56. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS I
PARA
TODOS LOS que han asimilado realmente mi Mensaje — para ésos solamente — voy a desplegar, ahora, un
poco más, el cuadro de la creación, a fin de ampliar sus conocimientos sobre el
particular.
Vais a ser iniciados en conocimientos superiores que, hasta
ahora, no habían sido dados a los hombres, ya que no los habrían comprendido
por estar, todavía, demasiado incompletos espiritualmente para poder
asimilarlos. Y el hombre mismo nunca
podría alcanzar esos conocimientos por sí
solo.
¡Son dados como una gracia de la Luz! Ya he hablado muy
frecuentemente de las criaturas originarias que ejercen su acción en la
creación originaria, en el reino de la espiritualidad originaria.
En lugar de decir: espiritual originario, podría emplear
también, con el mismo derecho, la expresión: altamente espiritual o
perfectamente espiritual, lo mismo que podría designarlo como espiritual en sumo grado. Todo eso sería justo.
Pero he preferido emplear el término: espiritual
originario. Es lo más fuerte de la
espiritualidad, lo que, bajo la más alta presión de la Luz que lo espiritual
puede soportar como tal, tiene la facultad de adquirir plena consciencia de sí
mismo y de actuar conservándose consciente.
Al adquirir la consciencia de sí mismo, surgió ya, al mismo
tiempo, la forma, sin necesidad de un lento proceso evolutivo, como se requiere
en círculos movibles más bajos, más fríos, más densos y más lentos de esta
creación.
Una vez liberado, y después de formarse inmediatamente, el
elemento más fuerte de la espiritualidad permaneció en la inmediata proximidad
de la esfera divina, retenido por la poderosa atracción de ésta bajo la presión
de la Luz. Lo demás fue repelido más lejos por esa misma presión, ya que no era
capaz de soportarla y tuvo que ceder a la elevada presión después que el
elemento espiritual más fuerte hubo tomado forma.
Esa informe especie espiritual así repelida, pudo enfriarse
más a una mayor distancia de la Luz, con lo que surgió un nuevo mundo; pues, al
verificarse el enfriamiento, el residuo espiritual pudo liberarse tomando forma
en calidad de elemento más fuerte, a fin de obrar conscientemente en esa esfera
más fría.
Sin embargo, tanto el segundo elemento como el primero, el
superior, comprenden, además, muchas gradaciones, que se constituyeron en
función de la rapidez con que
adquirieron la consciencia que provocó su formación.
Las diferencias existentes ahí fueron condicionadas, a su
vez, por la diversidad de una mayor o
menor facultad de soportar la
proximidad de la presión de la Luz. Esa diversidad también se encuentra en la afinidad.
Así pues, también ahí hay sutiles diferenciaciones. Por eso
es que cada plano de una afinidad determinada comprende entre sus límites
numerosos círculos, que pueden actuar en las proximidades del punto más alto
del correspondiente plano, o bien a una mayor distancia del mismo.
Eso da lugar frecuentemente a transiciones apenas
perceptibles que, de esa forma, atraviesan la creación entera sin interrupción
y establecen maravillosas ligazones desprovistas de lagunas — ligazones que
también podemos llamar gradas — las cuales dejan pasar el flujo de la Fuerza de
la Luz. A pesar de su sutilidad, esas gradas no pueden ser salvadas en sentido
ascendente si no se ha alcanzado el estado correspondiente en la afinidad.
Sin embargo, los espíritus humanos evolucionados, entre los
que se cuentan los hombres terrenales, no tienen su origen en la primera esfera
de afinidad espiritual, ni tampoco en la segunda, sino que proceden del último precipitado del elemento
espiritual, el cual no lleva en sí suficiente fuerza para poder formarse en la
segunda esfera espiritual después de haber adquirido la consciencia.
Tampoco podía permanecer allí, puesto que ya no le era
posible resistir la presión de la Luz en ese lugar más alejado, una vez que se
hubo liberado y formado la parte que
estaba en condiciones de hacerlo en esa segunda esfera. De ese modo, la parte
restante, el último precipitado, tuvo que seguir retirándose hasta donde
existiera la posibilidad de un mayor enfriamiento.
