martes, 17 de enero de 2023

54. GÉRMENES SUSTANCIALES

 

54. GÉRMENES SUSTANCIALES

HE HABLADO del despertar del germen espiritual a una existencia consciente.

Del mismo modo que, en la espiritualidad, existen gérmenes espirituales constituyentes del último precipitado de esa esfera, así también hay, en la sustancialidad, un último precipitado de gérmenes sustanciales. Y al igual que los gérmenes espirituales se sumen en la capa más delicada de la materialidad etérea, los gérmenes sustanciales, a su vez, se sumen en la capa más delicada de la materialidad física, donde, más tarde, actuarán en calidad de ayudas sustanciales evolucionados.

También esos gérmenes sustanciales reciben sendas envolturas y, por ser más pesados, se hunden en una esfera algo más densa de la materialidad física, donde, igualmente, quedan detenidos en el verdadero sentido de la palabra.

Pero antes de entrar en explicaciones, es preciso mencionar algo que, en realidad, ya ha sido tratado por mí ligeramente, pero prescindiendo intencionadamente de dar descripciones más precisas, ya que decir muchas cosas antes de tiempo podría causar desconcierto al espíritu humano e inducirle fácilmente a error.

Ya mencioné una vez, que en la creación hay, además de las cosas que han tomado forma, corrientes que la recorren.

Pero al decir “corrientes” expresamos nuevamente la forma misma; pues es así efectivamente: son corrientes que recorren la creación, al igual que los ríos y las corrientes de aire recorren la Tierra.

Y así como hay dos corrientes físicas distintas que recorren la Tierra, tenemos también dos corrientes diferentes que surcan la creación: corrientes sustanciales y corrientes espirituales. En la creación no existe nada desprovisto de forma. Tenemos formas individuales y formas colectivas. Entre las formas colectivas se cuentan las corrientes de especies, que ejercen su acción al lado o, mejor dicho, junto con las formas particulares o individuales. Cada una de esas corrientes tiene funciones muy precisas correspondientes exactamente a su especie. También podemos decir que esas funciones se derivan de la misma especie.

Así tenemos, que una corriente espiritual conduce, entre otros, a los gérmenes espirituales aún inconscientes, por el camino que les lleva a la posibilidad de evolucionar.

En ese camino, la íntima aspiración a llegar a ser conscientes actúa sobre los gérmenes espirituales estimulándolos y empujándolos hacia adelante, mientras que el flujo de corriente espiritual los transporta.

En la época en que los primeros gérmenes espirituales se acercaron a la parte cósmica a que pertenece la Tierra, la materialidad no era, todavía, tan densa como hoy día, puesto que fue más tarde cuando la voluntad humana, falsamente evolucionada, causó mayor densidad y pesadez, lo que tuvo como consecuencia un mayor alejamiento de la Luz y un movimiento más lento, más retardante.

Dada la ligereza de la materialidad de aquel entonces, al germen espiritual le bastó su propio impulso y el hecho de ser llevado por la corriente, para alcanzar la primera etapa de la evolución. Y también la evolución ulterior resultó más fácil, ya que, para el largo camino, el empuje dado por una consciencia débil era más que suficiente para poder avanzar un trecho por ese camino. Todo eso resulta mucho más penoso en nuestros días.

Otra vez tengo que añadir algo aquí. El proceso de descenso de gérmenes espirituales se efectúa sin interrupción para la creación. Si, anteriormente, dijo que se requería un determinado grado de madurez de la materialidad para poder dar acogida a gérmenes espirituales, y que, por ir aumentando esa madurez, eso ya no podía repetirse, lo hice refiriéndome, no a la creación entera, sino simplemente a cuerpos cósmicos aislados, como, por ejemplo, la Tierra.

Finalmente, sólo pudieron llegar hasta ella almas humanas que ya se habían encarnado otra vez y estaban obligadas a completar el ciclo de sus peregrinaciones. Pero no gérmenes espirituales; esto es, almas que no habían descendido nunca a la densa materialidad física.

Ahora bien, hay partes de la creación que siempre están dispuestas a dar acogida a gérmenes espirituales que, si bien ya han adquirido la consciencia de su existencia, aún tienen que evolucionar hasta alcanzar la consciencia de sí mismos mediante las experiencias, vividas. Mientras el espíritu humano no posea más consciencia que la de su existencia, tiene que conservar el nombre de germen espiritual, aun cuando su envoltura ya tenga forma humana. Solamente cuando, en el curso de la evolución ulterior, ha alcanzado la consciencia de sí mismo, deja de ser germen de espíritu humano y se convierte en espíritu humano.

Era preciso decir eso aquí, para evitar erróneas interpretaciones o falsos conceptos. Por eso mencioné en mi última conferencia, que aún queda mucho por andar para pasar de la consciencia de la existencia a la consciencia personal humana, la única que trae consigo la libre y consciente facultad de determinación, pero, al mismo tiempo, la absoluta responsabilidad de ella.

