martes, 17 de enero de 2023

57. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS II

 

57. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS II

PARSIFAL! Como tal, esta palabra es bien conocida de los hombres terrenales, si bien ninguno de ellos tiene la menor idea de la realidad.

¡Un poema, una leyenda! Justa es esa denominación si se refieren a lo que ellos saben de esa palabra hoy día; pues, en realidad, no se trata de otra cosa que de una leyenda convertida en poema, una leyenda que todavía conservaba vestigios de un saber anterior.

Como ya he dicho, no son sino pequeños fragmentos que descendieron de las esferas espirituales hasta la materialidad física de la Tierra, hace mucho, muchísimo tiempo.

Los poetas que cantaron las leyendas del Grial hoy conocidas, no fueron, en modo alguno, los primeros que se ocuparon de ese asunto, ni los primeros que tuvieron la posibilidad de vislumbrar algunos aspectos más de la Luz, al concentrarse profundamente en su trabajo.

Lejos, muy lejos se sitúa la época en que las primeras alusiones a la Mansión de Luz y a sus moradores descendieron hasta la Tierra, desde los planos de la espiritualidad, trayendo consigo la anunciación del Santo Grial.

Con respetuoso asombro y cándida confianza fue acogido, en aquel entonces, por los habitantes de la Tierra, los cuales todavía cooperaban con las sustancialidades sin causar perturbaciones y dejándose aconsejar gustosamente por ellas. Sin que ellos mismos lo supieran, los seres humanos también ayudaban, a su vez, a las sustancialidades mediante las irradiaciones de su chispa espiritual, con lo que, en la materialidad física, la creación iba desarrollándose más y más, junto con las chispas espirituales, que prometían un florecimiento magnífico.

En aquel entonces, mucho antes de las grandes transformaciones terrestres hoy conocidas, mucho antes de que los hombres erigieran al intelecto como ídolo — lo que les alejó de la Luz y provocó su caída — existía una ligazón con la Mansión luminosa, ya que las irradiaciones podían descender hasta la Tierra sin ningún inconveniente, y esas irradiaciones hacían posible que algunos hombres terrenales presintieran la existencia de Parsifal.

Pero, después, los hombres instauraron la idólatra supremacía de su intelecto, rompiendo, así, la ligazón con la Mansión de Luz, lo que trajo consigo, como consecuencia lógica, la ignorancia de esos eventos y la imposibilidad de presentir espiritualmente por sentimiento.

Finalmente, también se atrofió la facultad de recibir cosas procedentes de la sustancialidad; y cuantas experiencias habían sido vividas naturalmente por el conocimiento de la existencia de ayudas sustanciales, fueron a caer en el dominio de las fábulas, con lo que, inesperadamente, se abrió una brecha en la evolución que, hasta entonces, se efectuaba en línea recta hacia las alturas.

Si los seres humanos hubieran seguido siendo tal como eran en esa época que acabo de mencionar, cuando el primer anuncio de la Mansión luminosa y de Parsifal descendió a la Tierra, habrían proseguido su ascensión ininterrumpidamente y serían, hoy, verdaderos dueños de toda la materialidad física en el mejor de los sentidos: en sentido constructivo. Entonces, tampoco habría sido aniquilado ningún hombre durante los trastornos que habían de tener lugar necesariamente en el curso de la evolución hacia la madurez.

Las grandes catástrofes siempre han sido una necesidad de la evolución, pero no la destrucción de tantos pueblos que, hasta ahora, han provocado casi siempre.

Si los humanos no hubieran sido tan necios y no hubiesen cortado las relaciones con las ayudas sustanciales y con las alturas luminosas, habrían sido avisados a tiempo siempre que se hubiera acercado algún peligro, siendo conducidos fuera de las regiones amenazadas, para librarse, así, de la destrucción. Pues tal sucedió en aquel entonces, cuando los hombres se dejaban conducir dócilmente por los seres del mundo sustancial y del mundo espiritual, seres que el Creador les había asignado como ayudas, y con los cuales se esforzaban en mantener relaciones, llenos de un gozoso agradecimiento.