Pero tampoco allí era posible que esa parte más débil de la
espiritualidad y último precipitado de la misma alcanzara la consciencia por sí misma, sin recibir un impulso
exterior. Por esa razón, sólo pudieron quedar allí gérmenes espirituales, que si bien eran susceptibles de evolucionar
y, por su carácter espiritual, estaban poseídos de una vehemente inclinación a
esa evolución, no eran, sin embargo, lo suficiente fuertes para despertar por sí solos y, volviéndose conscientes,
adquirir forma.
Por consiguiente, allí
está el origen del espíritu
humano, como tal, en la gran creación. Allí surgió y sigue existiendo el
Paraíso de los espíritus humanos que han evolucionado hasta alcanzar su
perfección. Es, pues, la esfera donde se sitúa su propio punto de partida y, al
mismo tiempo, el plano al que han de regresar en estado de perfección.
Mirándolo de arriba a abajo, ese paraíso está a
profundidades inconmensurables. Pero visto desde la Tierra hacia arriba, se
encuentra, a pesar de todo, a alturas indecibles; pues grande es la extensión de
los planos de las materialidades que constituyen el área de evolución y el
campo de acción de los espíritus humanos.
Incluso en ese último punto de apoyo de la espiritualidad,
en el lugar más avanzado y más alejado de la Luz, la incapacidad del espíritu humano
para despertar por sí solo obliga a esos gérmenes espirituales a seguir
descendiendo, siguiendo el impulso interior que les empuja a la evolución, para
ir desarrollando, poco a poco, su consciencia espiritual en el curso de sus
peregrinaciones a través de la materialidad sutil y de la materialidad física,
cada vez más alejadas de la Luz. En efecto: los rozamientos y tropiezos
ocasionados por la densidad y pesadez de la materia contribuyen al despertar
del espíritu humano, le obligan a ello y le fortalecen.
Ese es, aproximadamente, el cuadro del devenir de vuestro
espíritu humano.
Para los seres sinceros, y solamente para los que lo piden,
es dada esta ampliación del panorama de la maravillosa creación, esa obra de
Dios, inmensa y clara, que os rodea con la acción de las leyes autoactivas más
perfectas y, por tanto, inmutables.
Más tarde, se darán otras explicaciones especiales
relativas al origen y nacimiento de todo lo demás que se encuentra en cada reino de la creación
correspondiéndose con su especie, tal como plantas, animales, el suelo, rocas,
mares, aire, fuego, etc., cosas éstas que, como en el caso de los mismos
hombres terrenales, sólo podemos apreciar en la Tierra, como reproducciones de
la más rudimentaria naturaleza.
Es una región inmensa que la mirada no puede abarcar. Y sin
embargo, no ha de quedar ninguna laguna. ¡Pero todo a su debido tiempo!
Para empezar, no doy, hoy, más que aquello con lo que el
hombre terrenal se relaciona en línea directa.
Ya es bastante penoso saber de qué manera tan indigna se
esfuerza la humanidad terrenal, desde hace milenios, en oprimir y ahogar dentro
de sí, criminalmente, lo más precioso que posee, lo que da a los hombres el
carácter humano: ¡El espíritu! Se ha
llegado al extremo de que el hombre terrenal se avergüence de hablar de cosas espirituales y de confesar que ha tenido
una experiencia espiritual. Pero todo eso se convierte en un suplicio al tener
que constatar, una y otra vez, que esa estrechez de espíritu, voluntariamente
impuesta con estupidez increíblemente ridícula, es tomada por sagacidad, e incluso por erudición, por
parte de los seres humanos.
Sólo queda un consuelo:
saber que todas esas cosas van a sufrir un cambio
radical — que ya está más próximo de lo que nadie es capaz de imaginar o
creer — y tener conocimiento del hecho de que una parte de esos mismos hombres,
llenos de vergüenza, mirarán retrospectivamente hacia esta época de ignominiosa
confusión que les ha alejado considerablemente de su verdadera condición de
hombres y de su dignidad humana, mientras que la otra parte no entrará en
consideración, ya que, entonces, habrá dejado de existir.
Esa perspectiva es lo único que me incita a seguir con mis
explicaciones.
