martes, 17 de enero de 2023

59. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS IV

 

59. LAS ESFERAS ESPIRITUALES ORIGINARIAS IV

MUCHAS COSAS ha echado el hombre sobre sí mismo, como impedimentos puestos a la expansión de su espíritu, que, cuando es dejado en libertad, cuando no hay nada que le ata a lo terrenal, busca por sí mismo el camino hacia arriba.

Pero el peor mal sigue estando en el intelecto excesivamente desarrollado por un cultivo exclusivo, el cual, henchido de orgullo, se pavonea en un trono soberano que no le pertenece.

Es parecido a un animal: bien adiestrado, presta excelentes servicios, pero se vuelve dañino tan pronto como se le da independencia. Lo mismo que una fiera, que, al principio, es mansa y proporciona alegría al que la cuida y le proporciona alimento, pero que, al hacerse grande, se vuelve peligrosa para el que la ha criado.

Entonces, se convierte en tirano de su amo, y éste, temeroso, pierde completamente la libertad de movimientos de que disfrutaba, hasta entonces, en la jaula o albergue del animal. De pronto, el animal le domina dentro del radio de acción que se le ha asignado.

Otro tanto sucede al ser humano con el intelecto. Y comoquiera que éste no se contentó con reducir su actividad solamente al albergue que se le había asignado: el cuerpo humano de cada uno, sino que, haciendo uso de la fuerza, consiguió una libertad de movimientos absoluta, una libertad sin límites en la Tierra, toda la humanidad tuvo que someterse a su voluntad.

En ningún sitio está a salvo de él, en todas partes acecha como un peligro, siempre presto a echar sus garras de acero o a dar sus mortales dentelladas allí donde aparece un ser humano que no está dispuesto a someterse a él de buen grado.

Ese es el panorama que se presenta, hoy día, en la Tierra. El animal que, en un principio, fue objeto de solícitos cuidados, ha adquirido una fuerza titánica, y ningún ser humano es capaz de obligarle a que preste nuevamente útiles servicios. Y así, va sembrando la funesta desolación en que ya os encontráis vosotros parcialmente y que irá extendiéndose más y más, porque sois incapaces de refrenar al animal.

Muchos hombres caerán víctimas de él, a pesar de que, en realidad, habrían podido poner freno al animal fácilmente, si, a su debido tiempo, lo hubieran educado convenientemente.

Esa fuerza que el animal emplea en la desolación, debería haber sido utilizada provechosamente, bajo la juiciosa dirección de vuestro espíritu, embelleciendo y encumbrando a vuestro ambiente y a vosotros mismos, para paz y alegría de todos.

En lugar de esas devastaciones, ante vosotros se extenderían frondosos jardines que invitarían a los hombres de paz a ejercer una bienaventurada actividad creadora llena de gratitud.

Todos seríais presa de ese monstruo criado por vosotros mismos, si el propio Dios no le impusiera ahora un límite, despojándolo de su poder y conduciéndolo nuevamente por caminos donde no pueda menos de llevar a cabo una actividad provechosa.

Pero antes, es preciso que experimentéis personalmente cuantos desastres habéis provocado. Es preciso que veáis y sufráis las graves consecuencias que traen consigo y que vendrán después, para que, así, quedéis completamente curados de esas falsas acciones y tendencias, y, en el futuro, no pueda volver a surgir en vosotros el deseo de ellas.

Así os castiga Dios, dando cumplimiento a todo cuanto vosotros habéis intentado poner obstinadamente en contra de Su mandamiento, después de que, no contentos con haber querido ignorar a todos los que, por amor, fueron enviados desde la Luz para advertiros, les perseguisteis con odio y, finalmente, les asesinasteis ciegos de rabia, porque os resultaban importunos para vuestros planes, a pesar de que sólo ellos habrían podido ayudaros realmente.

