58. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS III
RIATURAS
ORIGINARIAS! La expresión ya os es familiar; y sin embargo, no podéis imaginaros
nada sobre el particular; y si os lo imagináis, nunca podrá estar en
correspondencia con la realidad.
Por eso, voy a facilitaros la comprensión un poco más, a
fin de que os iniciéis en estas cosas hasta donde es posible al hombre.
Para hablaros del reino de las criaturas originarias, he de
empezar por hablar, otra vez, de Parsifal, del
que ha surgido la creación originaria.
Ya sabéis lo más importante sobre Parsifal. Sabéis de dónde
viene y qué es.
Al insustancial núcleo de Luz de la Trinidad divina le
sigue, inconcebible para todo lo creado, la esfera de la inmediata irradiación
de Dios, la esfera que, en la proximidad divina, vive, de eternidad en
eternidad, en la incontenible irradiación de la Fuerza de Dios. Así ha sido
siempre.
Y cuando, por Voluntad de Dios Padre, la creación debió surgir, de ningún otro
modo pudo evolucionar todo sino conforme al necesario curso de esa acción o ese
acontecimiento que, hoy, os es dado imaginar lógicamente gracias al Mensaje.
La creación tenía que surgir por la Voluntad creadora de Dios Padre. Ahora bien, la Voluntad creadora
de Dios Padre, como tal, es Emanuel, independiente en su acción creadora y, no
obstante, siempre presente o permanente en el Padre. Y el Padre está en él al
realizar su labor creadora.
Creo que, de este
modo, muchas cosas os resultarán más y más comprensibles.
Lo mismo que la Voluntad
creadora es Emanuel en persona, así también el Amor fue Jesús en persona en
su actividad.
Como partes del Padre, ambos son uno con El y el Padre está
en ellos. Desde toda la eternidad y para toda la eternidad.
Jesús es el Amor divino. Emanuel es la Voluntad divina. Por
eso, la creación vibra en su nombre. Todo lo que sucede y se cumple en ella,
está inscrito en ese nombre que lleva la creación, desde el acontecimiento más
mínimo hasta el más importante. No hay nada que no venga de ese nombre, nada
que no haya de cumplirse en él.
Vosotros, hombres, no tenéis la menor idea de la grandeza
que ahí reside; pues ese nombre es la ley viva en su origen y en el
cumplimiento; y sobre él descansa el universo con todo lo que contiene.
En ese nombre reposa el destino de cada uno, porque estáis
obligados a dirigiros a él, ya que todos estáis sólidamente anclados en él.
¡Y ese nombre existe! Posee vida y es personal, porque el nombre y quien lo lleva son inseparables, son
uno.
La obra de la creación tenía que recaer en la Voluntad creadora, o sea, en Emanuel,
que es la Voluntad creadora en Dios.
Y comoquiera que la creación sólo podía cumplirse fuera de la inmediata e incontenible irradiación de la Luz originaria que
existe de toda la eternidad, se impuso la necesidad de que una pequeña parte de
la misma Voluntad creadora de Dios fuese
implantada más allá de los límites de la irradiación inmediata. Esa parte
se mantiene eternamente unida a la Voluntad creadora en la Insustancialidad y,
sin embargo, actúa independientemente fuera de la esfera divina, para que, por
su irradiación, la creación pueda formarse y mantenerse.
Y esa pequeña parte enviada fuera de la creadora Voluntad
de Dios, para que la creación pudiera formarse y mantenerse gracias a su
irradiación, es Parsifal.
Su núcleo insustancial, procedente de Emanuel, adquirió
forma por medio de Isabel, la Reina originaria. Recibió, pues, una envoltura
que le serviría de anda para poder permanecer fuera de la esfera divina. Y esa envoltura, esa forma, es el
receptáculo sagrado en el que Emanuel está anclado y por el cual él actúa.
En su tiempo, Parsifal
vino a la Tierra en la persona de Abd-ru-shin. Pero a la hora del
cumplimiento, el mismo Emanuel tomará posesión de la envoltura terrenal de
Parsifal, después de haber sido sometida a una minuciosa purificación.
Sólo entonces podrá depositarse, poco a poco, toda la
fuerza en esa envoltura, para, por gracia de Dios, cumplir las promesas divinas
hechas a los hombres.
Una vez más, despliego ante vosotros, ante vuestro
espíritu, el inconmensurable evento que constituye la base de la comprensión concerniente
a Parsifal.
Resulta infinitamente laborioso dar una imagen clara
adaptada a la comprensión terrenal, y yo no debo tener reparo en aumentar el
número de conferencias si quiero conseguirlo.
De ahí que, desde mi primera conferencia, haya prevenido
claramente que estas explicaciones sólo pueden
ir dirigidas a los hombres que ya
hayan vivido íntegramente el Mensaje
en lo íntimo de su ser. Sólo ellos pueden
seguirme si se esfuerzan todo lo posible, una y otra vez, hasta poder
comprenderlo, pues se lo doy resumido de forma que sea asequible a su espíritu.