A medida que vaya ampliando mis explicaciones, me será preciso establecer, entre los conceptos, líneas divisorias cada vez más rigurosas, mientras que, hasta el presente, había podido reducir muchas cosas a conceptos colectivos. Pero no se trata aquí de un cierto juego de palabras, como más de un suspicaz intelectual, en la pereza de su espíritu, está dispuesto a designar algunos pasajes de mi Mensaje, con lo que, al fin y al cabo, no hacen sino dar testimonio de su absoluta ignorancia y de su falta de comprensión en cuanto a la seriedad y grandeza de esta cuestión. Se trata, más bien, de una necesidad urgente e ineludible, si es que el ser humano quiere penetrar efectivamente en el movimiento de la creación.

Ahí no puede valerse continuamente de unas pocas expresiones terrenales, sino que ha de acceder a establecer, con el tiempo, delimitaciones cada vez más precisas, y a sopesar el verdadero significado de cada una de las palabras.

Hemos de atenernos a eso igualmente, si queremos seguir adelante sin detenernos o sin dejar tras nosotros un terreno inexplorado.

¡Movimiento, es lo que hace falta ahí, y no un conservatismo rígido y obstinado! En un principio, al explicar algo a grandes rasgos, puedo emplear otros términos que cuando he de entrar en detalles y me veo obligado a establecer distinciones más y más numerosas en cosas que, hasta entonces, había podido agrupar en un concepto colectivo.

Y siempre tengo que empezar por dar nociones de conjunto para, más tarde, cuando esas nociones hayan suscitado en vuestra facultad de comprensión una idea clara, entrar en detalles; pues, de lo contrario, nunca podríais comprender nada, dada la inmensa extensión de la creación. En seguida perderíais el suelo firme del verdadero saber y caeríais en las esporádicas confusiones propias de los hombres, esas confusiones que caracterizan a los adeptos de las numerosas sectas e iglesias.

Por eso, dejad que tales hombres sigan hablando; dejad que sigan dando testimonio de su propia superficialidad y de su aversión a tomarse la molestia de profundizar, y seguidme gozosamente del modo que os indico. Entonces, no obtendréis sino beneficios; pues no sólo facilito, al espíritu humano, la labor de comprender, aunque nada más sea la grandeza de las partes con las que él se relaciona y de las que depende su acción, sino que mis explicaciones le dan la única posibilidad de conseguirlo.

Al igual que las corrientes espirituales son portadoras de gérmenes espirituales, las corrientes sustanciales siguen su curso llevando consigo a los gérmenes sustanciales. Del origen, clases y actividades de todas esas corrientes, se hablará más tarde especialmente. Hoy, para empezar, aceptemos sencillamente el concepto de que todas esas corrientes fecundan, mantienen, purifican; en suma: favorecen en todos los aspectos, tal como hacen las corrientes de aire y de agua en la Tierra.

Por lo demás esas corrientes ya eran conocidas, en parte, por los hombres terrenales de tiempos atrás.

Pero, después de estas divagaciones, volvamos al objeto de nuestra conferencia de hoy.

Los gérmenes sustanciales son transportados por las corrientes de naturaleza sustancial. Sin embargo, a pesar del carácter fundamentalmente sustancial de esas corrientes, existen especies particulares muy distintas e, incluso, muy diversas, por lo que, a lo largo del recorrido de la corriente principal originaria a través de las diferentes esferas, van separándose, poco a poco, corrientes secundarias, más numerosas cada vez, que buscan su propio camino; pues, al ir aumentando el alejamiento de la Luz, cada una de esas especies particulares se constituye en un brazo de corriente, hasta que, finalmente, no llevan en sí más que una recopilación de una especie muy definida y, obedeciendo a la ley, sólo transportan gérmenes sustanciales de correspondiente afinidad.

Así es como, cumpliendo la ley de la creación, los gérmenes sustanciales se dirigen a los puntos que se les ha asignado. Están seleccionados en gérmenes estrechamente ligados a flores, plantas, agua, luz, tierra, piedras, fuego y a tantos otros elementos de las distintas materialidades.

En cada plano particular y hasta en cada plano intermedio, la corriente deposita, al atravesarlos, entes que siempre guardan afinidad con los respectivos planos; es decir, quedan estacionados allí donde tienen que actuar, porque allí es donde llegarán a ser conscientes.

Todo eso se realiza como efecto natural y sencillo de las leyes, de suerte que no podría ser absolutamente de otro modo.

En cada plano intermedio, determinadas especies sustanciales despiertan a la consciencia según corresponde a su respectiva fuerza, y allí, empiezan a ejercer su actividad, formando, protegiendo, cuidando.