Y por esa vuestra falta, hacéis imposible que el espíritu pueda tener soltura en vosotros, para, poco a poco, ir desarrollándose y mantener la unión con la especie que le es propia: con el plano espiritual en el rayo de Luz de la gracia divina.

La dominación del intelecto no lo permitirá jamás; pues eso significaría el fin de su gloria artificialmente creada, la cual se derretiría muy pronto como un muñeco de nieve bajo los rayos del Sol. Sería destronado infaliblemente y se vería obligado a servir de nuevo, en lugar de echárselas de señor.

De ahí esa encarnizada resistencia que no vacila en cometer crímenes cuando su prestigio está amenazado de algún modo.

A eso se debe también que, hoy, no podáis pensar de otra forma y que todo lo que oís, todo lo que se os anuncia, lo comprimáis en las formas terrenales que os son tan conocidas, dando surgimiento en vosotros a ideas que no coinciden con la realidad ni en lo más remoto; pues la bestia que vosotros habéis cuidado y criado sin conseguir dominarla, se alza sobre vosotros y os subyuga. Se ha puesto entre vosotros y todo lo espiritual como elemento separador, y no deja pasar nada que sea más elevado que ese animal ambicioso, ese intelecto meramente terrenal, que es el instrumento más brillante, más seductor, pero, también, más peligroso y seguro que Lucifer tiene en sus manos para perderos.

¡Liberaos de él y sobreponeos a él ahora! Sino, nunca sabréis apreciar los valores que se os ofrecen desde la Luz, ni tampoco podréis aprovecharos de ellos.

Volveos otra vez tal como eran los hombres terrenales en aquel tiempo, antes de que la presunción del intelecto les hubiera acorralado y oprimido sobre el terreno más apropiado a su propia estrechez. Los hombres de aquel entonces vibraban con y en su ambiente, y por eso pudieron ser elevados espiritualmente por las vibraciones, sin temor a perder pie en el suelo terrenal y en los pensamientos terrenales.

En verdad que sois muy ruines en comparación con esos de quienes afirmáis, hoy, que aún estaban en los comienzos de la evolución y no habían adquirido todavía la plenitud de su valor humano.

Sin embargo, en la creación, tenían más valor que vosotros actualmente, y, ante el Creador, eran más valiosos y útiles que vosotros con vuestra lamentable deformación, que sólo es capaz de sembrar desolación en lugar de ennoblecer lo existente.

Si no queréis hundiros, tenéis que retornar a ese punto, tenéis que volver a desplegar las alas que habéis dejado atrofiar por completo en vosotros; pues vuestro espíritu va a ser liberado ahora de todo impedimento por la poderosa Fuerza de la Luz. El impedimento será destrozado. Y entonces, ¡ay del espíritu que no pueda seguir el ritmo de las vibraciones! Se hundirá fatalmente, ya que no tendrá fuerzas para el vuelo, por faltarle el ejercicio y la actividad de que vosotros le habéis privado criminalmente.

Una cosa más tiene que tener muy en cuenta el hombre terrenal, ya que ahí ha pecado gravemente: ¡Nunca se debe cortar la ligazón con las ayudas sustanciales! Si lo hacéis, abriréis una gran brecha que os perjudicará.

No debéis considerar como dioses a las grandes y poderosas sustancialidades; pues no son tales dioses, sino fieles servidores del Todopoderoso, y ese servir es lo que les hace grandes. Pero jamás están subordinadas a vosotros.

En cuanto a las pequeñas sustancialidades, no debéis mirarlas con altanería, de arriba a abajo; pues no son vuestros servidores, sino que, como las grandes, sirven solamente a Dios, al Creador. No se aproximan a vosotros más que en su actividad, y vosotros sois los que debéis acercaros a ellas.

Podéis aprender mucho de ellas, sobre todo en lo relativo a los fieles servicios que prestan a su Creador con gratitud. Vosotros, hombres, tenéis necesidad absoluta tanto de las pequeñas como de las grandes; pues únicamente colaborando con ellas en perfecta armonía, pueden madurar vuestras almas debidamente y emprender la ascensión.

