sábado, 14 de enero de 2023

47. EL SEXO DÉBIL

 

47. EL SEXO DÉBIL

SI QUERÉIS RECONOCER todo lo falso contenido en los actuales puntos de vista, usos y costumbres de los hombres de la Tierra, no os costará el esfuerzo de una larga búsqueda, puesto que no necesitáis hacer otra cosa que tomar una expresión cualquiera y examinarla a fondo. Será falsa, ya que la base misma de todo pensamiento humano está completamente deformada. Ahora bien, a partir de una base falsa no puede desarrollarse nunca una forma justa de pensar, sino que, en correspondencia con dicha base, tiene que ser falsa igualmente.

Destaquemos, hoy, la expresión que se ha extendido universalmente para designar a la feminidad terrenal: el “sexo débil”. Seguro que no hay nadie entre los oyentes que no haya oído esa expresión. Es empleada tanto con afecto como con desdén; con amabilidad y, también, con ironía; pero en todos los casos, es aceptada sin reflexión como un hecho consumado y es mantenida impensadamente o, al menos, sin someterla a examen.

Sin embargo, la feminidad es, en realidad, tan fuerte como la masculinidad de la Tierra, solo que de distinto modo.

Ya he explicado repetidas veces en mis conferencias, que el verdadero concepto de feminidad y masculinidad proviene de la naturaleza de la actividad en la creación; es decir, que la actividad desplegada es lo fundamental y lo que determina la forma que permite diferenciar los seres humanos femeninos de los masculinos.

La diferencia se pone en evidencia tan pronto como los gérmenes espirituales humanos abandonan su plano de origen. Los que se sienten inclinados a una labor activa — esto es, a trabajos más duros, toman forma masculina, mientras que quienes tienden a una acción más pasiva, más delicada, adoptan la forma femenina. Son dos actividades distintas pero de la misma intensidad. No cabe hablar en absoluto de una especie más débil.

Esas dos especies simbolizan, también, la Cruz viviente, que es, en sí, perfecta. El tramo vertical de la Cruz es la vida positiva o activa. El tramo horizontal, de igual longitud y fortaleza, es la vida negativa o pasiva. La Cruz viviente lleva en sí los dos elementos. La cruz de la creación, a partir de la cual y a cuyo alrededor evoluciona la creación entera, expresa y muestra lo mismo. El tramo vertical es la actividad positiva o activa, y el tramo horizontal, la actividad negativa o pasiva.

Los Ancianos de la esfera divina, que son, al mismo tiempo, los guardianes del Santo Grial en la parte de la Mansión del Grial situada en la esfera divina, muestran igualmente, en su irradiación, una cruz de brazos iguales. Pero, en este caso, la Cruz viviente propiamente dicha no constituye su irradiación, sino que permite reconocer que esos Ancianos son espíritus perfectos en su género, y que llevan consigo íntegramente, en armoniosa actividad, los dos elementos: el positivo y el negativo.

Sin embargo, en la creación, el elemento activo y el pasivo están separados por sus efectos. Cada espíritu lleva en sí uno de los dos elementos y solamente uno, tal como se repite posteriormente en las semillas espirituales.

Esas semillas van una junto a la otra ejerciendo una actividad pasiva y activa respectivamente, y tienden continuamente a unirse, ya que las dos especies sólo pueden llevar a cabo algo perfecto si actúan en común. Ahora bien, esa perfección puede ser lograda únicamente si ambas especies actúan con igual fuerza y aspiran a un mismo fin: a la Luz.

Para poder hacerlo, no necesitan vivir unidos en matrimonio terrenal; no necesitan absolutamente estar estrechamente unidos físicamente; no necesitan ni siquiera conocerse personalmente. Sólo el fin ha de ser uno: la Luz.

Menciono esto expresamente para que no se saquen falsas consecuencias de mi conferencia; pues los lazos matrimoniales y, en principio, las relaciones corpóreas en el plano físico, constituyen una cuestión aparte que no guarda obligada relación con la aspiración a la Luz. Ahora bien, si son puras, tampoco se oponen a ella.

Pero esta conferencia tiene como objeto primordial la errónea expresión: el sexo débil. No debo desviarme demasiado del tema, pues quiero mostrar las causas que han dado lugar a esa expresión y la razón de que haya podido mantenerse continuamente.