Pero voy a continuar levantando el velo ante el espíritu
humano, después de haberle dado un cuadro muy somero del camino que va desde la
Luz hasta él, ese camino que la Luz ha tenido que recorrer, anclándose en
diferentes puntos, cada vez que ha sido necesaria una ayuda de lo alto… que, al
final, como siempre ha sucedido hasta ahora, sería desechada por los mezquinos
hombres terrenales en su criminal presunción.
Cierto que ya han llegado hasta vosotros varios mensajes
procedentes de esas esferas; pero vosotros no habéis recogido más que
insignificantes fragmentos de ellos y los habéis moldeado conforme a vuestra
naturaleza humana, de suerte que esas transmisiones sólo pueden ser
encontradas, en leyendas y poemas, bajo la forma de vestigios gravemente alterados,
confusos, contrarios a las leyes de la creación en cuanto a su descripción,
entretejidos con numerosos eventos puramente terrenales … De ahí resultó una
mezcolanza que a vosotros os parece sublime, pero que, ante la Verdad, resulta
ridícula, no pudiendo haber otra disculpa para ella que vuestra absoluta
ignorancia.
Por mi Mensaje, algunos seres humanos han oído hablar, de
vez en cuando, de la existencia de esas esferas, pero han sido incapaces de
hacer distinción entre ellas, y por eso han surgido las imágenes más
inverosímiles, frutos de la acostumbrada presunción de quienes creen tener
talento.
Resulta, pues, comprensible que, mientras entre los
exaltados e ilusos nacían los descarríos más desoladores, las personas serias
se mantuvieran a prudente distancia de todo eso, meneando la cabeza en señal de
reproche. Y no digamos nada de los numerosos e insignificantes vanidosos que no
buscaban sino darse a valer, para poder satisfacer, una vez por lo menos, esa enfermiza pasión de aparentar que les
atenaza.
Un repugnante pantano fue todo lo que resultó de ahí en la
materialidad etérea — un pantano que resultó muy peligroso para el espíritu
humano, porque le impedía acoger la Verdad libremente para, así, poder
reconocer el verdadero camino de la
ascensión.
A pesar de todo, eso no quita que, al fin y al cabo, sea el
hombre mismo quien se priva de ese conocimiento por propia y libre voluntad y como consecuencia de la pereza de
espíritu que cada uno se ha creado.
El que se moleste lo
más mínimo, reconocerá muy pronto, mediante el sentimiento, la Verdad
contenida en los poemas.
Consideremos, por ejemplo, la leyenda de Parsifal. Poniendo
a esta pequeña Tierra como punto de
partida de sus pensamientos, el ser humano trata de investigar y descubrir algo
referente a Parsifal, con el fin de llegar al origen, al nacimiento de esa
leyenda.
Es verdad que los poetas de la Tierra han creado en su
imaginación personajes que han dado un realce externo a la forma del poema. Sin embargo, durante su trabajo, en el curso de su
concentración espiritual, han bebido inconscientemente de fuentes de
inspiración que ellos mismos no conocían.
Pero como luego lo retocaron con el intelecto, tratando de
embellecerlo terrenalmente y de
hacerlo más fácilmente comprensible, lo poco que pudo afluir en ellos de las
desconocidas esferas, también fue comprimido en la materialidad física, fue
reducido, desvirtuado.
No merece la pena dar explicaciones más amplias sobre ese
particular. Yo sólo expongo los hechos
tal como son, y cada uno puede sacar de ello las consecuencias que
convengan a su espíritu.
Sin embargo, es preciso, previamente, llamar la atención
sobre algo que aclarará ciertos errores a muchos y facilitará considerablemente
la labor de quienes están en condiciones de ser iniciados en conocimientos
superiores, puesto que, así, desde un principio, podrán alzarse por encima de
todo lo falso que se ha implantado en la Tierra.
Existe, en
realidad, una mansión donde un Amfortas residió durante algún tiempo en calidad
de guardián supremo. En esa mansión hay un vaso llamado “el Grial”, fielmente
guardado por caballeros. Allí tuvo lugar efectivamente la caída de Amfortas, y
allí fue prometido un Salvador.