Por tanto, aprended a respetar a todos los ayudas sustanciales; pues pueden ser vuestros mejores y más fieles amigos.

Entonces, volveréis a vibrar más fácilmente. Pero es preciso que, primero, estéis libres de toda restricción impuesta por vuestro intelecto terrenal … sobre todo si queréis comprender lo que os anuncio de las regiones luminosas, ya que, si no queréis pensar más que materialmente, nunca os serán comprensibles, pues son de una naturaleza que sólo puede ser concebida por vuestro espíritu.

Sólo cuando os hayáis abierto de ese modo, sabréis lo que yo os he dado con mis explicaciones. Cierto que ya hablo de esas cosas hoy; pero son dadas para una comprensión posterior; pues ya cumplo, como he venido haciendo en todo lo que os he dicho. Cumplo, porque fue anunciado en otros tiempos, que yo revelaría la creación, lo mismo a los espíritus evolucionados que a los espíritus creados, y que os daría la llave de la comprensión de todos los acontecimientos de la creación.

Administrad fielmente todo lo que sabéis. Por el simple hecho de participaros todo eso, os convertís, en guardianes de todas las llaves. Más si lo mancháis de algún modo o deformáis aunque sólo sea una pequeña parte, esos secretos de la creación ya no serán revelados y las puertas volverán a cerrarse nuevamente.

Se os ha dado la facultad de gozar de todas las gracias de la creación con pleno conocimiento y para la eternidad, si seguís el recto sendero y os constituís en miembros útiles de esta creación, y a condición de que no sintáis envidia ninguna hacia otros. Pues hay espacio y posibilidad de existir para todos los que, obedeciendo a la ley del movimiento, vibren en perfecta armonía con los demás.

Ese pequeño grupo que vosotros representáis, es la levadura que yo he preparado para la humanidad, una levadura que debe penetrar todo, activar todo e infundir movimiento en las inertes masas, para que no se vengan abajo inútilmente, ni hayan de perecer obligadamente.

Guardad fielmente las llaves que os doy con mis palabras, y transmitidlas siempre, en su sentido exacto, a todos los que vengan después de vosotros.

Tan pronto como os veáis libres de la opresión impuesta por el intelecto, estarán claras, para vosotros, todas las palabras que os he dado y las que he de dar todavía. Entonces, también asimilaréis todo cuanto habéis aprendido respecto a la creación originaria y a las criaturas originarias que se encuentran en el punto más alto de todas las creaciones: en el templo del Santo Grial.

El primer círculo que rodea a Parsifal hacia la creación, consta de cuatro criaturas originarias, que adquiriendo consciencia inmediata, fueron las primeras que pudieron formarse a partir de las irradiaciones de Parsifal. En una gozosa actividad, reciben las irradiaciones y las trasmiten, vuelven a recibirlas y las emiten a su origen según una ininterrumpida vibración.

Alrededor de Parsifal, hay varios círculos de criaturas originarias. Pero todos, incluso el primer círculo, se sitúan a una gran distancia de Parsifal y de su trono; pues, a consecuencia de la presión reinante, no pueden reducir esa distancia.

Las cuatro criaturas originarias del primer círculo son las más fuertes de todas. Pueden soportar mayor presión de Luz que las demás, sin necesidad de perder la consciencia.

Son las siguientes:

Od-shi-mat-no-ke: siervo y guardián luminoso de la Perfecta Trinidad. Es la personificación más ideal de un soberano real.

Leilak: personificación del valor y de la fuerza viril.

Estas dos criaturas mencionadas son de naturaleza comprensible para los hombres. Otra cosa es, en cuanto a las otras dos que voy a mencionar; pues esas especies sobrepasan la capacidad comprensiva humana.

