martes, 17 de enero de 2023

56. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS I

 56. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS I

PARA TODOS LOS que han asimilado realmente mi Mensaje — para ésos solamente — voy a desplegar, ahora, un poco más, el cuadro de la creación, a fin de ampliar sus conocimientos sobre el particular.

 

Vais a ser iniciados en conocimientos superiores que, hasta ahora, no habían sido dados a los hombres, ya que no los habrían comprendido por estar, todavía, demasiado incompletos espiritualmente para poder asimilarlos. Y el hombre mismo nunca podría alcanzar esos conocimientos por solo.

¡Son dados como una gracia de la Luz! Ya he hablado muy frecuentemente de las criaturas originarias que ejercen su acción en la creación originaria, en el reino de la espiritualidad originaria.

En lugar de decir: espiritual originario, podría emplear también, con el mismo derecho, la expresión: altamente espiritual o perfectamente espiritual, lo mismo que podría designarlo como espiritual en sumo grado. Todo eso sería justo.

Pero he preferido emplear el término: espiritual originario. Es lo más fuerte de la espiritualidad, lo que, bajo la más alta presión de la Luz que lo espiritual puede soportar como tal, tiene la facultad de adquirir plena consciencia de sí mismo y de actuar conservándose consciente.

Al adquirir la consciencia de sí mismo, surgió ya, al mismo tiempo, la forma, sin necesidad de un lento proceso evolutivo, como se requiere en círculos movibles más bajos, más fríos, más densos y más lentos de esta creación.

Una vez liberado, y después de formarse inmediatamente, el elemento más fuerte de la espiritualidad permaneció en la inmediata proximidad de la esfera divina, retenido por la poderosa atracción de ésta bajo la presión de la Luz. Lo demás fue repelido más lejos por esa misma presión, ya que no era capaz de soportarla y tuvo que ceder a la elevada presión después que el elemento espiritual más fuerte hubo tomado forma.

Esa informe especie espiritual así repelida, pudo enfriarse más a una mayor distancia de la Luz, con lo que surgió un nuevo mundo; pues, al verificarse el enfriamiento, el residuo espiritual pudo liberarse tomando forma en calidad de elemento más fuerte, a fin de obrar conscientemente en esa esfera más fría.

Sin embargo, tanto el segundo elemento como el primero, el superior, comprenden, además, muchas gradaciones, que se constituyeron en función de la rapidez con que adquirieron la consciencia que provocó su formación.

Las diferencias existentes ahí fueron condicionadas, a su vez, por la diversidad de una mayor o menor facultad de soportar la proximidad de la presión de la Luz. Esa diversidad también se encuentra en la afinidad.

Así pues, también ahí hay sutiles diferenciaciones. Por eso es que cada plano de una afinidad determinada comprende entre sus límites numerosos círculos, que pueden actuar en las proximidades del punto más alto del correspondiente plano, o bien a una mayor distancia del mismo.

Eso da lugar frecuentemente a transiciones apenas perceptibles que, de esa forma, atraviesan la creación entera sin interrupción y establecen maravillosas ligazones desprovistas de lagunas — ligazones que también podemos llamar gradas — las cuales dejan pasar el flujo de la Fuerza de la Luz. A pesar de su sutilidad, esas gradas no pueden ser salvadas en sentido ascendente si no se ha alcanzado el estado correspondiente en la afinidad.

Sin embargo, los espíritus humanos evolucionados, entre los que se cuentan los hombres terrenales, no tienen su origen en la primera esfera de afinidad espiritual, ni tampoco en la segunda, sino que proceden del último precipitado del elemento espiritual, el cual no lleva en sí suficiente fuerza para poder formarse en la segunda esfera espiritual después de haber adquirido la consciencia.

Tampoco podía permanecer allí, puesto que ya no le era posible resistir la presión de la Luz en ese lugar más alejado, una vez que se hubo liberado y formado la parte que estaba en condiciones de hacerlo en esa segunda esfera. De ese modo, la parte restante, el último precipitado, tuvo que seguir retirándose hasta donde existiera la posibilidad de un mayor enfriamiento.