Pero, al final, sólo quedan en las corrientes los entes que no pueden alcanzar la consciencia más que en los astros de la materialidad física más densa. Y su último precipitado lo constituyen los gérmenes sustanciales que no pueden, sin más, despertar inmediatamente en la materialidad física, sino que tienen necesidad de una evolución especial.

De todas formas, os doy provisionalmente todo esto como un gran cuadro, y lo mejor sería que lo acogieseis primeramente como un mapa plano en el que podéis distinguir el curso de las corrientes, de los ríos y arroyos, con todas sus ramificaciones y sus cauces, que parecen haber sido elegidos libremente.

Sólo así podréis transformar el mapa en un globo, imaginándoos cómo las venas de agua también surcan el interior y no recorren solamente la superficie. Lo mismo puede decirse de las corrientes de aire. De esa forma, os habréis hecho una idea de parte de los acontecimientos de esa índole que tienen lugar en la creación.

Si los hombres de la Tierra sirvieran verdaderamente, vibrando en la Voluntad de Dios, esa Tierra sería, en sí, una armoniosa reproducción de la creación, aun cuando fuera un tanto rudimentaria. Sólo a causa de la deformación de los hombres, no ha podido llegar a serlo hasta ahora.

Pero vamos a hablar, por fin, de los gérmenes sustanciales, que es el objeto que perseguimos. Los pequeños elfos de las flores de la Tierra son, en su devenir, los que más se acercan al germen espiritual del hombre terrenal.

Desde vuestro punto de vista, esos pequeños seres despiertan en los cálices de las flores de la Tierra. Pero no es como vosotros os imagináis. Cierto que se encuentran en los capullos de las flores, los cuales constituyen su envoltura protectora más densa hasta el momento de despertar; pero ahí hay algo más que eso.

En realidad, reposan dulcemente en una sustancia de materia física más fina, más delicada, invisible para vuestros ojos terrenales. Ahora bien, al mismo tiempo, se hallan en el capullo de la flor terrenal. Esa sustancia de delicada materialidad física, invisible para vosotros, atraviesa tanto los capullos como la Tierra entera y sus alrededores.

En esa sustancia se efectúa la verdadera evolución hacia la consciencia de los elfos de las flores, mientras que el capullo de la flor terrenal no pasa de ser la protección exterior más elemental, de la que los elfos de las flores son bastante independientes, pese a existir una cierta ligazón mutua.

Tampoco perecen al morir la flor, sino que su evolución sigue consumándose en la solícita ayuda que prodigan a nuevas flores terrenales y, en parte, a nuevos niños-elfos. Su fuerza crece a medida que aumenta su capacidad.

Así van acercándose constantemente a un punto que les permita elevarse, plenos de madurez, hacia un nuevo y distinto campo de acción. Pues a los gérmenes sustanciales les sucede lo mismo que a los gérmenes espirituales… ambos están sometidos a una ley divina de efectos uniformes: la ley de la evolución.

En el curso de su evolución, los pequeños elfos tampoco quedan sin protección, a merced del peligro de que los capullos que les sirven de morada sean devorados por animales o destruidos por la desconsiderada mano del hombre, tal como parece bajo el punto de vista físico.

Verdad es que las flores son cuidadas por elfos desarrollados; pero no en todas las flores habita un niño-elfo, sino sólo en las que están especialmente protegidas y son inaccesibles al peligro, si es que puede hablarse de inaccesibilidad. Además, mientras están en estado inconsciente, los pequeños elfos son quitados de la flor tan pronto como se acerca un peligro.

Menciono, primero, los elfos de las flores, porque siempre han estado, y están, en las vibraciones de la Voluntad de Dios. No pueden ser influenciados por el albedrío humano, sino que se mueven y respiran de continuo en las vibraciones de la Luz.

En ese hecho reside el secreto de que toda flor, incluso la más sencilla, irradie belleza; pues las flores viven en la Luz. En su delicadeza, presentan formas femeninas, y, por mantenerse en la Luz, son de una belleza fabulosa.

Basándoos en mi Mensaje, vosotros mismos sacaréis la consecuencia de que también existen elfos de formas masculinas, en conformidad con su actividad.

Esos tales son más densos, más positivos, ya que se ocupan de materiales más duros. El elfo del árbol, por ejemplo, tiene forma masculina.

Según es la actividad, así es siempre la forma y la densidad.

Así también, los gnomos, cuya actividad está reducida a la Tierra y a las piedras, tienen igualmente forma masculina. Son más densos, mientras que las ondinas del elemento líquido tienen, a su vez, forma femenina.

Podréis seguir sacando conclusiones por vosotros mismos y acertaréis siempre en lo justo si ponéis mi Mensaje como base, en el cual encontraréis, también, las leyes de la creación.

