49. LA GUARDIANA DE LA LLAMA
Pero, obstinados como niños caprichosos, los hombres
se niegan a aceptar el conocimiento del Amor omnisciente, y, así, se perjudican
en tal medida, que, a menudo, ya no
pueden reemprender la ascensión y se echan a perder como semillas inservibles
en la creación.
El menor de todos los males que ellos se imponen en
el curso de sus peregrinaciones, lo constituyen las múltiples encarnaciones
provocadas por el efecto recíproco, las cuales exigen siglos, tal vez milenios,
y retrasan constantemente la posibilidad de ascensión del espíritu, dan lugar a
nuevos sufrimientos, ponen continuamente nuevas cadenas y nuevas
complicaciones, todo lo cual habrá de ser expiado hasta la última y más fina
partícula, antes de que el espíritu pueda levantarse de la confusión creada por
su obstinación.
Si la Luz fuera de naturaleza humana, ya se habría cansado y habría dejado que la
creación se hundiera; pues en verdad que hace falta una paciencia increíble
para dejar que esa obstinación tan necia y repugnante se desarrolle hasta el
agotamiento, de manera que los seres de buena voluntad que aún se afanan en
liberarse de ella no pierdan las oportunidades de salvación, ni se vean
obligados a sucumbir en el torbellino de una destrucción creada por los mismos
que se niegan rotundamente a enmendarse.
Pero, aun entre los mismos seres de buena voluntad, sólo
una pequeña parte alcanzará la verdadera salvación, ya que mucho de ellos
desfallecerán y fracasarán antes, e incluso habrá quienes piensen haber
emprendido falsos caminos, porque, desde el instante en que impusieron su buena
voluntad, se han puesto ante ellos numerosos obstáculos, contrariedades,
disgustos y sufrimientos, mientras que, anteriormente, no lo habían notado
tanto.
Con la resolución de ascender, tomada al imponer una
firme voluntad hacia el bien, empieza primeramente, para algunos, una época de
desbastación, de transformación hacia lo justo, mediante la experiencia
personal de todo lo falso que haya habido, hasta entonces, en sus pensamientos
y obras. Cuanto más ostentoso sea el proceso de desbastación, tanto mayor será
la gracia concedida a ese hombre, y tanto más eficaz será la ayuda procedente
de la Luz.
Eso es, ya, de por sí, el comienzo de la salvación:
la liberación de las Tinieblas, que, en ese momento, parecen mantenerle atado más fuertemente todavía. Pero esa
sujeción parece tan fuerte y tan dura sólo porque el espíritu, al despertarse y
fortalecerse, tiende a alejarse de
las Tinieblas que le retienen.
Únicamente la tendencia
ascensional del espíritu hace parecer más doloroso el aprisionamiento de
las Tinieblas; porque, hasta ese instante, tal aprisionamiento no podía ser
percibido, ya que el espíritu se sometía gustosamente o se adaptaba a él. Antes
de ese despertar, no ofrecía resistencia ninguna, sino que cedía siempre sin
gran esfuerzo.
Sólo a partir del momento en que expresa el deseo de
elevarse, se deja sentir la oposición de las Tinieblas y sus punzantes efectos
en el espíritu que aspira a la ascensión, hasta que, por último, dé un violento tirón y rompa las ligaduras que
le mantenían encadenado. Ese violento tirón no siempre puede ser dado sin
sufrir dolores, como se desprende de la misma expresión; pues desligarse violentamente no es posible
con dulzura. Para un tranquilo desligamiento
ya no hay tiempo: la Tierra ya se ha hundido demasiado profundamente y el
Juicio Universal está a punto de cumplirse plenamente.
Pero el ser humano no piensa en eso. Más de uno
pensará que su resolución no ha podido ser buena, ya que, anteriormente, no
sentía esos impedimentos y, tal vez hasta se encontraba a gusto. Y así, por
esos erróneos pensamientos, se dejará caer nuevamente en las garras de las
Tinieblas. Desaparecerá, entonces, la oposición y, en consecuencia, ya no
sentirá ese aprisionamiento como una hostilidad. Será arrastrado a las
profundidades sin experimentar el menor dolor, hasta que sea sacudido por las
apelaciones del Juicio, al cual no podrá sustraerse. Pero entonces… será
demasiado tarde para él.
Será sacudido solamente para que reconozca, lleno de
espanto, la caída en las insondables profundidades de la descomposición
definitiva: la condenación. Y entonces será cuando empiecen los tormentos que
nunca cesarán, sino que irán en aumento continuamente, hasta llegar al horrible
final de la consciencia personal que se le había concedido; es decir, hasta que
pierda ese carácter humano que habría podido proporcionarle la felicidad para
toda la eternidad.
¡Pensad, oh hombres, que estáis profundamente
hundidos en las Tinieblas y que vosotros mismos os habéis hundido en ellas! Si
queréis salvaros, tenéis que luchar por desataros, y mis palabras os muestran
el camino a seguir; os dan, por el conocimiento, la posibilidad y la fuerza
para conseguir vuestra liberación y salvación.