Ante todo, no debéis
interpretar la expresión “Hijo” en
sentido humano, como si se tratase del hijo de una familia humana.
“Hijo” en la esfera divina significa “parte”: una parte del
Padre que actúa de manera especial e independiente. Padre e Hijo son una unidad perfecta y no pueden
separarse nunca.
Por consiguiente, no os lo imaginéis a la manera humana,
porque la imagen obtenida habrá de ser completamente
falsa. Ello os induciría a errores de
concepto que eliminarían totalmente la realidad y, por esa razón, nunca os
permitirían acercaros a la Verdad.
Acaso fuera mejor decir: Todo es únicamente Dios Padre. Su acción es triple, aunque Él es Uno.
Probablemente, esa imagen será más asequible a vuestra comprensión.
Y, partiendo del origen, la descripción también es más exacta, pues no hay más que un
Dios. Lo que hace Dios Hijo, lo hace por el Padre, en el Padre, para el
Padre. Sin el Padre, no sería nada, pues Él es una parte del Padre, y el propio
Padre está en El y actúa en El.
A tal respecto, tal vez podamos acercarnos un poco más a la
comprensión terrenal si os imagináis lo siguiente: no es que el Padre obre a
partir del Hijo, es decir, por medio de
Él, sino en El. He ahí lo que, para
la comprensión humana, es un misterio y seguirá siéndolo indudablemente a pesar
de todos mis esfuerzos, pues no puede ser descrito con palabras terrenales. Al
fin y al cabo, las palabras no son más que palabras estrechamente limitadas. No
pueden reproducir, ni la movilidad, ni la Verdad viva que reside en todo lo
concerniente a Dios y a lo divino.
Lo que está en Dios no puede encontrarse en los hombres
jamás. En una familia humana, padre e hijo son seres individuales, son dos y lo serán siempre. Todo lo más,
pueden tener una unidad de acción, pero
nunca serán uno. En el caso de la expresión “Dios Hijo”, es muy distinto. Es,
precisamente, lo contrario. Dios Padre y Dios Hijo son uno y no pueden ser considerados como dos más que en la actividad, lo
mismo que los dos Hijos de Dios: Emanuel y Jesús, son uno en el Padre pero dos
en la actividad, en la forma de su
actividad.
Con eso, he intentado nuevamente explicaros el origen de Parsifal, que, mediante
Emanuel, está en Dios y, por tanto, Dios está en él.
Y ahora, voy a hacer otro intento, a fin de mostrárosle
como imagen, como persona, tal como es.
Después, os le mostraré en su actividad.
Os resultará difícil imaginar que la Mansión luminosa
también debía surgir de su irradiación, esa Mansión que le rodea
protectoramente en la espiritualidad originaria o creación originaria, y que ha
de ser considerada como una construcción anexa a la Mansión situada en los límites de la esfera divina desde toda la
eternidad, la cual sirve de patria y de campo de acción en la divinidad, a los
Ancianos, a los seres eternos. Bien entendido: en la divinidad, no en la inmediata irradiación divina, no en Dios
mismo.
En el ciclo de mis explicaciones, no incluyo la Mansión de la divinidad, ya que la humanidad no tiene
nada que ver con ella. Sólo hablo de la Mansión en la espiritualidad originaria, esa Mansión que constituye la cima
y el punto de partida de la creación entera.
La Mansión en la espiritualidad originaria o creación
originaria puede ser considerada como una construcción anexa de la Mansión en
la divinidad. En su extremo superior se encuentra la reja de oro y la cortina
infranqueable que, para las criaturas originarias, constituyen el límite.
En ese límite, imaginaos a Parsifal, el Primero y el
Soberano de la creación entera, que ha procedido de él. Imaginadle en una sala
columnaria que se ha formado a su alrededor y es la expresión de la voluntad
más fiel y más pura de todas las criaturas originarias y de su amor a la Luz.
Las primeras criaturas originarias, las que se encuentran
en el punto más alto de la creación originaria, sólo pudieron alcanzar el
estado de consciencia en la irradiación creadora de Parsifal y a partir de
ella, fuera de los límites de la esfera divina, esto es, fuera de la inmediata
irradiación de Dios.
Repito las expresiones y denominaciones tan a menudo, para
que se inculquen en vosotros como conceptos bien establecidos.
Así pues, Parsifal se encuentra allí y es el Primero. Ha
salido de la esfera divina. De su irradiación surgieron, primeramente, las
criaturas originarias superiores, adquiriendo la consciencia. Y de su amor y
fidelidad a la Luz y a Parsifal, se formó — por su voluntad — esa sala
maravillosa, ese templo, esa mansión.
Pero, hoy, sólo voy a mencionar ligeramente ese vivo
proceso de formación y de actividad. Es posible que, más tarde, dé
explicaciones más amplias sobre el particular. Por el momento, es preciso
mencionar solamente el cuadro completo que quiero daros.