Pero tampoco allí era posible que esa parte más débil de la espiritualidad y último precipitado de la misma alcanzara la consciencia por sí misma, sin recibir un impulso exterior. Por esa razón, sólo pudieron quedar allí gérmenes espirituales, que si bien eran susceptibles de evolucionar y, por su carácter espiritual, estaban poseídos de una vehemente inclinación a esa evolución, no eran, sin embargo, lo suficiente fuertes para despertar por sí solos y, volviéndose conscientes, adquirir forma.

Por consiguiente, allí está el origen del espíritu humano, como tal, en la gran creación. Allí surgió y sigue existiendo el Paraíso de los espíritus humanos que han evolucionado hasta alcanzar su perfección. Es, pues, la esfera donde se sitúa su propio punto de partida y, al mismo tiempo, el plano al que han de regresar en estado de perfección.

Mirándolo de arriba a abajo, ese paraíso está a profundidades inconmensurables. Pero visto desde la Tierra hacia arriba, se encuentra, a pesar de todo, a alturas indecibles; pues grande es la extensión de los planos de las materialidades que constituyen el área de evolución y el campo de acción de los espíritus humanos.

Incluso en ese último punto de apoyo de la espiritualidad, en el lugar más avanzado y más alejado de la Luz, la incapacidad del espíritu humano para despertar por sí solo obliga a esos gérmenes espirituales a seguir descendiendo, siguiendo el impulso interior que les empuja a la evolución, para ir desarrollando, poco a poco, su consciencia espiritual en el curso de sus peregrinaciones a través de la materialidad sutil y de la materialidad física, cada vez más alejadas de la Luz. En efecto: los rozamientos y tropiezos ocasionados por la densidad y pesadez de la materia contribuyen al despertar del espíritu humano, le obligan a ello y le fortalecen.

Ese es, aproximadamente, el cuadro del devenir de vuestro espíritu humano.

Para los seres sinceros, y solamente para los que lo piden, es dada esta ampliación del panorama de la maravillosa creación, esa obra de Dios, inmensa y clara, que os rodea con la acción de las leyes autoactivas más perfectas y, por tanto, inmutables.

Más tarde, se darán otras explicaciones especiales relativas al origen y nacimiento de todo lo demás que se encuentra en cada reino de la creación correspondiéndose con su especie, tal como plantas, animales, el suelo, rocas, mares, aire, fuego, etc., cosas éstas que, como en el caso de los mismos hombres terrenales, sólo podemos apreciar en la Tierra, como reproducciones de la más rudimentaria naturaleza.

Es una región inmensa que la mirada no puede abarcar. Y sin embargo, no ha de quedar ninguna laguna. ¡Pero todo a su debido tiempo!

Para empezar, no doy, hoy, más que aquello con lo que el hombre terrenal se relaciona en línea directa.

Ya es bastante penoso saber de qué manera tan indigna se esfuerza la humanidad terrenal, desde hace milenios, en oprimir y ahogar dentro de sí, criminalmente, lo más precioso que posee, lo que da a los hombres el carácter humano: ¡El espíritu! Se ha llegado al extremo de que el hombre terrenal se avergüence de hablar de cosas espirituales y de confesar que ha tenido una experiencia espiritual. Pero todo eso se convierte en un suplicio al tener que constatar, una y otra vez, que esa estrechez de espíritu, voluntariamente impuesta con estupidez increíblemente ridícula, es tomada por sagacidad, e incluso por erudición, por parte de los seres humanos.

Sólo queda un consuelo: saber que todas esas cosas van a sufrir un cambio radical — que ya está más próximo de lo que nadie es capaz de imaginar o creer — y tener conocimiento del hecho de que una parte de esos mismos hombres, llenos de vergüenza, mirarán retrospectivamente hacia esta época de ignominiosa confusión que les ha alejado considerablemente de su verdadera condición de hombres y de su dignidad humana, mientras que la otra parte no entrará en consideración, ya que, entonces, habrá dejado de existir.

Esa perspectiva es lo único que me incita a seguir con mis explicaciones.

Pero voy a continuar levantando el velo ante el espíritu humano, después de haberle dado un cuadro muy somero del camino que va desde la Luz hasta él, ese camino que la Luz ha tenido que recorrer, anclándose en diferentes puntos, cada vez que ha sido necesaria una ayuda de lo alto… que, al final, como siempre ha sucedido hasta ahora, sería desechada por los mezquinos hombres terrenales en su criminal presunción.

Cierto que ya han llegado hasta vosotros varios mensajes procedentes de esas esferas; pero vosotros no habéis recogido más que insignificantes fragmentos de ellos y los habéis moldeado conforme a vuestra naturaleza humana, de suerte que esas transmisiones sólo pueden ser encontradas, en leyendas y poemas, bajo la forma de vestigios gravemente alterados, confusos, contrarios a las leyes de la creación en cuanto a su descripción, entretejidos con numerosos eventos puramente terrenales … De ahí resultó una mezcolanza que a vosotros os parece sublime, pero que, ante la Verdad, resulta ridícula, no pudiendo haber otra disculpa para ella que vuestra absoluta ignorancia.

Por mi Mensaje, algunos seres humanos han oído hablar, de vez en cuando, de la existencia de esas esferas, pero han sido incapaces de hacer distinción entre ellas, y por eso han surgido las imágenes más inverosímiles, frutos de la acostumbrada presunción de quienes creen tener talento.

Resulta, pues, comprensible que, mientras entre los exaltados e ilusos nacían los descarríos más desoladores, las personas serias se mantuvieran a prudente distancia de todo eso, meneando la cabeza en señal de reproche. Y no digamos nada de los numerosos e insignificantes vanidosos que no buscaban sino darse a valer, para poder satisfacer, una vez por lo menos, esa enfermiza pasión de aparentar que les atenaza.

Un repugnante pantano fue todo lo que resultó de ahí en la materialidad etérea — un pantano que resultó muy peligroso para el espíritu humano, porque le impedía acoger la Verdad libremente para, así, poder reconocer el verdadero camino de la ascensión.

A pesar de todo, eso no quita que, al fin y al cabo, sea el hombre mismo quien se priva de ese conocimiento por propia y libre voluntad y como consecuencia de la pereza de espíritu que cada uno se ha creado.

El que se moleste lo más mínimo, reconocerá muy pronto, mediante el sentimiento, la Verdad contenida en los poemas.

Consideremos, por ejemplo, la leyenda de Parsifal. Poniendo a esta pequeña Tierra como punto de partida de sus pensamientos, el ser humano trata de investigar y descubrir algo referente a Parsifal, con el fin de llegar al origen, al nacimiento de esa leyenda.

Es verdad que los poetas de la Tierra han creado en su imaginación personajes que han dado un realce externo a la forma del poema. Sin embargo, durante su trabajo, en el curso de su concentración espiritual, han bebido inconscientemente de fuentes de inspiración que ellos mismos no conocían.

Pero como luego lo retocaron con el intelecto, tratando de embellecerlo terrenalmente y de hacerlo más fácilmente comprensible, lo poco que pudo afluir en ellos de las desconocidas esferas, también fue comprimido en la materialidad física, fue reducido, desvirtuado.

No merece la pena dar explicaciones más amplias sobre ese particular. Yo sólo expongo los hechos tal como son, y cada uno puede sacar de ello las consecuencias que convengan a su espíritu.

Sin embargo, es preciso, previamente, llamar la atención sobre algo que aclarará ciertos errores a muchos y facilitará considerablemente la labor de quienes están en condiciones de ser iniciados en conocimientos superiores, puesto que, así, desde un principio, podrán alzarse por encima de todo lo falso que se ha implantado en la Tierra.

Existe, en realidad, una mansión donde un Amfortas residió durante algún tiempo en calidad de guardián supremo. En esa mansión hay un vaso llamado “el Grial”, fielmente guardado por caballeros. Allí tuvo lugar efectivamente la caída de Amfortas, y allí fue prometido un Salvador.

