martes, 17 de enero de 2023

53. GÉRMENES ESPIRITUALES

 

53. GÉRMENES ESPIRITUALES

¡GÉRMENES ESPIRITUALES! Con frecuencia he hablado de ellos, he explicado el curso de su evolución y sus caminos. También he dicho que los hombres terrenales han evolucionado a partir de esos gérmenes espirituales. Es, pues, vuestra evolución, oh hombres, lo que voy a describiros.

Hoy, voy a acercaros un poco más al punto donde empezasteis a adquirir vuestra consciencia.

Ya me he referido a una segunda subdivisión situada en la parte espiritual de la creación; una subdivisión inferior en la que los espíritus no pueden nacer inmediatamente en estado de completa madurez, sino que han de empezar a evolucionar en calidad de niños.

Los espíritus evolucionados de la poscreación — entre los cuales os contáis vosotros, hombres terrenales — no proceden de esa parte, sino de un precipitado de la misma, el cual no posee fuerza para evolucionar por sí solo sin necesidad de un impulso exterior.

Ese precipitado está constituido por semillas espirituales o gérmenes espirituales, que son el origen de los evolucionados espíritus humanos de las materialidades.

Ese precipitado va descendiendo de la parte espiritual de la creación, hasta entrar en un círculo sustancial que rodea a las materialidades.

No voy a hablar, aún, de los fenómenos de atracción, calentamiento y variación de irradiaciones que tienen lugar de acuerdo con las leyes de la creación, sino que quiero mencionar solamente las ayudas que entran ahí en acción, y los acontecimientos aislados capaces de suscitar una idea que os resulte comprensible.

Pues tan pronto como mis descripciones contengan formas concretas, podréis imaginaros, también, algo concreto que se corresponda casi por completo con la realidad de los hechos y os ofrezca un punto de apoyo para vuestra comprensión terrenal.

Por consiguiente, no voy a explicar cómo todo se cumple al ritmo vibratorio de las leyes de la creación, sino cómo se manifiesta formado.

En ese círculo sustancial en que el germen espiritual se sume, existen sustancialidades de muy diversas especies, las cuales no están mezcladas entre sí, sino que se hallan unas sobre otras, ocupando planos distintos según la naturaleza de la actividad en que vibran.

Encontramos allí, procedentes de la espiritualidad y situadas en la parte superior del círculo, sustancialidades femeninas de maravillosa delicadeza, que, vibrando en el rayo del Amor y de la Pureza, acogen a los gérmenes espirituales, y, con maternal solicitud, echan sobre ellos una capa sustancial, para luego, así envueltos y sumidos en el sueño de la inconsciencia absoluta, ponerlos en manos de otras sustancialidades femeninas más próximas a la materialidad etérea.

Estas, a su vez, cubren al germen con una segunda envoltura de una especie distinta a la anterior, una especie que se corresponde con el medio ambiente en que ellas mismas se encuentran. Entonces, esos gérmenes — algo más pesados ya — son deslizados hacia abajo, hasta entrar en la región superior de la materialidad etérea.

Todas esas delicadas sustancialidades apoyan, con su ayuda, los espontáneos procesos conformes a la ley. Son de una belleza consumada y, en otros tiempos, eran conocidas de numerosos seres humanos, a los que podían mostrarse de vez en cuando. Fueron llamadas hadas buenas, y se esfuerzan en hacer progresar a las almas humanas en evolución.

En los límites de la materialidad etérea, otras sustancialidades esperan a que desciendan los gérmenes espirituales, para cuidarlos bondadosamente. En ese punto, también existen sustancialidades masculinas encargadas de proteger, las cuales no están ahí para cuidar, sino para actuar más positivamente.

Así es cuidado y atendido el germen espiritual por ayudas sustanciales, a medida que, aún inconsciente, se mueve impulsado por su anhelo de llegar a ser consciente de sí mismo, hasta alcanzar una región de la materialidad etérea, cuya densidad ya no le permite seguir adelante inconscientemente, por lo que su deslizamiento hacia abajo queda interrumpido. Allí ha de quedarse hasta que despierte con vistas a la evolución y pueda proseguir su camino.

Ese proceso también es sumamente natural y está condicionado por la naturaleza del ambiente, pero constituye un importante punto de inversión para los gérmenes espirituales, que, al llegar a ese punto, entran en un plano de la materialidad etérea cuya densidad los detiene, poniendo fin a su inconsciente marcha.

Así pues, de repente, se hallan confortablemente instalados en un plano que no les deja seguir adelante. Sólo el despertar de una voluntad que, aunque débil todavía, sea, sin embargo, consciente, puede proporcionar la fuerza necesaria para, después de conocer el ambiente, recorrerlo y seguir la marcha.

Llegado a este punto de mis explicaciones, me es preciso ir despacio y con esmerado cuidado, para que los hombres puedan obtener una idea exacta de todo sin alterar nada.

Pues ahí donde, a causa de una determinada densidad de la materialidad etérea, surcada por corrientes sustanciales, los gérmenes espirituales se ven obligados literalmente a detenerse en su inconsciente caminar, tienen lugar muchas cosas importantes para el espíritu humano, para su proceso de inmersión en las materialidades con el fin de evolucionar, y, asimismo, para su posterior caminar hacia arriba nuevamente, una vez alcanzada la madurez mediante la evolución.

Ese lugar constituye, precisamente, un importante plano límite en la existencia del espíritu humano. Por eso, voy a detenerme un poco para decir más de él.

Al espíritu humano en ascensión, le parece, ya, inconmensurablemente elevado y de una belleza maravillosa. Se ofrece a las miradas bañado de tenue luz, una luz que parece tenue pero que es mucho más resplandeciente que el brillo de nuestro sol en la Tierra. Sus rayos estimulan, animan, reconfortan.

Ese plano parece ser un único e inmenso parque. Hasta donde la vista alcanza, no se ve más que una sucesión ininterrumpida de floridos jardines, llenos de hermosas flores de todos los tamaños y de variadísimos colores, cuidados por entidades de extrema delicadeza, guardados y protegidos por seres de naturaleza masculina, que, con grave aspecto, recorren las hileras ordenando, vigilando, seleccionando.

Floridas alamedas se extienden por doquier, invitando al reposo, al solaz y … al sereno y agradecido recogimiento.

La masa más densa que forma el suelo, es la materialidad etérea que retiene a los gérmenes espirituales, esa materialidad en la que ellos quedan prendidos durante su migración.

Y entonces, sucede lo maravilloso: el manto sustancial con que las delicadas sustancialidades femeninas habían cubierto a cada germen espiritual a su salida del reino espiritual, se convierte, por efecto de las irradiaciones de ese plano anclado en el suelo etéreo y cuidado por jardineras sustanciales, en una preciosa flor, en cuyo cáliz descansa y duerme el germen espiritual, fortaleciéndose más y más.

Por la actividad de ese plano — que, pese a toda su delicadeza, es de naturaleza más tosca en relación con el reino espiritual — y por la mayor resonancia de todos los movimientos del evento, el germen espiritual, al llegar a un grado de madurez muy determinado, puede despertar gradualmente a la consciencia, al mismo tiempo que se abre el capullo. Pero esa consciencia no es, todavía, la consciencia de sí mismo.

Aún queda mucho por andar para pasar de la consciencia del espíritu al despertar, a la consciencia personal del espíritu maduro. El animal también es consciente, pero no consciente de sí mismo. Más no vamos a detenernos, ahora, en esas cuestiones.

Por tanto, la apertura de cada capullo es provocada por la madurez del germen espiritual y constituye un efecto natural y espontáneo. Y el crepitar del capullo al abrirse despierta, al mismo tiempo, al germen espiritual, a la consciencia de su existencia.