En sí considerado, eso no resulta tan difícil. También vosotros podréis reconocerlo fácilmente, si queréis tomaros la molestia y examináis rigurosamente todo lo que dice vuestro prójimo.

Ya sabéis que toda la feminidad de la Tierra debe de mantener viva la ardiente aspiración a la Luz, dada su condición de guardiana de la llama de ese anhelo de Luz que sostiene y eleva.

Con ese fin, también se desarrolló en ella una facultad sensitiva más sutil; porque, en su tendencia a ejercer una actividad más delicada, no se desprende de ella tanta sustancialidad espiritual como en el caso de la masculinidad, inclinada a una acción más dura.

Por ese hecho, toda mujer es receptora y mediadora de irradiaciones que la masculinidad ya no puede recibir. En se aspecto, la feminidad es superior a todo hombre en medio grado, está más orientada hacia la Luz que él … suponiendo, naturalmente, que ocupe el lugar que le corresponde y no malgaste sus facultades ni las envilezca ella misma.

El hombres siente inconscientemente que la mujer, dada su naturaleza, dispone de facultades que él ya no lleva consigo, ni puede llevarlas, por razón del género de su actividad, ya que, de no ser así, le apartarían de ciertos trabajos duros que es preciso realizar. Cierto que no se da clara cuenta de ello, o solamente en casos muy raros, pero reconoce en la mujer un tesoro que debe ser guardado. Se siente impulsado a proteger ese tesoro invisible en la materialidad física, porque se considera más fuerte materialmente; es decir, físicamente. Son muy pocos los hombres que no sienten eso. Pero, en todo caso, esos tales son seres embrutecidos que no pueden ser considerados como hombres en el verdadero sentido de la palabra.

Ahora bien, con el tiempo, esa necesidad de proteger — que no se manifiesta expresamente, ya que es sentida inconscientemente — ha llevado al hombre a considerar a la mujer, erróneamente, como el sexo más débil que necesita protección. Por tanto, esa denominación no proviene de una mala voluntad o de un enjuiciamiento despectivo, sino únicamente de un desconocimiento de la verdadera razón de ser de sus propios sentimientos.

Con el progresivo abotargamiento ocasionado por la errónea forma de pensar de los hombres terrenales, y por la limitación — cada vez más grande — de su capacidad de comprender cosas situadas fuera de la materialidad más densa, es natural que, también en este caso, se diera a esa denominación un significado de naturaleza cada vez más baja.

En realidad, el hombre no representa el sexo más fuerte, sino solamente el más basto; esto es, más físico y, por tanto, más denso. La feminidad, en cambio, no es un sexo más débil, sino más delicado, más suave, lo cual no tiene nada que ver con debilidad.

Como consecuencia de su mayor actividad física, el hombre está más intensamente densificado, lo que no constituye un defecto, puesto que así lo requiere su actividad en la creación, con el fin de mantenerse más firme en el suelo terrenal y poder actuar más directamente en la densa materialidad física e influenciarla. Por eso, está más fuertemente ligado a la Tierra y más inclinado a ella.

La mujer tiende más hacia arriba, hacia lo más fino, lo más delicado, lo menos compacto. Se halla ahí complementando, sosteniendo y elevando al espíritu humano… pero, naturalmente, sólo si ocupa su puesto: el que le ha asignado el Creador.

Por haber conservado en su cuerpo una especie muy determinada de sustancialidades superiores, ese cuerpo no es tan compacto, ya que sigue penetrado de esa sustancialidad que la hace más permeable.

Pero eso tampoco es, ni una falta, ni una debilidad, sino una necesidad para la recepción y mediación de irradiaciones, de cuya ayuda no puede prescindir el hombre en sus actividades, si bien, por su naturaleza más ruda, no es capaz de recibirla directamente.

Como es natural, todo eso se extiende, de la manera más simple, a las cosas más materiales. Consideremos, por ejemplo, un nacimiento. Sólo por la razón antes mencionada, el hombre nunca podrá ofrecer a un alma ninguna posibilidad de aproximarse a él con vistas a una encarnación en la Tierra… aunque su cuerpo tuviera los órganos adecuados.

Falta en él el puente para el alma; ese puente constituido por la delicada sustancialidad que la mujer lleva consigo aún, y que debía de separarse espontáneamente de la masculinidad por razón de la activa voluntad de ésta.