Pero no fue ni en la Tierra, ni en la sublime Mansión de
Luz de la creación originaria, donde eso se verificó.
La mansión de que se trata aquí sigue siendo, hoy, el punto culminante de una esfera en la que
los espíritus creados despliegan su
actividad destinada a ayudar a los espíritus humanos evolucionados. Esos
espíritus creados, poseídos de la más pura voluntad y entregados a la adoración
a Dios, poseen solamente una reproducción
de la Mansión de Luz que, desde el punto más alto de la creación
originaria, irradia hacia abajo y constituye, también, la puerta de salida de
la esfera de irradiación divina, ya que es la verdadera Mansión del Santo
Grial.
En esa reproducción situada
en un plano más bajo, Amfortas ejerció su actividad en otro tiempo, y sucumbió
a la nefasta influencia de Lucifer. Su falta consistió en acceder a esa
influencia y abandonarse, por poco tiempo, al complaciente disfrute de la
orgullosa vida caballeresca.
Se eliminó, así, de la armonía del necesario movimiento de
su esfera, ese movimiento que la ley originaria de la creación impone
espontáneamente a todo el que quiere mantenerse al mismo nivel. Se detuvo
durante un corto período de tiempo y abrió, así, una brecha que impidió un
flujo normal de la Fuerza de la Luz.
Su caída resultaba, pues, inevitable y sucumbió. Esa brecha
fue la herida que recibió. Accediendo a las súplicas de los fieles caballeros,
fue anunciada la llegada del Ser Puro que habría de prestar ayuda y podría
poner término a esa corrupción.
Y Parsifal, en el curso de su peregrinación a través de
todas las partes de la creación, cumplió esa profecía lo mismo que cumple todas
las profecías que se han dado, en todos los tiempos, a las criaturas de la
creación entera. Pero ese cumplimiento fue muy distinto del que se relata en el
poema.
En este punto también, la descripción de la creación da una
aclaración completa y elimina todo lo falso que se ha mantenido hasta el
presente.
No se trata, por tanto, más que de fragmentos de una
revelación procedente de la reproducción más
inferior de la Mansión de Luz. Esos
fragmentos pudieron entrar hasta los espíritus abiertos de esos poetas de la
Tierra y fueron acogidos por éstos durante su trabajo, pero no vinieron de la
luminosa Mansión del Grial propiamente dicha; pues allí resultaba absolutamente
imposible anunciar a Parsifal, ya que Parsifal era — y es — el Primero de toda la creación, la cual
no podía surgir más que gracias a él. Parsifal es una parte del Espíritu de
Dios: Emanuel, anclada en lo espiritual originario, a fin de crear la
espiritualidad originaria.
A partir de su luminosa irradiación surgieron las criaturas
originarias y, con éstas, la Mansión y todo lo que se formó después. Por
consiguiente, no pudo ser anunciado a nadie, dado que él mismo era el Primero y
todo lo demás nacería después de él.
Excepto él, nadie ha sido jamás Rey del Santo Grial.
Por esa razón, es evidente que la mansión de que hablan los
poetas tenga que encontrarse más baja que
la propia Mansión del Grial. En efecto: más tarde, Parsifal recorrió el
universo para librarlo de la perniciosa influencia de Lucifer y encadenar a
éste con el fin de instaurar el reino de Dios en la materialidad: el reino de
los mil años.
Así fue como, en el curso de su peregrinación a través de
todas las partes de la creación, también llegó a la Mansión descrita
erróneamente en el poema. Hizo su entrada en ella como Rey del Santo Grial, título que lleva desde el principio y que
llevará eternamente, ya que él procede de la Luz. Pero tampoco se quedó allí,
sino que, en sustitución de Amfortas, puso a otro supremo guardián del
recipiente que los espíritus creados veneran como una reproducción del Santo Grial.
En la sagrada Mansión de Luz que rodea al Grial propiamente
dicho, el fallo de uno de sus guardianes resulta imposible del todo, ya que
Parsifal está presente allí. En él está anclada una parte insustancial de la
Luz misma, una parte que procede de Emanuel y fue llevada hasta allí por
Isabel, la Reina Originaria, en el mismo instante en que Dios pronunció las
palabras: ¡Hágase la Luz!
* * *
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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