En cuanto os decidáis a escapar de las garras de las
Tinieblas, que, fuertemente aferradas a vosotros, os arrastran consigo a las
profundidades, descenderá, como un relámpago, junto con vuestra resolución, un
rayo de Luz y de Fuerza que acudirá en vuestra ayuda.
Habéis atado innumerables nudos en la trama de
vuestro destino, por vuestros falsos pensamientos y la denigrante actividad que
habéis venido ejerciendo hasta el presente. Hasta ahora, aprisionados por las
garras de las Tinieblas, no habíais pensado en ello de ningún modo, ni tampoco
podíais verlos o sentirlos, porque siguen estando encima de vosotros, obstruyendo vuestro camino y vuestra ligazón
con las alturas luminosas.
Sin embargo, al despertarse en vosotros el anhelo de
elevaros, es natural que volváis a encontrarlos en vuestro camino y que tengáis
que desatarlos uno tras otro, para dejar libre el camino de la ascensión.
Entonces, cuando se trate de los nudos de vuestras
vanidades, eso os parecerá un contratiempo y una desgracia; os parecerá un
sufrimiento anímico y muchas otras cosas más. Pero, en realidad, esa es la
única posibilidad de liberación y salvación. En efecto: no puede ser
absolutamente de otro modo, ya que, anteriormente, vosotros mismos habéis
preparado ese camino que, ahora, habéis de volver a recorrer si queréis llegar
a las alturas.
Tal es el
camino de vuestra liberación y salvación. Tal
es el camino de la ascensión a las alturas luminosas. No puede ser de otra
índole. Y comoquiera que, actualmente, estáis sumidos en las Tinieblas, es
evidente que todo se volverá contra vosotros en el momento en que, por vuestra resolución, queráis ascender hacia
la Luz.
No necesitáis más que pensar un poco, para comprender
la rectitud del proceso y poder sacar, vosotros mismos, las conclusiones
pertinentes.
Pero son muy numerosos los que se imaginan que, en el
instante de aparecer su deseo de ascender, todo debe presentarse, ante ellos,
radiante de alegría, que lo conseguirán todo sin lucha, que el camino será
allanado inmediatamente y que, incluso, desde el principio, caerán en sus manos
dulces frutos, sin necesidad de tomarse la menor molestia.
Y cuando sucede de otro modo, su voluntad se cansa en
seguida, renuncian a sus propósitos y vuelven a entregarse perezosamente a su
antigua forma de ser, si es que no se muestran hostiles hacia el que les ha
indicado el camino de la liberación y que, según su opinión, no ha hecho más
que causarles inquietud.
¡Así es la
mayoría de los hombres terrenales! Necios y perezosos, arrogantes,
pretenciosos, que llegan al extremo de exigir recompensa y gratitud por haber permitido que les sea ofrecido el camino capaz de sacarles del
cenagal en que se revuelcan indolentemente, para, por último, hundirse en él.
Más vosotros, los que queréis luchar sinceramente en
provecho propio, no olvidéis jamás que estáis en las Tinieblas, y que, allí, toda buena voluntad es atacada inmediatamente.
También vuestro medio ambiente tratará de hacer valer sus derechos en cuanto
tengáis la osadía de querer libraros de él. Aun cuando, hasta entonces, no se
haya preocupado nadie de lo que vuestra alma deseaba, ni nadie se haya
inquietado por el hecho de que ella estuviera a punto de perecer de hambre y
sed; aun cuando nadie se haya mostrado dispuesto a ofreceros alivio… en el
momento en que os atreváis a poner el pie en el único y verdadero camino de
vuestra propia salvación, entonces, de
repente, todos harán acto de presencia para que no os vayáis de ellos.
Dirán que se preocupan de vuestra salud anímica, a
pesar de que, más de una vez, os han dado pruebas de que, en realidad, vuestra
alma y vuestra existencia terrenal
les eran absolutamente indiferentes.
Es una cosa que salta tan a la vista, que resulta
verdaderamente ridículo cuando uno lo observa repetidas veces. Asimismo, ese
proceder muestra evidentemente, que todos esos “queridos” parientes y demás
conocidos terrenales no son sino ciegos instrumentos de las Tinieblas, a cuyas
instancias obedecen sin ser conscientes de ello. Y si no dais oídos a sus
razonamientos, mostrarán, con su proceder, que, en efecto, no ha sido la preocupación por vosotros lo que les ha movido a
obrar así; pues la verdadera preocupación debe llevar consigo el amor al prójimo…
y el amor no se manifiesta en forma de vejaciones, observaciones insultantes o
maliciosas habladurías sobre vosotros; como en el caso presente, ni tampoco en
el intento de dañaros de alguna manera.
¡Rápidamente se pone en evidencia todo el odio que
guardan las Tinieblas contra lo que aspira a la Luz! Observad y aprended a
reconocer a las Tinieblas en eso. En eso veréis,
precisamente, que habéis elegido el buen camino;
pues las Tinieblas tienen que manifestarse según la especie propia de
ellas exclusivamente.