Pero, más tarde, fueron privándose a sí mismos de esas inestimables ayudas por la engreída y astuta volición del intelecto, provocando, así, repetidas veces, su dolorosa destrucción, esa misma destrucción que se ocasionan ahora, puesto que ya no quieren prestar oídos a las últimas advertencias de la Luz y siguen pensando, como tantas otras veces, que ellos saben todo mejor.

La miseria, la desesperación y la decadencia, siempre son simples consecuencias del efecto recíproco que, conforme a las leyes de la creación, se deriva de las falsas acciones. Al fin y al cabo, no es difícil comprenderlo así… si se quiere comprender. Pues ahí reside una evidencia tan simple y tan natural que, más tarde, apenas sí podréis comprender que haya podido ser pasada por alto y no haya sido objeto de la máxima atención, con lo que las penas no sólo habrían sido evitadas, sino que también se habrían convertido en alegrías.

Hoy, vosotros mismos veis, con suficiente claridad, que, en realidad, nadie puede oponerse a esa evidencia. Ningún pueblo, ni siquiera la voluntad conjunta de toda la humanidad, es capaz de hacerlo; pues, ante la Voluntad de Dios, todo lo de la creación sigue conservando su condición de criatura dependiente. ¡Nunca será de otro modo!

Por consiguiente, la errónea acción de someterse al intelecto encadenado y opresor, siempre ha sido lo único de cuyas consecuencias naturales han tenido que ser víctimas numerosos individuos y pueblos enteros, por haberse excluido a sí mismos de toda posibilidad de salvación con la ayuda de guías superiores.

En eso podéis constatar la gran simplicidad de la acción de las leyes divinas, y ahí podéis ver, también, lo que los hombres han desperdiciado para sí mismos.

Con lo precedente, os he dado una rápida visión de esa inmensa actividad de la creación que tantos quebraderos de cabeza han ocasionado a los hombres. Os la he dado a fin de que, en virtud del Mensaje, podáis cercioraros de que todas las desgracias, todas las angustias y penalidades han de atribuirse exclusivamente al hombre mismo, y al mismo tiempo, para que os deis cuenta de cuántas calamidades habría podido evadirse si no se hubiera obstinado en seguir falsos caminos.

Mediante el Mensaje, podéis reconocer claramente cada evento, y podéis razonar lo que se cumple en la creación. Conocéis los inmutables efectos de las leyes de la creación que yo os he descrito, y podéis reconocer fácilmente su sencillez y grandeza.

Cada vez os convenceréis más de que, con el Mensaje, os doy la llave de la exacta explicación de cada acontecimiento y, con ello, de toda la creación.

Si, con el tiempo, vuestro ardor y vuestra infatigable vigilancia profundizan en estos acontecimientos, habréis encontrado el camino de la Vida eterna y no tendréis más que seguirlo para alcanzarla.

Así pues, los hombres ya habían recibido el primer anuncio exacto referente a Parsifal en tiempos inmemoriables. Ese conocimiento fue arraigándose entre ellos pasando de boca en boca y de padres a hijos.

Pero, al ser alterada la pureza de la ligazón establecida con la actividad de la creación, la transmisión del saber inicial fue oscureciéndose poco a poco, fue desviada imperceptiblemente por el intelecto en desarrollo y, finalmente, mutilada por completo, quedó reducida a una simple leyenda que no guardaba ningún parecido con aquel saber de un principio.

Los seres humanos de nobles aspiraciones conservaron incansablemente esos vestigios legendarios y trataron de imponerlos en la Tierra como concepto material, pues se imaginaban que el origen de esas tradiciones tenía que haberse situado en un prototipo terrenal de épocas muy lejanas.

Querían renovar esas tradiciones y lo intentaron repetidas veces, durante grandes intervalos. Así sucede que, hoy también, más de un investigador cree haber encontrado un origen de la leyenda en uno de los ensayos terrenales de siglos pasados, y sin embargo, no acierta en lo justo.

El hombre no podrá salir de ese laberinto por mucho que se moleste; pues le faltan puntos de referencia con los hechos reales, y esos puntos de referencia se los voy a dar yo para exterminar todo lo falso.

