sábado, 14 de enero de 2023

49. LA GUARDIANA DE LA LLAMA

 

49. LA GUARDIANA DE LA LLAMA

CON INGRATITUD y sin comprensión — incluso llenos de reproches — suelen hallarse los humanos frente a las ayudas más grandes procedentes de la Luz. Causa tribulación ver que hasta seres de buena voluntad se comportan lamentablemente en estas cosas, o que, llenos de dudas y decepcionados en la esperanza de ver cumplidos sus erróneos deseos terrenales, se apartan de la Luz, que, precisamente en la insatisfacción, suele proporcionar la salvación y el provecho.

Pero, obstinados como niños caprichosos, los hombres se niegan a aceptar el conocimiento del Amor omnisciente, y, así, se perjudican en tal medida, que, a menudo, ya no pueden reemprender la ascensión y se echan a perder como semillas inservibles en la creación.

El menor de todos los males que ellos se imponen en el curso de sus peregrinaciones, lo constituyen las múltiples encarnaciones provocadas por el efecto recíproco, las cuales exigen siglos, tal vez milenios, y retrasan constantemente la posibilidad de ascensión del espíritu, dan lugar a nuevos sufrimientos, ponen continuamente nuevas cadenas y nuevas complicaciones, todo lo cual habrá de ser expiado hasta la última y más fina partícula, antes de que el espíritu pueda levantarse de la confusión creada por su obstinación.

Si la Luz fuera de naturaleza humana, ya se habría cansado y habría dejado que la creación se hundiera; pues en verdad que hace falta una paciencia increíble para dejar que esa obstinación tan necia y repugnante se desarrolle hasta el agotamiento, de manera que los seres de buena voluntad que aún se afanan en liberarse de ella no pierdan las oportunidades de salvación, ni se vean obligados a sucumbir en el torbellino de una destrucción creada por los mismos que se niegan rotundamente a enmendarse.

Pero, aun entre los mismos seres de buena voluntad, sólo una pequeña parte alcanzará la verdadera salvación, ya que mucho de ellos desfallecerán y fracasarán antes, e incluso habrá quienes piensen haber emprendido falsos caminos, porque, desde el instante en que impusieron su buena voluntad, se han puesto ante ellos numerosos obstáculos, contrariedades, disgustos y sufrimientos, mientras que, anteriormente, no lo habían notado tanto.

Con la resolución de ascender, tomada al imponer una firme voluntad hacia el bien, empieza primeramente, para algunos, una época de desbastación, de transformación hacia lo justo, mediante la experiencia personal de todo lo falso que haya habido, hasta entonces, en sus pensamientos y obras. Cuanto más ostentoso sea el proceso de desbastación, tanto mayor será la gracia concedida a ese hombre, y tanto más eficaz será la ayuda procedente de la Luz.

Eso es, ya, de por sí, el comienzo de la salvación: la liberación de las Tinieblas, que, en ese momento, parecen mantenerle atado más fuertemente todavía. Pero esa sujeción parece tan fuerte y tan dura sólo porque el espíritu, al despertarse y fortalecerse, tiende a alejarse de las Tinieblas que le retienen.

Únicamente la tendencia ascensional del espíritu hace parecer más doloroso el aprisionamiento de las Tinieblas; porque, hasta ese instante, tal aprisionamiento no podía ser percibido, ya que el espíritu se sometía gustosamente o se adaptaba a él. Antes de ese despertar, no ofrecía resistencia ninguna, sino que cedía siempre sin gran esfuerzo.

Sólo a partir del momento en que expresa el deseo de elevarse, se deja sentir la oposición de las Tinieblas y sus punzantes efectos en el espíritu que aspira a la ascensión, hasta que, por último, dé un violento tirón y rompa las ligaduras que le mantenían encadenado. Ese violento tirón no siempre puede ser dado sin sufrir dolores, como se desprende de la misma expresión; pues desligarse violentamente no es posible con dulzura. Para un tranquilo desligamiento ya no hay tiempo: la Tierra ya se ha hundido demasiado profundamente y el Juicio Universal está a punto de cumplirse plenamente.

Pero el ser humano no piensa en eso. Más de uno pensará que su resolución no ha podido ser buena, ya que, anteriormente, no sentía esos impedimentos y, tal vez hasta se encontraba a gusto. Y así, por esos erróneos pensamientos, se dejará caer nuevamente en las garras de las Tinieblas. Desaparecerá, entonces, la oposición y, en consecuencia, ya no sentirá ese aprisionamiento como una hostilidad. Será arrastrado a las profundidades sin experimentar el menor dolor, hasta que sea sacudido por las apelaciones del Juicio, al cual no podrá sustraerse. Pero entonces… será demasiado tarde para él.

Será sacudido solamente para que reconozca, lleno de espanto, la caída en las insondables profundidades de la descomposición definitiva: la condenación. Y entonces será cuando empiecen los tormentos que nunca cesarán, sino que irán en aumento continuamente, hasta llegar al horrible final de la consciencia personal que se le había concedido; es decir, hasta que pierda ese carácter humano que habría podido proporcionarle la felicidad para toda la eternidad.

¡Pensad, oh hombres, que estáis profundamente hundidos en las Tinieblas y que vosotros mismos os habéis hundido en ellas! Si queréis salvaros, tenéis que luchar por desataros, y mis palabras os muestran el camino a seguir; os dan, por el conocimiento, la posibilidad y la fuerza para conseguir vuestra liberación y salvación.

En cuanto os decidáis a escapar de las garras de las Tinieblas, que, fuertemente aferradas a vosotros, os arrastran consigo a las profundidades, descenderá, como un relámpago, junto con vuestra resolución, un rayo de Luz y de Fuerza que acudirá en vuestra ayuda.

Habéis atado innumerables nudos en la trama de vuestro destino, por vuestros falsos pensamientos y la denigrante actividad que habéis venido ejerciendo hasta el presente. Hasta ahora, aprisionados por las garras de las Tinieblas, no habíais pensado en ello de ningún modo, ni tampoco podíais verlos o sentirlos, porque siguen estando encima de vosotros, obstruyendo vuestro camino y vuestra ligazón con las alturas luminosas.

Sin embargo, al despertarse en vosotros el anhelo de elevaros, es natural que volváis a encontrarlos en vuestro camino y que tengáis que desatarlos uno tras otro, para dejar libre el camino de la ascensión.

Entonces, cuando se trate de los nudos de vuestras vanidades, eso os parecerá un contratiempo y una desgracia; os parecerá un sufrimiento anímico y muchas otras cosas más. Pero, en realidad, esa es la única posibilidad de liberación y salvación. En efecto: no puede ser absolutamente de otro modo, ya que, anteriormente, vosotros mismos habéis preparado ese camino que, ahora, habéis de volver a recorrer si queréis llegar a las alturas.

Tal es el camino de vuestra liberación y salvación. Tal es el camino de la ascensión a las alturas luminosas. No puede ser de otra índole. Y comoquiera que, actualmente, estáis sumidos en las Tinieblas, es evidente que todo se volverá contra vosotros en el momento en que, por vuestra resolución, queráis ascender hacia la Luz.

No necesitáis más que pensar un poco, para comprender la rectitud del proceso y poder sacar, vosotros mismos, las conclusiones pertinentes.

Pero son muy numerosos los que se imaginan que, en el instante de aparecer su deseo de ascender, todo debe presentarse, ante ellos, radiante de alegría, que lo conseguirán todo sin lucha, que el camino será allanado inmediatamente y que, incluso, desde el principio, caerán en sus manos dulces frutos, sin necesidad de tomarse la menor molestia.

Y cuando sucede de otro modo, su voluntad se cansa en seguida, renuncian a sus propósitos y vuelven a entregarse perezosamente a su antigua forma de ser, si es que no se muestran hostiles hacia el que les ha indicado el camino de la liberación y que, según su opinión, no ha hecho más que causarles inquietud.

¡Así es la mayoría de los hombres terrenales! Necios y perezosos, arrogantes, pretenciosos, que llegan al extremo de exigir recompensa y gratitud por haber permitido que les sea ofrecido el camino capaz de sacarles del cenagal en que se revuelcan indolentemente, para, por último, hundirse en él.

Más vosotros, los que queréis luchar sinceramente en provecho propio, no olvidéis jamás que estáis en las Tinieblas, y que, allí, toda buena voluntad es atacada inmediatamente. También vuestro medio ambiente tratará de hacer valer sus derechos en cuanto tengáis la osadía de querer libraros de él. Aun cuando, hasta entonces, no se haya preocupado nadie de lo que vuestra alma deseaba, ni nadie se haya inquietado por el hecho de que ella estuviera a punto de perecer de hambre y sed; aun cuando nadie se haya mostrado dispuesto a ofreceros alivio… en el momento en que os atreváis a poner el pie en el único y verdadero camino de vuestra propia salvación, entonces, de repente, todos harán acto de presencia para que no os vayáis de ellos.

Dirán que se preocupan de vuestra salud anímica, a pesar de que, más de una vez, os han dado pruebas de que, en realidad, vuestra alma y vuestra existencia terrenal les eran absolutamente indiferentes.

Es una cosa que salta tan a la vista, que resulta verdaderamente ridículo cuando uno lo observa repetidas veces. Asimismo, ese proceder muestra evidentemente, que todos esos “queridos” parientes y demás conocidos terrenales no son sino ciegos instrumentos de las Tinieblas, a cuyas instancias obedecen sin ser conscientes de ello. Y si no dais oídos a sus razonamientos, mostrarán, con su proceder, que, en efecto, no ha sido la preocupación por vosotros lo que les ha movido a obrar así; pues la verdadera preocupación debe llevar consigo el amor al prójimo… y el amor no se manifiesta en forma de vejaciones, observaciones insultantes o maliciosas habladurías sobre vosotros; como en el caso presente, ni tampoco en el intento de dañaros de alguna manera.

¡Rápidamente se pone en evidencia todo el odio que guardan las Tinieblas contra lo que aspira a la Luz! Observad y aprended a reconocer a las Tinieblas en eso. En eso veréis, precisamente, que habéis elegido el buen camino; pues las Tinieblas tienen que manifestarse según la especie propia de ellas exclusivamente.