Tales son los eventos que, más tarde, podrán ser explicados en todos sus detalles, para que descubráis la conformidad con las leyes que reside ahí también y que permite que todo se desarrolle con naturalidad y sencillez, como puede apreciarse una y otra vez en la creación entera.

La flor en cuyo cáliz maduró el germen espiritual, no utilizó, pues, más que una parte de la envoltura sustancial del mismo, mientras que la otra parte continuó alrededor suyo y, al despertar a la consciencia, tomó forma humana en calidad de niño. Por consiguiente, al abrirse el capullo, el cáliz de la flor contiene un niño en forma humana.

También aquí tengo que añadir algunos razonamientos antes de seguir adelante:

Hasta ese instante, el germen espiritual ya había recibido los cuidados de dos sustancialidades femeninas distintas, antes de ser puesto en manos de las jardineras. A esas dos especies las podemos llamar hadas. La primera de ellas, la que recibió al germen espiritual a su salida del reino espiritual, le rodeó de una capa del más delicado género de ese plano o círculo. La segunda, a su vez, le proporcionó una envoltura de distinta especie.

Según eso, cuando el germen espiritual quedó detenido en la materialidad etérea, ya había recibido dos envolturas diferentes por parte de las hadas; esto es: dos dones de las hadas.

Esos hechos dieron origen, más tarde, a los cuentos de hadas, en que éstas depositan dones en la cuna de los recién nacidos.

La envoltura exterior fue desarrollándose en la materialidad etérea — más densa — bajo la acción de las vivificantes irradiaciones, convirtiéndose en capullo protector, mientras que la capa interna — más delicada — tomó inmediatamente, al despertar, la forma de un pequeño cuerpo humano. También voy a explicaros por qué la envoltura más delicada debía de adquirir la forma de un cuerpo humano.

Ya he dicho en mi Mensaje que, al llegar el espíritu a la consciencia, surge, también, la forma humana, puesto que la idiosincrasia del espíritu condiciona la forma humana.

Todo eso se ha dicho a grandes rasgos. Ahora, también tengo que ampliar esas explicaciones e indicar que, en el primer despertar a la consciencia del espíritu humano, el germen espiritual propiamente dicho no toma forma humana, sino solamente la delicada capa sustancial que él recibió de la primera hada.

Esa envoltura adquiere forma humana porque, al despertar, el germen espiritual infunde calor en ella inconscientemente. Ahora bien, comoquiera que, aunque inconscientemente, es enardecida espiritualmente, es muy natural que, por esa razón, tome forma humana, como corresponde a la naturaleza del enardecimiento.

Sin embargo, el espíritu propiamente dicho también adquiere, poco a poco, una forma humana más o menos hermosa — conforme a la naturaleza y finalidad de su evolución — a medida que va haciéndose consciente de sí mismo en el curso de sus peregrinaciones por las materialidades. En cuanto a sus envolturas externas: sustancial y etérea, se forman, también, en consecuencia.

No obstante, cuando el germen espiritual se encuentra en estado de simple consciencia, sus envolturas sustancial y etérea siempre son bellas, puesto que no pueden ser deformadas más que cuando el espíritu adquiere la consciencia de sí mismo, con lo que éste también obtiene su libre albedrío.

Meditad con cuidado sobre esta última frase. Encontraréis ahí numerosas soluciones.

Asimismo, eso os dará la explicación de por qué todas las sustancialidades que están al servicio de Dios y vibran conscientemente en Su Voluntad son, sin excepción, de la belleza más delicada y poseen una forma perfecta; porque todas ellas llevan en sí espiritualidad, pero no pueden alterar su forma por efecto de una descarriada consciencia personal.

En esa explicación descubriréis, también, una diferencia con lo que hemos designado, hasta el presente, con el nombre general de “sustancialidades”. Hoy, por primera vez, os muestro una gradación muy precisa; pero, por el momento, sólo puede ser dada a grandes rasgos, a fin de que no nos apartemos demasiado del tema.