Por eso, aun poseyendo los órganos apropiados, sólo podría desarrollarse, en el ser masculino, el embrión de un cuerpo físico — nada más; porque faltaría la colaboración de la nueva alma, que no puede acercarse si no existe el delicado puente de la sustancialidad. A veces, en el caso de algunas mujeres, sucede que un alma, si bien puede acercarse, no consigue mantenerse allí si el puente ha sido deteriorado por el hecho de haberse apropiado la mujer de características masculinas que han suplantado a la delicada sustancialidad ofrecida a la feminidad. En tales casos, las almas vuelven a separarse antes de que se verifique el nacimiento en la Tierra.

Todo eso es de una trascendencia mucho más grande de lo que podéis imaginar. También la salud física de vuestros hijos está condicionada, restringida o favorecida por la integridad y pureza de ese elevado puente sustancial que ofrece la madre.

Por sí solos, los órganos no son causantes de la esterilidad o de que muchos nacimientos no se efectúen tal como debieran, es decir, tal como se efectuarían si el proceso fuera normal. La causa principal de las dificultades, enfermedades y debilidades estriba, muy a menudo, en el carácter defectuoso de los puentes que las almas necesitan para ir por el camino terrenal con seguridad y firmeza.

Cuántas veces, por bromas estúpidas o por una vanidad reprobable, la mujer se ha adornado de cualidades masculinas que habían de debilitar o reprimir completamente esa elevada parte sustancial que se le ha dado como privilegio. Las consecuencias de todo eso son de naturaleza y forma tan variadas, que, a menudo, los seres humanos se rompen la cabeza pensando en cómo es posible que sucedan cosas semejantes.

Pero mucho peor todavía que esos acontecimientos visibles inmediatamente en el plano físico, son los daños ocasionados en las esferas de la materialidad física sutil por el fracaso de la feminidad, daños que también se harán sentir en la Tierra, si bien después de mucho tiempo.

Muchas más cosas tendréis ocasión de oír a tal respecto, cuando pase a tratar de esos planos. Y entonces, os sobrecogeréis de espantoso horror ante la frívola culpa de la feminidad, más agravada y más fomentada, todavía, por los hombres, con su criminal conducta, porque así les conviene.

Enrojeceréis de vergüenza, incluso después de decenas de años; pues esta época de degeneración se mantendrá en vuestro recuerdo durante mucho tiempo, cual si fuera un repugnante lastre.

Por el momento, siguen siendo un misterio, para la humanidad, esos acontecimientos, cuyos velos yo levantaré en una época en que los hombres hayan madurado tanto como para poder comprenderlos; pues también yo obro en absoluta conformidad con las leyes. La humanidad puede conocerlo todo por mi mediación, pero yo no abriré la boca más que cuando, por vuestro grado de madurez interior, estéis capacitados para acoger mis explicaciones. Ese evento se producirá como si se tratase de un dispositivo de abertura o encendido que hace el contacto automáticamente. De ahí que la humanidad no reciba de mí sino aquello que es capaz de asimilar — nada más.

Sin embargo, no siempre se precisa que seáis conscientes de ello; pues yo siento el despertar interior y la agitación del espíritu, que es muy distinto de la consciencia diurna del intelecto. Y eso es, para mí, la señal de dar salida a mis palabras.

Por eso es que, hoy, os doy aparentemente mucho más de lo que, en realidad, sois capaces de acoger conscientemente. Pero vuestro espíritu, que es a quien me dirijo, lo recibe sin que vosotros lo constatéis materialmente. Parece, pues, que os doy, hoy, muchas cosas para el futuro, y, sin embargo, vuestro espíritu ya las ha asimilado.

Pero la comprensión consciente vendrá más tarde, tal vez al cabo de decenios, y entonces será cuando sabréis emplearlo materialmente con pleno conocimiento de causa.

Tan pronto como me sigáis espiritualmente con paso ligero, podré revelaros la creación entera. ¡Sólo depende de vosotros, oh hombres! Por tanto, manteneos vigilantes y activos en espíritu, para que yo no tenga que ocultaros nada.

Yo doy gustosamente y con alegría; pero estoy supeditado a la ley, porque yo mismo no puedo hacer otra cosa. Me está permitido dar en la medida de vuestra capacidad de asimilación, pero no más. Tenedlo siempre presente. Así pues, mientras yo esté con vosotros, aprovechad el tiempo para no desperdiciar nada. ¡Guardad mi Palabra y utilizadla!: ¡Puede daros todo!

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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