¡Aprenderéis a distinguir con facilidad! Y entonces,
veréis que, en última instancia, el odio de las Tinieblas y de sus esclavos no
va dirigido contra vosotros personalmente, sino contra todo el que ofrece a los
hombres la palabra de salvación.
¡Tenedlo en cuenta! Pues así reconoceréis, en
seguida, a todos los prosélitos de Lucifer que ya han sido condenados en el
Juicio.
¡Apartaos de ellos y no intentéis ayudarles con la
Palabra! ¡Ella no debe serles ofrecida! ¡Excluidles
de ella, si no queréis perjudicaros a vosotros mismos por una complacencia
fuera de lugar!
Vuestro amor pertenece a la Luz y a todo lo que tiende a ella con voluntad pura y humilde, pero
no a quienes han de ser expulsados de la creación por ser perniciosos.
Esa llamada va dirigida, sobre todo, a la feminidad. Dada la mayor sutilidad de
sus sentimientos, la mujer posee la facultad de distinguir, con infalible
seguridad, lo que pertenece a la Luz y dónde hay, todavía, alguna esperanza,
así como también lo que está sometido a las Tinieblas irremisiblemente y ha de
desaparecer con ellas.
Pero, para eso, es preciso, primeramente, que esa
feminidad misma sea purificada y se levante del cenagal en que ha hundido
insensatamente a toda la humanidad. Y sólo cuando la vanidad se haya
desprendido de ella, estará en condiciones de sentir debidamente.
La feminidad de todas las criaturas evolucionadas se
ha dejado seducir demasiado fácilmente
y ha bajado de la categoría que el Creador le había asignado generosamente. Y,
en lugar de prodigar la bendición de Dios, propagó la corrupción y deformó todo
lo noble que debía haber conservado inalteradamente.
¡Arrojó la dignidad femenina al polvo! Todos sus
pensamientos y acciones quedaron subyugados a las premeditaciones más ruines. Y
todo el encanto de su ser, que le fue dado por el Creador como un regalo, a fin
de que, con él, mantuviera despierto el anhelo de la belleza de las alturas
luminosas en las almas y desplegara el deseo de proteger a todo lo puro — ese
encanto, tan sublime de por sí, fue arrojado desdeñosamente, por la feminidad
terrenal, al lodazal más profundo, para ser empleado pecaminosamente confines netamente materiales.
¡Jamás criatura alguna de la creación se ha hundido
tan profundamente como lo ha hecho la mujer de la Tierra!
Pero ahora, en la Fuerza de la Luz, el efecto
recíproco va a caer, con ímpetu arrollador, sobre toda mujer que no quiera
despertar para ejercer la noble y pura actividad que el Creador depositó, una
vez, en sus manos como una gracia, y para la cual ha sido especialmente
equipada por Él.
La feminidad, la mujer, es esa guardiana de la llama
de la sagrada aspiración a la Luz en todas las creaciones, que fue elegida como
tal por el Creador y dotada convenientemente de la facultad sensitiva más
delicada. Fue creada para acoger las irradiaciones de la Luz sin ningún
impedimento y transmitirlas al hombre en toda su pureza, así como también a su
respectivo medio ambiente.
Por eso ejerce tal influencia adondequiera que va. Es
un ser privilegiado en su género. Y ese generoso don ha sido empleado por ella
para lo contrario de lo que estaba previsto.
La influencia que Dios le dió en regalo, es ejercida
por la mujer con fines egoístas y, a menudo, condenables, en lugar de
ennoblecer a su ambiente y mantener vivo, en las almas, el anhelo de Luz,
durante las peregrinaciones por las densas esferas que deben servir para la
evolución y maduración conducentes a las alturas espirituales. De hecho, la
mujer debía ser apoyo y sostén de peregrinos; debía ofrecer enaltecimiento y
confortación mediante su propia existencia; debía mantener abierto el puente de
unión con la Luz: la fuente originaria de toda Vida.
Hubiera podido hacer de esta Tierra un paraíso en la
materialidad física, que vibrara gozosamente en la purísima Voluntad del
Todopoderoso.
Pero la guardiana de la llama de la sagrada
aspiración a la Luz ha fracasado como nunca, hasta ahora, ha fracasado criatura
alguna, ya que estaba dotada de dones cuya posesión no debiera haber permitido
jamás su caída. Y ha arrastrado consigo, al cenagal de las Tinieblas, a toda
una parte cósmica.
Largo es el camino y grande el esfuerzo que esperan,
aún, a la mujer que anhele cooperar
en el futuro. Pero, una vez más, se le dará la gracia de una mayor fuerza sólo
con que quiera sinceramente. Pero que no se lo imagine tan fácil. La gran
distinción de poder volver a ser guardiana de la aspiración a la Luz y de
mantenerla viva en la materialidad, mediante la pureza de su dignidad femenina,
tiene que ser conquistada a fuerza de
una vigilancia continua y de una inquebrantable fidelidad.
¡Despierta, oh mujer de esta Tierra! ¡Vuelve a ser
pura y fiel en tus pensamientos y acciones, y mantén toda tu voluntad
firmemente anclada en la santidad de la Voluntad de Dios!
* * *
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario