57. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS II
PARSIFAL! Como tal, esta palabra es bien conocida de los hombres terrenales, si bien ninguno de ellos tiene la menor idea de la realidad.
¡Un poema, una leyenda! Justa es
esa denominación si se refieren a lo que
ellos saben de esa palabra hoy día; pues, en realidad, no se trata de otra cosa
que de una leyenda convertida en poema, una leyenda que todavía conservaba
vestigios de un saber anterior.
Como ya he dicho, no son sino
pequeños fragmentos que descendieron de las esferas espirituales hasta la
materialidad física de la Tierra, hace mucho, muchísimo tiempo.
Los poetas que cantaron las leyendas
del Grial hoy conocidas, no fueron,
en modo alguno, los primeros que se ocuparon de ese asunto, ni los primeros que
tuvieron la posibilidad de vislumbrar algunos aspectos más de la Luz, al
concentrarse profundamente en su trabajo.
Lejos, muy lejos se sitúa la
época en que las primeras alusiones a
la Mansión de Luz y a sus moradores descendieron hasta la Tierra, desde los
planos de la espiritualidad, trayendo consigo la anunciación del Santo Grial.
Con respetuoso asombro y cándida
confianza fue acogido, en aquel entonces, por los habitantes de la Tierra, los
cuales todavía cooperaban con las sustancialidades sin causar perturbaciones y
dejándose aconsejar gustosamente por ellas. Sin que ellos mismos lo supieran,
los seres humanos también ayudaban, a su vez, a las sustancialidades mediante
las irradiaciones de su chispa espiritual, con lo que, en la materialidad
física, la creación iba desarrollándose más y más, junto con las chispas
espirituales, que prometían un florecimiento magnífico.
En aquel entonces, mucho antes de las grandes transformaciones
terrestres hoy conocidas, mucho antes de que los hombres erigieran al intelecto
como ídolo — lo que les alejó de la Luz y provocó su caída — existía una
ligazón con la Mansión luminosa, ya que las irradiaciones podían descender
hasta la Tierra sin ningún inconveniente, y esas irradiaciones hacían posible
que algunos hombres terrenales presintieran la existencia de Parsifal.
Pero, después, los hombres
instauraron la idólatra supremacía de su intelecto, rompiendo, así, la ligazón
con la Mansión de Luz, lo que trajo consigo, como consecuencia lógica, la
ignorancia de esos eventos y la imposibilidad de presentir espiritualmente por
sentimiento.
Finalmente, también se atrofió la
facultad de recibir cosas procedentes de la sustancialidad;
y cuantas experiencias habían sido vividas naturalmente por el conocimiento
de la existencia de ayudas sustanciales, fueron a caer en el dominio de las
fábulas, con lo que, inesperadamente, se abrió una brecha en la evolución que, hasta
entonces, se efectuaba en línea recta hacia las alturas.
Si los seres humanos hubieran
seguido siendo tal como eran en esa
época que acabo de mencionar, cuando el primer anuncio de la Mansión luminosa y
de Parsifal descendió a la Tierra, habrían proseguido su ascensión
ininterrumpidamente y serían, hoy, verdaderos dueños de toda la materialidad
física en el mejor de los sentidos: en sentido constructivo. Entonces, tampoco
habría sido aniquilado ningún hombre durante los trastornos que habían de tener
lugar necesariamente en el curso de la evolución hacia la madurez.
Las grandes catástrofes siempre han sido una necesidad de la evolución, pero no
la destrucción de tantos pueblos que, hasta ahora, han provocado casi siempre.
Si los humanos no hubieran sido
tan necios y no hubiesen cortado las relaciones con las ayudas sustanciales y
con las alturas luminosas, habrían sido avisados a tiempo siempre que se
hubiera acercado algún peligro, siendo conducidos fuera de las regiones
amenazadas, para librarse, así, de la destrucción. Pues tal sucedió en aquel
entonces, cuando los hombres se dejaban conducir dócilmente por los seres del
mundo sustancial y del mundo espiritual, seres que el Creador les había
asignado como ayudas, y con los cuales se esforzaban en mantener relaciones,
llenos de un gozoso agradecimiento.
Pero, más tarde, fueron
privándose a sí mismos de esas inestimables ayudas por la engreída y astuta
volición del intelecto, provocando, así, repetidas veces, su dolorosa
destrucción, esa misma destrucción que se ocasionan ahora, puesto que ya no
quieren prestar oídos a las últimas advertencias de la Luz y siguen pensando,
como tantas otras veces, que ellos saben todo mejor.
La miseria, la desesperación y la
decadencia, siempre son simples consecuencias del efecto recíproco que,
conforme a las leyes de la creación, se deriva de las falsas acciones. Al fin y
al cabo, no es difícil comprenderlo así… si se quiere comprender. Pues ahí reside una evidencia tan simple y tan
natural que, más tarde, apenas sí podréis comprender que haya podido ser pasada
por alto y no haya sido objeto de la máxima atención, con lo que las penas no
sólo habrían sido evitadas, sino que también se habrían convertido en alegrías.
Hoy, vosotros mismos veis, con
suficiente claridad, que, en realidad, nadie puede oponerse a esa evidencia.
Ningún pueblo, ni siquiera la voluntad conjunta de toda la humanidad, es capaz
de hacerlo; pues, ante la Voluntad de Dios, todo lo de la creación sigue
conservando su condición de criatura dependiente. ¡Nunca será de otro modo!
Por consiguiente, la errónea
acción de someterse al intelecto encadenado y opresor, siempre ha sido lo único
de cuyas consecuencias naturales han tenido que ser víctimas numerosos
individuos y pueblos enteros, por haberse excluido a sí mismos de toda
posibilidad de salvación con la ayuda de guías superiores.
En eso podéis constatar la
gran simplicidad de la acción de las leyes divinas, y ahí podéis ver, también,
lo que los hombres han desperdiciado para sí mismos.
Con lo precedente, os he dado una
rápida visión de esa inmensa actividad de la creación que tantos quebraderos de
cabeza han ocasionado a los hombres. Os la he dado a fin de que, en virtud del
Mensaje, podáis cercioraros de que todas las desgracias, todas las angustias y
penalidades han de atribuirse exclusivamente al hombre mismo, y al mismo
tiempo, para que os deis cuenta de cuántas calamidades habría podido evadirse
si no se hubiera obstinado en seguir falsos caminos.
Mediante el Mensaje, podéis
reconocer claramente cada evento, y
podéis razonar lo que se cumple en la
creación. Conocéis los inmutables efectos de las leyes de la creación que yo os
he descrito, y podéis reconocer fácilmente su sencillez y grandeza.
Cada vez os convenceréis más de
que, con el Mensaje, os doy la llave de la exacta explicación de cada acontecimiento y, con ello, de toda
la creación.
Si, con el tiempo, vuestro ardor
y vuestra infatigable vigilancia profundizan en estos acontecimientos, habréis
encontrado el camino de la Vida eterna y no tendréis más que seguirlo para
alcanzarla.
Así pues, los hombres ya habían
recibido el primer anuncio exacto referente a Parsifal en tiempos
inmemoriables. Ese conocimiento fue arraigándose entre ellos pasando de boca en
boca y de padres a hijos.
Pero, al ser alterada la pureza
de la ligazón establecida con la actividad de la creación, la transmisión del
saber inicial fue oscureciéndose poco a poco, fue desviada imperceptiblemente
por el intelecto en desarrollo y, finalmente, mutilada por completo, quedó
reducida a una simple leyenda que no guardaba ningún parecido con aquel saber
de un principio.
Los seres humanos de nobles
aspiraciones conservaron incansablemente esos vestigios legendarios y trataron
de imponerlos en la Tierra como concepto material,
pues se imaginaban que el origen de esas tradiciones tenía que haberse
situado en un prototipo terrenal de
épocas muy lejanas.
Querían renovar esas tradiciones
y lo intentaron repetidas veces, durante grandes intervalos. Así sucede que,
hoy también, más de un investigador cree haber encontrado un origen de la leyenda en uno de los
ensayos terrenales de siglos pasados, y sin embargo, no acierta en lo justo.
El hombre no podrá salir de ese laberinto por mucho que se moleste; pues le
faltan puntos de referencia con los hechos reales, y esos puntos de referencia
se los voy a dar yo para exterminar todo lo falso.
¡Parsifal! No puede ser separado
de Emanuel, porque Emanuel está en él y actúa a través de Parsifal. También se
puede decir que Parsifal es una de las envolturas de Emanuel formada por
Isabel, la Reina Originaria, y que Emanuel, gracias a esa envoltura, puede
actuar en la creación desde el punto más alto de ésta, esa creación que sólo
podía surgir de él y no habría existido, no habría podido existir sin él, ya
que Emanuel es, en Parsifal, el verdadero origen y punto de partida de la
creación.
El es la Voluntad creadora de
Dios, y Dios está con él y en él. Que un ser semejante haya podido ser rebajado
a la condición de ese personaje que
la humanidad terrenal se imagina al hablar de Parsifal, es un hecho que sólo
puede tener lugar en el seno de una humanidad que todo lo arroja al polvo con
su intelecto, que también ha nacido del polvo.
Todo cuanto esta humanidad trata
de asimilar con su intelecto, es arrojado, también, al polvo de manera natural,
rebajándolo, pues, al nivel de la facultad de comprensión terrenal. Así es como todo queda reducido a los estrechos límites
de la materialidad física. Lo más sublime queda envuelto en la densidad y
pesadez propias de un lento movimiento en la zona de máximo enfriamiento, y
como es evidente, tampoco puede tener ni parecido con la realidad de lo
rebajado, esa realidad que existe en otras condiciones completamente distintas
y a alturas que el espíritu humano es incapaz de concebir,
y el intelecto atado a lo terrenal, también: él, mucho más todavía.
Con la expresión “arrojar al
polvo” no se quiere decir “arrojar al fango”, sino, simplemente, materializar.
Los términos “polvo” y “nacido
del polvo” han sido puestos en sustitución del concepto de materialidad física,
lo cual, tal vez, facilitará más la comprensión a algunos, ya que esos términos
son los que se emplean en el lenguaje vulgar.
¡Eso es, pues, Parsifal! ¡El Primero
de la creación! Lleva en sí un núcleo insustancial
procedente de Dios, está unido a Emanuel y seguirá estándolo durante toda
la eternidad, porque, mediante él, Emanuel actúa y rige en las creaciones. De
hecho, Parsifal es el Rey de Reyes, el Hijo de la Luz, también llamado Príncipe
de la Luz.
Y ahora, comparadle con el
personaje de los poemas: ¡Increíble caricatura la que se ofrece ante vosotros!
Sin embargo, puede comprenderse cómo se ha llegado a eso, si se tiene una
visión general del Todo y se le separa en
tres grandes subdivisiones.
Pero dejad que cada una de esas
subdivisiones tome, por sí sola, una forma viva ante vuestro espíritu. Sólo así
podréis abarcar el Todo y comprender
lo que trato de explicaros.
La primera cuestión fundamental para una justa comprensión es:
Imaginarse a Parsifal como Hijo
de la Luz, viniendo a la creación desde
lo alto, y no como un ser que ha sido elevado desde un plano inferior.
Considerarle como principio y fin de la creación: el alfa y omega de toda
actividad ejercida fuera de la esfera divina, el Rey del Santo Grial, el Rey de
la creación.
La segunda:
La inmensa obra depuradora de
Parsifal, que le lleva a recorrer personalmente los mundos, le obliga a conocer
todos los males viviéndoles él mismo sin reservas y ha de acabar con el
encadenamiento de Lucifer para protección de las creaciones y de todas las
criaturas que subsistan después de la depuración.
La tercera:
La caída y el gran fracaso de los
espíritus evolucionados; es decir, de los espíritus humanos de la materialidad,
lo que hace necesario abolir su errónea voluntad personal e instaurar
inmediatamente la Voluntad de Dios en la erección del reino de los mil años,
hasta que se verifique el libre sometimiento de toda volición humana a la
Voluntad de Dios y, de ese modo, quede asegurada plenamente la ininterrumpida
continuidad de la evolución de las creaciones en el vibrar de los círculos en
movimiento inundados de Luz.
El que haya comprendido bien esas
tres subdivisiones considerándolas por
separado, y haya sido capaz de forjarse una clara idea de ellas por lo
menos, podrá comprender perfectamente cómo han ido surgiendo, poco a poco, los
falsos poemas de hoy. Mensajes parciales de los tres acontecimientos han
descendido, aquí y allá, a la Tierra prediciendo mucho de ellos.
Por falta de comprensión, los
seres humanos comprimieron todo esto en los rudimentarios conceptos de la
materialidad más densa, los traspusieron a la Tierra y, hechos una amalgama,
dieron lugar a los últimos poemas.
Tenéis que seguir mis palabras
exactamente, tenéis que observarlas también
y representaros imágenes vivas de las tres subdivisiones como inmensos
acontecimiento particulares, de los cuales no han podido llegar a la Tierra más
que fragmentos, siguiendo canales abiertos para ello, que, de todos modos, ya
están obstruidos y sólo dan paso a elementos turbios que se han mezclado con
los pensamientos propiamente humanos y se han depositado en dichos canales en
calidad de lodo.
Desde hace milenios, no puede
entrar en la Tierra nada claro y puro.
En todo esto, no menciono más que
los procesos de la creación producidos
forzosamente por la evolución de la errónea voluntad de las criaturas que han
fracasado en su misión. Por ahora, ese es el único camino que persigo en mis explicaciones. Todo lo demás, lo
dejo a un lado todavía. A tal efecto, queda excluida también la obra redentora
que el Hijo de Dios, Jesús, intentó llevar a cabo en los hombres terrenales;
pues eso constituyó una obra de Amor digna de ser considerada aparte.
Tenéis que seguirme paso a paso;
sino, no podréis comprender. Por eso, tal vez sea conveniente que yo os
explique cómo es el proceso que se desarrolla, mientras os hablo:
Veo ante mí todo el evento, ya que me es dado apreciarlo en su total actividad
y hasta en sus ramificaciones más sutiles. Veo todo simultáneamente por mi saber.
Voy a intentar abrir un camino
recto a través de lo que quiero explicar, de manera que, siguiéndolo, podáis
comprender lo principal para, así, obtener una idea básica de los elementos que debéis extraer de mi
conferencia. Sin embargo, me veo precisado, en primer lugar, a reducir todo a
una forma tan estrecha, que se adapte
a la facultad comprensiva del espíritu humano evolucionado. Después que lo haya
conseguido, todavía tendré que buscar las palabras y las formas de expresión
adecuadas, que harán surgir en vosotros la
imagen que quiero daros.
Sin embargo, todo eso no tiene
lugar sucesivamente, sino simultáneamente, y os doy, de forma que
os resulte accesible, esos eventos inmensos que vosotros no podéis concebir, en
los que el futuro y el pasado se cumplen en el presente. Es un proceso cuya
naturaleza el espíritu humano no puede imaginar en modo alguno.
Así, gota a gota, iréis
recibiendo lo que os es inconcebible, y lo recibiréis de tal forma que todas
esas gotas juntas constituyan un elixir deleitable y reconfortante que
intensifique vuestro saber y os ayude a ascender, a condición de que estéis
dispuestos a tomar ese tónico como provisión para el camino.
Al principio, siempre tengo que
prescindir de muchas cosas para, más tarde, exponerlas en otros lugares. Pero
cuando tal hago, es para completar el cuadro al que pertenecen verdaderamente;
pues la actividad de la creación que se desarrolla por encima del espíritu humano de la Tierra, es demasiado rica en
ramificaciones, demasiado viva y demasiado agitada como para que él pueda
comprender algo, aunque sólo sea en imágenes, si no recibe las descripciones de
suerte que le sean accesibles en sus detalles.
Si os tomáis la décima parte de las molestias que yo tengo que tomarme para conseguir
solamente que estas cosas os sean asequibles, habréis conseguido todo lo que necesitáis.
Es posible que, posteriormente,
describa cómo es la vida en la
Mansión de Luz, y que, después, aclare los planos que pudieron desarrollarse a
mayor distancia, para llegar, finalmente, más abajo, al punto donde los
gérmenes espirituales humanos permanecen en calidad de último precipitado de la
espiritualidad, para, en el curso de su peregrinación por todas las
materialidades, alcanzar la evolución cuyo cumplimiento llevan en sí como
aspiración y anhelo.
Primero, os doy imágenes de eso tal como es realmente, y, más tarde, tal vez os muestre su génesis; pues el
evento es demasiado grande. Primeramente, debéis saber cómo es; pues eso es lo que necesitáis, dado que
siempre tenéis que contar con el presente y con el futuro que le sigue. Cuando
os halléis firmemente en ese terreno, podremos
continuar avanzando en el saber.
Por hoy, aprended a conocer las tres subdivisiones
fundamentales que van unidas al nombre de Parsifal.
* * *
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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