El propio Parsifal no es, para vosotros, más que fluctuante
luz. Su núcleo insustancial, procedente de Emanuel, deja a todo lo demás en
sombras, si es que puede hablarse de sombras en la Mansión luminosa. También
esto se expresa solamente en sentido
metafórico, pues allí no hay el menor rastro de sombra.
Para los seres espirituales originarios o criaturas
originarias, sin embargo, el Hijo de la Luz toma forma, una forma espiritual
originaria traspasada por la cegadora irradiación de su núcleo insustancial.
¿Qué puedo deciros de todo eso, si, en realidad, no puede
ser definido con palabras terrenales?
Una cabeza radiante en su forma más perfecta, rodeada del
eterno movimiento de la Luz viva que hace perder el sentido y desplomarse a
toda criatura que la contempla. Su cuerpo está cubierto de una envoltura
maravillosa semejante a una flexible coraza de escamas. Sobre esa cabeza, las
alas de la paloma se abren protectoramente. Así podéis imaginárosle: poderoso,
imperativo, invencible, inaccesible, la personificación de la Fuerza divina, el
resplandor divino hecho forma: ¡Parsifal! ¡El Hijo de la Luz situado en la
espiritualidad originaria, en la cima de la creación! ¡El Pórtico Puro que se abre hacia la creación desde la divinidad,
el que conduce de Dios a los hombres!
El nombre de Parsifal significa, entre otras cosas y en
cuanto al sentido; ¡De Dios al hombre! Es,
pues, el pórtico o puente entre Dios y el hombre, el puro Pórtico de la Vida que se abre a la creación.
Para su obra depuradora de la creación, consentida por Dios
Padre y necesaria a causa de la caída de los espíritus humanos encarnados en la
materialidad, la voluntad de Parsifal
tomó forma como una parte de él mismo, con el fin de emprender su peregrinación
a través de los universos cósmicos, de manera que, acumulando experiencias,
pudiera percatarse de todas las flaquezas y llagas de los espíritus humanos.
Parsifal permaneció en la Mansión siempre, mientras que su
voluntad viva, esa parte de él hecha forma, recorrió los universos cósmicos
aprendiendo.
Dado lo extraño de su naturaleza, sobre todo frente a lo
falso, es natural que la forma de su
voluntad para esa misión se presentara, primero, como niño; luego, como
adolescente, para, más tarde, al ir aprendiendo, mostrarse como hombre maduro.
Evidentemente, todo eso también se manifestó en el aspecto externo según
correspondía a la especie de cada plano y en conformidad con la vibración de
las leyes de la creación.
Cuando Parsifal, en el curso de su peregrinación hacia
abajo, llegó a los límites donde daba comienzo la materialidad, ese plano que
constituye el dominio de los espíritus humanos evolucionados a partir de
semillas espirituales, llegó al punto donde, por primera vez, se manifestaban
los efectos de corrientes tenebrosas, esas corrientes que también habían tocado
a Amfortas.
En esos límites se sitúa la Mansión en que Amfortas era rey
y sacerdote. Es la última y la más baja reproducción de la verdadera Mansión
del Grial, la más alejada, tanto por la distancia como por la especie. Sin
embargo, también es la más próxima a la Tierra, aun cuando, para el pensamiento
humano, sigue estando a distancias apenas concebibles. En esa Mansión se
encuentran, en efecto, los más puros de los espíritus humanos ejerciendo las
funciones de caballeros guardianes del vaso sagrado.
Al entrar en esa esfera, Parsifal se vio obligado a
revestirse de una envoltura correspondiente a la especie de ese plano, la cual,
si bien era más ligera materialmente, constituyó, para él, una venda que borró
momentáneamente todos los recuerdos de naturaleza más elevada.
Procedente de la Luz, se hallaba ahí, en la pureza de su candor, frente
al mal que le era completamente desconocido y que sólo podía llegar a conocer
por la obligación de sufrir las consecuencias del mismo. Así pues, tuvo que
aprender penosamente de lo que los espíritus humanos son capaces en ese
dominio.
De ese modo, adquirió efectivamente un conocimiento
profundo, pero jamás pudo comprenderlo, ya que era de naturaleza completamente
extraña a la suya.
Allí fue, por tanto, donde, por primera vez, las corrientes
de las Tinieblas, que naturalmente, habían tomado forma, asaltaron al extraño
caminante, el cual fue fortaleciéndose en las luchas que hubo de entablar y,
como consecuencia de ello, despertó al conocimiento de sí mismo.
Ese camino penoso y lleno de sufrimientos es el que fue
anunciado a la humanidad terrenal, ya que se desarrolló en la materialidad, si
bien en sus límites más altos. A eso se debió, también, que pudieran surgir
errores de interpretación, dado que el espíritu humano de la Tierra nunca puede
concebir acontecimientos de ese orden, situados muy por encima de su propia
naturaleza.
Pero de todo esto daré explicaciones más detalladas
posteriormente, para arrojar luz y claridad sobre esos hechos.
* * *
EN LA LUZ DE LA VERDAD
MENSAJE DEL GRIAL
por Abd-ru-shin
* * *
Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der
Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:
español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio
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