¡Parsifal! No puede ser separado de Emanuel, porque Emanuel está en él y actúa a través de Parsifal. También se puede decir que Parsifal es una de las envolturas de Emanuel formada por Isabel, la Reina Originaria, y que Emanuel, gracias a esa envoltura, puede actuar en la creación desde el punto más alto de ésta, esa creación que sólo podía surgir de él y no habría existido, no habría podido existir sin él, ya que Emanuel es, en Parsifal, el verdadero origen y punto de partida de la creación.

El es la Voluntad creadora de Dios, y Dios está con él y en él. Que un ser semejante haya podido ser rebajado a la condición de ese personaje que la humanidad terrenal se imagina al hablar de Parsifal, es un hecho que sólo puede tener lugar en el seno de una humanidad que todo lo arroja al polvo con su intelecto, que también ha nacido del polvo.

Todo cuanto esta humanidad trata de asimilar con su intelecto, es arrojado, también, al polvo de manera natural, rebajándolo, pues, al nivel de la facultad de comprensión terrenal. Así es como todo queda reducido a los estrechos límites de la materialidad física. Lo más sublime queda envuelto en la densidad y pesadez propias de un lento movimiento en la zona de máximo enfriamiento, y como es evidente, tampoco puede tener ni parecido con la realidad de lo rebajado, esa realidad que existe en otras condiciones completamente distintas y a alturas que el espíritu humano es incapaz de concebir, y el intelecto atado a lo terrenal, también: él, mucho más todavía.

Con la expresión “arrojar al polvo” no se quiere decir “arrojar al fango”, sino, simplemente, materializar.

Los términos “polvo” y “nacido del polvo” han sido puestos en sustitución del concepto de materialidad física, lo cual, tal vez, facilitará más la comprensión a algunos, ya que esos términos son los que se emplean en el lenguaje vulgar.

¡Eso es, pues, Parsifal! ¡El Primero de la creación! Lleva en sí un núcleo insustancial procedente de Dios, está unido a Emanuel y seguirá estándolo durante toda la eternidad, porque, mediante él, Emanuel actúa y rige en las creaciones. De hecho, Parsifal es el Rey de Reyes, el Hijo de la Luz, también llamado Príncipe de la Luz.

Y ahora, comparadle con el personaje de los poemas: ¡Increíble caricatura la que se ofrece ante vosotros! Sin embargo, puede comprenderse cómo se ha llegado a eso, si se tiene una visión general del Todo y se le separa en tres grandes subdivisiones.

Pero dejad que cada una de esas subdivisiones tome, por sí sola, una forma viva ante vuestro espíritu. Sólo así podréis abarcar el Todo y comprender lo que trato de explicaros.

La primera cuestión fundamental para una justa comprensión es:

Imaginarse a Parsifal como Hijo de la Luz, viniendo a la creación desde lo alto, y no como un ser que ha sido elevado desde un plano inferior. Considerarle como principio y fin de la creación: el alfa y omega de toda actividad ejercida fuera de la esfera divina, el Rey del Santo Grial, el Rey de la creación.

La segunda:

La inmensa obra depuradora de Parsifal, que le lleva a recorrer personalmente los mundos, le obliga a conocer todos los males viviéndoles él mismo sin reservas y ha de acabar con el encadenamiento de Lucifer para protección de las creaciones y de todas las criaturas que subsistan después de la depuración.

La tercera:

La caída y el gran fracaso de los espíritus evolucionados; es decir, de los espíritus humanos de la materialidad, lo que hace necesario abolir su errónea voluntad personal e instaurar inmediatamente la Voluntad de Dios en la erección del reino de los mil años, hasta que se verifique el libre sometimiento de toda volición humana a la Voluntad de Dios y, de ese modo, quede asegurada plenamente la ininterrumpida continuidad de la evolución de las creaciones en el vibrar de los círculos en movimiento inundados de Luz.

El que haya comprendido bien esas tres subdivisiones considerándolas por separado, y haya sido capaz de forjarse una clara idea de ellas por lo menos, podrá comprender perfectamente cómo han ido surgiendo, poco a poco, los falsos poemas de hoy. Mensajes parciales de los tres acontecimientos han descendido, aquí y allá, a la Tierra prediciendo mucho de ellos.

Por falta de comprensión, los seres humanos comprimieron todo esto en los rudimentarios conceptos de la materialidad más densa, los traspusieron a la Tierra y, hechos una amalgama, dieron lugar a los últimos poemas.