Hay sustancialidades que llevan en sí espiritualidad y vibran conscientemente al servicio de la Voluntad de Dios. Asimismo, hay otras que no contienen sino sustancialidad, careciendo de elementos espirituales. A estas últimas pertenecen, por ejemplo, los animales.

Con el fin de evitar preguntas innecesarias, diré que todavía han de ser establecidas muchas clasificaciones entre las ayudas sustanciales de la creación, para poder proporcionar una exacta comprensión a los seres humanos.

Pero iré haciéndolo según las circunstancias y tan pronto como se presente la oportunidad. De ese modo, la comprensión será más fácil. Más tarde, los mismos hombres podrán hacer una recopilación de todo lo contenido en el Mensaje.

Por ahora, diré solamente que, entre las sustancialidades que llevan en sí elementos espirituales, también pueden ser efectuadas diferentes clasificaciones. En su gran mayoría, sirven a Dios vibrando exclusivamente en Su Voluntad y son completamente independientes de todo el resto.

Pero unas pocas de entre ellas — tales como gnomos, etc. — que se encuentran muy alejadas de las alturas luminosas y actúan en estrecha relación con la materialidad más densa, podían ser influenciadas temporalmente, lo mismo que otras muchas cosas, por los evolucionados espíritus humanos que viven en la materialidad física.

Pero esa posibilidad de acción por parte del espíritu humano ya ha quedado eliminada, y esas pequeñas ayudas sustanciales también están actualmente al servicio exclusivo de la Voluntad de Dios, durante el Juicio y en la época del reino de los mil años.

Sin embargo, no debo ocuparme de esos detalles todavía, ya que, entonces, os desviaría demasiado de los principios fundamentales, cuando lo que deseo es, ante todo, establecer un conocimiento básico que os proporcione el apoyo que necesitáis para la ascensión y perfeccionamiento de vuestro espíritu, para su maduración con vistas a alcanzar las alturas luminosas.

Todo lo demás debe de ser dejado a un lado hasta que haya terminado la gran depuración. Pero, hasta entonces, ya no os queda tiempo para detalles que puedan trasportaros a distancias de vértigo.

Es preciso, primeramente, que podáis salvaros del laberinto formado por vuestra errónea voluntad de saber. Eso es lo que más urge actualmente, como vosotros mismos reconoceréis más tarde.

Pero, cuando os forme una imagen de esos eventos, no debéis interpretar todo en un sentido demasiado material, ya que la pesadez terrenal no existe en semejantes cosas. Y a pesar de todo, también en la materialidad física de la Tierra encontraréis procesos análogos.

Tomad, si no, como ejemplo, a la mariposa, que efectúa su metamorfosis al amparo del capullo y lo rompe cuando ha adquirido la debida madurez.

En el caso del germen espiritual, la envoltura protectora tiene la forma de una flor que ha de evolucionar en la materialidad etérea mediante la ligazón con las características del terreno. También el “por qué” y el “cómo” pueden ser explicados en absoluta correspondencia con las leyes, de suerte que habréis de reconocer que sólo esa especie y esa forma son posibles, y que no puede ser de otro modo.

Pero todavía harán falta muchos años de explicar, para que vosotros, hombres, lleguéis a reconocer, con asombro, la gran simplicidad que recorre la creación entera causando los efectos más diversos y que permanece siempre la misma en todas las cosas, desarrollándose según una ley fundamental.

Quedaréis estupefactos cuando veáis que las dificultades de reconocer han surgido solamente por vuestra causa. Vosotros mismos las habéis elaborado poniéndoos todo difícil. Habéis dado rodeos y seguido erróneos caminos que habían de cansaros necesariamente y que consiguieron privaros hasta de la posibilidad de alcanzar el fin sin ayuda de la Luz.

