6. EL BESO DE LA AMISTAD
MUCHO SE HA HABLADO de esto en todo el mundo. El beso de la amistad ha sido loado en poemas y altamente ensalzado en el mundo de los pensamientos. Mas todo esto no es sino producto de la fantasía, que se aleja considerablemente del terreno de la naturalidad.
No es, como en tantos otros casos, más que una bonita capa
de disimulo confeccionada por el mismo hombre terrenal, para admirarse a sí
mismo o a otros. Pero admiración no viene al caso en absoluto; pues es, en
realidad, hipocresía y nada más. Un ignominioso intento de desplazar y deformar
las leyes de la creación, de desfigurarlas robándoles su esplendorosa y
sencilla naturalidad.
Cierto que la intención del beso suele ser diversa, pero
eso no cambia nada al hecho de que, estrictamente considerado, un beso sigue
siendo un beso, es decir, un contacto de orden corporal que, por ley natural,
despierta una sensación que nunca puede ser sino corporal. Quien conozca mi
Mensaje ya lo sabe. El hombre debe abstenerse de encubrirse constantemente de
cobardía, queriendo negar lo que realmente
hace. Debe, por el contrario, tenerlo siempre presente con plena
consciencia. Un hipócrita es aún peor que un criminal.
La denominación “beso de la amistad” supone ya, con toda
precisión, haberse llegado a la edad madura.
Ahora bien, el beso entre sexos diferentes en edad madura
está sometido a las vibraciones de las leyes de la creación, también cuando la
intención es pura. En este sentido, todo subterfugio resulta ridículo. El
hombre sabe con certeza que las leyes naturales no preguntan por sus intenciones.
El beso del amigo, del hermano o del padre a una joven ya hecha, o a una mujer,
continúa siendo, pese a todo cuanto se crea firmemente, un beso entre dos
sexos, y lo mismo todo beso de la madre al hijo en cuanto éste ha alcanzado la
edad madura. En lo que a esto se refiere, las leyes naturales no establecen ni
admiten diferencia ninguna. Por eso es que todo ser humano debe guardar mucho
más recato.
Sólo ese afán humano de querer adaptar las leyes naturales
a sus deseos, da lugar a conceptos tan contrarios
a dichas leyes como los besos amistosos, las afectuosidades entre
parientes, y los muchos abusos ahí contenidos. A veces, bajo los pretextos más
hipócritas, el hombre llega al extremo de querer pecar intencionadamente.
En nada varía la realidad de esas afrentas contra las leyes
naturales el hecho de que muchos hombres se crean verdaderamente inocentes y se
imaginen permanecer íntegramente puros al proceder a tales excesos. Es y será
siempre una desvirtuación de las más puras leyes naturales despojarlas de su
hermosa simplicidad por medio de falsas interpretaciones, y nunca resultará de
ahí otra cosa que insalubridad, pues todo abuso, toda deformación, no hace sino
desvalorizar, emponzoñar y denigrar lo sano inherente en la ley desde sus
primeros orígenes.
¡Fuera, pues, con esa hipocresía! Respetad de una vez las
leyes naturales tal como son realmente, en su simple y, por tanto, soberana
grandeza. Adaptaros a ellas y vivid en consecuencia; orientad en esa dirección
vuestros pensamientos, obras y costumbres dentro y fuera de la familia; en
suma, sed naturales en el sentido más puro, con lo que también seréis felices.
Así la vida malsana huirá de vosotros, la honradez volverá a reinar en vosotros
y entre vosotros, y os ahorraréis numerosas e innecesarias luchas del alma,
meras consecuencias de esas falsas ideas que, a menudo, os importunan durante
toda vuestra vida terrenal atormentándoos.
Lo malsano de esas nocivas niñerías, de esas equivocadas
afectuosidades que no denotan sino motivos puramente físicos, se pone en
evidencia con toda claridad en los inocentes niños en la tierna edad. Los niños excesivamente colmados — digamos mejor
“importunados” — de ternuras familiares, presentan un aspecto insano. Por otro
lado, casi todos los niños experimentan una repulsa instintiva contra esas
importunas caricias; nunca las desean; pues el niño es, en realidad,
“naturalmente inocente”. Tiene que ser sometido a una educación previa para
soportar y prodigar semejantes ternezas.
Sin embargo, esa educación no es más que deseo manifiesto
de los adultos, los cuales, por la madurez de su cuerpo físico, sienten
instintivamente esa necesidad. ¡Pero el niño no! Todo esto habla con suficiente
claridad de la peligrosa violencia impuesta al niño de manera tan criminal. Más,
poco a poco, éste acaba por acostumbrarse, y es entonces cuando, por la fuerza
de la costumbre, siente también esa necesidad, hasta que el mismo cuerpo en
maduración se despierta al impulso físico.
Es vergonzoso que la humanidad intente disimular
continuamente sus veleidades y flaquezas por medio de la hipocresía, o se
comporte en todo esto sin reflexionar.
El hombre debe de saber
que el auténtico amor es absolutamente síquico. Todo lo demás no es más que
instinto. El amor síquico, a su vez, no tiene nada en común con el cuerpo
físico, tampoco siente deseo de él, pues la separación entre las distintas
especies de la creación se mantiene siempre perfectamente. Lo espiritual es
espiritual, lo síquico es síquico, y lo físico es — y lo será siempre —
únicamente físico.
Al morir el cuerpo, no perece ni un solo átomo del alma.
Esto muestra con toda sencillez que cada parte se mantiene completamente
independiente de la otra, sin producirse mixtura ninguna.
El beso netamente síquico, por ejemplo, sólo existe en la
imaginación; pues todo eso es un mero acto físico y nunca será otra cosa. Lo
que el hombre siente síquicamente en ese instante es algo completamente aparte.
El amor síquico es contiguo al
instinto físico, pero no va con él ni, menos aún, en él.
Todo otro punto de vista es una grosera ilusión, pues no se
corresponde con las leyes de la naturaleza. Nadie más que el intelecto ha
podido crear, para disculparse a sí mismo, esa diversidad de aspectos, tratando
de formar una idea desvirtuada con la que mutilar a la Verdad, que, en su pura
apariencia, conduciría a los hombres al despertar, al conocimiento y, con ello,
a la pureza y veracidad de sus intenciones, para llevarles, por último, a la
ascensión hacia la Luz.
Por tanto, ten valor, ¡oh hombre!, para ser veraz en todo lo que hagas; también en
lo referente al beso. ¡Desgarra esas engañosas ilusiones creadas por tu vanidad
y tu sensualidad! ¡Despierta!
* * *
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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