Tenéis que seguir mis palabras exactamente, tenéis que observarlas también y representaros imágenes vivas de las tres subdivisiones como inmensos acontecimiento particulares, de los cuales no han podido llegar a la Tierra más que fragmentos, siguiendo canales abiertos para ello, que, de todos modos, ya están obstruidos y sólo dan paso a elementos turbios que se han mezclado con los pensamientos propiamente humanos y se han depositado en dichos canales en calidad de lodo.

Desde hace milenios, no puede entrar en la Tierra nada claro y puro.

En todo esto, no menciono más que los procesos de la creación producidos forzosamente por la evolución de la errónea voluntad de las criaturas que han fracasado en su misión. Por ahora, ese es el único camino que persigo en mis explicaciones. Todo lo demás, lo dejo a un lado todavía. A tal efecto, queda excluida también la obra redentora que el Hijo de Dios, Jesús, intentó llevar a cabo en los hombres terrenales; pues eso constituyó una obra de Amor digna de ser considerada aparte.

Tenéis que seguirme paso a paso; sino, no podréis comprender. Por eso, tal vez sea conveniente que yo os explique cómo es el proceso que se desarrolla, mientras os hablo:

Veo ante mí todo el evento, ya que me es dado apreciarlo en su total actividad y hasta en sus ramificaciones más sutiles. Veo todo simultáneamente por mi saber.

Voy a intentar abrir un camino recto a través de lo que quiero explicar, de manera que, siguiéndolo, podáis comprender lo principal para, así, obtener una idea básica de los elementos que debéis extraer de mi conferencia. Sin embargo, me veo precisado, en primer lugar, a reducir todo a una forma tan estrecha, que se adapte a la facultad comprensiva del espíritu humano evolucionado. Después que lo haya conseguido, todavía tendré que buscar las palabras y las formas de expresión adecuadas, que harán surgir en vosotros la imagen que quiero daros.

Sin embargo, todo eso no tiene lugar sucesivamente, sino simultáneamente, y os doy, de forma que os resulte accesible, esos eventos inmensos que vosotros no podéis concebir, en los que el futuro y el pasado se cumplen en el presente. Es un proceso cuya naturaleza el espíritu humano no puede imaginar en modo alguno.

Así, gota a gota, iréis recibiendo lo que os es inconcebible, y lo recibiréis de tal forma que todas esas gotas juntas constituyan un elixir deleitable y reconfortante que intensifique vuestro saber y os ayude a ascender, a condición de que estéis dispuestos a tomar ese tónico como provisión para el camino.

Al principio, siempre tengo que prescindir de muchas cosas para, más tarde, exponerlas en otros lugares. Pero cuando tal hago, es para completar el cuadro al que pertenecen verdaderamente; pues la actividad de la creación que se desarrolla por encima del espíritu humano de la Tierra, es demasiado rica en ramificaciones, demasiado viva y demasiado agitada como para que él pueda comprender algo, aunque sólo sea en imágenes, si no recibe las descripciones de suerte que le sean accesibles en sus detalles.

Si os tomáis la décima parte de las molestias que yo tengo que tomarme para conseguir solamente que estas cosas os sean asequibles, habréis conseguido todo lo que necesitáis.

Es posible que, posteriormente, describa cómo es la vida en la Mansión de Luz, y que, después, aclare los planos que pudieron desarrollarse a mayor distancia, para llegar, finalmente, más abajo, al punto donde los gérmenes espirituales humanos permanecen en calidad de último precipitado de la espiritualidad, para, en el curso de su peregrinación por todas las materialidades, alcanzar la evolución cuyo cumplimiento llevan en sí como aspiración y anhelo.

Primero, os doy imágenes de eso tal como es realmente, y, más tarde, tal vez os muestre su génesis; pues el evento es demasiado grande. Primeramente, debéis saber cómo es; pues eso es lo que necesitáis, dado que siempre tenéis que contar con el presente y con el futuro que le sigue. Cuando os halléis firmemente en ese terreno, podremos continuar avanzando en el saber.

Por hoy, aprended a conocer las tres subdivisiones fundamentales que van unidas al nombre de Parsifal.

* * *



EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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