Pero no fue ni en la Tierra, ni en la sublime Mansión de Luz de la creación originaria, donde eso se verificó.

La mansión de que se trata aquí sigue siendo, hoy, el punto culminante de una esfera en la que los espíritus creados despliegan su actividad destinada a ayudar a los espíritus humanos evolucionados. Esos espíritus creados, poseídos de la más pura voluntad y entregados a la adoración a Dios, poseen solamente una reproducción de la Mansión de Luz que, desde el punto más alto de la creación originaria, irradia hacia abajo y constituye, también, la puerta de salida de la esfera de irradiación divina, ya que es la verdadera Mansión del Santo Grial.

En esa reproducción situada en un plano más bajo, Amfortas ejerció su actividad en otro tiempo, y sucumbió a la nefasta influencia de Lucifer. Su falta consistió en acceder a esa influencia y abandonarse, por poco tiempo, al complaciente disfrute de la orgullosa vida caballeresca.

Se eliminó, así, de la armonía del necesario movimiento de su esfera, ese movimiento que la ley originaria de la creación impone espontáneamente a todo el que quiere mantenerse al mismo nivel. Se detuvo durante un corto período de tiempo y abrió, así, una brecha que impidió un flujo normal de la Fuerza de la Luz.

Su caída resultaba, pues, inevitable y sucumbió. Esa brecha fue la herida que recibió. Accediendo a las súplicas de los fieles caballeros, fue anunciada la llegada del Ser Puro que habría de prestar ayuda y podría poner término a esa corrupción.

Y Parsifal, en el curso de su peregrinación a través de todas las partes de la creación, cumplió esa profecía lo mismo que cumple todas las profecías que se han dado, en todos los tiempos, a las criaturas de la creación entera. Pero ese cumplimiento fue muy distinto del que se relata en el poema.

En este punto también, la descripción de la creación da una aclaración completa y elimina todo lo falso que se ha mantenido hasta el presente.

No se trata, por tanto, más que de fragmentos de una revelación procedente de la reproducción más inferior de la Mansión de Luz. Esos fragmentos pudieron entrar hasta los espíritus abiertos de esos poetas de la Tierra y fueron acogidos por éstos durante su trabajo, pero no vinieron de la luminosa Mansión del Grial propiamente dicha; pues allí resultaba absolutamente imposible anunciar a Parsifal, ya que Parsifal era — y es — el Primero de toda la creación, la cual no podía surgir más que gracias a él. Parsifal es una parte del Espíritu de Dios: Emanuel, anclada en lo espiritual originario, a fin de crear la espiritualidad originaria.

A partir de su luminosa irradiación surgieron las criaturas originarias y, con éstas, la Mansión y todo lo que se formó después. Por consiguiente, no pudo ser anunciado a nadie, dado que él mismo era el Primero y todo lo demás nacería después de él. Excepto él, nadie ha sido jamás Rey del Santo Grial.

Por esa razón, es evidente que la mansión de que hablan los poetas tenga que encontrarse más baja que la propia Mansión del Grial. En efecto: más tarde, Parsifal recorrió el universo para librarlo de la perniciosa influencia de Lucifer y encadenar a éste con el fin de instaurar el reino de Dios en la materialidad: el reino de los mil años.

Así fue como, en el curso de su peregrinación a través de todas las partes de la creación, también llegó a la Mansión descrita erróneamente en el poema. Hizo su entrada en ella como Rey del Santo Grial, título que lleva desde el principio y que llevará eternamente, ya que él procede de la Luz. Pero tampoco se quedó allí, sino que, en sustitución de Amfortas, puso a otro supremo guardián del recipiente que los espíritus creados veneran como una reproducción del Santo Grial.

En la sagrada Mansión de Luz que rodea al Grial propiamente dicho, el fallo de uno de sus guardianes resulta imposible del todo, ya que Parsifal está presente allí. En él está anclada una parte insustancial de la Luz misma, una parte que procede de Emanuel y fue llevada hasta allí por Isabel, la Reina Originaria, en el mismo instante en que Dios pronunció las palabras: ¡Hágase la Luz!

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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