El León: este concepto será más accesible al entendimiento humano, si digo que el León es, en su calidad de caballero del Grial, la personificación del heroísmo más noble, cuya irradiación sostiene y fomenta, en la creación, la fidelidad heroica.

Mercurio: el guía originario del poder de todos los elementos. Estos están anclados en él.

El hombre creerá haber comprendido, sin más, lo que acabo de decir. Pero no es así. No puede comprenderlo si no le doy una explicación más amplia sobre la especial naturaleza del León.

Para hacerlo, me es preciso remontarme más alto hacia la esfera divina. Por alegorías, los hombres saben que, en las gradas del Trono de Dios, hacen guardia animales alados y robustos, entre los que se encuentra también un león.

Esos animales no son un mito, sino que existen allí efectivamente. No los había mencionado todavía, porque habría sido demasiado para empezar. Tampoco se hablará de ellos más que cuando los espíritus humanos hayan adquirido más madurez de la que tienen hoy.

Lo que digo hoy, también va dirigido exclusivamente a los que ya han acogido íntimamente mi Mensaje y tratan de darle vida real dentro de sí mismos. No es, pues, más que para hombres terrenales más maduros.

El hombre se preguntará ahora, cómo es que hay animales en la esfera divina, en las propias gradas del Trono de Dios, en esas gradas a las que no puede llegar nunca el espíritu humano, por muchas gracias de que esté colmado.

Sin embargo, eso es muy fácil de explicar: el ser humano se ha forjado una idea falsa del animal, porque no ve ante sí más que los animales de la Tierra, que pudieron desarrollarse en la materialidad física.

¡Ahí está el error! Tanto el hombre como el animal, son simples criaturas de la creación. El uno es tan necesario como el otro, o bien, el uno es tan superfluo como el otro.

Los animales situados en las gradas del Trono de Dios poseen una naturaleza completamente distinta de lo que los seres humanos entienden por animal. ¡Son animales sapientes! Esto solo, es suficiente para impedir que os hagáis alguna idea sobre ese particular, y no lo conseguiréis nunca correctamente, pues demasiado lejos está todo esto para el espíritu humano de evolución.

¡Animales sapientes, cuya fidelidad y sumisión son absolutamente insobornables! En ellos, no existe ni tergiversación, ni vacilación, sino únicamente un entusiasta e inmutable servir: servir con hechos inmediatos, sin pensarlo, sin necesidad de una volición previa. ¡Un continuo vibrar vivamente en la ley como la cosa más natural y por razón de ser!

Se encuentran a un nivel mucho más alto que el espíritu humano evolucionado, aunque nada más sea por el hecho de hallarse en la esfera divina por razón de la intangible pureza y vivacidad de su actividad.

Por consiguiente, no se trata de animales en sentido humano, sino de una especie particular de irradiación, que ha tomado forma y es designada con el término “animal”, lo mismo que se llama hombre a otra especie de irradiación, si bien más inferior. A tal efecto, todavía se requieren explicaciones muy específicas que podrán ser dadas mucho más tarde.

Así como el León situado en las gradas del Trono de la Trinidad Insustancial de Dios procede de Su irradiación, vive en ella y actúa en ella, del mismo modo el León de la creación originaria ha procedido de la irradiación del núcleo de Parsifal — también insustancial — y de su incandescente envoltura, formándose en la esfera de la espiritualidad originaria propia de la primera creación, en calidad de caballero del Santo Grial.

Es un parecido de especie bajo una forma distinta; porque el León de la creación originaria lleva en sí, además, elementos propios de la especie humano-espiritual, de lo que hablaré más tarde con mayor profusión de detalles. En sí considerado, el León de la creación originaria ya constituye una ligazón, mientras que el León sapiente de las gradas del Trono de Dios no lleva en sí, como tal, ninguna otra ligazón.

El León de la creación originaria ya está preparado, por la irradiación en la creación, como una indispensable especie de transición. Su actividad radiante es múltiple y, a pesar de todo, más limitada que la del León de la esfera divina.