Lo dicho aquí se refiere a las sustancialidades evolucionadas que forman vuestro ambiente terrenal. Todo lo íntimamente relacionado con la más densa materialidad, no puede contar realmente con éxitos rápidos y visibles, si no es mediante una actividad positiva y una mayor densidad. De ahí que lo masculino sea la parte positiva ejecutiva, siempre inclinada a cosas más densas, más bajas. Lo femenino, en cambio, es la parte negativa receptora, inclinada a lo más delicado, a lo más elevado.

Tal es la distribución de la creación conforme a la Voluntad de Dios. Y sólo cuando el ser humano se adapte a ella y vibre en ella, podrá tener lugar, para él, una ascensión real que, de otro modo, nunca podrá alcanzar. Entonces, su actividad entera vibrará armoniosamente en la Cruz de la creación, en la cual se equilibra lo positivo y lo negativo: el uno, obrando activamente; el otro, recibiendo pasivamente.

Y de nuevo es la mujer humana la que, hoy, sigue sin ejercer las funciones del cargo que se le ha asignado en la creación.

Si reflexionáis tranquilamente sobre todo esto, podréis llegar a insospechadas conclusiones y a soluciones que, hasta ahora, os parecían imposibles. Pero vuestro intelecto no se acomodará tan rápidamente, sino que procurará sembrar siempre nuevas dudas, para confundiros y manteneros sometidos al yugo que, durante siglos, ha sabido imponeros de manera casi indiscutible.

Hay, en efecto, muchas personas, en las que se suscita el interrogante pensamiento: ¿Y las furias? ¿No tienen, acaso, forma femenina y son, sin embargo, positivas en su actividad?

Voy a responder a eso ahora mismo, explicándoos lo siguiente:

Furias, hay en forma masculina y en forma femenina; pero, a pesar de la diversidad de sus actividades, las dos formas tienen un mismo fin: ¡La destrucción!

Pero las furias no son sustancialidades. ¡Semejante cosa no procede de la Voluntad de la Luz! Las furias no son sino productos de la mala voluntad humana. Son del dominio de los demonios, y desaparecerían inmediatamente si el ser humano se enmendara y dirigiera su voluntad hacia la Luz.

Verdad es que las furias son muy peligrosas. En el Juicio, se las dejará libres para que se abalancen sobre toda la humanidad. Ahora bien, sólo pueden causar daños allí donde les es posible clavar sus garras: en el ser humano poseído de temor o de una naturaleza afín con su maldad.

De ese modo, las furias también están obligadas a servir a la Luz; pues acaban con los hombres terrenales pervertidos y favorecen la gran depuración. Una vez que ésta se haya consumado, las furias ya no encontrarán sustento y desaparecerán por sí mismas.

Pero el que, durante el Juicio, se deje invadir por el miedo, dará testimonio de no estar convencido de la Palabra de Verdad y, por tanto, de no tener confianza en la omnipotencia de Dios y en Su Justicia, que tan a menudo se muestra en la ayuda de Su Amor.

Entonces, ese hombre será, con razón, víctima de su tibieza o pereza, y durante el Juicio, deberá ser atacado por las furias para aniquilarle.

Así pues, en último término, eso también es un evento sencillo que, en su atrocidad, deberá de seguir los caminos trazados por la sagrada Voluntad de Dios.

¡Las furias desencadenadas! Eso significa que no serán retenidas y que, por cierto tiempo, tendrán plena libertad de acción.

Entonces, los hombres no serán protegidos, sino abandonados a su furor.

Sin embargo, es evidente que los hombres que lleven en sí una convicción real y estén unidos a la Luz, no podrán ser atacados; porque, en lo íntimo de su ser, las furias no encontrarán ninguna resonancia en la que poder hacer presa para confundirles.

Los seres humanos unidos a la Luz se encontrarán, durante ese tiempo de furor, como cubiertos con una envoltura imposible de romper, contra la cual se herirá la mala voluntad en sus desesperados ataques. Esa envoltura surgirá espontáneamente en esas horas de peligro, gracias a la firmeza de la confianza en Dios.

Mas los hombres que, en su presunción o engreimiento, se dicen creyentes, no siendo, en realidad, más que seres que tienen fe en sus iglesias, pero no en Dios, por lo que no están vivos interiormente, serán lanzados de un lado a otro como hojas muertas en medio de la tempestad, y habrán de perecer en el torbellino … si es que no reconocen a tiempo que la rigidez de su fe ha hecho de ellos hombres vacíos, y no se esfuerzan ardientemente en beber vida de la Luz de la Verdad, esa Luz que siempre brilla sobre todas las tempestades.

¡Permaneced vigilantes y fuertes, para que las furias no puedan encontrar ningún punto de apoyo en vosotros! ¡Haceos semejantes, en vuestras actividades, a esas pequeñas y numerosas ayudas sustanciales que, por los fieles servicios que dispensan, son un ejemplo para los hombres!

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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