¡Aprenderéis a distinguir con facilidad! Y entonces, veréis que, en última instancia, el odio de las Tinieblas y de sus esclavos no va dirigido contra vosotros personalmente, sino contra todo el que ofrece a los hombres la palabra de salvación.

¡Tenedlo en cuenta! Pues así reconoceréis, en seguida, a todos los prosélitos de Lucifer que ya han sido condenados en el Juicio.

¡Apartaos de ellos y no intentéis ayudarles con la Palabra! ¡Ella no debe serles ofrecida! ¡Excluidles de ella, si no queréis perjudicaros a vosotros mismos por una complacencia fuera de lugar!

Vuestro amor pertenece a la Luz y a todo lo que tiende a ella con voluntad pura y humilde, pero no a quienes han de ser expulsados de la creación por ser perniciosos.

Esa llamada va dirigida, sobre todo, a la feminidad. Dada la mayor sutilidad de sus sentimientos, la mujer posee la facultad de distinguir, con infalible seguridad, lo que pertenece a la Luz y dónde hay, todavía, alguna esperanza, así como también lo que está sometido a las Tinieblas irremisiblemente y ha de desaparecer con ellas.

Pero, para eso, es preciso, primeramente, que esa feminidad misma sea purificada y se levante del cenagal en que ha hundido insensatamente a toda la humanidad. Y sólo cuando la vanidad se haya desprendido de ella, estará en condiciones de sentir debidamente.

La feminidad de todas las criaturas evolucionadas se ha dejado seducir demasiado fácilmente y ha bajado de la categoría que el Creador le había asignado generosamente. Y, en lugar de prodigar la bendición de Dios, propagó la corrupción y deformó todo lo noble que debía haber conservado inalteradamente.

¡Arrojó la dignidad femenina al polvo! Todos sus pensamientos y acciones quedaron subyugados a las premeditaciones más ruines. Y todo el encanto de su ser, que le fue dado por el Creador como un regalo, a fin de que, con él, mantuviera despierto el anhelo de la belleza de las alturas luminosas en las almas y desplegara el deseo de proteger a todo lo puro — ese encanto, tan sublime de por sí, fue arrojado desdeñosamente, por la feminidad terrenal, al lodazal más profundo, para ser empleado pecaminosamente confines netamente materiales.

¡Jamás criatura alguna de la creación se ha hundido tan profundamente como lo ha hecho la mujer de la Tierra!

Pero ahora, en la Fuerza de la Luz, el efecto recíproco va a caer, con ímpetu arrollador, sobre toda mujer que no quiera despertar para ejercer la noble y pura actividad que el Creador depositó, una vez, en sus manos como una gracia, y para la cual ha sido especialmente equipada por Él.

La feminidad, la mujer, es esa guardiana de la llama de la sagrada aspiración a la Luz en todas las creaciones, que fue elegida como tal por el Creador y dotada convenientemente de la facultad sensitiva más delicada. Fue creada para acoger las irradiaciones de la Luz sin ningún impedimento y transmitirlas al hombre en toda su pureza, así como también a su respectivo medio ambiente.

Por eso ejerce tal influencia adondequiera que va. Es un ser privilegiado en su género. Y ese generoso don ha sido empleado por ella para lo contrario de lo que estaba previsto.

La influencia que Dios le dió en regalo, es ejercida por la mujer con fines egoístas y, a menudo, condenables, en lugar de ennoblecer a su ambiente y mantener vivo, en las almas, el anhelo de Luz, durante las peregrinaciones por las densas esferas que deben servir para la evolución y maduración conducentes a las alturas espirituales. De hecho, la mujer debía ser apoyo y sostén de peregrinos; debía ofrecer enaltecimiento y confortación mediante su propia existencia; debía mantener abierto el puente de unión con la Luz: la fuente originaria de toda Vida.

Hubiera podido hacer de esta Tierra un paraíso en la materialidad física, que vibrara gozosamente en la purísima Voluntad del Todopoderoso.

Pero la guardiana de la llama de la sagrada aspiración a la Luz ha fracasado como nunca, hasta ahora, ha fracasado criatura alguna, ya que estaba dotada de dones cuya posesión no debiera haber permitido jamás su caída. Y ha arrastrado consigo, al cenagal de las Tinieblas, a toda una parte cósmica.

Largo es el camino y grande el esfuerzo que esperan, aún, a la mujer que anhele cooperar en el futuro. Pero, una vez más, se le dará la gracia de una mayor fuerza sólo con que quiera sinceramente. Pero que no se lo imagine tan fácil. La gran distinción de poder volver a ser guardiana de la aspiración a la Luz y de mantenerla viva en la materialidad, mediante la pureza de su dignidad femenina, tiene que ser conquistada a fuerza de una vigilancia continua y de una inquebrantable fidelidad.

¡Despierta, oh mujer de esta Tierra! ¡Vuelve a ser pura y fiel en tus pensamientos y acciones, y mantén toda tu voluntad firmemente anclada en la santidad de la Voluntad de Dios!

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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