dijo nunca fueron debidamente interpretadas por ellos. A este respecto, el mismo Cristo dio a conocer sobradas veces Su tristeza. Atribuyeron simplemente a la Cena el significado que ellos mismos le dieron en su ingenuidad infantil. De aquí que, como es natural, también transmitieran esas palabras — que para ellos no estaban claras del todo — de una manera que se correspondía con su propia comprensión, pero no según el sentido en que fueron dadas por el Hijo de Dios.

Jesús era la Palabra de Dios encarnada. Así, pues, el que acogiera dentro de si el verdadero significado de Sus palabras, también le acogería a El.

Y si un hombre permite que la Palabra de Dios que se le ofrece, cobre vida dentro de sí, de suerte que siempre esté presente en sus pensamientos y acciones como la cosa más natural del mundo, entonces, con ayuda de la Palabra, también dará vida en sí al Espíritu de Cristo, ya que el Hijo de Dios era la viva Palabra divina hecha carne.

Es preciso solamente que el hombre se esfuerce de una vez en profundizar debidamente en esta forma de pensar. No basta con leer y discutir sobre lo leído, sino que es menester también intentar reproducir esos pensamientos en vivas imágenes, es decir, experimentar con viveza y serenidad el contenido de los mismos. Entonces, comprenderá también el verdadero sentido de la Eucaristía, siempre y cuando reconozca en ella la aceptación de la viva Palabra de Dios, siendo lógico que, anteriormente, haya de conocer a fondo el sentido y el fin de la misma.

La cosa no resulta tan cómoda como creen muchos fieles. Recibir la Eucaristía impensadamente no puede proporcionarles beneficio alguno; pues algo tan vivo como la Palabra divina quiere y debe ser recibido también vivamente. La Iglesia no puede infundir vida en la Eucaristía para los participantes si, previamente, éstos no han preparado un lugar en su corazón para acogerla como es debido.

Existen también cuadros que tratan de plasmar la hermosa expresión: “¡Llamo a tu puerta!” Tales imágenes son muy acertadas. El Hijo de Dios está a la puerta de la choza y llama deseoso de entrar. Pero el hombre también ha puesto ahí el sello personal de su forma de pensar: a través de la entreabierta puerta de la choza, puede verse una mesa puesta. Eso hace pensar que no debe ser rechazado nadie que pida de comer y beber. El pensamiento es hermoso y está de acuerdo también con las palabras de Cristo, pero ha sido expresado muy restringidamente. La expresión “llamo a tu puerta” significa mucho más. La caridad sólo es una pequeña parte del contenido de la Palabra divina.

Cuando Cristo dice: “Llamo a tu puerta”, quiere indicar que la Palabra divina, de la cual Él es la personificación, llama a las puertas del alma humana, no para solicitar acogida, sino para exigirla. La Palabra transmitida a los hombres debe ser acogida por éstos en toda su plenitud. El alma debe abrir sus puertas para dar entrada a la Palabra después de haber preparado la mesa dentro de sí. La palabra “mesa” ha de tomarse aquí como sinónimo de altar. Si el alma accede a esa exigencia, las obras terrenales del ser humano habrán alcanzado esa naturalidad requerida por la “Palabra”.

El hombre siempre trata de comprender mediante el intelecto solamente, lo que le lleva a desmembrar y, por tanto, a depreciar los conceptos, encerrándolos dentro de unos límites más estrechos. Por eso es que siempre corre el riesgo de no comprender más que fracciones de cada conjunto, como ha sucedido en el caso que nos ocupa.

La encarnación de la viva Palabra de Dios continuará siendo siempre un misterio para el hombre, pues el origen de ese acontecimiento se sitúa en la esfera divina, y como quiera que la capacidad comprensiva del espíritu humano no puede remontarse hasta la divinidad, el primer eslabón de la cadena de eventos que precedieron a la encarnación ha de quedar excluido de la comprensión humana.

Por lo mismo, no es de extrañar que precisamente ese acto simbólico de repartir el Hijo de Dios el pan y el vino no haya podido ser comprendido hasta ahora por la humanidad. Si, después de estas explicaciones que permiten hacerse una idea concreta, alguien persiste en combatirlas, lo único que conseguirá demostrar es que el campo de acción de su capacidad de comprensión termina en la espiritualidad. Pero quien salga a favor de la antinatural interpretación que se ha venido dando de las palabras de Cristo hasta nuestros días, dará testimonio de una obstinación desprovista de todo escrúpulo.

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Esta conferencia fue extractada de:

EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio


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