Pero si la presunción de vuestro intelecto no os hubiera jugado tan mala — pero bien merecida — pasada de crear complicaciones artificiales, entonces, con cándida confianza, fielmente guiados por la Luz, habríais llegado fácil y rápidamente a una madurez completa, siguiendo un camino que no contendría, para vosotros, sino alegría.

Y, claro está, ahora os resulta mucho más duro; pues, primero, tenéis que quitar vosotros mismos todas las piedras con las que habéis obstruido el camino, sin que tampoco podáis pasar al recto sendero de un salto, sino que estáis obligados a regresar al punto donde os desviasteis de él para dar rodeos y seguir erróneos caminos, con el fin de que, desde allí, podáis emprender nuevamente el recto sendero.

De ahí también, que yo me haya visto precisado a dar esos rodeos y a recorrer esos falsos caminos yendo tras de vosotros, para alcanzaros, llamaros y conducir hacia atrás, cuidadosamente, a quienes escuchen mi llamada, puesto que vosotros solos ya no sois capaces de encontrar la salida de ese laberinto.

Para proporcionaros ayuda, he tenido que venir hacia vosotros, no directamente de la Luz, sino siguiendo vuestros propios caminos.

Pronto comprenderéis todo esto por el conocimiento: ya no falta mucho hasta entonces. Y llegado ese momento, muchas cosas se os harán más fáciles.

Si bien en esta creación todo es importante y tiene una finalidad, existe, para vosotros, una línea recta que sirve de apoyo a vuestra naciente iniciación y os permite caminar con seguridad hacia lo alto.

Y ese apoyo es lo único que yo quiero daros en primer lugar, ya que lo necesitáis urgentemente.

Hoy, os ofrezco una imagen completamente nueva de ese plano que, para vosotros, hombres terrenales, sigue siendo el punto de partida propiamente dicho y que, por consiguiente, desempeña un papel de gran importancia. Ya sabéis cómo despertáis y cuándo sucede tal cosa.

Y ese plano que permite y facilita vuestra llegada al mundo, y es, por tanto, una piedra fundamental de vuestra propia existencia como seres humanos — ese plano también es importante para el espíritu maduro que ha evolucionado debidamente siguiendo los dictados de la Voluntad de Dios y está capacitado para ascender.

Del mismo modo que, aquí, la primera envoltura florece en forma humana, así también, en este plano, el espíritu maduro se desprende de ella: la primera envoltura es la última en desprenderse al emprender la ascensión.

Queda abandonada en este plano para disociarse, descomponerse, quedar reducida a la misma especie de que procedió inicialmente cuando fue dada por el hada.

Y sin embargo, por haber sido traspasada de calor por el espíritu consciente durante su ascensión conforme a la Voluntad de Dios, la envoltura de un espíritu maduro conserva esa incandescencia y lleva consigo nuevas fuerzas que reaniman y confortan a la especie idéntica.

De ese modo, la especie de esas envolturas se hace tanto más fuerte en el círculo de las sustancialidades que rodean a las materialidades, con lo que puede contribuir, más eficazmente aún, al devenir y despertar de muchos gérmenes de espíritus humanos.

Después de desprenderse de la última envoltura de delicada sustancialidad, el espíritu, convertido en personalidad consciente, abandona este plano de los jardines y vuelve a entrar en el reino espiritual, ese reino que, un día, él abandonó en calidad de germen espiritual inconsciente, movido solamente por el vago anhelo de evolución, que hizo nacer en él el vehemente deseo de llegar a ser consciente.

¡Aspirad, pues, oh hombres terrenales, a poder entrar en el reino del espíritu como seres completamente maduros! De ese modo, os uniréis a aquellos que han podido evolucionar en la espiritualidad sin necesidad de sumergirse previamente en las materialidades.

Entonces, tampoco seréis menos fuertes que ellos; pues habréis vencido muchos obstáculos y, en el esfuerzo de ese vencimiento, os habréis convertido en llama. Gran regocijo habrá por vosotros, como ya lo hace presagiar la parábola del “hijo pródigo”.

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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