De él emana todo el heroísmo que se manifiesta en la creación de cuando en cuando.

No debo entrar en detalles hoy; pues eso sería desviarse demasiado de lo que quiero decir en esta conferencia. Pero una cosa quiero hacer resaltar rápidamente: las irradiaciones de ese heroísmo también han sido participadas al espíritu de los hombres terrenales que se han portado como verdaderos héroes.

Esto ya era bien sabido de los antiguos Germanos y Griegos, así como de otras muchas estirpes humanas de la antigüedad, todos los cuales mantenían, todavía, conscientes relaciones con la sustancialidad.

A la muerte terrenal de uno de esos héroes, las sustancialidades conducían el fragmento de irradiación sustancial del heroísmo al Walhalla: la mansión más elevada del círculo sustancial de la creación. El espíritu, a su vez, estaba obligado a dirigirse a la esfera que le estaba destinada. No obstante, ambas partes permanecían unidas entre sí por hilos, si el espíritu había actuado en buen sentido.

Únicamente si el espíritu caminaba hacia abajo, las dos partes eran separadas para que la parte sustancial no pudiera ser arrastrada con él. En los demás casos, ambas partes volvían a juntarse al tener lugar encarnaciones terrenales.

Ese aditamento del heroísmo es un don especial para los hombres terrenales, y su recibimiento se prepara con una madurez determinada del espíritu en cuestión, así como también con un camino determinado del mismo.

Para ciertas misiones en la Tierra, se requiere una parte de esas irradiaciones sustanciales del León, porque ahí va inherente una disposición a la ofensiva que, de todas formas, vibra en la Pureza y va unida a una entrega incondicional de sí mismo. El espíritu no lleva en sí esa disposición, puesto que su supremo fin es ejercer una actividad constructiva y pacífica.

Todo el verdadero heroísmo de la creación está arraigado en el León que se encuentra en el primer círculo de las criaturas originarias y está allí como caballero del Santo Grial.

Hoy, he levantado un poco, al mismo tiempo, el velo del misterio de los animales de las gradas del Trono de Dios. Son cuatro animales alados y sapientes, que hacen guardia ante el Trono: un Águila, un León, un Toro y un Carnero. Pero el Carnero tiene rostro humano, porque el Carnero lleva en sí espiritualidad humana.

Los cuatro animales sapientes situados en las gradas del Trono de Dios han procedido de las inmediatas irradiaciones de Dios y pueden vivir allí conscientemente. Llevan inherentes las especies fundamentales para las creaciones, mientras que los Arcángeles vibran en una especie distinta de irradiaciones. No sin razón cae el nacimiento del Hijo del Hombre en la Tierra, bajo el signo de Aries, como corresponde a la ley.

Pero solucionar estos misterios no es la finalidad de la conferencia de hoy. Con agradecimiento hacia Dios, acoged todo cuanto me está permitido daros, tratad de comprenderlo en su totalidad, sin ir dando saltos de un lado a otro como si fuera un juego. Eso no podéis permitíroslo en cosas como estas, demasiado inmensas y elevadas para las sutilezas intelectuales propias de los humanos.

No obstante, cuanto más ardor y sinceridad pongáis en vuestro esfuerzo por comprender realmente la verdad de mis palabras, tanto más podré revelaros. En vuestros esfuerzos reside la llave que os abre las puertas de mi saber. Aplicaos, pues, para que yo pueda daros a manos llenas.

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EN LA LUZ DE LA VERDAD

MENSAJE DEL GRIAL

por Abd-ru-shin

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Traducido de la edición original en alemán: Im lichte der

Wahrheit – Gralsbotschaft. Esta obra está disponible en 15 idiomas:

español, inglés, francés, italiano, portugués, holandés, ruso, rumano, checo, eslovaco, polaco, húngaro, árabe y estonio

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